domingo, 30 de abril de 2006

Nación, Monarquía y ciudadanía

JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS. Director ABC

sábado, 29 de abril de 2006

Los Principes de Asturias con la Infanta Leonor en Barcelona

Los Principes de Asturias con la Infanta Leonor en Barcelona
Miguel Urdangarín de Borbón, tercer hijo de los duques de Palma, ha celebrado su cuarto cumpleaños rodeado del cariño de su familia y amigos. El pequeño, anfitrión de la primera fiesta que la Infanta Cristina y su esposo celebran en su nueva residencia en Barcelona, recibió una visita muy especial, la de su prima la Infanta Leonor.
Miguel se mostró muy emocionado por la presencia de la más pequeña y de sus padres, el Príncipe Felipe y Doña Letizia Ortiz, que junto a sus sobrinos, Victoria Federica y Felipe Juan Froilán, hijos de los Duques de Lugo, se trasladaron a la nueva casa de la familia Urdangarín-Borbón, con sus hermanos mayores, Juan Valentín y Pablo Nicolás y su hermanita Irene a la cabeza.

El Gobierno aclara ahora que la Monarquía no está en cuestión

De la Vega afirma que «el Ejecutivo lamenta muy sinceramente que el PP continúe negándose a reconocer los sentimientos de una buena parte de la sociedad»
G. L. A. ABC

MADRID. El Gobierno proclamó ayer la plena vigencia de la Monarquía parlamentaria como régimen del Estado español y sostuvo que «en absoluto» puede considerarse cuestionada por la proposición de ley aprobada el jueves por el pleno del Congreso, que declara 2006 Año de la Memoria Histórica y reivindica la II República como «el primer régimen realmente democrático» de España.

Esta iniciativa «no está condicionando el sistema de Monarquía parlamentaria constitucional que tenemos vigente y que es aceptado mayoritariamente por todos los ciudadanos», según sostuvo la vicepresidenta primera y portavoz del Ejecutivo, María Teresa Fernández de la Vega.

El propio presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, declaró recientemente (ABC, 19-2-2006) que «la Monarquía es una de las cosas más consolidadas, más sólidas y más útiles para la convivencia como país y para la proyección de España, de manera singular por la impronta que le ha dado el Rey Juan Carlos. Como presidente del Gobierno, valoro altísimamente su función como Jefe del Estado».

Tras señalar que «absolutamente nadie puede tener ningún tipo de temor a que se pueda hablar de nuestro pasado», Fernández de la Vega dijo que «el Gobierno lamenta muy sinceramente que el PP continúe negándose a reconocer los sentimientos de una buena parte de la sociedad y de los ciudadanos españoles, que es lo que expresa y reconoce la proposición de ley» aprobada por el Congreso, con el voto en contra de los diputados del Partido Popular y la abstención de los de ERC.

La portavoz del Ejecutivo reafirmó el compromiso de remitir al Parlamento el centro del actual periodo de sesiones -finaliza en junio- un informe, que irá acompañado de un proyecto de ley, sobre la recuperación de la memoria histórica. La propia De la Vega ha coordinado estos trabajos.

El revisionismo como revancha

ABC

EL Congreso de los Diputados aprobó ayer una proposición de ley presentada por Izquierda Unida, y apoyada por el PSOE, para declarar 2006 «como año de la Memoria Histórica», en «homenaje y reconocimiento a la Segunda República», que es calificada como «el primer régimen realmente democrático de nuestra historia» y «antecedente directo del actual Estado social y democrático de Derecho y del sistema autonómico establecido por la Constitución de 1978». De esta forma, cobra carácter de rango parlamentario lo que hasta ahora habían sido extravagancias marginales de una extrema izquierda también marginal e incursiones historicistas insolventes a cargo del presidente del Gobierno. El salto político que representa la votación favorable a esta proposición es, por tanto, imputable, de forma directa, al Gobierno socialista y al PSOE.

La exaltación republicana que ayer se consumó en el Congreso se está basando, efectivamente, en la memoria, pero no en la Historia; en el reflujo ácido de una izquierda que se ha desvinculado de los valores de la Transición, del respeto a los principios políticos del Estado y del apego a la verdad histórica. El empeño de la izquierda en trazar una línea de continuidad entre el régimen republicano de 1931 y el régimen democrático de 1978, obviando la Monarquía parlamentaria, implica la renuncia previa a asumir el compromiso de reconciliación nacional que se cerró a partir de 1977, con el advenimiento de una democracia cuyo éxito se debe a haber configurado un modelo de convivencia que nada tuvo que ver con el que implantó la República. Incluso a pesar de aquellos republicanos, de izquierda y derecha, patriotas de buena fe, que pronto se sumieron en la decepción. Aquel régimen, que se estrenó cerrando medios de comunicación -entre ellos, ABC- y quemando iglesias y conventos, y que agonizó desde su inicio, entre golpes de Estado, revoluciones antidemocráticas e intentonas separatistas, no será nunca el precedente de la España democrática de 1978. Y en lo que podría serlo -definición de Estado integral, protección del castellano como idioma oficial-, el propio Gobierno y sus socios se están encargando de que no lo sea. Quizá el PSOE y la coalición revisionista que lidera pretendan que la II República sea precedente de otra cosa, de una nueva etapa política cuya inauguración requiere un proceso previo de deslegitimación del actual sistema constitucional en todo lo que no responda al designio republicano que quiere imprimirle la izquierda. Y ahí cobraría todo valor el propósito rupturista del nuevo Estatuto catalán, la generación de identidades nacionales y la aplicación a la sociedad de un tratamiento de choque laicista y sectario.

Lo peor de toda esta campaña auspiciada por el Gobierno y el PSOE, con el concurso ancilar de Izquierda Unida y sus socios ultranacionalistas, no es sólo el desprecio por el fundamento de la Constitución -la Transición sin ruptura de la dictadura a la democracia-, sino también la inoculación de un espíritu revanchista en una sociedad ajena -por edad y, sobre todo, por intereses vitales- a aquel pasado. El viaje de vuelta de la izquierda no acaba en 1978, sino en 1931, y esto es poner a la sociedad española en un trance muy peligroso, por más que estas iniciativas se revistan de falsos anhelos de justicia histórica.

No se extrañe el presidente del Gobierno de que cada vez sean más los que piensan que su proyecto político para España es un cambio de régimen, que empiece por el modelo territorial y siga por la deslegitimación política de la Monarquía parlamentaria. El único antecedente cierto de la Constitución de 1978 fue la libre voluntad de los españoles de no cometer los terribles errores del pasado y confiar su gobierno a un principio democrático bajo la garantía de la Corona, institución nacional que simboliza la unidad y permanencia del Estado. Tanto las manifestaciones públicas del presidente del Gobierno como esta revancha aprobada ayer en el Congreso de los Diputados encierran una profunda ingratitud hacia el papel histórico de Don Juan Carlos y a su aportación decisiva a la estabilidad democrática de España, negada cicateramente incluso en la resolución de la Cámara baja sobre el aniversario del 23-F. Y tampoco se extrañe el presidente de que, abierta la caja de la memoria histórica, se descubra que tal memoria la tienen más de los que desearía esta izquierda irresponsable y revanchista.

viernes, 28 de abril de 2006

Los Príncipes visitan la exposición «La Edad de un Reyno»

EFE. Los Príncipes de Asturias y de Viana realizaron ayer una visita relámpago (apenas dos horas) a Pamplona para poder ver una magna exposición, que muestra 270 tesoros de los siglos X al XIII, procedentes de 40 museos, archivos e iglesias de España, Alemania, Francia, EE.UU. y Rusia. A pesar del frío existente y de lo tardío de la hora cientos de pamploneses acudieron a las puertas del Baluarte (Palacio de Congresos) de la capital navarra para dar la bienvenida a Don Felipe y Doña Letizia (en la imagen con el presidente de Navarra y la alcaldesa de Pamplona). Antes, visitaron en Burgos su catedral gótica, que lleva más de diez años de restauración.

Los Reyes, en el zoco de Doha

El Emir de Qatar y su esposa mostraron ayer a Don Juan Carlos y Doña Sofía el recién remodelado zoco de esta capital árabe. Algunos turistas identificaron a Sus Majestades
ALMUDENA MARTÍNEZ-FORNÉS ENVIADA ESPECIAL ABC

DOHA (QATAR). «Deberíamos haberlas esperado en el café», comentó en inglés el Emir de Qatar, Jamad bin Jalifa Al-Thani, a Su Majestad el Rey mientras ambos aguardaban pacientemente bajo un asfixiante calor en la puerta de una de las tiendas del zoco de Doha. Dentro, sus esposas, la Jequesa, Mouzah bint Nasser Al Missned, y Doña Sofía disfrutaban plenamente el momento de compras por uno de los zocos más selectos e interesantes de Oriente Próximo.

Faltaba poco para que cerraran las tiendas y, a esas alturas, habían desaparecido los grupos de turistas europeos que una hora antes invadían las callecitas del zoco y que se abalanzaron educadamente con sus cámaras para fotografiar a los dos matrimonios reales. Algunos, incluso, pudieron cruzar unas palabras con Don Juan Carlos y Doña Sofía. Otros, se limitaron a gritar un «¡Viva España!» o «¡Viva Mallorca!», que debía ser lo que conocían de nuestro país.

De cuando en cuando, el Emir describía entusiasmado al Rey algunos detalles de su proyecto de remodelación de este zoco, que está siendo reconstruido, por su deseo personal, con el mismo aspecto que tenía hasta principios del siglo XX. Es una de las pocas edificaciones tradicionales que quedan en Doha, donde las sencillas construcciones de antaño están siendo sustituidas a un ritmo frenético por modernos rascacielos. En estos momentos, hay unos 180 edificios de este tipo en construcción, así como cuatro grandes museos -uno de ellos, diseñado por Santiago Calatrava-, pero la obra más importante es el nuevo aeropuerto de Doha.

Como suele ocurrir en todas las parejas del mundo latino -y, en el árabe, también-, los hombres se cansaron mucho antes que las mujeres de ver los maravillosos tejidos y objetos artesanales que se exponían en las tiendecitas, así como de oler las penetrantes especias orientales. Pero en el bazar de Doha hay muchos más detalles que llaman la atención, como la tienda de halcones adiestrados para la cetrería, que se venden junto a fabulosos transportines de seda bordada para su traslado. Y es que los qataríes, nómadas del desierto hasta hace unas pocas décadas, tienen una gran cultura de halcones y de caballos de pura sangre árabe, a los que ahora guardan en establos con aire acondicionado.

Doña Sofía vencía el calor con un abanico a juego con su alegre traje de chaqueta rojo y blanco, mientras que la Jequesa, cubierta de negro desde la cabeza hasta los pies, parecía más acostumbrada a esas temperaturas. Y también a los altos tacones, ya que llevaba unas sandalias con plataforma que la elevaban varios centímetros.

Concluidas las compras, los dos matrimonios reales abandonaron el zoco para mantener un almuerzo en privado, tras el cual Don Juan Carlos y Doña Sofía regresaron a Madrid. En los trayectos, los Reyes pudieron observar el vertiginoso cambio que ha experimentado esta ciudad, no sólo desde su anterior viaje, en 2003, sino desde la primera visita de Estado, que realizaron en 1980.

jueves, 27 de abril de 2006

El Rey rompe una lanza a favor de los empresarios españoles en el rico Estado de Qatar

El Rey rompe una lanza a favor de los empresarios españoles en el rico Estado de Qatar

¡Qué más da!

Por JUAN ANTONIO SAGARDOY.
Real Academia de Jurisprudencia y Legislación

ES angustioso, desde el punto de vista existencial, vivir sin principios o con principios oportunistas. La zozobra anímica tiene que ser permanente y muy similar a residir en una casa construida sobre arenas movedizas. Tiene la contrapartida de la emoción permanente ante la novedad o el cambio, que no lo producimos en ejercicio de lo que llamamos personalidad, sino que os viene impuesto u ofrecido desde fuera. No tener principios sólidos convierte al ser humano en una hoja al viento.

Podría argumentarse, dialécticamente, que se puede vivir anclado en el principio de «no tener principios». Sería el nihilismo, como actitud vital que niega todo valor a la existencia o hace girar ésta alrededor de algo inexistente. Todo deja de tener sentido, al menos como motor vitalista. Bien al contrario, dice Ortega con profunda simplicidad, que en las creencias «vivimos, nos movemos y somos». La inmensa mayoría de los «seniors» hemos sido educados en una escuela de principios y valores más que sólidos, roqueños. Evidentemente que, con el paso del tiempo, las experiencias vitales, el entorno cultural y la evolución de costumbres nos han hecho mucho más flexibles, más comprensivos, más abiertos. Pero en nuestros días va imperando a la contra una corrosiva filosofía como es la del ¡qué más da!

Esa actitud vital no sólo no se ancla en principios sino que considera a éstos como algo caduco, estéril, e inoperante desde el punto de vista vital. Y tal actitud opera en todos los campos: el político, el social, el familiar, el económico, el cultural, etc.

Por ejemplo, la historia y las tradiciones donde se va imponiendo la creencia de que nuestra historia pasada huele a alcanfor, es algo caduco o en el mejor de los casos de un estéril e ingenuo idealismo. Las grandes gestas de nuestros antepasados -que lucharon y murieron por ideales, y entre ellos, por ejemplo, la bandera con su significado patriótico- nos parecen obra de chalados o ingenuos o tontos de raíz. Así, más de uno haría una «pedorreta» a los que lucharon, como los últimos de Filipinas o los de la Guerra de la Independencia, murieron por defender un ideal. Y esa actitud me parece decadente porque, como dice E. Vázquez, «la práctica del valor desarrolla la humanidad de la persona, mientras que el contravalor (y no digamos la ausencia de valores) la despoja de esa cualidad». Todo lo dicho no significa que no sea necesaria la evolución de los valores, lo que es muy distinto a la desaparición. La justicia, el honor, la libertad, la generosidad, la lealtad, el bien común, la verdad, el trabajo, la honestidad... son valores que dignifican al hombre y sin ellos, efectivamente, su esencia queda en nada. No habría dignidad, pues, en sentido humanista, ya que tener valores es lo que hace que un hombre sea tal, sin lo cual perdería la humanidad o parte de ella.

Otro ejemplo: la tradición. Ya en el año 476 decía Ambrosino, oficial de la Legión Romana, que «sólo la memoria puede permitirnos renacer de la nada. No importa dónde, no importa cuándo, pero si conservamos el recuerdo de nuestra pasada grandeza y de los motivos por los que la hemos perdido, resurgiremos». Hemos hecho una Patria, la nuestra, con sangre, sudor y lágrimas, desde los autrigones, turmogos, cántabros, vacceos..., en la lejanía de los siglos, hasta los que a partir del siglo XV llevaron nuestra bandera, nuestras creencias, nuestra pintura, nuestra literatura, a todos los confines del mundo. Y ahí, por ejemplo, la tradición e identidad del Reino de Navarra no puede ser sacrificada en pro del final de un proceso de terrorismo. ¡No da igual!

Perder todo nuestro pasado no puede ser resuelto con el ¡qué más da! Evolucionar, sí, pero no con rupturas sino con riqueza integradora dentro de la diversidad. El propio líder peruano Ollanta Humala decía el 9 de abril en una entrevista que «tuve el honor de servir a la Patria junto a tantos jóvenes que sacrificaron sus vidas por el mismo ideal»; y entre nosotros, en esta vieja y joven Europa, vivimos con libertad y prosperidad por los que en la mitad del siglo pasado lucharon, dando sus vidas, por lograr esos ideales para las generaciones futuras. A ellos no se les puede dar el carpetazo en los ideales con un frívolo ¡qué más da!

No puede tampoco dar igual que en las comunidades autónomas se enseñen historias de España, totalmente subjetivas, borrando de un plumazo, sin base científica ni propósito integrador sino lo contrario, siglos de historia común; con sus luces y sus sombras. Y desde luego con libertad de elección del idioma, pues no da igual hacerlo en uno o en otro. Tampoco se puede imponer en el mundo de los negocios la teoría del ¡qué más da!, faltando a los principios de la ética, de la lealtad a la palabra dada, de la justicia distributiva..., pues con ello daremos entrada a una convivencia selvática, que lleva a la pérdida de la fe en nuestro sistema económico. Me impresionó mucho leer, el pasado 1 de abril, la crónica en el «Sur» de Íñigo Domínguez, corresponsal en Roma, en la que se decía que «el italiano se siente más seguro desconfiando del prójimo. Pero hay más: no se entiende que uno no engañe a otro si tiene la oportunidad de hacerlo. Esta amoralidad, llevada con sentido deportivo, preside, en general, las relaciones sociales. Al mismo tiempo es capaz de hacer un favor a un desconocido y ser muy generoso, pero todo se resuelve a una escala personal». No tengo conocimientos sólidos para avalar o suavizar tal diagnóstico, pero desde luego llegar a tal situación lleva a cualquier pueblo a un desánimo y una parálisis notables.

La mejor y habitual defensa de los que practican el «qué más da» es que cuando lleva a cabo en el ámbito personal, social, político o económico las acciones correspondientes, los frutos inmediatos de las mismas parecen invisibles, neutros, inoperantes. ¡No pasa nada! Y eso supone un grave error porque la falta de principios siempre, siempre, pasa factura. No como un terremoto, sino como una hormiga termita. Al final se paga: lo que tarda la termita en destruir lo hecho.

Pero además, la falta de principios como vectores de la vida, personal y colectiva, trae consigo, de modo inevitable, un mayor intervencionismo del Estado. Y ello es así porque, al no existir valores, existe orfandad vital, carencia de autonomía personal y, como contrapartida a los valores, a las creencias, que exigen dedicación y esfuerzo, aparece la permanente tentación de la insolidaridad, del pasar, de la duda de si compensa...

Pienso, como punto final, que un pueblo sin valores es un pueblo débil y vulnerable y que, sí un día cae Occidente, la cultura occidental, será por la pérdida de principios más que por las armas o por el deterioro económico.

miércoles, 26 de abril de 2006

«Nos duele que la paz no acabe de asentarse»

A. M-F. ABC

Su Majestad el Rey volvió a insistir ayer en la necesidad de incrementar la cooperación internacional para luchar de forma eficaz contra el «fenómeno cruel e inhumano» del terrorismo. Don Juan Carlos hizo pública su condena y repulsa a los atentados cometidos la víspera en Dahab (Egipto), situada a unos 140 kilómetros de la ciudad de Áqaba, a la que viajarían sólo unas horas después. «Nos duele que la paz en esta región, tan ansiada por todos, no acabe de asentarse con la solidez necesaria», añadió el Rey.

Don Juan Carlos hizo estas afirmaciones en el almuerzo que les ofreció el primer ministro de Jordania, Marouf Al Bakhit, y su esposa. En sus palabras, el Rey quiso «manifestar el apoyo de España» al amplio proceso de cambio y reformas políticas y económicas que han sido emprendidas por Jordania «con el decidido impulso» del Rey Abdalá.

Después del almuerzo, los Reyes inauguraron una exposición de José María Sicilia en la Galería Nacional y visitaron la Ciudadela de Amán, de la época Omeya, que ha sido restaurada por el arquitecto español Ignacio Arce con fondos de Cooperación Española. A continuación viajaron a Aqaba, desde donde hoy partirán hacia Qatar.

Visita a la tumba de Husein de Jordania

Doña Sofía se cubrió con un pañuelo y el Rey se santiguó ante la tumba de Husein
Doña Sofía se cubrió con un pañuelo y el Rey se santiguó ante la tumba de Husein.
Rania encabezó la comitiva conduciendo su coche por las calles de Amán y saludando a los transeúntes que la reconocían cuando reducía la velocidad

Asuntos Exteriores

Por ROSA BELMONTE

ABC

Tampoco descubrimos nada, pero la que practican Don Juan Carlos y Doña Sofía es diplomacia real. En dos acepciones. Real porque es perteneciente al Rey o a la realeza, pero también porque tiene existencia verdadera y efectiva. Porque los monarcas a veces llegan donde el Gobierno se atranca o se empeña en atrancarse. No es el caso de Jordania, claro, país con el que ya se había puesto en marcha la alianza de civilizaciones (aunque no lo supiéramos). Esta nueva visita a Oriente Próximo es también una visita a un país amigo de toda la vida, casi pariente. Un país que además resulta simpático al pueblo español. Quizá porque pilla lejos, quizá porque nos gusta ir a Petra, quizá porque no hay muchos jordanos en nuestras ciudades y quizá porque sus monarcas son como de la familia. Los de ahora y los de antes. En la primera visita a Jordania después de la muerte de Husein, el «hermano» de Don Juan Carlos, el Rey ha recordado lo cerca que están España y Jordania. Ambos han sufrido espantosos ataques terroristas. Con el viaje también se pretende que estén más cerca comercialmente.

Por muy lugar común que resulte, Sus Majestades demuestran con cada una de sus salidas al exterior su excelencia como embajadores. Los mejores embajadores de España en el extranjero. Estamos que regalamos tópicos, pero es lo que hay.

martes, 25 de abril de 2006

El Rey destaca el «compromiso solidario» de España y Jordania contra el terrorismo

Un sorprendente aguacero deslució la entrañable ceremonia de bienvenida que Abdalá y Rania ofrecieron a Don Juan Carlos y Doña Sofía.
ALMUDENA MARTÍNEZ-FORNÉS

ENVIADA ESPECIAL ABC

AMÁN. Un intenso aguacero y unas temperaturas sorprendentemente bajas en esta región desértica deslucieron ayer la cálida ceremonia de bienvenida que los Reyes de Jordania ofrecieron a Don Juan Carlos y Doña Sofía en la explanada de su residencia en Amán, el Palacio de Al Humar. Ambas Reinas vestían primaverales trajes de chaqueta y falda, Doña Sofía en color marfil y Rania en blanco y azul marino, unos trajes que la víspera hubieran resultado perfectos. Sin embargo, ayer, con la lluvia, ni siquiera los dos Monarcas pudieron pasar revista a la Guardia de Honor, tal y como estaba previsto.

Después de escuchar los himnos nacionales e, incluso, algunos pasodobles, los Reyes se trasladaron al Palacio Beit Al Urdum, a través de un recorrido engalanado con banderas de ambos países, y los dos matrimonios Reales mantuvieron un encuentro privado, en el que Don Juan Carlos y Doña Sofía entregaron el Collar de Carlos III al Rey Abdalá y la Gran Cruz a la Reina Rania. De esta forma, empezaba el primer viaje de Estado de los Reyes a Jordania tras la muerte del Rey Husein, en febrero de 1999, un viaje con el que se pretenden reforzar las excelentes relaciones políticas con este país «clave» para la estabilidad y la paz de Oriente Próximo.

En sus primeras palabras en suelo jordano, Don Juan Carlos recordó los atentados del 11 de marzo de 2004 de Madrid y del 9 de noviembre de 2005 en Amán. «Recientemente, en dos fechas dramáticas, españoles y jordanos nos sentimos aún más cerca los unos de los otros, unidos por el horror y el dolor causados por la barbarie terrorista», afirmó, y agregó que estos atentados «reforzaron el compromiso solidario de los ciudadanos y Gobiernos de ambos países para erradicar la inaceptable lacra del terrorismo».

El Rey hizo estas afirmaciones durante la recepción a la colonia española celebrada en la residencia del embajador de España en Amán, Antonio López Martínez. Allí también se encontraba el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, quien por la mañana había firmado con el ministro jordano de Industria y Comercio, Sharif Subí, el acta de la IV Comisión mixta de cooperación bilateral, que permitirá a Jordania disponer de once millones de euros durante el periodo de 2006-08: siete millones en ayuda no reembolsable cuatro en microcréditos. A diferencia de lo que se hace en otros países, con esta ayuda España quiere demostrar su compromiso con el proceso de paz en la región.

Ya por la noche, Don Juan Carlos y Doña Sofía asistieron a la cena de gala que Abdalá y Rania ofrecieron en su honor en el Palacio de Basman, convertida en la residencial oficial de los Reyes durante su estancia en Amán.

lunes, 24 de abril de 2006

Los Reyes viajan a Jordania en apoyo de las reformas emprendidas por Abdalá

Los ministros de Exteriores de ambos países firmarán la Declaración de Amán, que es la versión musulmana de la Alianza de las Civilizaciones.
ALMUDENA MARTÍNEZ-FORNÉS

ENVIADA ESPECIAL ABC

AMÁN. Dos semanas después de regresar de Arabia Saudí, Sus Majestades los Reyes volverán hoy a Oriente Próximo para realizar una visita de Estado de tres días a Jordania, país que se encuentra sometido a un proceso de modernización que podría servir de modelo para la zona. El miércoles Don Juan Carlos y Doña Sofía continuarán su viaje al rico Estado de Qatar, donde permanecerán hasta el jueves para regresar después a Madrid.

La visita de Sus Majestades a Jordania se produce en un «momento delicado» en esta región, golpeada por la guerra de Irak, por el terrorismo islamista (el pasado 9 de noviembre 57 personas perdieron la vida en los ataques a tres hoteles de Amán) y por el conflicto palestino-israelí, según explicaron fuentes diplomáticas.

Aunque las Familias Reales española y jordana mantienen una relación fraternal que ya abarca a varias generaciones, esta es la primera visita de Estado que realizan Don Juan Carlos y Doña Sofía desde que el Rey Abdalá sucedió a su padre, Husein, tras su muerte en febrero de 1999.

Siguiendo la trayectoria del Monarca fallecido, Abdalá de Jordania también ha concentrado todos sus esfuerzos en lograr la paz en la región. Y su última iniciativa en este sentido ha consistido en ofrecerse para canalizar la ayuda de la Unión Europea al pueblo palestino, lo que permitiría eludir a Hamás. Lo cierto es que todos los países de Occidente quieren no sólo mantener, sino incluso aumentar la ayuda, pero la idea es reconducir por otros canales la que recibía el Gobierno palestino hasta la victoria de Hamás.

Contenido religioso

Además de este ofrecimiento de Jordania, que «deberá ser estudiado a fondo», según fuentes diplomáticas, con motivo de la visita de los Reyes los ministros de Exteriores de ambos países tienen previsto firmar la Declaración de Amán, inspirada en el Mensaje de Amán, que es una iniciativa de Abdalá de Jordania que recoge la misma filosofía y los mismos valores de la Alianza de las Civilizaciones, aunque con un contenido religioso muy marcado. En el Mensaje, por ejemplo, se insta a la tolerancia a las otras creencias y al respeto a los seres humanos, sin distinciones de raza o religión, y se condena a quienes cometen atentados en nombre del Islam.

El viaje de Don Juan Carlos y Doña Sofía a Jordania también coincide con un momento de reformas, impulsadas por el Rey Abdalá, quien pretende desde hace años modernizar las instituciones políticas y económicas y la estructura productiva del país. Estas iniciativas modernizadoras no han sido acogidas unánimemente por la población jordana, donde hay sectores a los que les cuesta asimilar los cambios, lo que ha afectado a la estabilidad política.

Los Reyes viajarán a Amán acompañados por los representantes de 24 empresas españolas, entre ellas Abengoa, Aldeasa, Arab Bank, Borges, EADS-CASA, Elecnor, OHL, Ordesa, Telvent, Typsa y Viajes Marsans, quienes asistirán mañana a un encuentro empresarial hispano-jordano y buscarán las oportunidades de negocio que ofrece el plan de privatización puesto en marcha en este país. Lo cierto es que las relaciones comerciales entre ambos países presentan unas cifras poco significativas, pues Jordania ocupa el lugar 89 en la lista de clientes españoles y el 119 en la de proveedores.

Las exportaciones españolas a Jordania alcanzaron el año pasado los 73,91 millones de euro y las importaciones los 26,75 millones. Jordania ha sido incluida como país preferente en el plan director de cooperación 2005-2008, de forma que España destinará a este país 6,85 millones de euros no reembolsables entre 2006 y 2008.

Los Reyes serán recibidos esta tarde en el aeropuerto de Amán por el hermano del Rey Abdalá, el Príncipe Feisal y su esposa Alia, entre otras autoridades.

sábado, 22 de abril de 2006

Isabel II cumple 80 años como la Reina que fortaleció la Monarquía

THE QUEEN TURNS 80
 
El Príncipe de Gales felicitó a su «querida mamá» en un mensaje televisado, salpicado de menciones entrañablemente sentimentales

LONDRES. Más de 20.000 personas abarrotaron ayer las calles próximas al castillo de Windsor, para felicitar directamente a Isabel II en su 80 cumpleaños, durante el recorrido de 45 minutos que la Reina de Inglaterra efectuó a mediodía junto a su marido, el duque de Edimburgo.

Fue la imagen de un país volcado con su soberana, que estos días ha recibido 20.000 postales y 17.000 correos electrónicos de felicitación, y cuyas cualidades como jefe de Estado han sido subrayadas desde todos los ámbitos, incluidos los medios republicanos, que han destacado la solidez recuperada de la Monarquía.

«Estoy muy emocionada por lo que habéis escrito y quisiera expresar mi gratitud a todos», respondió Isabel II, quien también ha recibido parabienes de los otros quince países de la Commonwelth de los que es soberana.

Con un «querida mamá», el Príncipe de Gales fijó en un mensaje televisado el tono entrañable con que el Reino Unido se ha sumado al cumpleaños de la Reina. El Príncipe Carlos, consciente de que para su incuestionable acceso al Trono depende del cariño popular que su madre ha sabido atraer hacia su persona y hacia la institución que encarna, destacó en su discurso a la nación aspectos tremendamente sentimentales.

Así, el Heredero recordó anécdotas de su niñez, como cuando en los días previos a su coronación en 1953, su madre acudía a su cama a darle las buenas noche llevando la corona con el fin de acostumbrarse a portar ese peso en la cabeza.

La Reina quiso pasar ayer el día en Windsor, su residencia preferida. Pocos minutos después del mediodía, Isabel II y su marido, que cumplirá 85 años en junio, salieron a la calle mientras una banda de la Guardia Irlandesa interpretó el «Happy Birthday», coreado por la multitud. La Reina vestía uno de sus llamativos abrigos, de un rosa muy vivo, y lucía un sombrero del mismo color.

Entre los regalos que ha recibido este año la soberana está un juego de té de porcelana entregado por el Gobierno británico. Según la Prensa, cada ministro ha puesto 30 libras para el obsequio, aunque quizás la contribución ha sido mayor, pues el valor del regalo está estimado en unas 1.000 libras (unos 1.500 euros).

Por la noche, el Príncipe de Gales ofreció una cena a su madre en los Kew Gardens de Londres, a la que asistió toda la Familia Real. Más de dos mil personas presenciaron los juegos artificiales que acompañaron la recepción.
 
 
EMILI J. BLASCO. CORRESPONSAL

viernes, 21 de abril de 2006

La Reina cumple 80 años

The Queen examined the messages of goodwill, including scores of colourful home-made cards, from around the world, in the palace's Regency Room
 
Isabel II, conocida en todo el mundo simplemente como "The Queen", celebra hoy su 80 cumpleaños rodeada del cariño y reconocimiento de su pueblo.

Desde aquí queremos rendir un homenaje a su brillante reinado y testimoniar nuestra lealtad a quien encarna las esencias de lo que es y debe ser la Monarquía.

Página oficial de la Casa Real Británica

Reportaje de la BBC

Edición especial de The Daily Telegraph
FROM PRINCESS TO QUEEN
 
Editorial de The Daily Telegraph:

A nation blessed by a golden sovereign


Her Majesty the Queen today becomes only the third sovereign in our history, after King George III and Queen Victoria, to reach the age of 80. King George was mad and Victoria's powers were failing - both were just over a year from death. Happily, our Queen shows no signs of decline.

No one should be surprised by the affirmation of her cousin, Mrs Margaret Rhodes, that Her Majesty has no intention of abdicating. Nor should she have. With her appetite for work hardly reduced by the years, and her constant and visible presence as head of state, she has become iconic not just of her country generally, but of her generation. She epitomises the robust long life and vitality more and more familiar among the elderly: and, if her late mother, Queen Elizabeth, is any judge, there are abundant years ahead yet.

There is a danger, after 54 years on the throne, that her people might take the Queen for granted. Despite being our most prominent public figure, she is also the most genuinely self-effacing. She has always been the perfect constitutional monarch: no one is sure of her views. What Bagehot called the "dignified" function of the monarchy within the British constitution is sublimely represented by her. But so too has she always represented the wider purposes of monarchy. In her consistency and demeanour she embodies the continuity of the institution, and its stability at the heart of the nation.

This is all the more remarkable for the turbulent times through which the Queen has lived. Although both her father and grandfather had Labour prime ministers, neither Ramsay MacDonald nor Clement Attlee, for all their radicalism, quite changed the tenor of society in the way that the social revolution of the 1960s did, or in the way that the New Labour project has sought to do. Nor was the upheaval caused by the economic restructuring of Britain under Margaret Thatcher something to be regarded casually. Yet the head of state has taken all these changes in her stride, and successive prime ministers have testified, without needing to resort to flattery, to her wisdom and good sense. The continuity of our national life, over decades of change, is not simply due to the function of monarchy, but also to the constructive influence of the Queen in particular.

Her Majesty's greatest trials have been the crises in her family, and their effect on perceptions of the monarchy. The fact that three of her four children's marriages ended in divorce was regrettable but not, sadly, unique in contemporary society. The failure of the Prince of Wales's marriage, and the tragic end of his ex-wife's life, were harsh blows to the credibility and popularity of the entire Royal Family.

These events were seized on by republican elements to further their own agenda, and magnified in their unpleasantness beyond their true import. By the time of her Golden Jubilee in 2002, five years after the death of Diana, Princess of Wales, the Queen showed herself to be as secure as ever in the affections of her subjects. Without having to resort to the type of public relations stunts favoured by celebrities and politicians, the Queen, simply by getting on and doing her duty in the painstaking and dedicated way that she has made her own, rebuilt the public's loyalty not just to her, but also to the institution of monarchy. In an age when most people seem to enter public life for personal gain, the Queen, who had her position thrust on her, continues to define the concept of service in a gold-plated fashion.

On her first overseas tour, to South Africa in 1947 with her parents and on the eve of her marriage, the then Princess Elizabeth made a broadcast in which she dedicated herself to her people, at home and abroad, for the rest of her life. It is not the least of her utterly admirable qualities that she has kept unswervingly to her vow, though an empire has gone and the Commonwealth is a shadow of what it was designed to be. Her adherence to her Coronation Oath, similarly, helps to explain why abdication is incomprehensible to her. Such dedication is why Her Majesty is revered not merely here, but all over the world. In America, she is, despite competition from other foreign sovereigns, "the Queen". When the French refer to "la Reine" or the Germans to "die Königin", they do not bother to add the name of her realm afterwards. Unlike so many others who enjoy global fame, her position has been earned by service.

Our nation and its people have been blessed by a devoted and wise sovereign during times of great change. Amid all the disruptions, there is much to rejoice about: that God has saved the Queen all these years, and in such fine health and spirits, is foremost. 
 

Queen Elizabeth II and Prince Philip after her coronation

Editorial de The Times:

The Queen's birthday

The nation celebrates a life of service and subtlety

The celebrations to mark the Queen's 80th birthday today will have a warmth and affection rarely displayed nowadays towards the monarchy. It is not simply that the nation's head of state has reached a venerable age in good health and robust spirit, or that she continues to perform her duties with diligence, tact and aplomb; it is the sense that the Queen has come to embody qualities and values that are recognised as important to our society. And at a time of accelerating social, cultural and economic change, her enduring example of continuity, tolerance and moderation is of inestimable value.

These values were shaped more than two generations ago, when Britain was a very different country — as our special anniversary supplement tellingly demonstrates. Since making her solemn oath in Westminster Abbey more than half a century ago, the Queen has consistently upheld the values of loyalty, respect, stoicism and reserve that she believes intrinsic to the monarchy and to her duty. They have not always found favour. A decade ago, amid demeaning rumour and titillating gossip, there was a sense that the monarchy was floundering, an expensive anachronism that was proving unable to adapt. The Queen, it was suggested, should abdicate to allow the change that only another generation could usher in.

All such talk has ended. Not only has the Queen made it abundantly clear that she believes her responsibility to be one entrusted for life; but the very values that were seen as old-fashioned and no longer representative of cool Britannia are now held in new respect.

The Queen commands, most Britons would concede, a deference due to personal discipline that is all too rare nowadays. "Wisdom" is an abused word, but she has consistently been wise. Her perceptive interest in the nation's political life, as well as international affairs, has given her an un- rivalled experience. Her discretion reflects an understanding of the limits of constitutional monarchy. And her reserve protects her privacy and preserves the essential mystery of monarchy.

It is the Queen's very age that inspires respect. For not only is her sense of duty undiminished (and the talk of slowing down appears to be mere speculation); but her dry wit and intellectual curiosity demonstrate to a country too often dismissive of its senior citizens the essential contributions that older Britons — an ever larger proportion of the population — still make to national life. The humour indicates that she takes her role seriously but herself a little less so, and that she has a comprehension of her context that has gradually given her more confidence in the exercise of her responsibilies.

The Queen does not respond publicly to pressure. She does not reply to criticism, deny press allegations or change routines according to fad and vogue. But she does, quietly and with measured caution, respond to the national mood. Her themes, broadcasts, gestures and visits adroitly reflect the changes. Her decision to hold a celebration at Buckingham Palace for 99 other octogenarians was inspired: a symbol of inclusiveness, respect and diversity that gave much unexpected delight to those invited. Today it will be the nation's turn to throw a party for her. It will be a very happy birthday.

jueves, 20 de abril de 2006

Isabel II no tiene intención de abdicar pese a abandonar su residencia oficial



Cada día que pasa, Carlos de Inglaterra se aleja más del trono británico. La reina Isabel II, que cumple ochenta años mañana, no tiene intención alguna de abdicar, según aseguro ayer su prima Margaret Rhodes. El traslado de residencia de la soberana, que ha abandonado el bullicioso el Palacio de Buckingham para instalarse en Windsor, no significa que vaya a dejar su puesto. La edad no está reñida con ser reina.

"Estoy segura de que ella nunca se retirará porque su trabajo no es un trabajo normal, es un empleo para toda la vida", declaró Rhodes a la cadena pública británica BBC. Según la prima de Isabel II, las promesas que hizo la reina el día de su coronación "son algo tan profundo y especial, que no se plantea no continuar cumpliéndolas hasta que muera". Margaret Rhodes hizo esas declaraciones después de que The Times publicara que la soberana tiene previsto mudarse al castillo de Windsor, aunque el Palacio de Buckingham mantendrá el rango simbólico de sede real.

Asesores de la Familia Real, citados por el rotativo, aseguraron que ese cambio en la rutina de la Reina no significa una retirada de la vida pública, sino una adaptación a un ritmo de vida más apropiado para una mujer que está a punto de cumplir 80 años. De acuerdo con The Times, el heredero Carlos, junto a su esposa Camilla Parker-Bowles, asumirá una mayor parte de las obligaciones de la Reina en una estrategia para prepararse como futuro rey. Sin embargo, si Isabel II tiene una vida tan longeva como su madre, que falleció con más de cien años, al Príncipe de Gales todavía le queda una larga espera para acceder al trono. Además, de reinar hasta 2017, habrá superado a la reina Victoria como la monarca con más años de reinado de la historia británica.

Un sonado cumpleaños

Isabel II cumplirá mañana ochenta años. Las festividades comenzaron ayer con un almuerza en el palacio de Buckingham al que asistieron 99 personas que también cumplen 80 años el 21 de abril. Los comensales, elegidos por sorteo el pasado enero, disfrutaron de un ágape presidido por la reina y su marido.

Por otro lado, la soberana británica pasará el día de su cumpleaños en el castillo de Windsor, donde el príncipe Carlos presidirá una cena familiar en su honor. Aunque Isabel II nació un 21 de abril, su cumpleaños tradicionalmente se festeja de manera oficial en junio para aumentar las posibilidades de que en esta época haga un buen día, de modo que el público pueda ser partícipe. En este mes los ingleses podrán asistir a varios desfiles militares en su honor.
 

Isabel II celebra los 80 años con una comida con 99 octogenarios

Isabel II charla con dos de sus invitados, hermanos gemelos, ayer en el palacio de Buckingham.  Foto:  REUTERS

La reina de Inglaterra cumple mañana 80 años en plena forma y con la idea de seguir en su puesto por mucho tiempo. Isabel II sabe que es una soberana querida y respetada y con ese ánimo empezó ayer las celebraciones de su aniversario. Para abrir boca de los festejos que durarán hasta junio, la reina invitó ayer a 99 de sus súbditos a un almuerzo muy especial. El requisito para asistir a esta comida en el palacio de Buckingham era haber nacido, al igual que la soberana, el 21 de abril de 1926.
La selección de los invitados, que provenían de todas las regiones del Reino Unido y también de países de la Commonwealth como Australia y Nueva Zelanda, se hizo por sorteo a principios de año. Una cita muy emotiva, según describieron algunos de los asistentes. Como Doreen, que calificó la ocasión como "el mejor día" de su vida. O Bertie, que llegó a la residencia real arrastrando la dolorida rodilla, pero que aseguró que no se lo hubiera perdido "por nada del mundo".
Isabel II volvió ayer a mostrarse llena de energía, sin dar señales de que esté pensando en abdicar en su hijo, el príncipe Carlos, fuente de continuas conjeturas entre los británicos. Precisamente, unos comentarios de Margaret Rodhes, prima de la soberana, dejaron zanjado ayer este asunto. En unas declaraciones a la BBC, Rodhes aseguró que Isabel II morirá como reina, puesto que desempeña desde 1953. "Estoy segura de que nunca se retirará porque su trabajo no es un trabajo normal. Es un empleo para toda la vida", explicó, categóricamente, la anciana, una de las personas más cercanas a Isabel II.
De lo que no cabe duda es de que la reina es una de las personas más queridas por los británicos. Prueba de ello fueron las palabras que le dedicó ayer el primer ministro, Tony Blair. En una intervención parlamentaria, Blair, que siempre se ha declarado como un ferviente monárquico (algo que irrita al ala más izquierdista de su partido), calificó a la soberana como "una de las personas más respetadas de nuestro tiempo".
Los de ayer fueron un adelanto de otros actos que se celebrarán en los próximos días. Mañana está previsto que la reina recorra a pie, durante 45 minutos, junto a su marido, el duque de Edimburgo, las calles de la localidad de Windsor. Un acto al que está previsto que acudan miles de personas.
Esa misma noche, Carlos ha organizado una cena familiar en honor a su madre en el castillo de Windsor, la residencia favorita de la soberana. Y el domingo, toda la familia asistirá a un servicio religioso en la capilla de San Jorge.
Tradicionalmente, los Windsor festejan los cumpleaños de la soberana de manera oficial durante el mes de junio, ya que en esa época aumentan las probabilidades de que haga buen tiempo y los ciudadanos pueden participar de las celebraciones en la calle. El día 17 de ese mes se celebrará un suntuoso desfile militar que data del siglo XVIII.
 
RAMÓN ABARCA
El Periódico

Visita sorpresa al hospital

Los Príncipes de Asturias visitaron ayer por sorpresa a los niños heridos en el accidente de autocar del pasado domingo en Asturias. Durante una hora, don Felipe y doña Letizia, acompañados de los responsables del hospital Central de Asturias y del presidente del Principado, recorrieron las salas donde están ingresados tres de estos niños, Ana y Joel, ambos de nueve años, y Aitor, de cuatro. El encuentro fue concertado en la tarde del martes, para hacerlo coincidir con la inauguración oficial de la asamblea de televisiones europeas pertenecientes a Eurovisión, que fue presidida por los Príncipes. La nota más simpática la protagonizó el pequeño Aitor que solicitó a doña Letizia que le leyera el cuento que tenía. Como quiera que el pequeño no soltaba la mano de la Princesa durante toda la narración, ésta tuvo que explicarle de principio a fin el contenido del cuento, entre las sonrisas del Príncipe y la complacencia de los familiares.

La de ayer fue la primera visita oficial de doña Letizia a su tierra natal después de haber sido madre, ya que no pudo asistir a la ceremonia de entrega de los premios Príncipe de Asturias, debido a su avanzado estado de gestación. A las ocho de la tarde, los Príncipes presidieron, también en Oviedo, la asamblea de televisiones de Eurovisión, que tiene lugar en Asturias, coincidiendo con el XXV aniversario de los premios. Felipe de Borbón leyó el discurso inaugural de este encuentro, que se desarrollará hasta el viernes. En ambas visitas, los Príncipes de Asturias fueron ovacionados por las personas que aguardaron atentos a la llegada de la pareja real.
 
V. González

miércoles, 19 de abril de 2006

Los 80 récords de la reina Isabel II


Con más de 54 años de reinado, la soberana es una de las mujeres más ricas de su país
 
PATRICIA TUBELLA - La Vanguardia
LONDRES

Con más de 54 años de reinado a sus espaldas, pocas son las sorpresas que la figura de Isabel II podía deparar a sus súbditos. Pero el público acaba de descubrir estos últimos días que, amén de las posesiones que hacen de ella una de las mujeres más ricas del país, la soberana también es dueña de las ballenas, delfines y lobos marinos que pueblan las aguas británicas, en virtud de una antigua ley inglesa. La revelación forma parte de un recorrido por la singladura de la reina en ochenta datos y anécdotas - tantos como los años que cumplirá este viernes- difundido por Buckingham a modo de arranque de las celebraciones oficiales del evento.

En las semanas que transcurran hasta el 17 de junio (cuando los actos culminarán con un gran desfile militar), Isabel II recibirá multitud de obsequios. Será necesario, sin embargo, un gran esfuerzo de imaginación para superar lo insólito de algunos de los presentes remitidos a la monarca en las últimas cinco décadas: desde automóviles Jaguar hasta un castor, una caja de conchas marinas, huevos o siete kilos de gambas.

La segunda soberana más veterana del mundo (el primero es el rey Bhumibol de Tailandia) atesora unas cifras apabullantes. Ha protagonizado 256 viajes oficiales, ha visitado 129 países, ha asistido a 540 investiduras y ha ofrecido 91 banquetes de Estado. Receptora de 3 millones de cartas, ha enviado a su vez más de 100.000 telegramas de felicitación a centenarios británicos, y otros 280.000 a parejas que celebraban sus bodas de diamante. Preside 620 organizaciones benéficas y cada año concede títulos y otros honores que ya totalizan los 387.000, el último de ellos al cantante galés Tom Jones, convertido en sir. También ha posado para 139 retratos oficiales (sólo dos con su marido, el duque de Edimburgo), aunque su retratista preferido es su hijo Andrés, autor de la foto oficial del jubileo de la reina. Aquel acontecimiento, en el 2002, convirtió a Isabel II en la soberana de mayor edad que cumplía el medio siglo de reinado.

El día que la reina preguntó al legendario guitarrista Eric Clapton: "¿Y usted a qué se dedica?", no hizo precisamente gala de su condición de ganadora de un disco de oro, la única testa coronada en poseerlo. El premio fue fruto de la venta de más de 100.000 copias del disco compacto Fiesta en palacio, que recoge el recital organizado en el palacio de Buckingham con ocasión del jubileo de oro. La gran pasión de Isabel II por los animales le ha llevado a poseer hasta treinta perros de caza corgi, uno de los cuales, Pharos, murió entre las fauces de un terrier propiedad de la princesa Ana, suceso que abrió una pequeña crisis palaciega. Y, cada temporada, hasta veinticinco caballos de sus impresionantes cuadras participan en las principales competiciones de las islas.

La soberana tiene fama de ahorradora - suele recorrer los pasillos de Buckingham para apagar las luces innecesarias- pero en los últimos años ha pagado de su bolsillo 78.000 pasteles que regala al servicio cada Navidad. Una fechas señaladas en las que ya lleva remitidas 37.500 tarjetas de felicitación.

En palacio aseguran que Isabel "siempre estuvo en la vanguardia de los cambios, si bien manteniendo las tradiciones", y como muestra aportan el primer correo electrónico enviado por la monarca en 1976 desde una base del ejército. Su mensaje a la Luna para felicitar a la tripulación del Apolo 11 (julio de 1969) fue microfilmado y depositado en un recipiente metálico.

Isabel II ha hecho historia y la ha compartido con diez presidentes de Estados Unidos y seis arzobispos de Canterbury, además de haber despachado semanalmente con diez ocupantes de Downing Street. El último, Tony Blair, nacido durante el dilatado reinado de su graciosa majestad.

lunes, 17 de abril de 2006

Mañana, españa, será...

Por JORGE TRÍAS SAGNIER
ABC
 
EN la tragedia griega lo importante no era la entrada en la escena sino cómo se salía de ella. De la Segunda República puede decirse, en el mejor de los casos, que entró como una gran fiesta, como una explosión de un pueblo cuyos impulsos políticos no encontró el marco adecuado en la Constitución de 1876, y que acabó en un drama, en una orgía de sangre, muerte y destrucción en la que participaron todos los políticos del Frente Popular, por acción o por omisión. No entiendo, pues, la conmemoración alegre de su 75 aniversario, ni cómo puede afirmarse que a lo largo de sus cinco años de vida renacieron en España las artes y las letras. Sólo mirando las fechas de publicación de la mayoría de las obras de las llamadas generaciones del 98 y del 27 es fácil darse cuenta que casi todo lo mejor que escribieron sus actores fue con anterioridad a la República o, incluso, después. Y lo mismo puede decirse del arte, del pensamiento y de casi todo. Lógicamente, lo que duró tan poco, poco podía dar de sí.

A medida que pasan los años cada vez se agranda más la figura de Adolfo Suárez, el hombre que supo asumir la misión de construir un puente entre las dos Españas para superar la Guerra Civil. Como no se produzca un milagro, Suárez ya nunca podrá contar cómo hizo algo tan importante para la paz de los españoles en sólo un bienio, el «bienio prodigioso» lo ha calificado quien fue su subsecretario de Despacho durante esos años, Manuel Ortiz, en un libro esencial que acaba de publicar la editorial Planeta. Pero, si bien Suárez ya ha pasado a la historia, sus colaboradores, que tan leal y eficazmente sirvieron a España desde las tramoyas del Estado, cuentan lo que fueron esos increíbles meses y algunos de esos testimonios -Osorio, Rafael Ansón, Andrés Cassinello, García López, Graullera o Eduardo Navarro- figuran al final de este libro esencial. Suárez, un hombre católico de convicciones profundas, apoyado y empujado por el Rey, tuvo la obsesión de construir un marco político en el que coincidiesen la mayoría de los españoles. Lo que la República no fue capaz de conseguir, el empeño de los políticos de la transición, encabezados por Suárez, lo hizo posible.

Ahora parece que hemos decidido resucitar «la memoria histórica». No se trata de hacer historia sino, por el contrario, de manipular y de reescribir «la memoria histórica», inventándose, incluso, determinados acontecimientos. Durante estos 30 años pasados han gobernado España políticos «canovistas», es decir, políticos más deseosos en convencer que en vencer. Ahora ha llegado una nueva generación de políticos muy parecidos a los de la República, pero sin su bagaje intelectual, dispuestos a reescribir la historia y a imponer un criterio. ¿Cómo será la España de mañana? España, mañana, ¿será republicana? Mañana, España, o será la España del consenso, la España de la Monarquía Constitucional, o no será.
 

Orgullo republicano

Por JUAN MANUEL DE PRADA
ABC
 
SE trata de una norma que no admite excepciones: toda estrategia mistificadora usa como coartada la tergiversación histórica. La invención del pasado, el acuñamiento de mitologías falsorras, la suplantación de la escueta verdad por la pacotilla ideológica, la sustitución de las pruebas irrefutables que nos brinda la historia por un conglomerado de quimeras más o menos emotivas son coartadas que han amparado las tiranías más sórdidas y animado los intentos de desestabilización política, desde que el mundo es mundo. El fascismo y el comunismo no habrían triunfado sin estas coartadas; tampoco las formas más perversas de nacionalismo, urdidoras de paraísos que nunca existieron. En la exaltación de la Segunda República que en estos días alcanza su paroxismo (¿o se trata tan sólo de un anticipo de lo que nos aguarda?) detectamos idéntica tentación tergiversadora.

Es cierto que durante aquellos años florecieron las artes, que la expresión literaria alcanzó cúspides difícilmente igualables. Pero esta constatación no hace sino confirmar la verdad de aquel cínico aserto de Orson Welles en «El tercer hombre»: «En Italia, en treinta años de dominación de los Borgia, no hubo más que terror, guerras, matanzas, pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron quinientos años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? El reloj de cuco».

Hiela el corazón reconocerlo, pero la historia nos demuestra que suelen ser las épocas más feroces y convulsas las que deparan una más fecunda cosecha artística, quizá porque el genio se desenvuelve mejor en circunstancias adversas. Y adversos fueron, sin duda, aquellos años en que cuatro de cada cinco españoles padecían penuria; una situación que se arrastraba secularmente, pero que, desde luego, la Segunda República contribuyó a agravar. Años en que unos gobernantes ineptos se dedicaron a azuzar rencores atávicos y a instaurar rencores nuevos, hasta hacer irrespirable cualquier sueño de concordia.

Convendría, en esta hora de celebraciones mentecatas, recordar algunas expresiones de conspicuos republicanos, hoy encaramados a los altares de la beatería laica. Como aquella de Azaña, quien profirió sin empacho, ante el espectáculo dantesco de los conventos entregados a las llamas, una frase que merecería estudiarse como epítome de la demagogia más burda e irresponsable: «Todos los conventos de Madrid no valen la vida de un solo republicano». O aquella otra, terrible y premonitoria, de Indalecio Prieto, ilustre dirigente socialista, quien tras el triunfo de la CEDA en las elecciones de 1933, advirtió: «En caso de que las derechas sean llamadas al poder, el partido socialista contrae el compromiso de desencadenar la revolución». A esto se le llama respeto a las reglas de juego democráticas. Cuando finalmente el radical Lerroux formó gabinete con tan sólo tres ministros de la CEDA, el partido socialista cumpliría el compromiso contraído, promoviendo junto a los sindicatos y a los separatistas catalanes una huelga general, eufemismo con el que designaron una sublevación en toda regla, ante la cual el Gobierno hubo de responder proclamando el estado de guerra. Convendría recordar también que, a partir de entonces, el partido socialista no cejó en su estrategia de acoso y derribo de la «podrida democracia liberal» que sustentaba la Segunda República; y que sus líderes más autorizados no vacilaron en vilipendiar el Parlamento y en preconizar la instauración de una dictadura del proletariado.

¿Son éstos los motivos de «orgullo y satisfacción» que nos brinda aquella etapa siniestra? Estas celebraciones mentecatas que hoy nos mantienen entretenidos, ¿no prefigurarán algo mucho más grave, cuya magnitud aún no logramos, o no nos atrevemos a atisbar?

 

domingo, 16 de abril de 2006

La Familia Real en la Misa de Pascua

 
 
Los Reyes, los Príncipes de Asturias con la Infanta Leonor, los duques de Lugo con sus hijos y los duques de Palma con los suyos han asistido a la misa de Pascua oficiada en la catedral de Palma por el obispo de Mallorca, Jesús Murgui.
Poco después del mediodía, Don Juan Carlos y Doña Sofía llegaron a la seo mallorquina en un vehículo conducido por el Rey al que seguía el automóvil en el que viajaban Don Felipe, Doña Letizia y la Infanta Leonor, que su madre mostró a los reporteros gráficos y al numeroso público congregado cuando bajó del coche.
 
 
Detrás llegaron a la puerta principal de la catedral la Infanta Elena, Jaime de Marichalar y los hijos de la pareja: Felipe Juan Froilán y Victoria Federica.
En el último vehículo de la comitiva iban la Infanta Cristina, Iñaki Urdangarín y sus cuatro hijos: Juan Valentín, Pablo Nicolás, Miguel y la pequeña Irene.
 
La Familia Real, que pasa unos días de descanso con motivo de la Semana Santa en su residencia de Marivent, posó durante unos minutos para los numerosos fotógrafos y cámaras de televisión que aguardaban su llegada a la misa de Resurrección en la catedral, una ceremonia a la que tradicionalmente asisten los Reyes y sus hijos en Palma.
A la sombra de la puerta de la Almudaina del templo gótico mallorquín aguardaban el obispo, Jesús Murgui, y los miembros del cabildo catedralicio, que saludaron a los Reyes, a los Príncipes y a los duques de Palma y Lugo.
También los niños más mayores saludaron a Murgui mientras el público congregado en torno a la catedral, cientos de personas, principalmente turistas, aplaudía y saludaba a la Familia Real, que entró después a una abarrotada seo para seguir el oficio religioso desde los reclinatorios situados frente al altar mayor.
Al concluir la misa, la Familia Real salió de nuevo por la puerta principal y recibió calurosos vítores mientras sus miembros se despedían del obispo y el cabildo y saludaban a las personas congregadas.
Los Reyes se trasladaron a Palma durante esta semana para pasar unos días durante la Semana Santa, época en la que es habitual su presencia en Mallorca.
El pasado viernes, la Reina presidió el acto de entrega de premios de la trigésimo séptima edición de trofeo de vela SAR Princesa Sofía-Mapfre, que disputaron en la bahía de Palma casi 1.500 regatistas de 39 países.

Mi orfandad monárquica

ANTONIO ROYO VILLANOVA
ABC

En estos momentos de entusiasmo republicano creo un deber de conciencia ratificar sinceramente mi fe monárquica. Un imperativo moral ineludible me impulsa a re-doblar mi adhesión a la Monarquía, ahora precisamente que la Monarquía no me puede ya dar nada. Pero aunque pudiera prescindir de mis antecedentes, aunque pudiese borrar las humildes, pero constantes actuaciones de mi vida pública, aunque pudiese prescindir mi modesta historia (de la que no me siento prisionero, sino de la que es-toy orgulloso), una invencible repugnancia me impediría hacerme republicano a la hora del triunfo. Bajo la República, como bajo la Dictadura, quiero seguir siendo un hombre modesto, leal y honrado que se siente más amigo en la adversidad.

Pero al querer seguir siendo monárquico, no he de negar que experimento una triste sensación de desamparo y de orfandad. No tengo maestro que me adoctrine, ni jefe que me dirija, ni pastor que me guíe. Miro en mi derredor, y sólo advierto indiferencia, frialdad, atolondramiento y cobardía. Ese ambiente ha sido el principal culpable de que haya quedado vacío el Palacio Real.

¿Qué es lo que, en definitiva, ha pasado en España? No es que los republicanos hayan traído la República. Es que desde el 13 de septiembre de 1923 los monárquicos han estado haciendo todo lo posible por derribar a la Monarquía. Por eso yo sostendré siempre con entera convicción que la Monarquía no ha fracasado en España; quienes han fracasado han sido los monárquicos. Si D. Alfonso de Borbón hubiese sido Rey de Inglaterra, de Holanda, de Bélgica o de Dinamarca, seguiría en su Trono. Si Jorge V hubiese reinado en España, con los monárquicos que aquí se estilan... y con este publiquito, probablemente hubiese tenido que emigrar antes que D. Alfonso.

Es evidente que la Dictadura había dejado en descubierto a la Corona, sin el doble embalaje con que defiende a los Monarcas constitucionales un Gobierno responsable y una mayoría parlamentaria. Es notorio que lo poco bueno que hacía la Dictadura se le atribuía a Primo de Rivera, y de todo lo malo se le echaba la culpa al Rey. No hay posibilidad de reinar en ese ambiente. En esos momentos me aventuré a querer dar un consejo a la Corona. Un ilustre hombre público tachó mi propuesta de disparatada. Ni ese político ni los que pensaban así se podían llamar monárquicos. Eran, como casi todos los hombres de la Monarquía, realistas en el Poder y republicanos en la oposición; monárquicos, nunca. Cuando estaban en el Gobierno adulaban al Rey, pero quemaban su retrato si les arrojaban del Poder. Creían que la opinión del pueblo era cosa despreciable. No eran monárquicos como Riego, ni como Espartero, ni como O´Donnell, ni como Prim, que subordinaban la Monarquía a la soberanía nacional. En cuanto hablaron Sánchez Guerra, y Melquiades Álvarez, y Alcalá Zamora, y Osorio y Gallardo, la impopularidad del Rey se hizo muchísimo mayor. Vino luego la solución de los constitucionalistas, que, sobre tardía, era incongruente.

Y con la misma perspicacia del que asó la manteca se les ocurrió que con una sencilla reforma constitucional podía seguir reinando el mismo Monarca a quien habían acusado, vilipendiado y escarnecido. Fueron más lógicos y más francos D. Niceto Alcalá Zamora y D. Miguel Maura...

Durante la Dictadura he dicho muchas veces que para mí, como para Cánovas y para Castelar, lo primero es la Patria; lo segundo, la Libertad, y lo tercero, la forma de Gobierno; que Castelar, republicano, ayudó a defender la libertad dentro de la Monarquía, para que los monárquicos, si llegaba el caso, ayudasen a defender el orden dentro de la República. Que Cánovas, monárquico y alfonsino, durante todo el período revolucionario ayudó a los gobiernos para defender la libertad contra los carlistas y para defender el orden contra los cantonales.

Uno de los problemas que ha de resolver el actual Gobierno es el de Cataluña, y yo espero que Alcalá Zamora, y Lerroux, y Miguel Maura, y todos los ministros, puesto que a todos los tengo por defensores de la unidad nacional, sabrán refrenar las demasías separatistas del Sr. Maciá.

Para eso y para defender el orden y la libertad seré con mi modesta pluma un devoto ministerial del Gobierno de la República. Y creo que lo mismo que yo deben hacer todos los monárquicos que, antes que nada, se sientan españoles. Pensemos en nuestros deberes para con la Patria y tengamos en cuenta que si la República sucumbiera ante una guerra separatista, una revolución comunista, o una convulsión sindicalista, lo que vendría a España no sería la restauración monárquica, sino la intervención extranjera.

25 de abril de 1931

viernes, 14 de abril de 2006

Aquel 14 de Abril

El 13 de abril España se había acostado monárquica y el 14 se levantó republicana. Don Alfonso XIII decidió suspender el Poder Real y partió al exilio. Hoy, cuando se cumplen 75 años del cambio de régimen, el historiador Ricardo García Cárcel analiza aquellas horas dramáticas

  

POR RICARDO GARCÍA CÁRCEL
ABC

La caída de la Monarquía de Alfonso XIII empezó en septiembre de 1923 con la Dictadura de Primo de Rivera. Aunque tengan razón Seco y Tusell al negar la implicación del rey en el golpe, como ha escrito Mercedes Cabrera: «El hecho es que recibió el juramento de Primo de Rivera como presidente del Directorio como si de un relevo más en el Gobierno se tratara».

Con la Dictadura, la Monarquía constitucional dejó de existir y nunca consiguió Alfonso XIII superar la desconfianza de la clase política derivada de aquella experiencia. La sombra de aquel pecado, si no de complicidad complaciente, sí al menos de pasividad inconsciente, marcó la trayectoria posterior de la Monarquía y constituyó una hipoteca terrible para la misma. Después, vendría el error Berenguer, diagnosticado así por Ortega, cometido por el general al que encargó el gobierno Alfonso XIII tras la dimisión de Primo de Rivera: Dámaso Berenguer, el responsable último de Annual, el hombre que ejercería la llamada «dictablanda». Consistió, según Ortega, en «tratar de hacer como si aquí no hubiera nada radicalmente nuevo», creyendo que «los españoles pertenecen a la familia de los óvidos, en la política son gente mansurrona y lanar», en definitiva, considerar que «aquí no ha pasado nada» y actuar con el referente del monarquismo previo a 1923, reconstruyendo el viejo caduco sistema caciquil y oligárquico de la Constitución de 1876. El artículo demoledor de Ortega, de noviembre de 1930, acababa así: «Como eso es un error, somos nosotros y no el régimen mismo, nosostros, gente de la calle de tres al cuarto y nada revolucionarios, quienes tenemos que decir a nuestros ciudadanos: españoles, vuestro Estado no existe. ¡Reconstruidlo! Delenda est monarchia».

Aznar, la única opción del Rey

Un mes después del artículo se producía el pronunciamiento militar de Galán y García Hernández en Jaca. Su fracaso y la ejecución de sus líderes otorgaría a la República sus protomártires y acomplejaría más aún a los monárquicos. Unos, indecisos como Alba o Cambó -éste además gravemente enfermo de cáncer-; otros, despechados como Sánchez-Guerra, otros protagonizando defecciones flagrantes como Alcalá Zamora o Miguel Maura. Don Juan Bautista Aznar, un almirante, político de bajo perfil (Maura dijo de él que procedía geográficamente de Cartagena y políticamente de la luna), sería la única opción como presidente encontrada por el Rey tras la dimisión de Berenguer en febrero de 1931, tras una ansiosa exploración entre sus presuntos leales con varias negativas sangrantes. Se establecía por primera vez la distinción entre monarquismo y alfonsismo.

En el Gobierno Aznar mandaba Romanones sobre un auténtico puzle de fuerzas monárquicas supervivientes de la Restauración. El Gobierno de concentración no dejaba alternativa alguna al dilema disyuntivo: Monarquía o República. La primera iniciativa del nuevo Gobierno fue la convocatoria de elecciones municipales para el 12 de abril. Ningún monárquico previó una consecuencia negativa. Y llegaron las elecciones. Se computaron 22.150 concejales monárquicos frente a 5.775 republicanos. Sólo en ocho provincias el número de concejales republicanos era superior al de monárquicos.

Hecatombe del voto monárquico

Pero tras las cifras globales había una realidad: la hecatombre del voto monárquico en las capitales de provincia. Sólo en 7 ( Lugo, Vitoria, Pamplona, Soria, Ávila, Cádiz y Palma) habían ganado los monárquicos. En Madrid, el triple de votos republicanos que monárquicos. En Barcelona, el cuádruple. La opinión pública urbana había triunfado sobre las inercias del viejo sistema. El hundimiento moral de la monarquía fue total.

Aznar, abatido, dijo aquello de que «España se había acostado monárquica y levantado republicana». Berenguer escribía un telegrama la misma noche del día 12 a los capitanes generales pidiendo se atuvieran «al curso lógico de la suprema voluntad nacional». No era un plebiscito, pero no ya los republicanos, sino los monárquicos, lo vivieron como tal. Gabriel Maura hizo el día 13 gestiones con su hermano Miguel ante el comité republicano de cara a algún compromiso, que ya no era posible.

Los ministros del Gobierno presentaron la dimisión al Rey el día 13 a las cinco y media de la tarde. Sanjurjo, al frente de la Guardia Civil, se presentó ante Miguel Maura, dándole el tratamiento de ministro en tanto que miembro del Gobierno Provisional de la República. El día 13 fue un día loco de maniobras y contactos por parte del Rey. Por la mañana, aún creía él que «hay varios caminos». Entre otras gestiones llamó a Cambó que, pese a estar con fiebre alta, se fue a Madrid, llegó la mañana del día 14 y en el hotel Ritz se enteró de cómo estaba la situación. Optó por no encontrarse con el Rey y cogió el tren para Francia. Romanones, como Maura, intentó ganar tiempo ante el comité republicano, entrevistándose con Alcalá Zamora en casa de Marañón. El Rey estaba dispuesto a dar paso a las Cortes constituyentes, suspendiendo sus poderes y ausentándose del país. Infructuoso. Los republicanos estaban exultantes y no aceptaban transacciones. El Rey ni podía continuar reinando ni podía abdicar.

El día 14 el Rey recibió a sus ministros, uno a uno, y les comunicó su voluntad de marcharse. Sólo La Cierva le instó a hacer frente a la situación y a que «se mantenga fiel a la patria y valerosamente afronte las dificultades actuales». El Rey le respondió que «yo no puedo consentir que con actos de fuerza para defenderme se derrame sangre y por eso me aparto de este país». Al ministro Ventosa le dijo también: «Yo tengo la sensación de que he perdido, aunque sea inmerecidamente, el amor de mi pueblo. Esto es una realidad y a ello hay que atenerse».

El Rey convocó su último Consejo de Ministros para las cinco de la tarde. A esas alturas España ardía de fervor republicano. Varios ayuntamientos se habían adelantado a proclamar la República en la madrugada del día catorce (Éibar, Oviedo, Sevilla, Valencia, Zaragoza). Companys en el balcón del Ayuntamiento de Barcelona había declarado a la una y media de la tarde: «En nombre del pueblo de Cataluña proclamo el Estado Catalán bajo el régimen de una República Catalana». Macià ratificaría esta proclamación minutos más tarde. La República catalana dentro de la Confederación Ibérica...

La euforia impedía valorar la trascendencia de la proclamación. La movilización popular fue extraordinaria. Ucelay ha hablado del «golpe invisible» de los republicanos. El monopolio de la calle. Miguel Maura dijo: «Nos regalaron el poder que nosotros no hicimos sino recoger en nuestras manos, a quien los del Gobierno habían dejado caer en medio del arroyo». El regalo no fue tan ingenuo. Hubo sus intentos de proclamar la ley marcial de una parte y de otra, hubo consignas insurreccionales la tarde del día 14 para hacer irreversible la situación. La rebelión de las masas de Ortega. Una rebelión menos espontánea de lo que creíamos, según las últimas investigaciones. En cualquier caso, la España de las provincias se impuso sobre el Madrid oficial que quedó desbordado.

En el último Consejo de Ministros se leyó el manifiesto de despedida del Rey redactado por Gabriel Maura: «Quiero apartarme de cuanto sea lanzar unos compatriotas contra otros en fratricida guerra civil... Suspendo deliberadamente el ejercicio del poder real y me aparto de España». En la tarde de ese día 14 de abril, en Madrid, desde el balcón del Ministerio de la Gobernación (la histórica Casa de Correos) había sido proclamada la República. A las nueve menos cuarto de la noche una comitiva regia de tres coches abandonaba el Palacio de Oriente por la Casa de Campo, rumbo a Cartagena. Poco después de las cuatro de la madrugada, en el crucero Príncipe Alfonso salía el Rey de Cartagena hacia un destino que sería definitivo, aunque Alfonso XIII echando mano de sus reservas optimistas al desembarcar en Marsella dijo que: «Será una tormenta que pasará rápidamente».

La tormenta no pasó rápidamente

No pasó tan rápidamente. Tuvieron que pasar más de cuarenta años, con una guerra civil por medio, para que la Monarquía volviera. La soledad y el aislamiento de Alfonso XIII en las últimas horas de la Monarquía se prolongaron a lo largo de su exilio. Su dignidad, en cualquier caso, fue incuestionable y ha sido reconocida por sus propios adversarios. Aquella imagen patética del Rey desterrado en París, pocos días después de su llegada, que describió Cambó, no deja de impresionar: «Yo iba al Meurice, a visitar a una familia amiga. En un rincón del hall vitré, detrás de una mesa, estaba sentado Don Alfonso: solo, sin la compañía de un libro, de un diario, de una copa. Al cabo de hora y media, don Alfonso continuaba igual, sentado detrás de la misma mesa, ¡Sin un libro, ni un diario, ni una copa!».

En la hora de la memoria de los setenta y cinco años de la llegada de la República, sería muy saludable un ejercicio de reflexión autocrítica del monarquismo de este país acerca de por qué cayó Alfonso XIII, que no implique la evasión de responsabilidades propias. Como constituiría, asimismo, una terapia muy deseable que la izquierda debatiera a fondo, sin renunciar de entrada a la autocrítica, sobre las razones por las que cayó la República, más allá de la lógica adjudicación de la culpa a un militar golpista llamado Francisco Franco. El simplismo, con su halo narcisista, a la hora de seleccionar el espejo histórico en el que mirarse, es un vicio muy frecuente entre los políticos. Los historiadores deberíamos recordar que los espejos históricos nunca son planos y que las imágenes que nos transmiten deberían invitarnos siempre más a la autocrítica que a la autocomplacencia.

Mayo de 1931: entrevista de Alfonso XIII en ABC

Publicamos a continuación íntegramente la histórica conversación que Juan Ignacio Luca de Tena mantuvo con el Rey en Londres y que apareció en ABC el 5 de mayo de 1931

  

JUAN IGNACIO LUCA DE TENA

El ambiente de un hotel londinense, ni tan modesto que pueda desentonar con la categoría del huésped egregio que lo habita, ni tan excesivamente lujoso que lo asemeje a esos grandes palaces cosmopolitas llenos de ruidos, en los que bailan de madrugada todos los rastacueros de Europa y donde se hospedan los americanos del Norte. Es un hotel señorial, silencioso, sin orquestas de jazz, y en cuyo hall, de una noble sencillez británica, las conversaciones se deslizan a media voz. En este hall, desde las diez de la noche, espero treinta minutos con impaciencia no exenta de emoción. Subo poco antes de la hora que el Señor se ha dignado fijar para recibirme. Al final del tramo de escalera correspondiente al segundo piso hay un largo pasillo blanco y estrecho, con puertas numeradas. Me parece desierto. Voy a una audiencia en la que ya no hay que pasar por guardias alabarderos, gentileshombres ni ayudantes de servicio. Junto a una de las puertas numeradas, ante la que me detengo indeciso, surge un pequeño botones del hotel, que, después de enterarse de mi nombre, me dice con la misma sonrisa amable que hubiera usado hace algunas semanas un grande de España:

-His Majesty is waiting (Su Majestad le espera.)

Y con un llavín abre la puerta. Detrás de ella, vestido de smoking, en pie, esperándome, efectivamente, se halla el Rey.

-¿Cómo estás? ¡Cuánto tiempo sin vernos!

Su mano izquierda se ha posado sobre mi hombro mientras su diestra estrecha la mía. Y repite en otras palabras:

-Hacía varios meses que no te veía.

Es verdad. Hace meses. Mi monarquismo no ha gustado nunca de frecuentar las antecámaras. ABC ha defendido siempre la Monarquía española y a la persona del Rey sin recibir ninguna sugestión. Y durante estos últimos meses, en que la campaña ha sido más intensa, con intención de evitar lo que a la postre ha sido inevitable, ni siquiera he visto al Rey. Sé que en algunas contadas ocasiones mi opinión no le ha gustado. Recuerdo ahora que cierta vez alguien me dijo, comentando un artículo de ABC: «Usted, por lo visto, ignora que el Rey piensa de otro modo». Yo le contesté: «Y usted que ABC es monárquico con mi criterio, no con el criterio del Rey». Lo cual no quiere decir que en aquella ocasión fuese mi criterio el acertado; pero viene a cuento de las habladurías de muchos necios que creían o fingían creer poco menos que yo iba diariamente a Palacio para recibir órdenes. Ahora, pasadas las primeras semanas de la República, cuando mi ausencia de Madrid no puede interpretarse torcidamente, me he apresurado, sin tapujos, a salir de España para cumplimentar al Rey.

Aún estamos en pie, cerca de la puerta que acaba de cerrarse, cuando por otra aparece la silueta fina, juvenil y vigorosa del Infante Don Juan. El Rey, con un dejo de ternura en la voz y la expresión de su madrileñismo castizo, me lo señala diciendo:

-Ahí tienes al crío... Mañana me lo llevo al colegio naval de Dartmouth a que continúe sus estudios. Para él representa un gran sacrificio, pues la carrera de marino inglés es durísima. Pero el muchacho va con un gran espíritu. Te agradeceré que lo digas si tienes ocasión.

El Infante me ha saludado y vuelve a marcharse. Quedo solo con el Rey, y mi expectación aumenta ante la incertidumbre y la trascendencia indudable de cuanto puede decirme.

-Siéntate, ¿quieres? El primer español que llega aquí para verme eres tú. Te lo agradezco mucho.

Y a continuación, las preguntas, numerosas y rápidas, que, por el tono en que son enunciadas, suenan a nostalgia de la Patria lejana: «¿Qué día saliste de Madrid?» «¿Cómo está aquello?» «Tranquilidad absoluta, ¿verdad?» «¿Crees que arreglarán lo de Cataluña?» «¿Cómo se desenvuelve el Gobierno?»

Y cuando, con entera lealtad, he contestado a estas preguntas, el Rey adopta un gesto más grave, sacude con el índice de su mano izquierda la ceniza del cigarrillo y me dice, consciente de la importancia de sus palabras:

-Estoy decidido, absolutamente decidido, a no poner la menor dificultad a la actuación del Gobierno republicano, que para mí, y por encima de todo, es en estos momentos el Gobierno de España. Quiero que lo digas, quiero que lo sepan todos, los monárquicos y los republicanos, cualesquiera que sean las interpretaciones torcidas que la pasión pueda dar a mis palabras. Soy sincero, y mi actuación futura demostrará la lealtad con que voy a cumplir este propósito. Los monárquicos que quieran seguir mis indicaciones deben no sólo abstenerse de obstaculizar al Gobierno, sino apoyarse en cuanto sea patriótico. En Zamora dije en un discurso que por encima de las ideas formales de República o Monarquía está España, y ahora no tengo sino que repetir aquellas palabras. Te extrañará oírme hablar así, ¿verdad?

-No me extraña, Señor, porque estoy seguro de conocer a Vuestra Majestad y sé de su patriotismo como no lo saben muchos españoles de buena fe que aún están influidos por una campaña inicua de difamación personal.

-Pues yo quiero diferenciarme de los que así han procedido. Durante el último año de mi reinado se ha puesto a mis Gobiernos toda serie de dificultades. Al contrario de lo que otros hicieron, yo no aprobaré jamás que se excite al pueblo contra las autoridades y sus agentes ni que se especule con desdichas de la Patria para desprestigiar al nuevo régimen. No quiero que los monárquicos exciten en mi nombre a la rebelión militar. Hasta mí han llegado noticias de que muchos militares se negaban a prestar la adhesión a la República que les exigían. A cuantos he podido les he rogado que la presten. La Monarquía acabó en España por el sufragio, y si alguna vez vuelve ha de ser, asimismo, por la voluntad de los ciudadanos.

-Algunos periódicos, Señor, han dicho, comentando el documento con que Vuestra Majestad se despedía de España, que pretendía encender con él la guerra civil.

El Rey tarda en contestar:

-¡Es triste! -dice al fin-. Yo he salido de España después de redactar ese documento, pensando precisamente en evitar una guerra civil. Las elecciones municipales, jurídicamente consideradas, tienen un simple alcance administrativo; pero yo me di cuenta de que, tanto los republicanos como los monárquicos, le habían concedido importancia plebiscitaria, y por eso tomé la resolución de irme, en prueba de mi respeto a la voluntad nacional, inclinándome ante ella y rechazando los ofrecimientos que se hacían para constituir un Gobierno de fuerza que mantuviese el orden público hasta que se celebrasen las elecciones a Cortes. Considero que contra el sufragio del pueblo no podía defender a tiros la Monarquía, como se reprime un foco de rebelión militar. Salí de España respetando su voluntad, pero por la mía, ya que nadie tenía derecho a exigirme descender de mi trono mientras las Cortes no proclamen la República. Las elecciones municipales podrían haber expresado la voluntad de la nación, pero su soberanía corresponde al Parlamento. Ya sabes por qué me marché: para evitar la sangre en las calles. Y ya sabes, también, por qué no abdiqué: mis derechos a la Corona de España pertenecen a mis antepasados y a mis descendientes; no son únicamente míos, y sólo ante la soberanía nacional representada en las Cortes pueden resignarse. Pero ahora, ya lo has oído, quiero que los monárquicos sepan que mi deseo es no crear dificultades a este Gobierno provisional, que es el Gobierno de España.

-Pero hay, Señor -me atrevo a decir-, una corriente de opinión monárquica difusa que no se puede abandonar, que es preciso encauzar con dirección y con propaganda eficaces. Es necesario de todo punto organizar esa opinión.

-Yo no puedo oponerme a ello. Pero si en Madrid se organiza un Comité central, una Junta, o como quiera llamársele, con fines electorales, yo les ruego que actúen públicamente y que, sin perjuicio de propagar con el mayor entusiasmo, pero legalmente, sus convicciones monárquicas, manifiesten su propósito de no crear dificultades al Gobierno español e incluso.., apunta esto para que repitas mis propias palabras -y me dicta despacio-: E incluso estar con él para todo lo que sea defensa del orden y de la integridad de la Patria.

-Procuraré, Señor, que las cosas se hagan conforme a la voluntad de Vuestra Majestad. Al menos, transmitiré sus deseos.

Aún sigo escuchando al Rey mucho tiempo. Habla siempre de España, de sus amarguras sufridas. Y en toda la charla, ni un solo reproche para nadie, ni una frase reveladora de odio o animadversión. Elogia la orientación de uno de los actuales ministros que con más saña le han agraviado en mítines y conferencias. Para algunos republicanos recientes, que hace un mes todavía le adulaban, tiene frases de disculpa. Y unas palabras de emocionada efusión para el político íntegro que, si hace poco más de un año le combatió con dureza, sin prever seguramente la trascendencia e influencia en su opinión de sus imprudentes frases, ahora, al proclamarse la República, no ha sabido correr, como tantos otros, «en socorro de los vencedores».

Le hablo al Rey de unos cuantos hombres que visten un glorioso uniforme y están dispuestos a servir al régimen constituido recientemente con la misma lealtad que sirvieron a la Monarquía, de quienes sé que al quitarle las coronas del cuello se las han hecho coser dentro de la guerrera, sobre el corazón. Y al oírlo el Rey, se llenan de lágrimas sus ojos.

-No me choca -dice simplemente.

Después, en el transcurso de la conversación, me hace elogio cumplido del nuevo embajador de España en Londres, D. Ramón Pérez de Ayala, de quien ha leído varios libros y numerosos artículos.

Y al final de nuestra charla:

-Podré haberme equivocado alguna vez; pero en mis posibles errores sólo he pensado en el bien de España. Acepté el hecho consumado de la Dictadura porque creí que ésa era la voluntad de la mayoría del país, cuando la pedían a gritos y la recibieron con alborozo los mismos que años después me han acusado injustamente de haberla traído. La sustituí por un Gobierno constitucional, dispuesto a que el país se manifestase en los comicios, cuando comprendí que lo reclamaba la opinión pública. Y no me he resistido a abandonar España, haciendo por ella el mayor sacrificio de mi vida, al comprobar que España ya no me quería. Sería muy triste no esperar ahora que la Historia alguna vez me hará justicia.

Han pasado más de dos horas. Hemos consumido durante ellas el contenido de la pitillera real. Su Majestad se pone en pie, señal protocolaria de que la audiencia ha terminado.

-Dame un abrazo. ¡Y adiós!

Con una emoción que no podrán comprender los que sean incapaces de sentirla, y que podrá ser calificada mañana en algunos periódicos de fina sensibilidad con la consabida frase, tan original como delicada, de «lágrimas de cocodrilo», salgo del sencillo saloncito donde fui recibido. Allí queda el hombre que, por voluntad de España, puede dejar de ser Rey, pero que hasta su muerte, porque contra las condiciones humanas no pueden nada las campañas de difamación, ni siquiera el sufragio universal, seguirá siendo un caballero.

Y mientras atravieso nuevamente el largo pasillo, blanco y estrecho, con puertas numeradas, acuden a mi memoria las palabras de un autógrafo regio que recibí en fecha aciaga de mi vida, el 15 de abril de 1929: «Tú has perdido a tu padre, y España a un patriota dispuesto siempre a defenderla, aun a costa de su vida e intereses. El afecto que sentía por él, a ti lo transmito, seguro de que seguirás su camino».

Señor: Yo sería indigno hijo suyo si no lo siguiera. El 15 de abril de 1931, día memorable en la historia de España, fecha de su segundo aniversario, pasé una hora junto a su tumba y estoy seguro de que su espíritu me dictó nuevamente el camino. ABC permanece donde estuvo siempre: con la libertad, con el orden, con la integridad de la Patria, con la Religión y con el Derecho, que es todavía decir, en España, con la Monarquía Constitucional y Parlamentaria.