lunes, 10 de abril de 2006

El santo y el Rey

Jorge Trías Sagnier
ABC

EL cardenal Rouco, legado pontificio en la conmemoración del quinto centenario del nacimiento de san Francisco Javier, pronunció ante los Reyes de España una homilía memorable en la misa que se celebró en la localidad Navarra de Javier. Rouco Varela, nuestro arzobispo capitalino, es, no sólo un hombre de la edad del espíritu, sino una de las cabezas más lúcidas y mejor amuebladas que tiene España. Sí, de España, de esta Nación que además de una realidad histórica, es una idea moral. Es decir, que si España cae, además de sucumbir nuestra patria, arrastraría a toda Europa. Y por esa razón, el cardenal recordó ante los Reyes, refiriéndose a uno de los gigantes del catolicismo, nuestro jesuita Francisco Javier de Jasso y Azpilicueta, las palabras que pronunció otro gigante católico y universal, también santo y europeo, el Papa polaco Juan Pablo II, en su última visita a nuestra patria: «España evangelizadora, ése es el camino. No descuidéis nunca esa misión que hizo noble vuestro país en el pasado y es el reto intrépido para el futuro».

España es una idea-fuerza que ha ido sumando pueblos y territorios en torno a la Corona y a la unidad, hasta quedar configurada, después de muchas vicisitudes, como la España de la monarquía constitucional, la España laica y católica consagrada en nuestra Constitución, la España, en suma, de la libertad y de la solidaridad. ¿Es comprensible Javier o Navarra sin la idea de España? Los vizcaínos que hicieron la conquista, ¿pueden desgajarse de la historia común de España? ¿Es explicable la historia de Cataluña si no es como un lento pero inexorable peregrinaje hacia una unidad con el resto de los pueblos peninsulares con el fin de abandonar su carácter de territorio de frontera? ¿Qué es América sino la proyección de esa idea de España? Ahora que también se conmemora el 75 aniversario de una de las épocas más disolutas de nuestra historia, la de la Segunda República, conviene no olvidar a España y a la Monarquía, al Rey, en suma, que gobierna nuestros días. Rey que ha hecho posible la reconciliación entre todos los españoles y que, también siempre que tiene ocasión, proclama y reivindica «la España moderna y democrática que con el esfuerzo de todos los españoles hemos construido».

El cardenal Rouco alentó, una vez más y con ocasión de este V Centenario, a recuperar las raíces cristianas de Europa y, particularmente, las de España. Raíces cristianas de una idea moral de España que representó en su tiempo el emperador Carlos o su hijo Felipe y que representa hoy nuestro Rey, su sucesor. A esa misión unificadora, expansiva y evangelizadora, entre otras misiones trascendentales, se ocupa nuestra Iglesia sin miedo ni descanso. Por todos los medios que tiene a su alcance. Como escribió el sábado pasado en estas páginas Juan Manuel de Prada, la Iglesia debe actuar -y casi siempre actúa- como fermento de la sociedad. España, como Europa, o será cristiana o no será.

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