sábado, 26 de noviembre de 2005

“La Monarquía española tiene un fuerte poder moral”

SABINO FERNÁNDEZ CAMPO
El Confidencial
  

Teniente general del Ejército y Licenciado en Derecho, Sabino Fernández-Campo (Oviedo, 1918), fue secretario general de la Casa de S.M. el Rey en 1977 y jefe de la misma de 1990 a 1993. Con motivo del 'cumpleaños' de la Monarquía, este consejero privado de Don Juan Carlos cree que el Rey "tiene el cariño y la admiración del pueblo por su labor y por el difícil papel que tuvo que desempañar en momentos importantes de la Historia reciente del país, como la Transición y, durante su reinado, el 23F". Fernández-Campo está informado de las últimas encuestas. "Los jóvenes no conocen el pasado. Aunque a veces el pasado es mejor superarlo, especialmente en el caso español". Sin embargo, considera positiva la situación actual. "Creo que existe una armonía entre el Rey y los distintos presidentes que ha tenido el país. Su figura está por encima de los partidos y también representa la unidad en el extranjero".

 

Englobando los últimos cambios políticos y sociales que vive el país, Fernández-Campo recuerda que "el Rey tiene un poder moderador poco concreto pero puede ejercerlo con los ministros, con el Gobierno, con las instituciones". Según la Constitución", añade, "el Rey sólo debe sancionar. El Rey dialoga e intenta mediar antes de que una proposición se convierta en ley."

 

En cuanto a las encuestas que muestran un aumento del sector crítico ante los Príncipes de Asturias, "el Rey ha tenido 30 años para demostrar su valía. Al Príncipe se le conoce menos pero tiene la educación necesaria y el ejemplo en su familia para ganarse el cariño y respeto de los españoles". En cuanto a Leonor, debería reinar: "El capítulo 14 de la Constitución rechaza la discriminación y habrá que aplicarlo. La reforma probablemente se llevará a cabo, con prudencia, oportunidad y sin precipitaciones".

 

La partida de los Presupuestos Generales del Estado destinada a la familia real es otro de los asuntos que levanta ampollas entre los españoles. Fernández-Campo no ve un problema que la Casa Real presente cuentas de sus gastos. "En la época en la que yo ocupaba mi cargo junto al Rey se llevó a un interventor para vigilar los gastos, aunque la Constitución actual establece que la Casa Real perciba una cantidad global cuya administración depende plenamente del Rey".

 

"Hay que apreciar el ejemplo que dan a la sociedad", asegura. "La Monarquía española tiene un fuerte poder moral para moderar y regular el funcionamiento de las instituciones." Por ello, es perfectamente compatible la existencia de la Monarquía con la Unión Europea. "El futuro no es un obstáculo para la Monarquía. Creo que no cabe una unión absoluta en la que se borren las peculiaridades históricas y políticas de cada país."

miércoles, 23 de noviembre de 2005

La Princesa Letizia reaparece en público en el homenaje al Rey

Los príncipes, durante la recepción. (Foto: EFE)
 
AGENCIAS

MADRID.- La Princesa de Asturias no ha querido faltar a la recepción institucional que ha tenido lugar en el Palacio Real con motivo del trigésimo aniversario de la llegada al trono del Rey Juan Carlos. Ésta ha sido la primera aparición de Letizia desde el pasado 7 de noviembre, cuando abandonó la Clínica Ruber tras dar a luz.

Letizia sólo permaneció durante breves instantes en el cóctel ofrecido en el Salón de Columnas, ya que tenía que atender sus obligaciones de madre.

La aparición de la princesa es excepcional y no supone una vuelta a la actividad pública, porque seguirá atendiendo personalmente a su hija, la Infanta Leonor, según informó la Casa del Rey.

La Familia Real ha recibido en el Palacio de Oriente a los representantes sociales, en el único acto institucional organizado con motivo del XXX aniversario de la Proclamación del Rey, que ha querido de esa manera ceder el protagonismo a los españoles.

Los Reyes, los Príncipes de Asturias, y los Duques de Lugo y de Palma de Mallorca saludaron a los más de cien invitados y a sus acompañantes en el salón del Trono del Palacio Real.

En sus dos últimas intervenciones durante la visita oficial de dos días a Canarias, acompañado por la Reina, y que terminó el martes, fecha del aniversario de la Proclamación, Don Juan Carlos expresó su respeto, admiración y gratitud hacia el pueblo español.

"Verdadero protagonista de la transformación y modernización" de España en los últimos 30 años, dijo el Rey, quien ya se había expresado en este mismo sentido cinco años antes, con motivo del XXV aniversario.

Horas después de pronunciar esas palabras, en Santa Cruz de Tenerife, Don Juan Carlos no pudo evitar unas lágrimas al escuchar la ovación de los asistentes al concierto organizado en su honor, cuando la orquesta interpretó el "cumpleaños feliz".

En el Palacio Real el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, inició la línea de saludos, seguido de su esposa, Sonsoles Espinosa, y el resto de los miembros del Ejecutivo, salvo los titulares de Defensa, Agricultura y Administraciones Públicas, que están de viaje.

El Rey: «Seguiré dando guerra mientras el cuerpo aguante»

Su Majestad el Rey se mostró ayer «muy contento y satisfecho» al cumplirse treinta años de su proclamación. Lo mejor de estas tres décadas, dijo, «son los españoles», protagonistas de la transformación de España. Además, destacó el «impulso moderador» de la Corona
 

La etapa más larga y más fecunda de una España en paz siempre llevará el nombre de Don Juan Carlos

Antonio Casado
El Confidencial

Cumpleaños feliz. Ayer noche, en Tenerife, nueva dosis de afecto a Don Juan Carlos y Doña Sofía en el concierto conmemorativo de los treinta años de reinado.

Zarzuela atribuye a los avatares de la agenda su presencia en las Islas Canarias cuando se cumplía el aniversario. Estoy por poner en duda que sea casual un viaje de los Reyes en fecha tan señalada a esta parte del corazón de España, tan cerca además de aquella antigua provincia española, el Sahara Occidental, que en mala hora, hace treinta años, España abandonó de aquella manera.

Dicho sea de paso, antes de constatar que, afortunadamente, la evocación de los 30 años con el Rey nos motiva más que los 30 años sin Franco.

Me refiero a la repercusión conmemorativa de lo uno y de lo otro. Buen síntoma. Entre la España sórdida de una dictadura apuntalada por Estados Unidos y la España moderna, democrática y abierta al mundo de Don Juan Carlos no hay color.

Y no fue fácil, como muy bien sabe el Rey. Como muy bien saben los españoles que vivieron con la respiración contenida aquel relevo del 22 de noviembre de 1975, cuando la voz campanuda de Alejandro Rodríguez de Valcárcel, una especie de regente con Franco aún de cuerpo presente, comunicaba "a la Nación española" que Don Juan Carlos de Borbón quedaba proclamado Rey de España.

Un minuto antes, con la mirada fija en los Evangelios, había jurado por Dios "cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional". De hecho, con aquella solemnidad se estaba dando cumplimiento al artículo séptimo de la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado.

Aquel juramento y aquellas formalidades, preceptivas, necesarias y coherentes con la legislación franquista, fueron decisivas para que las puertas del Régimen se pudieran abrir por dentro, por las buenas, sin que tuvieran que echarlas abajo, por las malas, quienes desde fuera llevaban treinta y cinco años esperando este momento.

Esa fue la apuesta de Don Juan Carlos. Y por eso siempre llevará su nombre este periodo de la Historia de España, el más largo y el más fecundo que los españoles han vivido en paz.

Ayer, en Tenerife, una reportera le preguntó al paso por lo que, a su juicio, había sido lo mejor de estos treinta años. "Los españoles", respondió sin dudar. No fue un gesto de humildad sino de lucidez.

Como cuando a los españoles les preguntan por el papel del Rey en la feliz recuperación de la democracia, apenas tres años después de la muerte de Franco. Coincidencia general a la hora de calificarlo "clave" o "decisivo". Por tanto, no es casual que, a lo largo de estos treintaaños, la Monarquía Parlamentaria que personaliza Don Juan Carlos sea la institución mejor valorada por los ciudadanos.

martes, 22 de noviembre de 2005

El Rey: «Lo mejor de todo este tiempo han sido los españoles»

ABC
 
El Rey dijo hoy, día en el que se cumplen treinta años de su proclamación, que no siente nostalgia por el pasado, por los primeros años de su reinado, y que seguirá "dando guerra".
 
Don Juan Carlos se mostró hoy muy satisfecho por estos treinta años de reinado en democracia, y dijo que lo mejor de todo este tiempo "han sido los españoles", por lo que quiere seguir trabajando en el futuro.
 
La Reina, igual que el Rey, no tiene nostalgia del pasado, "porque ahora estamos también muy bien", dijo Doña Sofía.
 
Don Juan Carlos y Doña Sofía llegaron a mediodía de hoy a Tenerife, en la segunda y última jornada de su visita oficial a Canarias, donde esta noche presidirán un concierto conmemorativo de sus treinta años de reinado.
 
Desde el aeropuerto Tenerife Sur, los Reyes se trasladaron a la localidad turística de Adeje para inaugurar el Palacio de Congresos "Magma Arte y Cultura", otro atractivo más para esta zona del sur de Tenerife.
 
A la puerta de este moderno edificio los periodistas felicitaron a los Reyes por el treinta aniversario, felicitación a la que los Reyes contestaron con una amplia sonrisa.
 
Don Juan Carlos hace un balance "muy positivo" de este periodo de la historia de España, el más largo habido nunca en democracia, y dijo que "mientras el cuerpo aguante" seguirá "apoyando y trabajando por España" muchos años más.
 
Anoche, durante la entrega de las Medallas de Oro al Mérito en las Bellas Artes en el Auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas de Gran Canaria, el Rey volvió a pedir consenso, concordia y reconciliación, "la mejor garantía" para seguir progresando "con el esfuerzo de todos", unidos "en democracia y libertad".
 
Consenso, concordia y reconciliación que están, recalcó el Rey, en la base "misma" de la Constitución de 1978, "clave -agregó- para entender lo mucho que hemos logrado" en estas tres décadas de Monarquía parlamentaria.
 

Cartas de homenaje al Rey

Además de dirigirme por correo postal al Rey para felicitarle por el 30 Aniversario de su Reinado, también escribí a los periódicos y hoy tengo la satisfacción de ver publicadas mis cartas en ABC y El País como un humilde homenaje al Rey y a toda la Familia Real.
 

Monarquía y democracia

 

 

Se conmemora el treinta aniversario de la proclamación de Don Juan Carlos como Rey de España. Es ampliamente reconocida en todo el mundo la contribución del Rey en la instauración de la democracia. Para acometer esta empresa fue necesaria la participación de políticos y juristas responsables y la implicación de toda la sociedad, procurando cerrar viejas heridas para acabar con las dos Españas de las que escribió Machado. El país ha avanzado mucho, no sin dificultades y esfuerzos, en estas tres décadas, y siempre ha podido contar con el apoyo del Rey, algunas veces como protagonista, como en la noche del 23-F, y otras de una manera discreta: sin trascender a la opinión pública su consejo, arbitraje o influencia, ha resultado clave para los intereses de España.

Siempre se ha dicho que la Familia Real es nuestra mejor embajadora. En estos días en que se rinden homenajes a Don Juan Carlos, es de justicia reconocer también la positiva contribución de la Reina Doña Sofía, destacándose por su apoyo a las personas menos favorecidas de la sociedad y su implicación en proyectos humanitarios internacionales.

En estos tiempos en que se discute tanto la estructura del Estado, es una buena oportunidad para recordar el consenso de los primeros años de la democracia, que permitieron llegar donde estamos hoy y aprovechar la experiencia del Rey para superar las diferencias entre españoles y consolidar entre todos el futuro de nuestro país.

Alfonso García Torres. Barcelona.

 

Discurso del Rey

«En estas fechas en que se cumplen Treinta Años de mi proclamación como Rey de España, quiero manifestar que me siento particularmente feliz de hallarme en Canarias, acompañado por la Reina. Agradezco las muy amables palabras de que he sido objeto, así como las numerosas muestras de afecto y lealtad que estamos recibiendo.
Estas fechas nos deben llevar a tomar mayor conciencia de la enorme modernización vivida por España, de lo mucho que juntos hemos progresado y de lo mucho que unidos debemos seguir trabajando para preservar, fortalecer y mejorar día a día nuestra paz, concordia y bienestar.
Son muchos los recuerdos y sentimientos que, en estos momentos, se agolpan en mi corazón, empezando por mi gratitud a la Reina, por su constante apoyo, sensibilidad y entrega, y sin olvidar el respaldo que siempre he recibido de mis hijos.
Recuerdos ligados a la apasionante aventura de construir nuestra democracia, de recuperar plenamente nuestras libertades, de situar a España en el lugar que le corresponde, y de impulsar treinta años de estabilidad, crecimiento y mejora del bienestar económico y social de la gran mayoría de los españoles.
Sentimientos de confianza en la sociedad española y en la labor de sus instituciones a lo largo de estas décadas.Pero es, ante todo, el pueblo español quien en estas fechas merece un homenaje de gratitud, respeto y admiración por su esfuerzo, generosidad, responsabilidad y sacrificio volcados en la decisiva tarea de hacer de España un país moderno, abierto y solidario, unido, a la vez que plural y diverso, patrimonio de todos los españoles por igual.
Tampoco puede faltar nuestro más emocionado recuerdo a todas las víctimas del terrorismo y a sus familias, así como a todos los servidores del Estado que perdieron la vida en el cumplimiento del deber.
Os aseguro que la transformación de España no se pudo hacer ni con más ganas de acertar, ni con mejor voluntad de responder a los anhelos del pueblo español, ni con mayor espíritu de consenso y concordia.
Consenso, concordia y reconciliación, que están en la base misma de nuestra Constitución que es la clave para entender lo mucho que hemos logrado y la mejor garantía para seguir progresando con el esfuerzo de todos, unidos, en democracia y libertad.
Nunca podemos sentirnos satisfechos cuando se trata de servir a España. Eso, y mucho más, es lo que merecen España y los españoles.
Treinta años después de mi proclamación como Rey, dejadme que os diga que me siento, más que nunca, ilusionado y resuelto a seguir dando lo mejor de mí mismo, para contribuir a integrar cuantos esfuerzos favorezcan nuestra convivencia e impulsen nuestro progreso.
Una labor que asumo, desde el más profundo amor a España, la lealtad a la Constitución y mi entrega al ejercicio de las funciones que ésta me asigna en el marco de nuestra Monarquía parlamentaria.
Esos sentimientos, ese mismo espíritu de servicio, son los que también animan al Príncipe de Asturias, que representa la mejor garantía de continuidad del compromiso de servicio de la Corona a España.
Para concluir, quiero expresar de todo corazón, en esta hora y ocasión, mi más profundo afecto a todos los españoles.
Muchas gracias».

El Rey Juan Carlos: 'Más que nunca me siento ilusionado y resuelto a seguir dando lo mejor'


Don Juan Carlos de Borbón pronuncia su discurso durante el acto de proclamación como Rey (Foto: EFE).

AGENCIAS | ELMUNDO.ES

MADRID.- Don Juan Carlos I ha reconocido que, tres décadas después de su proclamación como Rey, se siente "más que nunca ilusionado y resuelto a seguir dando lo mejor" de sí mismo "para contribuir a integrar cuantos esfuerzos favorezcan nuestra convivencia e impulse nuestro progreso". Hoy se cumplen 30 años de su coronación.

El 22 de noviembre de 1975, dos días después de la muerte de Francisco Franco, don Juan Carlos de Borbón y Borbón era proclamado Rey de España, poniendo fin así a un régimen dictatorial que se mantuvo en el poder durante casi cuatro décadas.

Quedó así instaurada en España la Monarquía en la persona del legítimo heredero de la Corona, a quien el 'Generalísimo' eligió y tuteló para ocupar la primera magistratura de la Nación, "a título de rey", cuando él faltase.

Ya Rey, don Juan Carlos, leyó un discurso en el que tuvo un recuerdo "con respeto y gratitud" para "la figura de quien durante tantos años asumió la responsabilidad de conducir la gobernación del Estado", y agregar que ese día comenzaba "una nueva etapa en la Historia de España".

"Nuestro futuro -afirmó- se basará en un efectivo consenso de concordia nacional".

Un discurso que ayer en la entrega de las Medallas de Oro al Mérito en Las Bellas Artes en Las Palmas de Gran Canaria don Juan Carlos volvió a recordar, pidiendo una vez más consenso, concordia y reconciliación, "la mejor garantía" para seguir progresando "con el esfuerzo de todos", unidos "en democracia y libertad".

Consenso, concordia y reconciliación

Consenso, concordia y reconciliación que están, recalcó, en la base "misma" de la Constitución de 1978, "clave -agregó- para entender lo mucho que hemos logrado" en estas tres décadas de Monarquía parlamentaria.

El Rey reconoció, además, que son muchos "los recuerdos y los sentimientos" que en estos días de celebración se "agolpan" en su corazón. El primero de ellos, un sentimiento de "gratitud" hacia la Reina, "por su constante apoyo, sensibilidad y entrega", sin olvidar tampoco el respaldo que "siempre he recibido de mis hijos".

El Rey tiene muy claro que es el pueblo español quien merece un homenaje. "Un homenaje -dijo- de gratitud, respeto y admiración" por su "esfuerzo, generosidad, responsabilidad y sacrificio volcados en la decisiva tarea de hacer de España un país moderno, abierto y solidario".

Un país, insistió, "unido, a la vez que plural y diverso, patrimonio de todos los españoles por igual". "Nunca podemos sentirnos satisfechos cuando se trata -afirmó- de servir a España. Eso, y mucho más, es lo que merecen España y los españoles".

Esa decisiva labor, la asume "desde el más profundo amor a España", desde la "lealtad a la Constitución" y su entrega "al ejercicio de las funciones" que la Carta Magna le asigna en el marco de "nuestra" Monarquía parlamentaria.

Los mismos sentimientos, el mismo espíritu "de servicio", animan también al Príncipe de Asturias, que para el Rey "representa la mejor garantía de continuidad del compromiso de servicio de la Corona a España".

lunes, 21 de noviembre de 2005

La Monarquía ha sido durante todo el reinado de Don Juan Carlos la institución más valorada

La Monarquía ha sido durante todo el reinado de Don Juan Carlos la institución más valorada
 
La figura del Rey ha obtenido siempre puntuaciones superiores a las de instituciones como las Cortes, la Iglesia, el Ejército, la Justicia, el Gobierno o los partidos
 
NIEVES COLLI
ABC

MADRID. Durante todo el reinado de Don Juan Carlos, cuyo trigésimo aniversario se cumple mañana, la Monarquía se ha mantenido de forma invariable como la institución mejor valorada por la ciudadanía española, por encima del Defensor del Pueblo, las Cortes, el Ejército, el Gobierno, la Justicia, los partidos políticos o la Iglesia, entre otras. Así se desprende de los datos extraídos de las encuestas realizadas a lo largo de este tiempo, en las que la figura del Rey ha merecido siempre puntuaciones elevadas.

La empresa Metroscopia, que dirige el catedrático de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid, José Juan Toharia, ha reunido esos datos, cuyo análisis permite comprobar con perspectiva histórica la evolución de la estima de los españoles hacia una institución tan importante como la Monarquía y hacia la persona que la encarna.

Son varias las razones por las que el Rey se ha colocado año tras año en el primer lugar del ranking de confianza ciudadana. Las encuestas realizadas por el CIS en los últimos veinte años muestran cómo los españoles confían en la Monarquía porque asegura la sucesión del poder político -opinión que un 40 por ciento de los ciudadanos mantenía en 2004-; porque garantiza el orden y la estabilidad -opinión del 50 por ciento ese mismo año-; y porque es un símbolo plenamente enraizado en la tradición y en la historia españolas -idea que en 2004 seguían compartiendo ocho de cada diez españoles-.

Reinado «ejemplar»

La visión de los expertos coincide en buena medida con la de la sociedad. Así, Toharia cree que Don Juan Carlos ha cumplido de manera «ejemplar» lo que él mismo prometió en en su primer discurso ante las Cortes, el 22 de noviembre de 1975, día en que fue proclamado Rey: Serlo «de todos los españoles».

Tras un primer periodo en el que una parte de la sociedad mostraba cierto recelo hacia su persona, pues se le identificaba como el heredero del anterior régimen, Don Juan Carlos supo atraerse la confianza de todos los ciudadanos en el ejercicio de su cargo. Clave fue su intervención tras el golpe de Estado del 23-F. En opinión de Toharia, el Rey se ganó en ese momento «la aceptación de la izquierda, que era la más recelosa» hacia la institución monárquica. A partir de entonces, se empezó a identificar al Monarca «como el defensor de la democracia y de los valores consagrados en la Constitución». Ésa es la imagen de Don Juan Carlos que ha perdurado hasta nuestros días gracias también, añade Toharia, a su saber hacer, a la total ausencia de errores durante su reinado y a su capacidad para colocarse por encima de los partidos políticos.

«Reinar sin gobernar»

El catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, Julián Santamaría, destaca que una de las claves de la buena imagen del Rey es su «saber hacer» para mantenerse por encima de la política y de los políticos. Don Juan Carlos «ha sabido reinar sin gobernar y sin interferir en la labor de los distintos gobiernos».

Pero su gran popularidad se debe a su acertado reinado y, en particular, a su actuación tras el 23-F y a la «normalidad» con la que siempre ha aceptado la alternancia política en los sucesivos gobiernos de España.

Entre 1972 y 1982, explica Santamaría, Don Juan Carlos se ganó, primero como Príncipe de Asturias y después como Rey, el respeto de todos los españoles, los de derechas y los de izquierdas. Su popularidad aumentó en 1981 y 1982 tanto por el acertado papel que jugó tras el golpe de Estado como «por la naturalidad con la que acogió el cambio político» con la llegada del primer gobierno socialista tras la victoria electoral de Felipe González.

Según el catedrático, a éstos se añaden otros motivos: «Su gran papel, eficiente pero discreto, en la escena internacional»; sus condiciones personales por la «sencillez y proximidad» que le caracterizan; y, finalmente, una familia que ha desempeñado con «eficacia» su función simbólica y que se ha mantenido alejada de los «escándalos» que sí han salpicado a otras monarquías.
 

Especial XXX Aniversario de la Proclamación del Rey

Mañana, 22 de noviembre, fecha en que se conmemora el XXX Aniversario de la Proclamación del Rey Don Juan Carlos I, el diario ABC incluirá en su edición un suplemento especial de más de 100 páginas sobre la efeméride.

LA ECONOMÍA EN LA ERA DEL REY JUAN CARLOS I

Por JUAN VELARDE FUERTES
ABC
 
A lo largo del reinado de Don Juan Carlos I, desde el punto de vista de la economía española, se ha duplicado el PIB por habitante en términos reales, ha avanzado notablemente nuestra convergencia, no sólo con la Unión Europea, sino dentro del conjunto de países más desarrollados del mundo y la distribución de la renta se hizo mucho más igualitaria, hasta el punto de que estamos, incluso en ese sentido, con unos datos mejores que los de Francia y Gran Bretaña, y por supuesto, que de los Estados Unidos.

En todo esto, ¿tuvo algún papel importante el Monarca? Podría creerse que su colaboración fue nula, por haber seguido un viejo consejo que Quesnay dio al Delfín sobre las ventajas del liberalismo. En cierta ocasión en que el Delfín -el hijo de Luis XV-, se quejaba ante Quesnay por la dureza y dificultad que suponía el desempeñar el puesto de rey, el famoso fisiócrata replicó: -«Señor, no pienso así». -«¿Qué haríais, pues, si fueseis rey?», dijo el Delfín. -«Señor, no haría nada». -«¿Y quién gobernaría?» -«Las leyes naturales», concluyó Quesnay, porque «el deber del soberano es dejar hacer, dejar pasar, porque el mundo marcha por sí mismo». No en balde subrayaba Perpiñá Grau que el mundo fisiocrático se centraba en torno a este dístico latino: Ex natura, jus, ordo et leges. Ex homine, arbitrium, regimen et coercitio.

Creer en algo así sería formular un juicio erróneo sobre Juan Carlos I porque fue precisamente su acción la que, en varios momentos decisivos, movió la realidad económica española en un sentido muy positivo.

La primera de estas actuaciones fue abrir un proceso constituyente que permitió pasar pacíficamente, sin rupturas, de las Leyes Fundamentales del régimen político anterior a la Constitución de 1978. Esto tiene también un calado económico extraordinariamente importante. Análisis recientes, con motivo del segundo centenario de los acontecimientos de 1789, sobre la Revolución Francesa, particularmente los de Chaunu, muestran que el bienestar logrado por los Borbones de Francia fue lo que provocó una oleada de planteamientos a favor de un régimen político liberal y democrático. Se produce, inmediatamente, una relación funcional entre desarrollo y realidad política democrática y liberal a partir del estallido de la Revolución Industrial. En espacios cortos de tiempo es posible desarrollar a un país sin concederle libertad, pero este desarrollo exige pronto libertad y ésta se premia con más desarrollo, como nos insiste el premio Nobel de Economía Armartya Sen. Pero este paso de otorgar la libertad política es muy difícil. Existen siempre potentes fuerzas inmovilistas, que incluso consideran traidores a quienes no mantienen la defensa de la situación política previa, y no menos potentes fuerzas rupturistas, revolucionarias, que, como aconteció en España de 1808 a 1843, se ponen al servicio del cambio, ajenas a los costes que ello produce en la mayoría de la población. Haber dirigido, desde diciembre de 1975 a diciembre de 1982, la delicada operación de la Transición, fue la aportación esencial del Rey. Después, efectivamente, las cosas marcharon por sí mismas, incluso ante problemas tan delicados como una fuerte oleada de corrupción o el terrorismo de ETA. El Rey ya no necesitaba estar en el primer plano político.

La segunda aportación del Monarca a la prosperidad económica está relacionada con la paz social. No es posible desarrollo económico con un ambiente crispado. Dentro de la política de la Transición, se encuentra el respaldo al Pacto de La Moncloa y a la serie de consensos que van desde el Acuerdo Básico Interconfederal que sigue al citado Pacto, hasta llegar al Acuerdo Económico y Social que se extingue en 1986. Sin esta atmósfera, en parte reforzada por las admoniciones de Don Juan Carlos el 24 de febrero de 1981, no hubiese sido posible conseguir algún orden y concierto en nuestra economía. De ahí procede la definitiva puesta en marcha de la reforma tributaria así como la política de concertación social. A partir de 1989, con la caída del Muro de Berlín, se esfumaron, salvo la de los ecologistas, todas las utopías, y sindicatos y partidos de izquierda ya no buscaron cómo sustituir al capitalismo. También aquí Juan Carlos I podía dejar de estar en el primer plano.

La tercera se llama Europa. En principio, los «nueve» estaban a gusto en su soledad. La aparición de los dos países ibéricos europeos en su seno podía esperar muchísimo. Incluso cabía en lo posible que se denunciase el Acuerdo Preferencial Ullastres. Marcelino Oreja Aguirre puede dar, sobre todo esto, noticias muy jugosas. Pero ningún político europeo o norteamericano estaba dispuesto a castigar el serio esfuerzo de cambio político pacífico en el que estaba empeñado el Monarca español. De ahí que hubo, efectivamente, negociaciones duras, largas, y mal llevadas más de una vez por España. Pero en 1985 todo se había coronado, y lo que quedaba era preparar a nuestra economía para el choque comunitario. El que la reacción acabase en forma de crisis de 1992-1995, se debió a otros motivos, pero la base para aprovechar nuestra incorporación a Europa, estaba establecida con firmeza desde la firma del Tratado en el Palacio de Oriente el 12 de julio de 1985. En adelante ya no iba tampoco a ser preciso el respaldo del Monarca.

Finalmente, ahora mismo basta con acercarnos a Iberoamérica, para comprobar hasta qué punto nuestra economía comienza a tener un papel de primer orden dentro de toda la región. La figura del Rey ha hecho mucho, sencillamente con su presencia, para que estas ventajas mutuas posibles, que siempre hieren otros intereses, no cesen de incrementarse. Todos los que hemos recorrido estos países, sabemos hasta qué punto Don Juan Carlos no es el Jefe de Estado de un país, por supuesto, hermano, pero también extranjero, sino una persona de casa. En Guayaquil escuché de labios de un cardiólogo local, algo así como: -«Dice muy bien nuestro Rey...» Yo le interrumpí para preguntarle de qué Rey hablaba. Me contestó, casi considerándome tonto del capirote: -«Pero ¡qué Rey va a ser! ¡El mío, que es el mismo que el suyo!». Esto, como el idioma, como la base sociocultural común, crea unas economías externas en favor de las empresas españolas más allá de todo lo imaginable. Aquí sí que sigue presente, y cómo, la figura de Juan Carlos I. Más de una vez su palabra servirá para que no se produzcan traumas en esas relaciones.

Democracia, paz social, Europa e Iberoamérica son cuatro hitos que resulta difícil que hubieran podido alcanzarse como se alcanzaron sin la existencia a lo largo de estos treinta años del rey Juan Carlos. A través de ellos es como el papel de nuestro Monarca se ha convertido en un factor importante del avance de la economía española.

 

 

domingo, 20 de noviembre de 2005

Treinta años de democracia

POR JUAN PABLO FUSI
ABC
 
Gusten o no el perfil y el tono de la democracia en España, se reconocerá que lo acontecido en la vida española entre 1975 y 2005 es estupefaciente. La etapa es ya el periodo democrático más largo y estable de la historia del país. Las experiencias democráticas anteriores fueron breves, polémicas y difíciles. El Sexenio Democrático (1868-74) naufragó entre cambios de régimen e insurrecciones colonial, cantonal y carlista; la II República (1931-36) desembocó en el levantamiento militar de 1936 y la terrible guerra civil de 1936-39.

La transición de la dictadura de Franco a la democracia, propiciada por el nuevo Rey, Juan Carlos I, fue en efecto un gran éxito histórico (aunque tuviera mucho de incoherente e improvisado, se cometieran errores y el proceso se debatiera a veces en la incertidumbre). Se acertó en lo sustancial: en el hombre, Adolfo Suárez; y en el procedimiento, una reforma política en profundidad desde la propia legalidad franquista. El Rey, de acuerdo con el sentido que a la Monarquía había dado su padre, Don Juan, impulsó desde luego el proceso de cambio hacia la democracia: fue factor esencial en la neutralización del Ejército en la transición, y en el fracaso del intento de golpe de Estado de 23 de febrero de 1981. La voluntad de reconciliación nacional de la oposición al franquismo, y muy señaladamente del Partido Comunista, y la memoria histórica de lo ocurrido entre 1931 y 1936 y durante la guerra civil, allanaron el camino. El antifranquismo antepuso el restablecimiento de la democracia a consideraciones doctrinarias: renunció a una «ruptura» radical de la legalidad y aceptó la tesis -certera, necesaria- de la reforma.

De esa forma, la Constitución de 1978 definió a España como una Monarquía parlamentaria y como un Estado social y democrático de Derecho. Reconoció el derecho a la autonomía de nacionalidades y regiones, garantizó las libertades democráticas, constitucionalizó partidos y sindicatos, proclamó la libertad de enseñanza y la aconfesionalidad del Estado (desde el respeto al significado del catolicismo en España) y abolió la pena de muerte. Entre 1978 y 1983, se constituyeron un total de diecisiete comunidades autónomas (más las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla), todas ellas, y especialmente el País Vasco, dotadas de amplísima capacidad de autogobierno, la mayor revolución en la organización territorial de España desde 1700. Entre 1976 y 1981 gobernó Suárez (en 1981-82: Calvo Sotelo); las elecciones de 1982 y 2004 llevaron al poder a la izquierda, el Partido Socialista Obrero Español; las de 1996, a la derecha, el Partido Popular. Suárez restableció la democracia, aprobó la Constitución, creó las bases para la reforma económica (Pactos de la Moncloa) e inició el proceso autonómico; Calvo Sotelo completó la «transición exterior»: alineó a España en el mundo occidental. Felipe González, jefe del Gobierno en la etapa socialista de 1982 a 1996, propició la entrada en Europa, la reconversión industrial, la reforma militar, la modernización de las infraestructuras del país, la recuperación del papel internacional de España y varios años de fuerte crecimiento económico. Aznar y el Partido Popular dieron estabilidad a la acción de gobierno, mantuvieron el crecimiento económico y el consenso social, reforzaron la lucha contra el terrorismo y la autoridad del Estado, y llevaron a España a la integración monetaria europea.

En otras palabras; los grandes problemas que desde el siglo XIX habían condicionado la política del país -democracia política, forma del Estado, alternancia en el poder, política internacional, atraso económico- parecían ahora, 1975-2005, en buena medida resueltos. Entre 1976 y 2000, el Producto Interior Bruto se incrementó, pese a la recesión de 1974-84 y a las insuficiencias del tejido económico, en un 89 por 100. En 2000, España, un país urbano y moderno de unos 40 millones de habitantes, no era ya ni un país industrial ni un país agrario: servicios, construcción, comercio, turismo, banca, transportes y comunicaciones eran los motores del nuevo dinamismo de la economía española. España, la octava economía del mundo en la fecha indicada, invirtió en América Latina en los años noventa una cifra cercana a los 60.000 millones de dólares; cerca de tres millones de inmigrantes se habían establecido en el país entre 1990 y 2003, otro cambio histórico formidable.

Los problemas eran ahora otros. Problemas políticos derivados de la práctica de la política y del ejercicio del poder; ocasionales escándalos de corrupción, como, por ejemplo, en la última etapa de gobierno de Felipe González, de 1993 a 1996; políticas controvertidas, como la decisión del gobierno Aznar en 2003 de participar en la segunda guerra de Irak. Problemas sociales: el paro en los años 80, la integración de los inmigrantes, la carestía de la vivienda, la violencia doméstica, el fracaso educativo, el envejecimiento de la población, la temporalidad de muchos empleos, la «subcultura» de alcohol y drogas de una gran parte de la juventud, la vulgaridad y medianía de la cultura de masas (televisión, prensa «rosa»...). Problema nacionalista: por un lado, los nacionalismos vasco y catalán, aun gobernando en sus respectivas regiones desde 1980 y aun -caso del nacionalismo catalán moderado- coadyuvando a la gobernación de España, seguían manteniendo en su plenitud, por razones ideológicas, sus aspiraciones a la constitución de Cataluña y Euskadi (y el nacionalismo gallego, la de Galicia) como naciones soberanas, en el nacionalismo vasco desde una concepción etnicista y exclusivista de la nacionalidad; por otro, ETA, la organización creada en 1959, asesinó entre 1975 y 2000 a unas 800 personas, como resultado de su concepción «estratégica» (terrorista) hacia la independencia, esto es, por una opción deliberada, consciente y bien calculada, no como resultado de una necesidad inevitable impuesta por las circunstancias o como prolongación de un conflicto secular y no resuelto.

Por encima de todo, sin embargo, la democracia estaba consolidada. Aunque los hechos tuvieran influencia inmediata en el juego político y electoral, la sociedad y las instituciones asimilaron con serenidad admirable el terrible atentado perpetrado por terroristas islámicos en Madrid en marzo de 2004 que costó la vida a cerca de 200 personas. El restablecimiento de la democracia, la Constitución de 1978, el Estado de las autonomías, la transformación del país, la entrada en Europa, el mismo cambio cultural desde 1975 (nuevos medios de comunicación, recuperación de las culturas y lenguas regionales, grandes exposiciones, una brillante arquitectura, universidades de verano...) hacían del periodo 1975-2005 una de las etapas más positivas de la historia reciente española.

Esos treinta años de democracia conllevaron, en efecto, nada menos que la refundación de España como nación. Con la consolidación de la democracia, España no se reconocía en modo alguno en el país dramático y pintoresco creado por el estereotipo romántico y sancionado por la pobreza tradicional de su vida rural y la «tragedia» de 1936-39. En 2005, España es, sencillamente, una variable europea, una nación que se ha dotado de una identidad nueva, en la que se han integrado el sentido nacional e histórico de la Monarquía -mérito de la personalidad del Rey y de la conducta de la Familia Real- con la cultura del antifranquismo, y la cultura y la historia comunes con la cultura y las identidades particulares de nacionalidades y regiones; un país que se reconoce ante todo en su tradición liberal (de Jovellanos y los ilustrados a Giner y Ortega), en la memoria socialista y democrática (Pablo Iglesias, Azaña) y en la espléndida plenitud cultural que vivió entre 1898 y 1936.

La democracia no fue, pues, obra de la casualidad y la acomodación. La mayoría de los españoles, desde luego quienes militaron activamente contra la dictadura de Franco, vivieron la transición con conciencia clara de lo que realmente fue: como la cristalización de un proyecto permanente de libertad para España, como un gran momento -treinta años de democracia- de la historia española (que no quisiéramos ver, por ello, ni deshonrado ni rectificado).
 

sábado, 19 de noviembre de 2005

Entronización del Príncipe Alberto II de Mónaco

Alberto II y sus hermanas salen de la catedral de Mónaco tras la misa de entronización. (AFP)
 
AGENCIAS | ELMUNDO.ES

MÓNACO.- Ningún miembro de la Familia Real española está presente hoy en la entronización de Alberto II de Mónaco. Las casas reales de Suecia, Noruega, Dinamarca, Luxemburgo, Inglaterra y Liechtenstein sí han respondido a la invitación de los Grimaldi y forman parte de una comitiva de las 16 delegaciones extranjeras presentes en los fastos, frente a la treintena que acudieron al funeral de Rainiero.

A los actos de entronización han acudido la princesa Victoria de Suecia, los príncipes Haakon de Noruega, Alois de Liechtenstein, Mulay Rachid de Marruecos, Joachim de Dinamarca y Feisal Biin Al Husein de Jordania, así como el Gran Duque heredero Guillermo de Luxemburgo y los condes de Wessex, en representación del Reino Unido.

El presidente de Islandia, Olafur Ragnar Grimsson y los dos capitanes regentes de San Marino también han asistido, así como el nuncio vaticano en Francia, monseñor Fortunato Baldelli, los ministros de Justicia francés Pascal Clement y de Exteriores chipriota George Iacovu, así como el jefe de Gobierno de Andorra, Albert Pintat y el presidente del Senado italiano, Marcello Pera.

Alberto II ha asumido definitivamente el trono de Mónaco con la finalización de todas los ritos previstos en el ceremonial del pequeño Estado. La muerte de Rainiero III el pasado 6 de abril supuso la sucesión automática inmediata y Alberto pasó a ocupar la jefatura del Estado, que como regente desempeñaba desde algunos días antes debido a la postración de su padre.

No obstante, el protocolo monegasco impone una serie de ritos para formalizar la entronización y, en este punto, Alberto ha querido imitar a su padre y celebrar los actos en dos fechas distintas.

La primera, el 12 de julio pasado, adoptó la forma de un encuentro entre el príncipe y su pueblo, con actos sobrios y circunscritos a la participación de los monegascos.

El jueves pasado Alberto recibió el juramento de fidelidad en el Palacio de los Grimaldi por parte de las principales autoridades del país y hoy ha contado con la presencia de delegaciones extranjeras.

Los actos de hoy, que coinciden con la Fiesta Nacional de Mónaco, son un hito simbólico en la nueva andadura del Principado en manos de Alberto II, de 47 años, tras el largo mandato de su padre, que estuvo más de medio siglo al frente del pequeño Estado mediterráneo.

Mónaco tiene como religión de Estado la católica, por lo que era obligatorio un oficio, que se celebró en la catedral y en el que el arzobispo Bernard Barsi definió al titular del Principado como "garante de la unidad nacional y del bien común", y le pidió "espíritu de servicio".

Alberto II siguió la ceremonia con gesto contenido, vestido con uniforme militar en el que relucían varias condecoraciones, flanqueado por sus hermanas Carolina y Estefanía, así como otros miembros de su familia.
Carolina y Estefanía se emocionan

El papa Benedicto XVI envió un mensaje de felicitación y de buenos augurios que fue leído durante el rito y a continuación, mientras sonaban las notas de un "te deum", Alberto tuvo dificultades para contener la emoción, mientras sus hermanas se abandonaban ya abiertamente a las lágrimas.

Ese llanto no sería ajeno al hecho de que, a pocos metros de su banco, reposan los restos de Rainiero y de Grace Kelly, fallecida en 1982 en un accidente de tráfico.

En una iglesia engalanada con 6.000 lirios y rosas, y con las banderas de Mónaco y del Vaticano se sucedieron lecturas bíblicas y piezas musicales clásicas.

Con posterioridad, los anfitriones y los invitados se trasladaron al Palacio del Principado, desde donde siguieron la ceremonia de "Entrega del estandarte" de Alberto II, que presidirá a partir de ahora todos los actos oficiales del Principado.

Es un tejido de seda bordado con las armas de los Grimaldi, una doble "A" (de Alberto) coronada y la divisa "Deo Juvante" ("Con la ayuda de Dios"), que sustituye al que durante décadas representó a Rainiero III, que hoy recibió el último homenaje.

Representantes de las fuerzas de seguridad de Mónaco rindieron honores al jefe del Estado y también participaron en el acto militar soldados de las Armadas de Francia, Italia y Estados Unidos, cuyos navíos estaban fondeados en el puerto.

Miles de monegascos siguieron la ceremonia en las pantallas gigantes colocadas en la explanada frente al palacio y siguieron la recomendación de las autoridades locales de aclamar a su príncipe y al resto de la familia cuando, terminados los actos, se asomaron al balcón central, en una jornada fresca y soleada.

Una Mónaco engalanada, en la que predominan los colores rojo y blanco de su bandera, se unía así a su nuevo príncipe, quien el viernes declaró a una emisora francesa que en estas ceremonias piensa "en primer lugar en mi padre, en todo lo que me enseñó", lo que impregna en todo el proceso "una gran emoción".
Desencuentros con España

Al funeral de Rainiero, una solemne y protocolaria ceremonia, acudieron una treintena de delegaciones, entre los que figuraban reyes, príncipes y líderes políticos de varios continentes. En aquella ocasión, el Rey Juan Carlos rindió un último homenaje al soberano, permaneciendo unos minutos ante el féretro de Rainiero, a quien calificó de "un buen amigo".

Tres meses después del luto guardado por la familia Grimaldi por el fallecimiento de Rainiero III, los monegascos celebraron una ascensión simbólica al trono de Alberto II, que ha ejercido como monarca desde el pasado 6 de abril.

Pocos días después de su llegada al trono, y en su condición de miembro del Comité Olímpico Internacional (COI), Alberto II de Mónaco preguntaba a la delegación española que defendía en Singapur la candidatura de Madrid para organizar los Juegos Olímpicos del 2012 sobre la seguridad de la ciudad, al tiempo que expresaba sus temores ante posibles ataques terroristas.

La intervención del príncipe monegasco causó gran malestar en la delegación española, presidida por la Reina Sofía, que momentos antes había intervenido ante la asamblea del COI.

Poco después, el príncipe monegasco se interesó por el ingreso de Gibraltar en el COI como miembro de pleno derecho, lo que hizo que el ministerio español de Asuntos Exteriores pidiera explicaciones al embajador de Mónaco.

Un Mónaco engalanado acoge hoy la entronización del príncipe Alberto II

Los monegascos viven la jornada de hoy, día de la fiesta nacional y culminación de los actos de entronización de Alberto II, como un hecho novedoso y han engalanado sus calles con los colores rojo y blanco de la bandera del principado a modo de homenaje a su regente. El largo mandato de Rainiero - 55 años- ha hecho que la gran mayoría de los habitantes de Mónaco no haya vivido nunca una sucesión a la cabeza del pequeño Estado.

El primer acto del día es la misa pontifical en la catedral de la Inmaculada Concepción, oficiada por monseñor Bernardo Barsi, arzobispo de Mónaco, a la que asistirán la familia real monegasca al completo y todos sus invitados. Una vez acabada, Alberto II aparecerá en el balcón de palacio, en lo que constituye una tradición respetada por todos los soberanos monegascos el día en que se festeja la fiesta nacional del principado. Las celebraciones continuarán con un acto castrense en el palacio, al que seguirá una comida oficial con todas las delegaciones en la sala del trono del palacio de los Grimaldi. Más tarde se disputará el partido de la Primera División francesa entre el Mónaco y el SaintÉtienne. Ya por la noche, se celebrará una gala operística en honor de todos los invitados. Para la ocasión se ha escogido la ópera Viaje a Reims,de Gioacchino Rossini, que se representará en la recién reinaugurada - tras unas reformas que han durado casi cinco años- sala Garnier de la ópera de Montecarlo.

Ala entronización asisten 16 delegaciones - contrariamente al funeral de Rainiero, ninguna encabezada por un rey- que han respondido a la invitación de los Grimaldi y que llegaron a lo largo del día de ayer. Por la noche fueron agasajados con una cena de gala ofrecida por Alberto II. Entre los invitados reales están la princesa Victoria de Suecia, los príncipes Haakon de Noruega, Alois de Liechtenstein, Mulay Rachid de Marruecos, Joaquin de Dinamarca y Feisal Al Hussein de Jordania, así como el gran duque heredero Guillermo de Luxemburgo y los condes de Wessex en representación del Reino Unido.
 
Fuente: La Vanguardia

Primer libro sobre la infanta Leonor

La infanta Leonor, de tan sólo 19 días, tiene ya su primer libro. Ayer salió a la venta una obra sobre la primogénita de los príncipes de Asturias publicada por la editorial salmantina Celya. "El libro consta de 64 páginas distribuidas en 14 capítulos, que incluyen noticias sobre el nacimiento, un estudio sobre el nombre Leonor, la trascendencia de que una mujer vaya a ser reina de España, y todo tipo de anécdotas", ha explicado Joan Gonper, editor y coautor del libro junto con Celia Bermejo.
 
/ Europa Press

jueves, 17 de noviembre de 2005

Ceremonia entronización en Mónaco

Ningún miembro de la familia real española tiene previsto asistir el sábado a la ceremonia de entronización de Alberto II de Mónaco, indicó el jueves la Casa Real, en un contexto de relaciones bastante frías entre ambos países.

"No está en el programa", se limitó a indicar un portavoz del Palacio de la Zarzuela sin dar cuenta de motivo específico alguno sobre la ausencia del jefe del Estado español, es decir el rey Juan Carlos I.

En la agenda semanal que difunde la Casa del Rey, que en este caso contiene los actos oficiales a los que asisten los ocho adultos de la familia real hasta el domingo, nada figura sobre un desplazamiento a Mónaco.
Las relaciones bilaterales se enfriaron bastante desde julio pasado, cuando Alberto de Mónaco, miembro del Comité Olímpico Internacional (COI) provocó un fuerte descontento en España al interrogar a la delegación española sobre la forma en que el gobierno abordaría la seguridad en Madrid si era designada sede de los Juego Olímpicos (JO) 2012, frente a una amenaza terrorista.

En la tercera vuelta de votos para elegir a la ciudad candidata, Madrid quedó eliminada frente a París y Londres, que fue finalmente la capital elegida. Dos días después se producían los atentados de Londres. Como si fuera poco, el príncipe Alberto interrogó a la comisión jurídica del COI sobre el pedido de adhesión a ese comité de Gibraltar, colonia británica ubicada en el extremo sur de España, que reclama su soberanía sobre el peñon.
En ese entonces, el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero expresó su "preocupación, sorpresa y malestar" ante las autoridades de Mónaco respecto de ambos episodios. Ya en 1981 el diferendo bilateral sobre Gibraltar provocó la ausencia de los soberanos españoles del casamiento de Carlos y Diana en 1981, pues los príncipes de Gales habían anunciado que pasarían su luna de miel en la colonia británica.

El presidente de la República de Islandia, Olafur Ragnar Grimsson, y los dos capitanes regentes de la República de San Marino, serán los únicos jefes de Estado presentes en la ceremonia del sábado. Las celebraciones en el principado, ubicado en el sur de Francia, comenzarán este jueves.
 
Fuente: ABC

martes, 15 de noviembre de 2005

La princesa japonesa Sayako se casa con un plebeyo

[foto de la noticia]
 
La princesa japonesa Sayako se casa con un plebeyo y comienza una nueva vida alejada de palacio
 
AGENCIAS

TOKIO.- La princesa Sayako, única hija del emperador de Japón, contrajo matrimonio con el funcionario del Gobierno de Tokio Yoshiki Kuroda, en una ceremonia íntima que marcó el abandono de su condición imperial al unirse a un plebeyo.

Según anunció la Casa Imperial, Sayako y Kuroda intercambiaron sus consentimientos ante un sacerdote sintoísta con la ofrenda mutua de copas de sake, un rito llamado 'sansankudo'. A la ceremonia religiosa celebrada en el hotel Imperial asistieron unas 30 personas, los miembros más cercanos de las respectivas familias.

Entre los invitados al ritual sintoísta destacaron el emperador Akihito y la emperatriz Michiko, así como los dos hermanos de la novia, el príncipe heredero Naruhito con su esposa, la princesa Masako, y el príncipe Akishino con su mujer, la princesa Kiko.

En el corto trayecto entre el Palacio Imperial y el céntrico hotel de la capital japonesa, Sayako fue arropada por una multitud de personas. La princesa Nori, como es conocida cariñosamente en Japón, partió de la residencia principal de los emperadores en un automóvil oscuro, escoltada por varias motos con sidecar.

En una mañana fría y bajo un cielo plomizo, Sayako recibió los aplausos y los saludos de cientos de personas que se congregaron a los lados de la avenida Hibiya, junto a una nube de fotógrafos.

La novia vestía un traje de corte occidental blanco con tonos plateados y portaba con sus guantes blancos un abanico. Un collar de perlas, muy parecido al que portaba la emperatriz Michiko, reforzó la imagen de extrema sencillez de las líneas de su vestido.

Sayako, de 36 de años, es la primera princesa en la historia reciente de la monarquía más antigua del mundo que se casa pasada la treintena. Su caso ilustra una nueva tendencia en la sociedad nipona, donde las mujeres han comenzado a retrasar su edad en el matrimonio. Actualmente la media se sitúa en los 27,8 años.

La tímida princesa, que previsiblemente abandonará su trabajo en un centro de ornitología para desempeñar las tareas del hogar, tendrá que cambiar las lujosas dependencias del Palacio Imperial por un apartamento convencional. Sin embargo, Sayako cuenta con un sueldo del Gobierno que se acerca al millón de euros.

martes, 8 de noviembre de 2005

El Rey inaugura un simposio que conmemora sus treinta años de Reinado


 El Rey inaugura un simposio que conmemora sus treinta años de Reinado
 
Una exposición filatélica y numismática inaugura la reunión internacional organizada por la Universidad Rey Juan Carlos en el trigésimo aniversario del reinado
 
ABC
 
MADRID. Su Majestad el Rey inauguró ayer en la Universidad Rey Juan Carlos la exposición de Filatelia y Numismática que recorre las tres décadas de su reinado. En el acto estuvo acompañado por el rector del centro universitario, Pedro González-Trevijano.

La exposición -que forma parte del Simposio Internacional «XXX años del Reinado de Juan Carlos I» y que ha sido organizada por la Sociedad Estatal de Correos y Telégrafos en colaboración con la Real Casa de la Moneda-Fábrica Nacional de Moneda y Timbre- reúne una selección de monedas significativas de momentos relevantes del reinado, así como bocetos tanto de sellos como de monedas. La selección corrió a cargo del comisario de la exposición, José María Martínez Gallego, que explicó al Monarca los pormenores de las piezas.

El Rey recorrió las vitrinas y expositores instalados en el vestíbulo de la biblioteca de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Rey Juan Carlos, donde también pudo ver monedas conmemorativas como una de 1.500 pesetas, de forma octogonal, acuñada para la celebración del milenio.

Firma y matasello

Concluido el recorrido, el Rey firmó y mataselló con el escudo de la Universidad tres de los sobres editados para la celebración del Simposio, en el que personalidades del mundo académico analizarán los treinta años de reinado de Don Juan Carlos tanto desde la perspectiva política e histórica como desde la económica y sociológica.

La jornada inaugural del Seminario contó con la intervención, entre otros, del rector de la universidad Rey Juan Carlos, Pedro González-Trevijano; del director de ABC, Ignacio Camacho; del ex jefe de la Casa del Rey, Sabino Fernández Campo; y de la catedrática de Historia de las Ideas, Carmen Iglesias Cano.

González Trevijano expresó el honor que para esta Universidad supone tener «la alta distinción de denominarse Rey Juan Carlos», y recordó la vinculación del Monarca al centro que, con esta muestra, ha querido rendir un homenaje que refleje lo que han sido sus años de reinado justo cuando se cumple el trigésimo aniversario.

El director de ABC, Ignacio Camacho, resaltó durante su intervención el importantísimo papel desempeñado por la Monarquía española desde 1975. «La Corona ha venido a resolver con toda claridad el problema de la estabilidad en la Jefatura del Estado, evitando la tentación de saltos en el vacío que tan malos resultados ha generado en nuestra Historia», indicó.

Camacho defendió la «enorme efectividad» que ha distinguido el reinado de Don Juan Carlos. En opinión del director de ABC, «la figura integradora del Rey ha preservado el debate sobre la forma de Estado, ha ejercido un papel moderador entre los partidos y en los conflictos territoriales, y ha permitido e impulsado el establecimiento de una democracia probada sin traumas en varias alternancias de gobierno».

El responsable de ABC señaló asimismo que la Monarquía española se basa en tres legitimidades: la dinástica, la constitucional y la de ejercicio, a la que calificó González Trevijano de «carismática». Camacho dijo que «el sentido práctico del cuerpo colectivo nacional ha cimentado la Monarquía como un valor en alza». «Sencillamente -añadió- la Corona resuelve problemas, y no los plantea. Y resuelve problemas no poco importantes».

MÁS QUE UN SÍMBOLO

MANUEL MARÍN
PRESIDENTE DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS
 
ABC

Vivimos en unos momentos en los que se opina demasiado de todo y sobre todo. Al hilo del nacimiento de la nueva Infanta, llamada a ser Reina de España, y con el telón de fondo de la reforma de la Constitución en materia de la preeminencia del varón sobre la mujer en la sucesión de la Corona, se están apuntando algunos discursos que pretenden revisar también el papel de la Monarquía establecida por la Constitución de 1978. Creo que hay que respetar democráticamente a aquellos que prefieren la forma republicana en la definición del Estado. Dicho esto, creo que deberíamos plantearnos esta cuestión teniendo en cuenta de dónde venimos y a dónde queremos ir. Nuestra historia no es un prodigio de entendimientos colectivos y nos ha costado mucho encontrar referencias sólidas que nos permitan sentirnos representados en nuestras Instituciones. El valor de las Instituciones del Estado como referencia social; el necesario respeto a quienes nos representan ha costado mucho esfuerzo establecerlo y es sin duda uno de los grandes logros de la transición democrática.

La Monarquía constitucional ha cumplido con el papel y con los objetivos que la Constitución de 1978 les atribuía. El Rey y la Reina y su Familia se han ganado el respeto y sobre todo el cariño de la mayoría de la opinión publica. Comprendo que si tuviéramos una Familia Real acartonada y fría; distante en el protocolo y ajena a las alegrías y a las desgracias de la sociedad española; excesiva en sus comportamientos sociales y pretendiendo dirigir la política del país se podría entender que la formula monárquica no era la adecuada.

No ha sido el caso, ni es el caso, ni será el caso. La Monarquía es una referencia, mas que un símbolo, que esta funcionando muy bien para la gran mayoría de los españoles. El Rey ha cumplido siempre su papel institucional en sintonía con el Parlamento y con el Gobierno. El Rey nos fue muy útil en momentos muy difíciles para el Parlamento, para nuestro país. Lo sabemos bien. Así pues, dejemos de enredar con las Instituciones que funcionan correctamente y que cuentan además con el cariño y el afecto de la mayoría del pueblo.

UNIDAD, CONTINUIDAD, SUPRAPARTIDISMO

 UNIDAD, CONTINUIDAD, SUPRAPARTIDISMO
 
FEDERICO TRILLO-FIGUEROA
EX PRESIDENTE DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

ABC
 
De todas las magistraturas públicas surgidas a lo largo de la historia, la Monarquía es no sólo la más antigua sino una de las pocas que subsisten en el Derecho Constitucional Democrático.

En la antigüedad los reyes transpersonalizaban en la comunidad el poder divino. En la Edad Media sobrevivieron al fraccionamiento del poder feudal y lograron escapar de la tenaza entre el papado y el imperio aupándose sobre los hombros de las incipientes burguesías ciudadanas para convertirse en monarquías nacionales. Más costosa fue la transformación de las monarquías absolutas de derecho divino en monarquías constitucionales y, finalmente, en monarquías parlamentarias. Pero su pervivencia no solo demuestra su capacidad de adaptación a la realidad de cada momento histórico sino, sobre todo explica su utilidad para la gobernación del Estado. En primer lugar, porque permite visualizar la historia común de un pueblo en la cúspide de su organización como comunidad política. La Corona es el símbolo de la historia común y, al tiempo, la garantía de su continuidad. De ahí que para nuestra Constitución el Rey sea el «símbolo de la unidad y permanencia del Estado» (artículo 56). Continuidad de la historia también hacia el exterior y por ello asume nuestra Constitución la más alta representación en las relaciones internacionales especialmente con las naciones de nuestra comunidad histórica. Esa continuidad institucional es la que hace necesario en el orden personal la continuidad de la Dinastía, con escrupuloso respeto al orden sucesorio establecido en la Constitución.

En las monarquías parlamentarias contemporáneas el Rey conserva su supremacía constitucional en términos simbólicos: ya no es el Soberano, porque la soberanía corresponde al pueblo representado en el Parlamento; porque ya no es el impulsor ni el director de la Gobernación del Estado que corresponde al Gabinete que tiene la confianza mayoritaria de la Cámara. Para garantizar el adecuado funcionamiento de esa magistratura simbólica, nuestra Constitución recoge además otro legado de la historia reciente: su carácter arbitral y moderador, como instancia final suprapartidista en la cumbre misma del Estado.

Unidad de la Nación, continuidad de su historia y carácter suprapartidista son pues las indudables ventajas de la Monarquía como forma de gobierno. La defensa de estos caracteres son también por ello la única garantía de la continuidad de la institución misma.
 

Tiempos de cambio, tiempos de permanencia

POR PEDRO GONZÁLEZ-TREVIJANO
RECTOR DE LA UNIVERSIDAD REY JUAN CARLOS

ABC

LA condición humana está transida indefectiblemente por una insalvable tensión dialéctica. Así, de una parte, el hombre y, en consecuencia, sus obras, se hallan afectadas esencialmente por el tiempo, que acomoda y hasta forja, de forma paulatina, pero inexorable, su ser y existencia. Mientras que, de otra, los hombres nos dotamos de parámetros de estabilidad en los que hacer descansar nuestras convicciones más sagradas, tanto las vinculadas a la íntima conciencia (ad intra), como a la manera de organizarnos en sociedad (ad extra).

Pues bien, si nos abstraemos de sus aspectos más filosóficos -el penetrante Martín Heidegger escribiría, por ejemplo, la primera parte del excelente trabajo Ser y Tiempo en 1927-, los asuntos que presiden la actualidad de la España constitucional expresan nítida, aunque no sin contradicción, los dos citados aspectos.

Al primer grupo se adscribirían las propuestas de reformas político-constitucionales, tanto las estatutarias, como las de la Constitución de 1978. De esta suerte, la revisión del Estatut catalán -por más que nos encontremos, en realidad, no tanto ante una modificación del Estatuto de 1979, sino ante uno nuevo- es la mejor prueba de lo antedicho. Sobre todo, si pensamos en la auto proclamación de Catalunya como una nación con vocación de estatalidad, su soberanista Preámbulo, su desbordante Título Preliminar plagado de extraños derechos, sus excluyentes asunciones competenciales, su flagrante intromisión en las más variadas leyes orgánicas del Estado, su peligrosa cercenación de la unidad jurisdiccional, y hasta de mercado, su corolario quebrantamiento del principio de igualdad y su fijación de un modelo de insolidaria financiación interterritorial, expresarían, sí, un inequívoco deseo de cambio, aunque dado su carácter y alcance, incompatible con el vigente orden constitucional. Un quehacer estatutario que excede, por tanto, además del respeto a las exigencias de constitucionalidad, el sosegado proceso de mejora y perfeccionamiento de nuestro entramado político y jurídico. Lo más propio de un tránsito sereno, para no dejarse arrastrar por un irregular y convulsionado proceso constituyente. Una circunstancia que, aunque no con idéntica gravedad, también se aprecia -recordemos la cláusula Camps-, en la reforma del Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana. Los Comunidades Autónomas no se asientan en la soberanía, sino en la autonomía y, por ello, no disfrutan de Constituciones, sino de unos Estatutos que se fundamentan estructuralmente en la Constitución española, sin que quepan disfraces para presentarse, de hecho o de derecho, como algo que ni son, ni pueden ser.

Pero hay más. Hoy poco queda que sea relevante por transferir a las Comunidades Autónomas, si queremos preservar un mínimo de elementos, no uniformizadores. Soy un ferviente defensor del Estado de las Autonomías, al tiempo que tampoco creo en un militante nacionalismo españolista, pero sí en unos valores comunes y coparticipados en los distintos territorios de España, así como en una vertebración eficiente de nuestro espacio político de convivencia. Haríamos por ello mejor en auspiciar, en lugar de estériles discusiones e incompatibles asunciones competenciales, la puesta en marcha de específicas políticas de cooperación y colaboración entre el Estado y las Comunidades Autónomas, mientras impulsamos más acciones eficaces en educación, sanidad, seguridad, inmigración, fiscalidad, vivienda, etc. Estas son las cuestiones que preocupan a los españoles ¿Para qué entonces tanta energía inútilmente dilapidada? ¿Para qué tanto despilfarro de talento y de tiempo? Interrogantes, sin duda, difíciles de justificar.

Además, esgrimíamos, los aires de cambio han llegado a la misma Constitución de 1978. Se nos dice, y es cierto, que la Constitución disfruta de rasgos propios de indefinida permanencia; pero también, y estamos de acuerdo, que las generaciones del presente, y por supuesto, las del futuro, no pueden quedar encadenadas a las obras -por muy certeras que hubieran sido- de constituyentes pasados. Y desde tales premisas el Gobierno habría instado un proceso de revisión constitucional -aunque su autoría material se delegue en un órgano consultivo como el Consejo de Estado-, si bien limitado, ya que sólo afectaría a cuatro aspectos de nuestra Carta Magna: la denominación de las Comunidades Autónomas, el reconocimiento del proceso de construcción europea y su Derecho comunitario, la modificación del Senado y la eliminación de la preferencia del varón en la sucesión a la Jefatura del Estado. Unas reformas sobre las que, de momento, y esto las hace inviables, no existe el ineludible acuerdo entre las dos grandes formaciones políticas nacionales -se requiere a tal efecto de una mayoría cualificada de dos terceras partes en las Cámaras-, por no enjuiciar las dudas sobre su necesidad, su ausencia de urgencia y la falta del adecuado contexto de previa distensión política. En suma, demasiadas precariedades para tan importantes retos que afrontar. Si hay que reformar la Constitución, que se haga; y si hay que hacer lo propio con uno u otro Estatuto de Autonomía, adelante con ello. Pero, de otra manera, en un tiempo político más acorde con lo que está juego, con otras mayorías parlamentarias y con un representativo consenso constitucional.

Aunque no erremos: la Constitución de 1978 ha sido, y sigue siendo, el mejor marco político-constitucional posible de esta España moderna que debe saber resguardar sus incontrovertibles logros. Sepamos velar, ¡cuidado con las irresponsabilidades!, por nuestro ejemplar patrimonio colectivo de convivencia en libertad, justicia e igualdad.

Ahora bien, junto a tales anhelos, el nacimiento del primero de los hijos de Don Felipe y Doña Leticia, la Infanta Leonor, refleja la segunda de las facetas referenciadas: la idea de perdurabilidad por encima de contingentes avatares. El mejor ejemplo de todo lo bueno que implica una moderna Monarquía parlamentaria. Un nombre, Doña Leonor, cuyo recuerdo nos retrotrae, entre otras, a nuestra sin par Leonor de Aquitania, casada con Alfonso VIII, y fundadora del Monasterio de las Huelgas, así como a la Reina Leonor, esposa de Juan I, y madre de Enrique III El Doliente, primer Príncipe de Asturias en el ya lejano siglo XIV. Un nacimiento que lleva aparejadas dos destacadas consecuencias. La primera, por lo que tiene de refrendo de nuestra arraigada Monarquía parlamentaria: un Monarca de hoy, Don Juan Carlos; un reconocido Heredero, Don Felipe; y una deseada heredera del Heredero, en la persona de Doña Leonor. Una continuidad dinástica que hace evidentes, sin estridencias ni sobresaltos, las ventajas de una ordenada sucesión en la más alta Magistratura del Estado. O, en palabras de Don Felipe, «La lógica de los tiempos hará que la Infanta sea Reina de España algún día».

Y aún debemos recordar algo más. El nacimiento de la Infanta Leonor confirma, al margen de la dimensión personal y familiar del feliz evento, un profundo sentido institucional: el desarrollo natural de la sucesión en la Corona, en lo que ésta tiene de función de enraizada integración social y cohesión política al servicio de los españoles. Su nacimiento hace suyos los perfiles de continuidad dinástica de la Corona en cuanto que símbolo constitucional, de primer orden, de la unidad y permanencia de la Nación española. A tal efecto, la Infanta Leonor resume estos últimos de un modo palpable.

Aunque, incluso por encima de lo afirmado, todos, especialmente las dos principales formaciones políticas, junto a su ciudadanía, estamos obligados a preservar el ejemplar Pacto constitucional de 1978. En ello no caben tibiezas ni escamotear esfuerzos, sino la misma fraternal generosidad de entonces.
 

UTILIDADES DE LA MONARQUÍA

El Rey entregó ayer en el Palacio de la Zarzuela el premio de la Fundación Institucional Española (FIES) de Periodismo, en su XVI edición, a Darío Valárcel, por su artículo 'Utilidades de la Monarquía', publicado en julio de 2004. Por su interés lo reproducimos aquí.
 
UTILIDADES DE LA MONARQUÍA

Por DARÍO VALCÁRCEL/

ABC, 26/VII/2004

VARIOS artículos vuelven sobre la utilidad de la monarquía. Intentaremos resumir aquí tres problemas que demandan largos volúmenes. Nos referimos a los trabajos de los profesores Peces-Barba y Seco Serrano. El primero alzaba su voz contra la utilización que el oficiante hizo de sus largos minutos en televisión en la boda del Príncipe de Asturias. El cardenal Rouco se refirió, aprovechando el paso del Pisuerga por Valladolid, a la monarquía tradicional, expresión cuando menos equívoca, cargada de hipócritas recuerdos del tiempo de Franco. La intervención de Rouco Varela fue inoportuna, escribe Peces-Barba: de protagonismo exagerado y falto de prudencia, sin entender el sentido del acto ni el perjuicio que sus palabras pudieran traer al interés general y a la monarquía. Es significativo que la queja provenga de un creyente. La actitud del Gobierno y de la oposición, añadamos nosotros, fue de notable disciplina. Los políticos no creyentes hubieran podido asistir al almuerzo ofrecido por el Rey pero no a la ceremonia religiosa. Sin embargo, el presidente, señor Rodríguez Zapatero, el jefe de la oposición, señor Rajoy, ministros y presidentes de Autonomías acudieron a la catedral madrileña, se situaron ante los frescos de Argüello (oh tiempos de las Estancias Rafael), se pusieron de pie cuando lo demandaba la liturgia católica...

Seco Serrano hace una defensa clásica de la monarquía, pero dice algo de especial interés: una institución como esta no puede improvisarse ni inventarse. Ha de estar enraizada en el ser de la nación. Digamos que la suya, y discúlpenos el profesor Seco, es una defensa relevante si recordamos que la firma el hijo de un militar condenado por la España de Franco. Nuestro artículo no es, sin embargo, neutral. Quiere subrayar tres elementos favorables a la monarquía española. Fortaleza y fragilidad. Lo extraordinario. Independencia a medio y largo plazo.

Fortaleza y fragilidad. En el siglo XXI la monarquía es una institución al mismo tiempo fuerte y frágil. Los reyes no suelen defenderse. Si cometen un error o son injustamente atacados, deponen su magistratura, dejan el cargo. Por eso es peligroso poner en cuestión las pocas monarquías que permanecen en Europa (británica, española, tres nórdicas, tres de Benelux). Son pocas, como pocas son las tablas de Mantegna o los lienzos de Velázquez. Pero rinden un servicio que no pueden hacer las repúblicas. A diferencia de las tablas o los lienzos, no son piezas de museo (símil en modo alguno despreciable, harto dignificador). La monarquía española es de principios del 700. La dinastía es más moderna, del 989. El imperio japonés se sucede de padre a hijo desde hace 2.600 años (bien que, como recordaba el sabio Pedro Sainz Rodríguez, con alguna ayuda del concubinato). Pero al igual que la monarquía japonesa solo representa (nada menos que) la vida de la nación, las monarquías británica o española son un elemento de cohesión nacional y un buen instrumento para enfrentar dificultades futuras.

Lo extraordinario. Es un hecho singular que la monarquía volviera a España en 1975. Pero se consiguió. La monarquía del exilio supo representar durante 30 años una doble propuesta: reconciliación de los españoles y democracia europea. Cientos de nombres se adhirieron a la oferta del Conde de Barcelona. De la derecha y la izquierda, del exilio y la periferia, del franquismo, de la práctica totalidad de los partidos, incluido el entonces poderoso PCE. Muchos españoles pensamos que la restauración de Juan Carlos I no fue obra del general Franco sino que se hizo contra él. A medida que se agotaba el gas de Franco, la posibilidad de restauración hizo más y más presión sobre el régimen, carcomido de termitas, destruido por el ultraderechismo y la división. La historia se traga a grandes hombres, por ejemplo al Conde de Barcelona, al que la última enciclopedia Salvat no dedica una entrada (en un cuadro sobre la Casa de Borbón lo cita como pretendiente, aunque nunca pretendiera nada, y padre del actual rey). La no-memoria es uno de los fenómenos más fascinantes de la especie. Franco, 77 años, acabó por nombrar heredero al hijo de su adversario (julio de 1969) e impidió así que este fuera rey. Don Juan, públicamente indignado, quizá no quedara del todo descontento ante el desenlace (se vuelve como se puede, sostenía en Francia un teórico de la monarquía). El Conde de Barcelona sabía que la designación de Franco era inútil a efectos constituyentes. Su hijo, empero, había dirigido con sumo tacto y rapidez la desarticulación de lo que quedaba de el régimen. El primer ministro nombrado por el nuevo rey, Adolfo Suárez (en fin, nombrado a través de un mecanismo apenas superviviente, el Consejo del Reino, trufado de oportunistas inteligentes, franquistasjuancarlistas) legalizó a todos los partidos políticos en 1977 y convocó las primeras elecciones democráticas para el 15 junio de aquel año. El Conde de Barcelona, vuelto del exilio, abdicó en su hijo pocos días antes. Le transmitía la legitimidad dinástica, menos relevante que la democrática, pero significativa en una dinastía. La Constitución se referiría al rey como legítimo heredero de la dinastía histórica.

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lunes, 7 de noviembre de 2005

Primeras fotografías oficiales de la Infanta Leonor

La Infanta, con sus abuelos. (Foto: Casa de Su Majestad el Rey / Borja)

La Infanta, con sus abuelos. (Foto: Casa de Su Majestad el Rey / Borja)

Los Príncipes, con Leonor. (Foto: Casa de Su Majestad el Rey / Borja)

Los Príncipes, con Leonor. (Foto: Casa de Su Majestad el Rey / Borja)

Primeras imágenes de la Infanta Leonor

La pequeña Leonor. (Foto: TVE)
Imagen de TVE1
 
 
CHARO MARCOS
El Mundo

MADRID.- La Princesa de Asturias y su hija Leonor han recibido el alta de la clínica Ruber Internacional de Madrid, donde nació la Infanta el pasado 31 de octubre. De Leonor ha dicho su madre que es "preciosa", y su padre que "come muy bien y duerme todo el rato". Unos 300 periodistas han aguardado su salida en las puertas del centro médico.

Justo una semana después de nacer, la pequeña Leonor ha salido de la clínica en los brazos de su madre, momento en el que su cara "redonda", como la describió su abuela la Reina poco después de conocerla, ha podido ser vista por vez primera.

Letizia, permanentemente pendiente de su pequeña, ha señalado que se encuentra bien, "aunque con las molestias típicas de una cesárea", y que está alimentando a Leonor con lactancia materna. El Príncipe apuntó que la Infanta "come muy bien y duerme todo el rato". La Príncesa de Asturias reconoció que lloró "al ver a la pequeña por primera vez", y ha asegurado que la experiencia de la maternidad "es algo que no se puede explicar, hay que sentirlo".

Respecto al bautizo, los Príncipes de Asturias señalaron que todavía no hay fecha prevista, aunque será "después de Navidades". Serán Los Reyes quienes decidan si la ceremonia tendrá lugar en Zarzuela o en otro lugar, aunque Felipe de Borbón aseguró que el acto será en Madrid. Al finalizar la comparecencia, Letizia quiso agradecer a la prensa "por la espera, con frío y lluvia, la noche de autos", en referencia a la madrugada en que nació Leonor.

El equipo médico que ha atendido el parto, encabezado por el ginecólogo Luis Ignacio Recasens, tomó la decisión de dar el alta a madre e hija ante su normal recuperación, indicaron desde la Casa Real.

La Infanta Leonor, segunda en la línea de sucesión al trono, tras su padre, vino al mundo a las 01.46 horas del lunes, tres semanas antes de lo previsto y tras un nacimiento por cesárea.

Desde ese día hasta hoy, el heredero ha estado en todo momento junto a su esposa y su hija, de día y de noche, y tan sólo ha abandonado la Ruber Internacional para asistir el miércoles y el jueves a dos compromisos oficiales, en la Residencia de Estudiantes y en el Tribunal Supremo, donde acompañó a los Reyes en el acto conmemorativo del XXV Aniversario del Consejo General del Poder Judicial.

El fin de semana, Felipe de Borbón ha estado también en la clínica, donde el domingo fue un día tranquilo, sin visitas. El sábado estuvieron la Reina, los Duques de Lugo, la madre de la Princesa, Paloma Rocasolano, y sus abuelos Francisco y Enriqueta, bisabuelos de la recién nacida.

Durante toda la semana, se han sucedido las visitas a la clínica de las familias paterna y materna de los Príncipes de Asturias, en especial de las dos abuelas, la Reina y Paloma Rocasolano, que han estado todos los días excepto la víspera de su salida.

Por el centro sanitario pasaron además para dar la enhorabuena a los Príncipes, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero; los del Congreso y el Senado, Manuel Marín y Javier Rojo; la presidenta del Tribunal Constitucional, María Emilia Casas; la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre; el alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón; y el líder del PP, Mariano Rajoy, entre otras personalidades.

viernes, 4 de noviembre de 2005

La Princesa de Asturias y su hija Leonor saldrán el lunes de la clínica

El Gobierno abordará "sin precipitación" las reformas legales necesarias para que Leonor sea Reina

CHARO MARCOS | AGENCIAS

EL MUNDO

MADRID.- La Princesa de Asturias y su hija Leonor saldrán el lunes por la mañana de la Clínica Ruber Internacional, según ha informado la Casa del Rey vía SMS. Letizia Ortiz y la Infanta, que nació el pasado lunes de madrugada, abandonarán la clínica "a partir de las diez de la mañana".

Un portavoz de Zarzuela había expresado además la posibilidad de que mañana se produzca una aparición ante la prensa de los Príncipes Felipe y Letizia con su recién nacida en las puertas o interior de la Clínica.

Recalcó que la recuperación de doña Letizia se produce satisfactoriamente, si bien es más lenta debido a la cesárea a la que fue sometida para dar a luz a su hija.

La reforma constitucional, "sin precipitación"

Mientras la Infanta Leonor permanece en la Clínica, prosigue el debate político sobre su futuro. Hoy, la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, ha reiterado la intención del Gobierno de abordar, "sin precipitación", las reformas legales necesarias para que tenga acceso al Trono.

Al término del Consejo de Ministros, la vicepresidenta comenzó la conferencia de prensa reiterando la felicitación del Gobierno en su conjunto "a los Príncipes de Asturias, a los Reyes y a la Familia Real por el nacimiento de la Infanta Leonor" y anunciando que se acometerán "las reformas legales necesarias para que la Infanta Leonor no tenga impedimento alguno en ser un día la Reina de todos los españoles".

En cuanto a la reforma de la Carta Magna, añadió que "el Gobierno tiene un compromiso muy claro: la igualdad entre hombres y mujeres en todos los ámbitos y también, en su momento, en el acceso al Trono".

Fernández de la Vega recordó las declaraciones del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, del pasado lunes en las que dijo que "el nacimiento tiene un profundo significado institucional porque afianza la sucesión de la Corona y con ella la continuidad". Además ha afirmado que la Corona, es "un elemento esencial en nuestro sistema político".

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, tiene la intención de proponer la próxima semana, en el debate sobre el Estado de las Autonomías, un calendario y un método de trabajo para la reforma constitucional que está pendiente de un informe del Consejo de Estado.

El Rey pide al CGPJ que trabaje por «una España unida»

La Razón

Madrid- Los Reyes y el Príncipe de Asturias presidieron ayer en la sede del Supremo el acto principal de los organizados con motivo del 25 aniversario de la creación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Al mismo acudieron el jefe del Gobierno, la presidenta del Constitucional, los ministros Alonso, López Aguilar, Moratinos y Montilla, además de los presidentes de Extremadura, Castilla-La Mancha y Baleares, así como los magistrados del Supremo, del Constitucional y todos los vocales del CGPJ. Los Reyes, junto con Zapatero, saludaron a todos los vocales del Poder Judicial.
Don Juan Carlos resaltó en su intervención el papel esencial que ha desempeñado el Consejo a lo largo de estos 25 años. «La creación de este órgano sólo ha sido posible al amparo y en el marco de nuestro régimen constitucional democrático, fundado en la separación de poderes. Un marco constitucional ejemplar, forjado por todos y para todos, que gozó del beneficio del más amplio y generoso consenso nunca alcanzado entre los españoles, y que nos ha aportado el más largo período de paz, prosperidad y estabilidad en libertad, de articulación de nuestra pluralidad y diversidad territorial, y ha sido esencial para la transformación y modernización de España», dijo.
Su Majestad demandó a los jueces «que sigáis ejerciendo con lealtad y prudencia vuestra alta misión, siempre al servicio de España; de una España democrática y unida, cada vez más justa, equitativa y solidaria. En esta tarea siempre podréis contar con mi respaldo personal, y con el más firme aliento y apoyo de la Corona», aseguró.
Momentos antes el presidente del Consejo y del Supremo, Francisco José Hernando, pidió el mismo consenso que en 1978 para una hipotética reforma constitucional, a la vez que defendió al Supremo como la «mejor garantía de la igualdad de los españoles». Y elogió la transición y una Constitución «que habían de causar general asombro». En esos años, añadió, los españoles «supimos romper una herencia histórica repleta de enfrentamientos» y edificar un Estado constitucional que «había de hacerse bajo la figura de Su Majestad el Rey». Con ese modelo se pudo acabar con «las dos Españas. Esta España de hoy supo hacerse una sola a partir de aquellas dos. Supo mirar al futuro y empezó decididamente a olvidar». Fruto de ese camino fue la Constitución de 1978, una norma que, destacó, «concitó unos grados de consenso» que permitieron que, por primera vez, la Carta Magna no fuese «patrimonio de un gobierno o de una minoría precaria».

Papel preeminente.

En este punto, hizo un llamamiento a lograr ese mismo consenso para una hipotética modificación de la Constitución: «Desearía que todas nuestras transformaciones futuras se hagan cosechando idénticas dosis de concertación ciudadana». Además, realizó un recorrido por la historia del Consejo y recordó a todos sus presidentes.
Junto a ello, aludió a la estrecha relación de un Poder Judicial «libre, inamovible, independiente y sometido únicamente al imperio de la Ley» con la Constitución, y cómo ésta estableció el CGPJ, constituido por primera vez el 23 de octubre de 1980. En estos 25 años los juzgados y tribunales, «con el Supremo a la cabeza», subrayó, han sabido adaptarse a las nuevas normas que la Constitución contenía y las que se promulgaron con posterioridad, de forma especial al actual Estado territorial. «A la transición modélica que el pueblo español realizó, respondió el Poder Judicial con un ejemplo no menos encomiable». Además, destacó el papel del Supremo como «órgano jurisdiccional superior en todos los órdenes. Es una mayor garantía de la unidad, coherencia y armonía del ordenamiento jurídico», señaló.

Discuro completo

miércoles, 2 de noviembre de 2005

El Príncipe de Asturias reanuda hoy su agenda

ELMUNDO.ES | AGENCIAS

MADRID.- El Príncipe de Asturias reanudará a partir de hoy su agenda de trabajo prevista para esta semana dos días después del nacimiento de su hija la Infanta Leonor. El Príncipe acudirá a la Residencia de Estudiantes para presidir una reunión de su patronato y visitar una exposición dedicada al poeta Manuel Altolaguirre.

Ya el jueves por la tarde presidirá el acto conmemorativo del aniversario del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), que se celebrará en la sede del Tribunal Supremo.

La primogénita de los Príncipes de Asturias y segunda en la línea de sucesión nacía mediante cesárea sobre las 1.46 de la madrugada del día 31 de octubre. Desde entonces, el padre ha permanecido junto a Letizia Ortiz y su hija, salvo por espacio de una hora cuando se ausentó de la clínica sobre las 22.00 horas del lunes.

La que tampoco se ha separado de su hijo en estos dos días ha sido la Reina Sofía, quien ha permanecido en la clínica, haciendo compañía a los Príncipes y recibiendo la felicitación de las personalidades y familiares que han acudido a dar la enhorabuena por el nacimiento de la nueva Infanta.

A su salida del hospital, el domingo por la noche, la Reina hizo parar el coche en el que viajaba ante los periodistas que hacen guardia frente al centro sanitario, bajó el cristal de la ventanilla y sonriente saludó y comentó que tanto la Princesa como la Infanta Leonor se encuentran bien "y muy tranquilas".

Sofía de Borbón dijo desconocer cuándo los médicos darán el alta a Letizia Ortiz, porque "tampoco lo he preguntado" y aseguró que su nieta la Infanta Leonor "ya no llora".

En estos dos días tanto Letizia Ortiz como la Infanta Leonor han recibido multitud de visitas. El martes, la Infanta Elena, acompañada de su esposo, Jaime Marichalar, y de sus hijos, Felipe Juan Froilán y Victoria Federica, acudieron a la Clínica Ruber Internacional para conocer a la Infanta.

Los Duques de Lugo permanecieron en el interior del edificio poco más de media hora y al salir, la Infanta Elena dijo a los periodistas que la Infanta Leonor "es una monada" y la Princesa de Asturias "se encuentra mucho mejor".

La Infanta Margarita, hermana del Rey Juan Carlos, y su marido, el doctor Carlos Zurita, acudieron también a visitar a la Princesa de Asturias y a la recién nacida, así como la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre.

Además, para confirmar la importancia del nacimiento y su trascendencia institucional, se acercó también a la clínica la presidenta del Tribunal Constitucional, María Emilia Casas.

Para hoy está previsto que vengan a conocer a su sobrina los Duques de Palma, que residen en Barcelona.

martes, 1 de noviembre de 2005

Una Heredera provisional al Trono

Jorge de Esteban, catedrático de Derecho Constitucional y presidente de Unidad Editorial

El Mundo

 

Una de las posibles ventajas de la Monarquía sobre la República, como formas de organización política de un Estado, es que resuelve de forma automática, a través de la biología, el siempre complicado problema de la sucesión de la Jefatura del Estado. Si todo funciona normalmente, el hijo o hija sucede al padre o madre, sin solución de continuidad, sin que haya interregnos que manifiesten un vacío de poder. De ahí que existan fórmulas como "The King never dies" o, si acaso, "Le Roi est mort, vive le Roi", que vienen a formular esta continuidad sin sobresaltos, propia de la forma monárquica de gobierno.

 

Por supuesto, en las monarquías modernas tal posible ventaja ya no tiene tanta trascendencia, porque los reyes no gobiernan, sino que únicamente reinan. Su poder político original se ha transformado en un poder simbólico, representativo e institucional, que no comporta la toma de decisiones, pero que puede ser igualmente de enorme importancia, porque a los pueblos les mueven también los sentimientos, para bien o para mal.

 

Sea lo que fuere, el nacimiento de una persona que puede convertirse en Rey o Reina es siempre no sólo motivo de alegría para sus padres y para los monárquicos empedernidos, sino también de tranquilidad para el Estado. En tal sentido, la venida al mundo de la Infanta Leonor, hija primogénita de los Príncipes de Asturias, constituye sin duda una cuestión de Estado, que viene a asegurar la continuidad de la Monarquía en España, siempre que siga contando con el necesario apoyo popular.

 

Ahora bien, la recién nacida, por mor de las circunstancias actuales en nuestro país, no es más que la sucesora provisional del actual sucesor, el Príncipe de Asturias, puesto que el eventual y posible nacimiento de un hermano varón le arrebataría automáticamente su título actual de Heredera del Heredero, quebrando así la seguridad jurídica de la sucesión al Trono. La razón de esta provisionalidad, consagrada en el artículo 57.1 de la Constitución, procede de que en España, desde la Ley de Partidas, ha estado vigente en todas nuestras Constituciones, salvo en el Estatuto de Bayona de 1808 y en la Ley de Sucesión franquista de 1946, una ley sálica moderada que sólo permite reinar a las mujeres en defecto de varón.

 

De este modo, Juan Carlos I fue nombrado Rey, en circunstancias ciertamente especiales, a pesar de que el primogénito del Conde de Barcelona era una mujer, la Infanta Pilar, cumpliéndose así lo que había existido siempre. Pues bien, esa tradición monárquica se mantuvo también en nuestra vigente Constitución, aprobada por el pueblo español en diciembre de 1978. Pero de entonces a acá las cosas han evolucionado mucho, ha discurrido mucha agua por debajo de nuestros puentes y, en la actualidad, la igualdad entre el hombre y la mujer se ha acabado imponiendo en todos los ámbitos de la sociedad, aunque, por supuesto, todavía no sea totalmente satisfactoria. No es extraño, en consecuencia, que este afán igualitario haya alcanzado asimismo a la propia naturaleza de nuestra Monarquía, en la que sigue rigiendo todavía, como he dicho, una clara discriminación de la mujer.

 

Sin embargo, es general la opinión de que tal situación debe cambiar o, mejor dicho, que debería haber cambiado ya, antes del nacimiento del primer hijo de los Príncipes de Asturias. De este modo, así lo propuse en estas páginas el 6 de noviembre de 2003, cuando se anunció el inmediato enlace del Príncipe Felipe con Letizia Ortiz, precisamente en un momento en que era posible la compleja modificación del artículo 57.1 de la Constitución. En efecto, toda posible reforma del Título II, referente a la Corona, fue absurdamente blindada por nuestros constituyentes, exigiéndose, en consecuencia, cuatro costosos pasos: aprobación de la reforma por dos tercios de los miembros de cada Cámara, disolución de las Cortes y convocatoria de elecciones generales, nueva aprobación por dos tercios de cada Cámara elegida y, finalmente, referéndum nacional.

 

Como se puede deducir, ningún presidente del Gobierno se atrevería en principio a tomar una decisión que equivale a la posibilidad de perder el poder, bien exquisito apreciado especialmente por todo político. ¿Significa entonces que se trata de algo totalmente irreformable? La solución a ese difícil crucigrama únicamente se puede encontrar si se aprovecha el término de una legislatura para disolver las Cortes unos días antes de lo previsto, si se cuenta naturalmente con el necesario consenso, para aprobar la modificación del artículo citado de una forma muy sencilla, esto es, borrando únicamente 10 palabras, para que quedase el último párrafo del artículo 57.1 de esta forma: "...y, en el mismo grado, la persona de más edad a la de menos".

 

Eso se pudo hacer en febrero de 2004, aprovechando las elecciones de marzo, pero el presidente Aznar no le dio importancia al asunto y perdimos una magnífica ocasión de resolver un problema que ahora ya está planteado y que es de difícil solución en una legislatura donde la crisis nacional, por vía de los Estatutos, lo está complicando todo. La cuestión es, por tanto, que si los Príncipes de Asturias tienen un hijo varón antes de que se lleve a cabo esa reforma, presumiblemente al fin de la legislatura, seria perjudicado éste en sus derechos, puesto que tal modificación tendría que ser con efectos retroactivos. Lo cual, en cierto sentido, no es totalmente legal, si hacemos una interpretación flexible del artículo 9 de la propia Constitución, cuando prohibe la retroactividad de disposiciones "restrictivas de derechos individuales".

 

Yo no veo más que una posibilidad factible para resolver, al menos mínimamente, este evidente embrollo constitucional. Pero para eso tiene que haber una voluntad política, clara e imaginativa por parte del presidente de las Cortes Generales, Manuel Marín, y del propio presidente del Gobierno, si es que cuentan con el apoyo de todos los grupos parlamentarios o, en todo caso, de los más importantes de las Cámaras. Se trataría, interpretando flexiblemente los artículos 72.3 y 74 de la Constitución, de que se convoquen en una sesión solemne a ambas Cámaras, para que hicieran una "declaración" de compromiso de modificar el artículo 57.1, en los términos señalados, a fin de establecer que la primogénita de los Príncipes de Asturias sea la Heredera del Trono, incluso aunque nazca con posterioridad un hermano varón de la recién nacida Infanta Leonor.

 

Y ello, a pesar de que todavía no se ha aprobado el Reglamento que exige el artículo 72.2, para el funcionamiento de las sesiones conjuntas de las dos Cámaras de las Cortes Generales. Más difícil sería recurrir a lo establecido en el artículo 57.5 de la Norma Fundamental, que establece que "cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se resolverá por una ley orgánica", porque lo que es necesario aquí no es eso, sino ni más ni menos que la reforma de la Constitución y, si no se puede hacer antes del término de la legislatura, la "declaración" que he señalado podría resolver provisionalmente la encrucijada en que se encuentra el orden sucesorio de nuestra Monarquía, salvo que se quisiera reformar el complejo artículo 168 por el procedimiento de reforma del 167, que no exige disolución de las Cortes ni referéndum obligatorio.

 

Por lo demás, lo que sí se puede hacer ya es modificar el Real Decreto 1368/1987 de 6 de diciembre sobre "el régimen de títulos, tratamientos y honores de la Familia Real y de los Regentes", a fin de dejar claro que la igualdad en la sucesión, al margen de la reforma constitucional necesaria, deberá ser total. Porque si se habla de Reina consorte, en caso de que el Rey sea varón, habrá que hablar también, cosa que no se hace, de Rey consorte y no de Príncipe, en el supuesto de que haya una Reina de pleno derecho.

 

En definitiva, el acceso de las mujeres al Trono es una consecuencia de la modernidad que, en algunos casos, se compadece mal con la esencia de la Monarquía, pero que en otros, como es el que comentamos, no sólo parece algo irremediable, sino más bien conveniente, al menos mientras que los ciudadanos consideren que esta forma de gobierno les es útil. De ahí que en las monarquías democráticas se haya ido imponiendo lentamente que las mujeres puedan también reinar y, en consecuencia, se han reformado las constituciones para permitirlo, o, si acaso, se piensa hacerlo, como ocurre en Japón.

Hace cuatro años, después de la abolición en 1991 de la ley sálica en Bélgica, ya se alcanzó allí esta posibilidad con el nacimiento de la hija primogénita del actual Príncipe Heredero, la cual ha pasado a ser la segunda, tras su padre, en el orden sucesorio. Como escribía entonces la corresponsal de este periódico, "su nacimiento se celebró en Bruselas como si hubiera nacido un Príncipe: con una salva de 101 cañones. Antes de la abolición de la ley sálica, la salva de honor sólo estaba compuesta por 51 cañonazos cuando una princesa venía al mundo".

 

En España, mientras que no se reforme la Constitución, seguirá habiendo una clara discriminación de la mujer en el acceso al Trono, y las salvas, si las hubiera, serían difíciles de ejecutar, porque la Infanta que acaba de nacer, Heredera provisional de la Corona, no sabemos todavía si tiene derecho a 101 cañonazos o sólo a la mitad...