martes, 1 de noviembre de 2005

Datos médicos del parto


El parto por cesárea impedirá a la Princesa asistir a actos oficiales durante cuatro semanas

La decisión de practicar una cesárea pudo estar condicionada por la falta de dilatación necesaria y la desproporción pélvico-fetal que puede implicar un bebé de 3,5 kilos
 
MADRID. Su Alteza Real la Princesa de Asturias deberá guardar reposo un mínimo de cuatro semanas antes de poder reemprender sus actividades oficiales. Esta es la pauta común para todas las mujeres que han tenido su hijo mediante cesárea, técnica que se utiliza en España para uno de cada cuatro o cinco alumbramientos. Doña Letizia permanecerá en las instalaciones de la clínica Ruber Internacional de Madrid al menos hasta mañana o el jueves, aunque su estancia podría prolongarse si el equipo médico así lo decide pese al buen estado de madre e hija.

Cuando el jefe del operativo médico que atendió a la Princesa, Luis Ignacio Recasens, advirtió tras el nacimiento de que habían decidido recurrir a una cesárea, lo hizo porque el parto no progresaba y Doña Letizia no dilataba lo necesario. Y no se encontraba como hace dos semanas, cuando tuvo sus primeros espasmos, que fueron tratados con ritrodina, un fármaco que paraliza las contracciones uterinas. El 18 de octubre, la Princesa se encontraba en la semana 35 de gestión y un parto podía entrañar cierto peligro para la salud del bebé.

Las razones de la cirugía

En la madrugada del lunes el nacimiento del primer descendiente de los Príncipes de Asturias iba en serio, el parto estaba a las puertas, pero las contracciones que Doña Letizia comenzó a sentir a las ocho de la tarde del domingo no fueron suficientes para que se abriese el cuello uterino, lo que impide que el bebé pueda desplazarse a través de la vagina. Esta situación es habitual en los partos y es responsable de la tercera parte de las cesáreas. A este hecho pudo sumarse el tamaño del bebé respecto a la cavidad pélvica del cuerpo de la Princesa (desproporción pélvico-fetal), que haría muy difícil un parto vaginal. El hecho de que Doña Letizia estuviese en la madrugada del lunes en su 37 semana de embarazo no representaba peligro, aunque el tiempo de gestación normal esté entre 38 y 42 semanas. Así lo demostraban los indicadores clínicos del bebé y los continuos exámenes que habían practicado los médicos durante todo el embarazo.

Recasens esperó más de cuatro horas para comprobar si el trabajo de parto era suficiente para poder asistir un alumbramiento natural. Cuando pasaban 25 minutos de la una de la madrugada del lunes, el equipo médico comenzó la intervención. Con anterioridad, el anestesista había preparado a la Princesa, sedando su cuerpo entre el tórax y las piernas mediante anestesia epidural. Ella, como narraba Don Felipe, permanecía despierta pero insensible a la cirugía, atenta a su descripción. Mientras, el equipo médico practicaba una incisión a través del abdomen con la que abrir el útero y vaciarlo de líquido amniótico. La incisión es un corte trasversal que se practica por debajo del valle púbico, a dos centímetros de la sínfisis del pubis. Se cierra con una o dos suturas que no dejan, prácticamente, cicatrices visibles.

Entre 20 y 25 minutos después, un bebé de casi tres kilos y medio y 47 centímetros salía a la luz y era trasladado a una cuna térmica. En un procedimiento quirúrgico de este tipo, la niña es extraída a través de una incisión abierta, se le limpian los fluidos de la nariz y de la boca; se le corta el cordón umbilical y se extrae la placenta. Un médico controla su respiración, mientras dos enfermeras limpian a la niña. En esa especie de incubadora se estabiliza la temperatura del recién nacido y se controlan sus frecuencias cardiacas y respiratorias. Poco después, si todas sus constantes son correctas, puede ser entregado a la madre.

Don Felipe, en el parto

Don Felipe acompañó a su esposa desde el primer momento. Incluso estuvo presente en el parto. Normalmente, los hospitales acceden a la presencia del padre si el alumbramiento es natural, pero existen otros que ponen trabas si se va a producir por cesárea, sobre todo si se practica con una anestesia general. A Don Felipe se lo permitieron porque la sedación no era general y podía colaborar tranquilizando a la madre. Por eso, cuando horas después comparecía ante los medios no ocultó su satisfacción. «Ver por primera vez la cara de tu hija, y la de la madre en el proceso, es algo excepcional».

Incluso contó qué hizo: «Letizia estaba perfectamente consciente y yo estuve a su lado, tratando de hacer la descripción más precisa que podía hacer de lo que sucedía, a pesar de mi poca capacidad técnica en la materia». Don Felipe expresó el nerviosismo que vivió, tanto que cuando extrajeron al bebé no miró y prefirió seguir concentrado en el rostro de su cónyuge. «En el primer momento de salir ni me fijé» (en el sexo del recién nacido). Por eso preguntó a las enfermeras: «Pero bueno, ¿qué ha sido?». La respuesta fue expresiva: «Una hermosa niña».

Lactancia inmediata

Así fue el parto, pero a la Princesa de Asturias le aguarda ahora un periodo de convalecencia. Podrá dar de mamar a su hija Leonor y tomar analgésicos para calmar los dolores que le haya provocado la cirugía y que perdurarán varios días, pero deberá descansar porque es normal que pueda sufrir molestias leves por el proceso de cicatrización del abdomen, o incluso alguna secreción. Por todo ello permanecerá dos o tres días en la clínica, pero un mínimo de cuatro a seis semanas en el Palacio de la Zarzuela, lo que le impedirá reanudar sus actividades oficiales hasta pasado ese tiempo. También le obligará a llevar una vida tranquila, con pocas visitas y practicando ejercicios que le ayuden a recuperarse, indica el ginecólogo Fernando Aísa, del Hospital Clínico de Zaragoza.

Doña Letizia podrá tener más hijos mediante parto natural, siempre que cambie la circunstancia clínica por la que se optó por practicarle la cesárea. Pero es un punto donde existe controversia entre los ginecólogos desde hace muchos años. Es más, en España se recomienda pese a que existe riesgo de ruptura uterina en tasas aproximadas al 1%. En nuestro país se opta por el parto vaginal como primera opción, pese al progresivo aumento de las cesáreas, muchas veces por deseo o presión de las parturientas, siempre que no exista riesgo añadido o que se repita la situación que desaconsejó el parto vaginal en la primera gestación.

En Estados Unidos ocurre todo lo contrario, pues allí al menos trescientos hospitales se niegan a practicar un alumbramiento natural si el primero se ha realizado mediante cesárea. Su miedo es que los trabajos del segundo parto provoquen la ruptura del útero, que está siempre más debilitado por la cicatriz de la primera intervención. Esta rotura puede causar una hemorragia peligrosa para la madre y daño cerebral al bebé.
 

 

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