viernes, 23 de marzo de 2007

Republicanos de nueva planta

Por VALENTÍ PUIG

ABC

EL republicanismo es hoy en España como esas palmeras de origen exótico que algunos ayuntamientos plantan en los paseos marítimos. Por lo general, no arraigan y las brigadas municipales periódicamente tienen que sustituirlas con nuevas cepas. En este caso, el gasto es asumido por los contribuyentes. De vez en cuando aparecen algunas banderas, panfletos de calidad varia, exabruptos de Esquerra Republicana, francotiradores de salsa rosa, intelectuales dispersos con más inercia ideológica que sentido histórico, algún esqueje programático del zapaterismo. Mientras tanto, el estado de la opinión pública se muestra impertérrito, valorando una y otra vez a la Corona como el valor más apreciado incluso o -tal vez- a pesar de la época de incertidumbres.

La salida más oportuna resulta ser identificarse con el «juancarlismo», lo cual viene a ser una excusa -buena, sea deliberada o vergonzante- para justificar con la boca chica el arraigo de la monarquía desde la Transición y una manera de aceptar a la Corona sin aquilatar debidamente sus beneficios inmediatos y seculares. Vale más eso que nada, pero intelectualmente no deja de ser un apaño. Tiene hoy la monarquía española todas las legitimidades que se puedan reclamar, un prestigio internacional asentadísimo y la suma de dos elementos argumentales: el monarquismo de razón y la monarquía incrementada por el aval de la experiencia histórica de todos. Las lecciones de la experiencia dan un poso definitivo a la institución y la revalidan todos los días, incluso en los territorios de España en los que se supondría la existencia de sectores más reacios.

Las transiciones generacionales dan fe de esa consistencia, de hasta qué punto la monarquía es el zócalo que ha garantizado la convivencia hispánica en las fases de mayor tensión, tanto territorial como en el caso del 23-F, tanto frente a los brotes ocasionales de republicanismo como frente a esa indiferencia ambiental que es característica de las sociedades que digieren positivamente las consecuencias de un buen crecimiento económico. No es causal que las disquisiciones teóricas sobre las ventajas del republicanismo frente a la monarquía procedan no pocas veces de núcleos universitarios, porque es sabido que la gran parte de la universidad española, desafortunadamente, diserta en un vacío ajeno a la realidad social y moral de España.

Nunca faltarán en nombre de la discrepancia crítica los republicanos de nueva planta, aunque sus razones de ser ostenten el deterioro conceptual de las inercias de vieja planta. Así se cimbrean, se ajan y finalmente caducan las palmeras exóticas hasta que la jardinería municipal procede al trasplante. En el empuje tan mayoritario del juancarlismo, añadido a la raigambre histórica, alcanza su sentido de efectividad histórica la monarquía hasta ir adquiriendo una consistencia que transfiere a la continuidad sus razones de pervivencia. No cuesta mucho entenderlo.

La Corona ha presidido un cambio sustancial en la capilaridad política, con hitos de tanta envergadura como el ingreso en la Alianza Atlántica y en la entonces Comunidad Europea. Con anterioridad, inspiró los mejores afanes de la transición democrática y del consenso de 1978. Pero la España remozada ya no es una estricta ilusión, sino una construcción de la realidad. En el debate sobre el accidentalismo o la sustancialidad de los regímenes, la posición de los republicanos de nueva planta es más bien anecdótica. Discutir sobre si la monarquía sale más barata o más cara que la república es una discusión de sala de billar ateneísta. Donde los republicanos de nueva planta ven una restricción de la voluntad soberana de los ciudadanos, los usos de la monarquía han sido -por el contrario- garantes de libertad.

Lo que hemos comprobado es que la Corona es el sello ancestral que lacra el sobre que contiene las reglas del juego de la democracia y el Estado de Derecho. Luego, claro está, la sociedad vive abiertamente sus discrepancias. Dedicado a construir relojes en Yuste, Carlos I comprendió que no podía pretender que sus súbditos marchasen al unísono si no lo lograba con sus aparatos de relojería. Los equilibrios y contrapoderes del sistema democrático ajustan hoy nuestro sistema institucional, incluso en los momentos de mayor crispación. Décadas de experiencia monárquica convencen a la ciudadanía de que, por irracional que pueda parecer, la Corona es la clave de bóveda más razonable para proseguir conviviendo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El republicanismo en España es la ignorancia de nuestra Historia, el desconocimiendo de nuestro presente y la mirada al ombligo para nuestro Futuro. La Monarquía que encabeza hoy nuestro Rey Juan Carlos es la Institución que mejor y más económicamente representa los intereses y la diplomacia de España tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. El papel de los reyes es hoy algo que la ignorancia de los republicanos no alcanza o no quiere alcanzar a ver. Nunca podremos pagar suficientemente el papel que el Rey ha desempeñado y desempeña en la España de hoy. ¡¡¡VIVA ESPAÑA y VIVA EL REY!!!