martes, 31 de julio de 2007

Vacaciones de la Familia Real

 
Reporta fotográfico de El País sobre las vacaciones de la Familia Real
 
 
 

El bautizo de mar de Sofía

La Princesa de Asturias sostiene a la pequeña Sofía en sus brazos. (Foto: REUTERS)
 
EFE

PALMA DE MALLORCA.- La Infanta Sofía, la segunda hija de los Príncipes de Asturias, ha vivido este martes, recién cumplidos los tres meses, su primer paseo en barco en aguas de la bahía de Palma.

El bautizo de mar de la pequeña se ha producido a bordo del barco 'Somni', donde viajaba con su abuela, la Reina, su madre, la Princesa de Asturias, y su hermana mayor, Leonor, de 22 meses.

Doña Sofía y la Princesa y las dos hijas de ésta se trasladaron en barco a varias millas de la costa de Palma para presenciar la regata de la segunda jornada de la XXVI Copa del Rey de Vela en la que participan el Rey, en el velero 'Bribón', y Felipe de Borbón, embarcado en el 'CAM'.

Antes de que empezara la prueba, que se retrasó alrededor de una hora, el 'Somni' se acercó al campo de regatas.

En la bañera del barco estaban sentadas la Reina y la Princesa, vestidas con los polos de la competición, y pendientes de la Infanta Leonor que, atenta a todo lo que ocurría a su alrededor, se quitaba constantemente la gorra rosa que le protegía del sol.

Letizia Ortiz, al ver las embarcaciones en las que iban algunos medios de comunicación, entró en el camarote y salió con la pequeña Sofía en brazos. Estaba completamente dormida. Ni el sol, ni las olas, ni la expectación que causó la consiguieron despertar. Parece que el nombre del barco, 'Somni', sueño en catalán, hizo efecto en la pequeña.

La Princesa estuvo pendiente en todo momento de su segunda hija, a quien evitaba que le diera el sol y le colocaba el gorrito blanco que la protegía. A su lado, la Reina hacía lo mismo con Leonor, que seguía quitándose el suyo.

Esta es la tercera vez que se ve públicamente a la Infanta Sofía, y la primera del verano mallorquín, después de las imágenes del bautizo en el Palacio de la Zarzuela, el pasado 15 de julio, y su presentación el 4 de mayo en las puertas de la clínica madrileña donde nació el 29 de abril.

Junto al 'Somni' pasó el 'CAM', con el Príncipe a la caña. Don Felipe saludó con la gorra en la mano a sus hijas, su esposa y su madre. También se acercaron a ver al Rey que, a los mandos del 'Bribón', se preparaba para el comienzo de la regata.

domingo, 29 de julio de 2007

Boda en la Familia Real Inglesa

Habemus boda en Buckingham Palace, pero no es uno de los hijos de Carlos de Inglaterra quien pasa por el altar, sino su primo Peter Phillips, hijo de la princesa Ana de Inglaterra. El joven contraerá matrimonio con su novia canadiense Autumm Kelly, de 31 años, según ha informado la casa real británica, que todavía no ha confirmado la fecha del enlace. Peter Phillips, de 29 años y nieto mayor de la Reina, conoció a su novia, de 31, durante el Gran Premio de Fórmula Uno de Montreal del 2003, y actualmente vive con ella en una cabaña en los terrenos de la residencia campestre de su madre, en Gloucestershire.

sábado, 28 de julio de 2007

Nuevo récord de Isabel II

Nuevo récord de Isabel II
 
Asus 81 años, la Reina de Inglaterra sigue acumulando récords. Es el primer Monarca reinante en poder celebrar el sexagésimo aniversario de su boda. Aunque aún quedan unos meses hasta la fecha del 20 de noviembre, Su Majestad ha querido anticiparse a la fecha con una exposición en el Palacio de Buckhingham, abierto en verano a los visitantes, con el vestido y las joyas que llevó en aquella ocasión y parte de regalos que recibió.
La tiara real puede no ser muy del agrado de alguna fotógrafa norteamericana, de acuerdo con las palabras que recientemente tuvieron Isabel II y Annie Leibovitz, pero la Reina guarda un especial aprecio hacia la que sostuvo en la cabeza el día de su boda, cuando tenía 21 años. Hecha de diamantes que pertenecieron a la Reina Victoria, fue uno de los regalos que recibió de la Reina Madre para el casamiento.
En una vitrina, la tiara corona un velo de cuatro metros, inspirado en un dibujo de Botticelli sobre la Primavera y que pretendía simbolizar el renacimiento después de la guerra, algo muy apropiado para aquel 1947.
El velo cubre parte del vestido de novia, un rico tejido de seda adornado por Normal Hartnell, modisto de la Corte desde 1938, con pequeños cristales y diez mil diminutas perlas. Junto a él está el uniforme de teniente de la Royal Navy llevado por el príncipe Felipe, tal como ambas figuras aparecieron en aquel día ante el altar de la Abadía de Westminster.
La entonces Princesa Isabel fue obsequiada con 2.500 presentes, no todos objetos de oro y plata. Entre los regalos había 500 cajas de piñas, una lavadora eléctrica, una nevera, 76 pañuelos, 30 bufandas, 148 pares de medias, 38 bolsos, 24 pares de guantes y 16 camisones. Pero la exposición se ahorra tan prosaicos agasajos para centrarse en objetos de mucho más valor, entregados por personalidades como Mahatma Gandi, el Papa Pío XII, el presidente chino Chiang Kai Chek y el presidente norteamericano Harry S. Truman: porcelanas, broches, pendientes y alguna que otra tiara más.
No sólo es un recuerdo de lo material. La muestra también contiene vídeos documentales de la boda, que reflejan el entusiasmo popular con que se celebró.
«No podemos encontrar palabras para expresar lo que sentimos, pero al menos podemos ofrecer nuestro agradecimiento a los millones de personas que nos han dado este inolvidable acompañamiento en la entrada de nuestra vida matrimonial», dijo la Princesa Isabel cuando partía de luna de miel con su esposo hacia la residencia escocesa de Balmoral.
POR EMILI J. BLASCO
AP

lunes, 23 de julio de 2007

Fallece el último rey de Afganistán, Mohamed Zahir Shah

AGENCIAS

KABUL.- El último rey de Afganistán, Mohamed Zahir Shah, ha fallecido a los 92 años de edad a consecuencia de una larga enfermedad, anunció el presidente del país, Hamid Karzai.

Karzai lo ha anunciado en una rueda de prensa convocada por sorpresa sin especificar razón alguna.

Shah reinó en Afganistán desde 1933 hasta que fue destronado en 1973 por un golpe de Estado. A partir de ese momento se exilió en Italia hasta 2002, momento en que regresó a su país tras el derrocamiento del régimen talibán.

De la gran asamblea de consejeros, la Loya Yirga (asamblea de notables), recibió el título de "padre de la nación", pero en los últimos años el ex monarca no desempeñó ningún papel a nivel político y siempre dejó claro que no deseaba una restauración monárquica.

El rey Zahir desempeñó un importante papel al aglutinar a varios sectores de la población afgana implicados en la reconstrucción del país tras la caída del régimen talibán.

De etnia pastún, al igual que los talibanes, Mohamed Zahir Shah nació el 15 de octubre de 1914 en la capital afgana, donde cursó estudios, además de en Francia.

Con tan sólo 19 años accedió al trono después de que su padre, Nadir Shah, que sólo reinó tres años, fuera asesinado en 1933 por un estudiante hazarí.

El rey Zahir abrió una etapa de modernización tras la Segunda Guerra Mundial, en la que Afganistán fue un país neutral, y durante su reinado se promulgó la primera Constitución de la historia del país , que se aprobó en 1964.

El 17 de julio de 1973, mientras se encontraba en Italia recibiendo atención médica, el monarca fue derrocado por un golpe de Estado orquestado por su primo y cuñado, el ex primer ministro Mohammed Daud .

Daud proclamó la República y expulsó al rey, que se tuvo que exiliar en Roma y abdicar un mes más tarde.

Permaneció en el exilio italiano hasta 2002, cuando regresó a Kabul para inaugurar de la Loya Jirga que escogió a Hamid Karzai como presidente del país.

Casado con Homaira Shah, tuvo nueve hijos.

domingo, 15 de julio de 2007

El pasado regresa (El Rey, intérprete de la Nación)


ES característico de la política frívola desatender el pasado inmediato, ignorarlo, para crear la virtualidad de una felicidad social recuperada y sólida. Tal hace el Gobierno de Rodríguez Zapatero al esquivar, no sólo el enfrentamiento a los problemas más trágicos que surgen en el devenir colectivo, sino también las efemérides que nos explican como sociedad democrática. Escribió Ortega en La rebelión de las masas que «el pasado es por esencia revenant. Si se le echa, vuelve, vuelve irremediablemente. Por eso, su única auténtica separación es no echarlo. Contar con él. Comportarse en vista de él para sortearlo, para evitarlo. En suma, vivir a la altura de los tiempos con hiperestésica conciencia de la coyuntura histórica». El filósofo aconseja vivir, pues, con una conciencia sensible y dolorosa del momento presente y encarar lo que sucedió como condicionante de lo que ahora somos y nos ocurre.
Hace diez años se produjo el asesinato más bestial de los perpetrados por la banda terrorista ETA. Aquel crimen se comportó como una muesca imperecedera en la historia reciente de España y, sin embargo, el Gobierno de Rodríguez Zapatero ha acomodado su agenda evitando la «hiperestésica conciencia de la coyuntura histórica» y se ha hecho invisible e inaudible en la rememoración -diez años ya- del brutal atentado contra Miguel Ángel Blanco. Mientras buena parte del Gabinete se solazaba en Galicia a propósito del lanzamiento -mera repetición de otro anterior incumplido- de un paquete de medidas tecnológicas, Ermua recordaba -con los socialistas lejos de la familia de la víctima y sin representación del Ejecutivo- al joven que ETA asesinó el 12 de julio de 1997.
Y he aquí que cuando la omisión institucional horadaba la moral democrática de millones de ciudadanos, aparece el Rey y, de nuevo, interpretando a la Nación, con el lenguaje que la gente entiende y quiere que se emplee, recuerda el terrible evento «con especial emoción» volviendo a condenar el «muy cruel y cobarde asesinato» perpetrado a manos «de la execrable barbarie terrorista». No es una casualidad que el Jefe del Estado -dotado de un particular sentido de la oportunidad propio de un estadista- venga a cubrir la banalidad de determinada clase política. Cuando la adscrita al socialismo de Rodríguez Zapatero desmantela la Transición democrática y todos sus valores, Don Juan Carlos sale al paso para, también en nombre de la Nación, pronunciar el pasado 14 de junio un memorable discurso en el que reivindica de esta forma todo lo que ahora muchos ponen en almoneda: «La voluntad de armónica convivencia en libertad y concordia para poder edificar un futuro mejor y para todos marcó la adopción de nuestra Constitución. Una Constitución para una gran Nación. Una Constitución moderna, producto del más amplio consenso logrado entre los españoles y que nos ha proporcionado el más largo período de estabilidad, progreso y prosperidad en libertad de nuestra compleja historia constitucional».
Frente a los que con desprecio de las previsiones constitucionales reclaman del Rey comportamientos inadecuados que incluirían injerencias reales en las políticas gubernamentales, Don Juan Carlos cumple su misión ejerciendo la función de conciencia crítica de la sociedad española mediante el manejo de conceptos políticos y morales permanentes -Constitución, libertad, Nación, barbarie terrorista-, y con mensajes de oportunidad que se comportan como referencias pasadas -sean las primeras elecciones democráticas, sea el asesinato de Miguel Ángel Blanco- que sirven para aleccionar a políticos y ciudadanos. Este estatuto de la Jefatura del Estado -imposible si fuese España un Estado republicano- convierte al Rey en el intérprete de la Nación que encuentra en su persona y en la de los miembros de la Familia Real -en particular en los Príncipes de Asturias cuya segunda hija, la Infanta Sofía, será bautizada hoy- el alivio al peor de los sectarismos y el sosiego frente a la tergiversación y el maniqueísmo político que nos estrangula.
Cuando el sistema político entero parece atacado de una provisionalidad alarmante, mientras la cohesión interna se cuartea con iniciativas legislativas que quiebran principios de eficiencia y de solidaridad -véase la Agencia Tributaria de Cataluña-, cuando desde la tozudez roma se insiste en reformular iniciativas fracasadas -Ibarretxe persiste en su «plan», por ejemplo-, mientras la colisión social se produce en unos términos históricamente inéditos en democracia -la Iglesia contra el Gobierno y éste contra aquella- y, en fin, cuando las palabras se emplean como coartadas y rompen el pacto de entendimiento que el lenguaje incorpora, el Rey se proyecta -así lo prevé la Constitución- como «símbolo de la unidad y permanencia del Estado». Y, sorteando cualquier modo de partidismo, Don Juan Carlos encarna en su actitud y traslada con sus palabras un nítido recado de estabilidad y de vigilancia sobre la única ortodoxia política que nos puede rescatar de la confusión: la exactitud de los conceptos, la advertencia sobre nuestros éxitos, el lamento acerca de nuestros fracasos pasados y el recuerdo de lo que debemos hacer y cómo debemos comportarnos para que el mal pretérito no regrese y nos envuelva otra vez en hostilidades y enfrentamientos estériles.
Hubo un tiempo -los años ochenta- en los que se teorizó acerca de la legitimidad de ejercicio que acumulaba la figura de Don Juan Carlos a propósito de su decisivo papel en el frustrado golpe de Estado de 1981. Tal debate académico traía causa de una supuesta insuficiencia de legitimación que sometería a la Corona a una cierta fragilidad. Aquel debate se superó y, aunque algunos recalcitrantes suponen que el Rey o el Heredero deben opositar a la Jefatura del Estado de manera constante, lo cierto es que cuando el sistema de 1978 ha entrado en una forma de crisis progresiva y el socialismo gobernante manifiesta sin recato su malestar hacia la transacción sobre la que se basó el pacto constitucional, la Monarquía parlamentaria emerge como la máxima garantía de solidez del sistema y como ultima ratio de la conciliación nacional.
El Rey -en tanto que institución- incorpora precisamente la memoria histórica colectiva porque al hilo de los avatares de la Corona -que hoy abraza a todas las opciones políticas y sirve a la causa nacional del entendimiento y la unidad- se puede seguir y comprender el relato de España en su totalidad, sea en sus sombras como en sus luces. La Monarquía es el espinazo nacional y el Rey el intérprete de la Nación, porque cuando todo pasa -y en democracia, lo contingente fluye y se desvanece- permanece la Corona.
España no se rompe, la Nación no es discutible, el terrorismo es barbarie y vivir a la altura de los tiempos con «hiperestésica conciencia de la coyuntura histórica», como aconsejaba Ortega hacerlo, son afirmaciones que, hoy por hoy, nos remiten a la Jefatura del Estado que con perspicacia, reflexión y sensatez está cumpliendo su función constitucional, consiguiendo así que el Monarca se mimetice con el Estado al lograr lo que el filósofo madrileño afirmaba -también en La rebelión de las masas- al escribir que «El Estado es, en definitiva, el estado de la opinión: una cuestión de equilibrio, de estática». Y es difícil discutir que es el Rey el que sintetiza el «estado de la opinión» en ejercicio derivado de sus funciones constitucionales. Afortunadamente.
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
Director de ABC

La Infanta Sofía recibe el bautismo en los jardines del Palacio de La Zarzuela

Los Príncipes, con sus hijas y la Reina.(Foto: POOL)

ELMUNDO.ES | AGENCIAS

MADRID.- La segunda hija de los Príncipes de Asturias y octava nieta de los Reyes la Infanta Sofía ha sido bautizada en los jardines del palacio de la Zarzuela con su abuela materna, Paloma Rocasolano, y Konstantin de Bulgaria, Príncipe de Vidin, como padrinos.

Los Reyes y el resto de la Familia Real, así como más de un centenar de invitados asistieron a la ceremonia, que ha sido oficiada por el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela.

Sus padrinos han sido la madre de Doña Letizia, Paloma Rocasolano, y el príncipe de Vidin, Konstantin-Assen, hijo de Simeón de Bulgaria, quien fuera primer ministro de la República, informó la Casa Real.

Doña Letizia, que tuvo durante todo el acto a su hija en brazos, la estrechó con ternura y le acarició al tiempo que tuvo que atender a su hija mayor que, un par de veces, intentó ocupar el lugar de su hermana.

La Infanta Elena, que estuvo junto a la Princesa de Asturias y acompañada por su hija Victoria Federica, tuvo detalles muy cariñosos tanto con Doña Letizia, como con su sobrina.

Felipe Juan Froilán Marichalar y Borbón, muy consciente de ser el nieto mayor de Don Juan Carlos y Doña Sofía, permaneció serio y atento durante el bautizo de su prima más pequeña.

La ceremonia de bautismo de Sofía de Todos los Santos ha durado aproximadamente 45 minutos y ha culminado con una celebración privada de la familia y los amigos invitados.

Sesión fotográfica previa

Justo antes del oficio religioso, los familiares de la pequeña Sofía posaron en una sesión fotográfica para el álbum familiar.

Tras las fotos, los Príncipes de Asturias se acercaron a conversar con los periodistas y enseñarles a la niña, la segunda aparición pública desde que salió de la clínica donde nació el pasado 29 de abril.

La Infanta Sofía, con unos ojos azules muy abiertos, posó en brazos de su madre, la Princesa Letizia quien dijo que la pequeña pesa más que su hermana Leonor, la primogénita de los Príncipes.

Durante la sesión fotográfica, Leonor estuvo pendiente de su hermana mientras la sostenía en brazos, primero su padre, Don Felipe, y después su abuela, la Reina Sofía.

Los Reyes y los Príncipes recibieron en el salón a las principales autoridades del Estado invitadas al bautizo encabezadas por la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega; los presidentes del Congreso, Manuel Marín, y del Senado, Javier Rojo; así como los del Tribunal Constitucional, María Emilia de las Casas, y del Supremo, Francisco Hernando, además del equipo médico que atendió a Doña Letizia en el alumbramiento.

Como ocurrió en el bautizo de su hermana, la Infanta Leonor, primogénita de los Príncipes de Asturias, el arzobispo castrense, monseñor Francisco Pérez González, auxilió a Rouco Varela durante la ceremonia.

El bautizo ha reunido a la Familia Real al completo, la familia de los Reyes y de la Princesa de Asturias, así como una amplia representación de las altas instituciones del Estado, autoridades de la Casa de su Majestad y el personal médico que atendió a Letizia en el parto, encabezado por el doctor Luis Recasens.

Sólo cambia el lugar

La Infanta Sofía ha recibido el bautismo con dos meses y medio de vida, la misma edad con la que fue bautizada su hermana a las 13:10 horas del 14 de enero de 2006.

Su hermana la Infanta Leonor fue bautizada en el vestíbulo de la residencia de los Reyes, como ocurrió con el Príncipe de Asturias el 8 de febrero de 1968, y las Infantas Elena y Cristina. En esta ocasión, y debido también a que el verano lo permite, la Infanta Sofía recibe las aguas traídas del río Jordán por los monjes agustinos en los jardines de Zarzuela, igual que sus primos Miguel e Irene, hijos de los Duques de Palma.

La Infanta viste el traje de cristianar que fue utilizado para los bautizos del Rey, el Príncipe de Asturias y las Infantas Leonor, Elena y Cristina, además de los otros seis nietos de los Reyes.