viernes, 30 de noviembre de 2007

Los Herederos de los Herederos

Reportaje en ABC sobre los Herederos de los Herederos de las Monarquías.
 
 
 

sábado, 24 de noviembre de 2007

Juramento del Rey

Con la intención de avanzar con las nuevas tecnologías, esta semana he abierto un nuevo canal en Youtube donde recopilaré vídeos relacionados con la Monarquía.

El primer vídeo está dedicado al juramento de Don Juan Carlos I como Rey de España del que el jueves se conmemoró el 32 aniversario.


viernes, 23 de noviembre de 2007

El Rey, una trayectoria ejemplar

ABC

Hace 32 años que Don Juan Carlos accedió a la condición de Jefe del
Estado en un país conmocionado por la muerte de Franco y la
incertidumbre social. El Rey se convirtió en el auténtico piloto «del
cambio» y fue protagonista decisivo de una Transición modélica desde
un régimen autoritario a una democracia constitucional, que ha situado
a España -de manera ya irreversible- en el lugar que le corresponde en
la Unión Europea y en el mundo. Así lo reconocen los historiadores y
estudiosos de la ciencia política en las universidades del más alto
nivel. Legalidad y legitimidad se reúnen en una figura excepcional que
ha logrado transmitir en todas partes la imagen de una España moderna
y atractiva. Han cambiado muchas cosas desde 1975 en los ámbitos
político, económico y social, y nadie puede negar con criterios
estrictamente objetivos que la España de hoy ha mejorado
sustancialmente. Más allá de la coyuntura política, nuestro país
cuenta con empresas de primera fila internacional, la emigración ha
dejado paso a la inmigración y nuestra presencia cultural, deportiva y
de calidad de vida ofrece perfiles muy favorables.
La Corona es un factor determinante de equilibrio y moderación, porque
Don Juan Carlos y Doña Sofía, así como el resto de la Familia Real,
cumplen de forma ejemplar las funciones que les atribuye la
Constitución. En este contexto, sólo ciertos sectores minoritarios y
marginales, alentados a veces de forma irresponsable, mantienen una
campaña de hostilidad que la inmensa mayoría social contempla con
desprecio y, a veces, con indignación. El Rey de España ha reforzado
en las últimas semanas esa valoración muy positiva por parte de los
ciudadanos que le atribuyen todas las encuestas. La histórica visita a
Ceuta y Melilla ha sido un éxito en todas sus dimensiones. La frase
«¿por qué no te callas?», dirigida al dictador populista de Venezuela
en la reciente cumbre iberoamericana, ha dado la vuelta al mundo como
prueba de firmeza y energía en la defensa del interés nacional. El
reconocimiento general acerca de las virtudes personales e
institucionales del Monarca viene avalado por la opinión unánime de
las personalidades más relevantes de nuestra vida pública. En este
sentido, el anterior presidente del Gobierno, José María Aznar,
reiteraba ayer en los micrófonos de Punto Radio su opinión muy
elogiosa hacia la figura del Rey, en un ejercicio impecable de la
responsabilidad que incumbe a un ex presidente del Gobierno en
momentos delicados para el funcionamiento de las instituciones. Los
españoles debemos a Don Juan Carlos una contribución determinante al
establecimiento de la democracia y una defensa arriesgada de la
libertad de todos en el 23-F. La gran mayoría de la sociedad es
consciente de los desvelos del Rey en favor de la nación y los
devuelve en forma de gratitud, respeto y afecto. Las voces muy
minoritarias de uno y de otro signo deben quedar reducidas a la ínfima
dimensión que les corresponde en una jornada de celebración por este
feliz aniversario.

jueves, 22 de noviembre de 2007

El Rey, el más barato de los Jefes de Estado europeos

El Confidencial

Mantener a la monarquía nos cuesta a cada español 19 céntimos de euro al año. Un precio irrisorio comparado con el que pagan otros países europeos por sus jefes de Estado. El caso más sangrante es Italia, donde la presidencia de la República, institución encabezado por Giorgio Napolitano, dilapida cada año 235 millones de euros de los presupuestos. Dividido entre los 58 millones de personas que viven en Italia, el coste anual es de algo más de 4 euros por italiano.

Otras monarquías europeas, como la británica o la sueca, significan un coste para el contribuyente mucho mayor que la Casa del Rey de España, la cual se llevó 8,28 millones de euros de los últimos Presupuestos. Siguiendo una tradición de transparencia de años, la Reina de Inglaterra publica sus cuentas en Internet e incluso paga el IVA de forma voluntaria. Según los últimos datos ofrecidos, Isabel II y su familia cuestan a los ciudadanos de Reino Unido 55 millones de euros anuales. Esta cantidad es algo más reducida que la de unos años antes, cuando todavía no se había puesto en marcha el apretón de cinturón decretado por la hierática Reina británica. Gracias a los últimos recortes, Isabel II ha conseguido que la cantidad que sus súbditos pagan para mantener la Corona baje del euro anual y se sitúe en 92 céntimos.

Uno de los reyes más caros es el monarca sueco, Carlos Gustavo, que les cuesta a los contribuyentes de este país escandinavo 10,5 millones de euros al año. Considerando que la población de Suecia es de 9 millones de personas, el desembolso individual de cada sueco para sostener a su monarca es de 1,16 euros al año. Esta cantidad es tachada por algunos como obscena, teniendo en cuenta el desproporcionado amor del Rey Carlos Gustavo por dilapidar el dinero en automóviles de lujo. Su exuberante colección de Porsches y Ferraris es calificada de "excesiva" por la prensa sueca, que preferiría un monarca más humilde y menos ostentoso.

Los Saboya exigen 260 millones al Estado italiano

Pese al respaldo de los italianos a su Presidencia de la República y su concepto de la monarquía como algo arcaico, cuando echan cuentas y se comparan con otros países europeos… entonces los números duelen. Cada año que pasa, Giorgio Napolitano y su séquito, que incluye decenas de palacios y más de 4.300 empleados, cuestan más a los contribuyentes. Las promesas de contener el gasto siempre quedan en papel mojado, ya que el crecimiento del presupuesto es imparable. Este último ejercicio, en el que el recorte de los gastos de la política ha sido un debate constante en el Parlamento y en la sociedad, la factura de Napolitano ha subido un 3%.

A pesar del elevado coste de la Presidencia de la República, son escasísimos los italianos que verían con buenos ojos una vuelta a la monarquía, la cual caería en manos de los Saboya, la antigua familia real de Italia. Ésta ha vuelto a saltar a la actualidad porque ha solicitado al Estado italiano que le pague 260 millones de euros, sin contar los intereses, por los bienes que les fueron confiscados cuando nació la República italiana. Así lo pretenden Víctor Manuel de Saboya y su hijo, Manuel Filiberto, quienes regresaron a Italia en 2002 después de más de 50 años de exilio.

martes, 20 de noviembre de 2007

El Rey se desgasta (y por cierto, bien)

DARÍO VALCÁRCEL
ABC

Si hubiera callado, muchos españoles lamentarían hoy el silencio del Rey. ¿Callar, aceptar? ¿Cuál sería el debate, pro y contra, en el restringido círculo, Rodríguez Zapatero, Moratinos, el secretario de la Casa, el propio Rey, responsable de medir la salida, meramente binaria, de la trampa? El Rey se dirige al presidente de Venezuela, cinco palabras, para pedir respeto al turno español (Rodríguez Zapatero era interrumpido una y otra vez por el presidente venezolano). Espere usted, aguarde su turno… Inútil. Hablara o no el Rey habría cometido un error, según los observadores hostiles. ¿No es excesivo? Juan Carlos I es un reflexivo jefe de Estado. Pero la vida obliga a veces al cálculo instantáneo. Hugo Chávez no contestó a la pregunta del Rey, nada interrogativa. Esperó tres días para decir, con un extraño tono, como de matón de barra de bar, Ah, menos mal que no le oí... si llego a oírle, le respondo le contesto allí mismo… Etcétera.

En 1998 dejamos constancia del respeto inspirado de muchos españoles por el democrático desembarco de Chávez en el poder. Hoy, la reforma de la Constitución parece más que sospechosa. Pero no escribimos hoy sobre el futuro. Es el pasado español, el siglo anterior, lo que nos interesa. No entramos, por eso, en el precio del barril ni en la estabilidad del militar-presidente, quizá fragilizado por sus tres millones de barriles diarios.

El profesor Santos Juliá escribía el 17 de noviembre sobre el Rey. Juliá es uno de los republicanos más reflexivos y civilizados de España, académico ejemplar. Por eso a algunos lectores nos pareció destemplado el tono de su artículo de El País, incomprensiblemente irónico (Rey taumaturgo, quizá en homenaje a Marc Bloch, resistente fusilado por la Gestapo en 1944). Al comienzar la transición, 1976, el Rey hablaba en Washington, ante el Congreso: «La monarquía hará que, bajo los principios de la democracia, se mantenga en España la paz social y la estabilidad política»... y añadía: «Según los deseos libremente expresados del pueblo español».

José María Areilza era ministro de Asuntos Exteriores. Antiguo embajador de Franco, rupturista desde 1964, abogaba por una transformación radical de la derecha española hacia la democracia. El padre del Rey, quizá desconocido por historiadores incompetentes, ha llenado 35 años con su resistencia al general Franco: exiliado, insistió tozudamente, inteligentemente, en la única Monarquía posible. La Corona había de promover la reconciliación de los españoles, cruelmente divididos por la guerra de 1936. La institución monárquica no proponía la democracia como salida sino como solución pactada al gran problemas español, la división de la guerra civil. Estos principios no se defendían en nuestros días, sino en tiempos distintos. En 1941, Don Juan hacía sus (en el exterior) resonantes declaraciones a The Observer, gran semanario británico. Hitler había conquistado casi toda Europa continental. Franco mandaba al frente ruso la División Azul. Roosevelt esquivaba a Churchill, empeñado en empujarle a la guerra. Don Juan tenía 28 años. El Rey, su hijo, va a cumplir 70. El agua ha corrido bajo los puentes. No se puede presentar al Rey como mero nieto de Alfonso XIII. Como si su padre no hubiera existido. Como si la república, la guerra civil, la dictadura de los años de plomo no hubieran pasado por la historia. Don Juan navegó como pudo, con carlistas y liberales, nacionalistas y socialistas. Con muchos, muchísimos franquistas, a bordo, frecuentemente encubiertos. Pero mantuvo la dignidad de la institución heredada de Alfonso XIII y se fue al otro mundo, creemos, si no con tranquilidad (los jóvenes a la maniobra, los mayores al timón) con una sensación no del todo mala sobre su propio deber. Estas frases pueden parecer huecas a algunos lectores, otros sin embargo saben que no lo son. Don Juan aguantó no sólo aquel terrible tirón sino otros muchos: en el plano personal (una hija ciega, un hijo muerto en accidente, una tensión casi contínua entre el dictador y él, un hombre bastante internacional, bastante culto, extraordinariamente avisado y cumplidor de su deber). Decidido a aguantar, aguantar y aguantar, solo con su herencia histórica, que el general, sin embargo, no le podría quitar.

En las largas conversaciones de Estoril Don Juan se reía, necesitaba reirse. Explicaba cómo dos trasabuelos, padre e hijo, Carlos VII y Luis XI, habían conseguido por fin la unidad de Francia entre 1420 y 1480 (Carlos VII, decía Mitterrand, presidente entonces, el más grande de los franceses modernos). Volvía una vez y otra sobre Luis XI, aquel hombre feo, pequeño, algo jorobado pero extremadamente capaz, cabalgando sin cesar por Turena y Aquitania. Eran tiempos difíciles, ironizaba Don Juan. Perdón, volvamos: un Rey constitucional no debe entrar en un debate como el de Chávez y Rodríguez Zapatero. Pero se trataba de un caso extremo, en el que se jugaba, perdonen, el nombre de España. El Rey creyó, certera o equivocadamente, que su deber era salir a la palestra, por mucho que pudiera ser el desgaste.

Juan Carlos I es nieto de Alfonso XIII. Pero es hijo del Conde de Barcelona, el hijo de Alfonso XIII, heredero de sus derechos, padre de Juan Carlos I. Una cosa es el exilio, otra la clandestinidad. Don Juan no hizo ruido, pero —perdón por usar el devaluado verbo— reclamó a Franco el reconocimiento de la línea legítima, sucesora de Alfonso XIII: y lo consiguió. Antes del fin de la Segunda Guerra mundial supo probablemente que no reinaría. Pero defendió la inequívoca juridicidad de su dinastía. Y al defender su deber defendía también los derechos de su hijo, su nieto…

No puede hacerse la historia a saltos. No dirijimos este reproche al profesor Juliá, más joven que el firmante de estas notas y sin embargo maestro. No debemos borrar, diría un francés, grandes paneles de la historia, años de resistencia moral, también física. Para no pocos europeos, este extraño Rey, que fue Rey y no reinó, consiguió forzar la mano de Franco, contra lo que se escribe en la historia banal, hasta lograr que su hijo fuera investido. Investido por unas Cortes ficticias, poco o nada respetadas, pero investido. Se vuelve como se puede, escribía un legitimista francés, La Tour, en 1880. En julio de 1969 Franco estaba enfermo, desinteresado de casi todo, excepto del Real Madrid en televisión (blanco y negro). El general había perdido su fría condición, furia terrible.

En julio de 1969 tres astronautas americanos, Armstrong, Collins y Aldrin, desembarcaban en la Luna. Recordamos algunas palabras, no muchas, del comunicado del Conde de Barcelona, difundido en la prensa europea y americana, prohibidas (en 1969) en España: Sigo creyendo necesaria la pacífica evolución del sistema vigente hacia rumbos de apertura y convivencia democrática, única garantía de un futuro estable para nuestra patria… Durante los últimos treinta años me he dirigido a los españoles para exponerles lo que considero esencial en la futura Monarquía: que el Rey lo sea de todos los españoles, presidiendo un estado de derecho. Que la Institución funcionara como instrumento de la política nacional al servicio del pueblo, por encima y al margen de los grupos y sectores que componen el país. Y junto a ello, la representación popular, la voluntad nacional presente en todos los órganos de la vida pública, la sociedad manifestándose libremente en los cauces establecidos de opinión; la garantía integral de las libertades colectivas e individuales, alcanzando con ello el nivel de Europa occidental, de la que España forma parte… Son palabras que hoy pueden parecer aparentes lugares comunes. Pero tenían entonces una inexplicable potencia. Eran una bomba pacífica, una bomba de inteligencia y sentido común. El proceso se aceleró de modo imparable. Han pasado 38 años. Quizá no sea inútil recordar a Don Juan de Borbón. Nacido en La Granja de San Ildefonso, Segovia. Exiliado desde los 17 años. Oficial de la marina de Su Majestad británica, con vigencia de su nacionalidad española, excepción de 1932. Exiliado hasta 1977. Regresado a España para renunciar a favor de su hijo, el actual Rey. Muerto de cáncer en Pamplona, España, a los 79 años.

Bodas para la eternidad

EMILI J. BLASCO
La unidad en torno a la Monarquía protagonizó ayer la solemne celebración de Acción de Gracias por los 60 años de matrimonio de Isabel II y su esposo, el Duque de Edimburgo. En la Abadía de Westminster estuvieron todos los miembros de la Familia Real —el príncipe Guillermo hizo una de las lecturas del servicio religioso—, y los líderes de los partidos políticos, incluido el de los independentistas escoceses.
Fue un tributo a la solidez que el duradero matrimonio ha aportado a la institución monárquica y a la continuidad histórica del Reino Unido. «Algunas parejas tienen que vivir más que otras a la completa luz de la publicidad. En la actualidad somos más conscientes que nunca de las presiones que eso supone», indicó el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, que agradeció el ejemplo de la Reina y su marido.
Entre los dos mil invitados a la ceremonia se encontraban diez parejas que también se casaron el 20 de noviembre de 1947, con las que Isabel II y el príncipe Felipe departieron unos instantes. Ambos celebrarán hoy sus bodas de diamante en Malta, isla en la que vivieron entre 1949 y 1951 mientras el Duque de Edimburgo desarrollaba su carrera en la Royal Navy, en la que ingresó al comenzar la Segunda Guerra Mundial.
Entre las anécdotas que podrán recordar de aquel día de hace sesenta años está el regalo de 131 pares de medias de nailon, algo bien preciado en tiempos de austeridad económica, y de quinientas latas de piñas llegadas de un rincón de la Commonwealth, entre miles de presentes enviados desde todo el mundo. También hubo una máquina de coser, una aspiradora, una máquina de pelar patatas y una esponja de baño.
Al nacionalizarse británico para la boda, el príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca adoptó el apellido de Mountbatten, que correspondía a los parientes ingleses de la familia de su madre. El sentimiento antialemán tras la guerra aconsejó evitar la presencia en el casamiento de los familiares germanos del novio, así como de sus hermanas, que estaban casadas con alemanes.
Ante de que comenzara la ceremonia de 1947 hubo que comprobar la posición de los micrófonos de la BBC, pues en la boda real de 1934 la cruz procesional golpeó el micrófono que pendía sobre las escaleras del altar.
El Duque de Edimburgo tuvo dos despedidas de soltero, una abierta a la Prensa y otra en privado con sus amigos del Belfry Club. Los recién casados pasaron su luna de miel en Inglatera y Escocia. Desde entonces, el príncipe Felipe ha acompañado a Isabel II a todos los viajes por la Commonwealth y a las visitas públicas dentro del Reino Unido.

Bodas de diamante de Isabel II y el duque de Edimburgo

Isabel II en un acto religioso en la abadía de Westminster
 
LONDRES (AFP) — La reina Isabel de Inglaterra, de 81 años, y Felipe de Edimburgo, de 86, celebran este martes sus bodas de diamante viajando a la isla de Malta, en el Mediterráneo, donde hace 60 años pasaron su luna de miel.

El viaje a esa pequeña isla, en ruta a la reunión de la Mancomunidad, en Uganda, será la etapa más personal de estas celebraciones del aniversario de 60 años de casados.

La pareja real viajará a Valletta, la capital de la isla, hacia 17h00 GMT del martes. A su llegada van a pasear en un jardín de la ciudad, indicó el palacio de Buckingham.

Se sabe que Isabel II, que se casó muy enamorada del teniente Felipe Mountbatten, un primo lejano, guarda un buen recuerdo de esa isla, donde pasó la luna de miel y vivió un tiempo, cuando el príncipe estaba estacionado allí.

El lunes, el aniversario de diamante congregó unas 2.000 personas para un servicio religioso, lleno de cantos, pompa y tradición, en la Abadía de Westminster, donde el 20 de noviembre de 1947 la princesa de 21 años subió al altar del brazo de su padre, Jorge VI.

La pareja asistió el domingo por la noche a una cena ofrecida por el príncipe Carlos de Gales, para celebrar este aniversario.

Isabel de Inglaterra es la primera monarca del Reino Unido que celebra 60 años de matrimonio.

Después de su breve estadía en Malta, Isabel II y Felipe viajarán a Kampala, donde se han dado cita el miércoles los líderes de los países de la Mancomunidad, en una reunión que estará centrada en la situación en Pakistán.

El Rey: «No estoy triste»

ALMUDENA MARTÍNEZ-FORNÉS. MADRID.
ABC
 
Su Majestad el Rey volvió a hacer gala ayer de su habitual sentido del humor y, en tono divertido, afirmó que no está «triste» y que su estado de ánimo es el de siempre, tanto estos días en Madrid como hace diez días en Santiago de Chile, cuando se celebraba la Cumbre Iberoamericana. Durante el vino que se sirvió en el Museo del Prado, tras la inauguración de una exposición de Velázquez, Don Juan Carlos mantuvo una conversación informal con un grupo de periodistas y bromeó sobre lo que se había publicado respecto a su estado de ánimo.
Cuando los informadores le preguntaron cómo estaba, el Rey respondió que para qué iba a hablar si cuando va a decir algo ya lo han adelantado los periódicos. Este comentario dio paso a que Don Juan Carlos aclarara que no está triste. De esta forma, negó las informaciones publicadas por algunos diarios que aseguraban que el Rey estaba triste tras los últimos acontecimientos, como la separación (de hecho, no de derecho) de los Duques de Lugo o los ataques a España del presidente venezolano, Hugo Chávez.
Don Juan Carlos destacó que siempre ha encajado los acontecimientos con filosofía. También dijo que había estado cenando recientemente con el ex ministro de Interio, José Luis Corcuera e invitó a los informadores a preguntar a cualquiera de los comensales si el Rey había dado alguna muestra de tristeza en esa cena.
Lo cierto es que en el Reinado de Don Juan Carlos ha habido momentos mucho más difíciles que los actuales en los que, de verdad, el Rey se desvelaba de madrugada y no podía conciliar el sueño por las preocupaciones. Así ocurrió hace treinta años, cuando los secuestros de Antonio María Oriol y del teniente general Villaescusa, o hace treinta y uno, cuando parecía que el Gobierno de Arias Navarro intentaba frenar el proceso de democratización. Episodios que nada tienen que ver con la actualidad.
La conversación del Rey con los periodistas se produjo después de que Don Juan Carlos y Doña Sofía inauguraron la exposición de Velázquez en medio de una inusitada expectación, provocada porque en ese acto coincidieron por primera vez los Reyes con su yerno Jaime de Marichalar, después de que se anunciara la pasada semana «el cese temporal de la convivencia conyugal» de los Duques de Lugo. Una separación que fue acordada hace diez días, y no hace tres años, como algún medio ha publicado, y que no ocasionará ningún gasto al contribuyente, ya que Jaime de Marichalar nunca ha cobrado ni cobrará de las arcas del Estado. El Duque cuenta con sus propios ingresos, además de las rentas que le produce el patrimonio inmobiliario que le dejó una tía en herencia.
Cariñoso saludo al Duque
Decenas de periodistas y fotógrafos a los que nunca se suele ver en actos culturales ni de la Familia Real se desplazaron ayer hasta el Museo del Prado con la intención de contemplar el encuentro de los Reyes con su yerno. Sin embargo, el saludo se produjo fuera de las cámaras en el vestíbulo de la pinacoteca, donde aguardaban a los Reyes los miembros del Real Patronato del Museo del Prado, prestamistas de los cuadros expuestos y los autores del catálogo. Entre ellos, se encontraba el Duque de Lugo, en su condición de presidente de la Fundación Axa Winterthur, patrocinadora de la muestra.
Los Reyes saludaron a cada uno de los presentes y a Jaime de Marichalar le dieron dos besos, tanto Don Juan Carlos, que además le dio un abrazo, como Doña Sofía. El Duque de Lugo también estrechó la mano de la Reina e hizo el ademán de besársela. Fue un saludo cariñoso y sencillo, el habitual entre unos suegros y su yerno. Y este gesto se volvió a repetir después en la despedida.
Todo el grupo visitó la exposición, y Marichalar aguantó estoicamente el peso de las miradas y los comentarios durante el recorrido. Cuando la comitiva llegó al salón en el que aguardaba la prensa, los Reyes posaron ante «La fragua de Vulcano» y las cámaras, tras fotografiarles, se giraron 180 grados para enfocar al Duque de Lugo, que discretamente se había quedado detrás.
Cuando terminó la inauguración de la exposición, Don Juan Carlos se desplazó al restaurante Casa Lucio, de la Cava Baja, donde le aguardaba, desde hacía veinte minutos, el ex presidente de Estados Unidos Bill Clinton. Ante la sorpresa de los demás comensales ambos almorzaron mano a mano los tradicionales huevos estrellados mientras abordaban los asuntos de actualidad. Después, el Rey recibió en La Zarzuela a los demás participantes en la asamblea del Club de Madrid, que reúne a más de 40 ex jefes de Estado y de Gobierno de todo el mundo.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Treinta años como Príncipe

ALMUDENA MARTÍNEZ-FORNÉS. MADRID.
ABC
 
«Esta cruz significa también tu cruz. Tu cruz de Rey». 1 de noviembre de 1977. Un niño de nueve años escucha seriamente las palabras que su padre le dirige ante cientos de personas en la pequeña ermita asturiana de Covadonga. Es el Heredero de la Corona desde dos años antes, cuando Don Juan Carlos fue proclamado Rey, pero ese día recibe el título de Príncipe de Asturias, junto con los de Príncipe de Gerona y Príncipe de Viana, correspondientes a los primogénitos de los Reinos de Castilla, Aragón y Navarra, cuya unión formó en el siglo XVI la Monarquía española.
La ceremonia se convirtió en un homenaje del pueblo asturiano a Don Felipe, que acudió acompañado por sus padres, los Reyes, y sus hermanas, las Infantas Doña Elena y Doña Cristina. Toda la Familia Real se desplazó en un coche conducido por el propio Don Juan Carlos hasta la histórica basílica.
Allí, después de visitar la mítica cueva para rezar ante la Virgen, todos asistieron a una misa en la basílica del Real Sitio, en la que se oró a Dios para que los españoles acertáramos a convivir en la reconciliación. Tras la entrega a Don Felipe del título de Príncipe de Asturias y la venera acreditativa de tal distinción, el Rey pronunció un discurso en el que destacó la misión integradora de la Monarquía. Entre otros mensajes, transmitió, dirigiéndose a su hijo, los siguientes:
«Esa Cruz de la Victoria que llevas sobre el pecho es, efectivamente, una victoria que hemos de conquistar todos los españoles. Una victoria sobre el egoísmo y la ambición. Sobre la incultura y la ignorancia. Sobre el atraso y la pobreza. Sobre la pereza y la disgregación. Sobre la incomprensión y las diferencias negativas. Una victoria que es preciso conseguir y consolidar cada día». «Esa Cruz -añadió- , no es rica porque esté compuesta de piedras y esmaltes, sino porque significa, ni más ni menos, la solidaridad de todos los españoles y su voluntad de sobrevivir como nación. Su voluntad de seguir con orgullo su camino, con el mismo orgullo con que un día iniciaron aquí, en estas montañas, su identidad nacional».
 
«Esa Cruz es tu cruz de Rey»
«Esa Cruz significa también tu cruz. Tu cruz de Rey, la que debes llevar con honra y nobleza, como exige la Corona: ni un minuto de descanso, ni el temblor de un desfallecimiento, ni una duda en el servicio a los españoles y a sus destinos. En esa obra bien hecha, en esa voluntad de superación, yo quiero que tú, Príncipe de Asturias, te sientas entrañable y crucificado». «Esa Cruz te exige a ti y a todos los españoles, cuyas generaciones jóvenes representas, cumplir siempre con lo que España os pida y de vosotros espera». «Yo te pido -prosiguió Don Juan Carlos-, en nombre de los españoles, que nunca decaigas. Y te lo pido aquí, en Asturias, sobre los riscos de Covadonga y ante esa Virgen «pequeñina y galana» que es la instancia amorosa y alta de todos los asturianos».
Algún día, cuando Don Felipe sea proclamado Rey, regresará a esta misma ermita con la Infanta Leonor para entregarle su título de Princesa de Asturias.

Un Principado para asegurar la sucesión

LUIS SUÁREZ FERNÁNDEZ
ABC

El Principado de Asturias se crea en las Cortes de Bribiesca de 1388. El objetivo que entonces se persigue es doble: por una parte, asegurar la sucesión en la Corona dando al Heredero las rentas necesarias para que mantenga su propia casa; y, lo segundo, establecer en la Corona una dualidad entre la plena potestad que corresponde al Rey y la sucesión que es propia del Heredero. Se llama Principado porque de esta manera goza en exclusiva del título más alto que puede tener la nobleza, por encima de duques, marqueses o condes. Por esa misma razón, se establece que sea título único, que nadie más pueda usar este título. El primer Príncipe de Asturias, los primeros Príncipes de Asturias, fueron Enrique III y su esposa, Catalina de Lancaster, que era nieta del Rey Pedro I. De ahí la conveniencia de la dualidad. Como no tuvieron hijos en edad suficiente -Juan II nace unos meses antes de morir su padre-, el Principado quedará vacante entre 1407 y 1444.

¿Por qué Asturias?

La primera pregunta que el historiador se hace es por qué Asturias y no otro señorío, como en Francia, o como en Cataluña, o como en Inglaterra. La razón es bien clara: Asturias es el origen de la Monarquía, y Oviedo significa, dentro de ésta, esa mezcla de unidad política y de santidad representada por las reliquias de la Cámara Santa. A todo esto se hace referencia.

En 1444, Enrique, que va a ser Enrique IV, reclama para sí la entrega del Principado. Entonces se formaliza el hecho de que no se trata simplemente de un título, sino que es algo más que esto: es una condición fundamental para compartir las funciones de la Corona. Así se sigue haciendo hasta hoy. El Principado no es meramente un honor: es una función, es una obligación, es también la colaboración de la Monarquía en la defensa de las libertades del Reino. En 1468, cuando Isabel la Católica es reconocida Heredera, reclama para sí y luego para su esposo, Fernando, el título y la condición de Príncipes de Asturias. Van más lejos: en las Cortes de Toledo de 1480 definen con claridad lo que debe ser la función del Principado, y así se lo entregan a su hijo Juan, que no llega a reinar porque muere prematuramente.

De este modo, durante treinta años el Principado queda en una situación como de vacante, pero Carlos V otorga a su hijo y heredero, Felipe, poderes mucho mayores de los que nadie había tenido hasta entonces en el oficio. Felipe, prácticamente, gobierna toda España y también los reinos de América desde su condición de Príncipe una vez instalado en Valladolid. La Casa de Borbón completará la fórmula con un defecto, que es la Ley Sálica, que elimina a las mujeres. Pero esta Ley Sálica será abolida primero en las Cortes de 1788 y luego por el Rey Fernando VII en 1831, de modo que en España una mujer puede ser Princesa de Asturias, como lo será en su día Leonor sin dificultad jurídica de ninguna clase.

Hubo un momento sumamente difícil, a finales del siglo XVIII, cuando Godoy recibió el título de Príncipe, cosa que significaba una ruptura con la doctrina seguida hasta entonces en España. De ahí el enfrentamiento del futuro Fernando VII con el primer ministro. Pero todo esto forma parte de lo anecdótico.

La Monarquía española, que ha madurado más que otras monarquías europeas, ha dado un paso muy decisivo al establecer esa dualidad Rey-Príncipe que garantiza que en ningún momento falte esa autoridad suprema de la que dependen la unidad de España, el respeto de las leyes y, en definitiva, las libertades.

Caluroso homenaje al Rey de la clase política y la sociedad civil catalanas

ÁNGEL MARÍN. BARCELONA
ABC
 
Los máximos representantes de la sociedad civil catalana recibieron ayer, con un cálido aplauso que sonó a modo de desagravio, a Su Majestad el Rey Don Juan Carlos después del sonado incidente con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, pero, sobre todo, por la quema de fotografías de los Reyes en Cataluña. La flor y nata de la economía, cultura y política catalana, excepto los líderes de ERC e ICV, arropó al Monarca en la entrega del III premio internacional Conde de Barcelona al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso.
Don Juan Carlos entró al Monasterio de Pedralbes acompañado por el propio galardonado, el presidente de la Generalitat, José Montilla, la ministra de Vivienda, Carmen Chacón y el arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach.
El Rey abogó, en su intervención, por «una Europa fuerte y con sólidas políticas comunes» porque es «la mejor respuesta que podemos dar a la globalización, que supone un reto, pero también una oportunidad».
Sobre la figura del laureado, Don Juan Carlos resaltó que Durao Barroso «ha conducido con acierto la nave» de la Comisión Europea, que es una institución «clave» en el entramado comunitario. «Ha sabido gestionar con una sabia mezcla de habilidad y realismo, de liderazgo y sana ambición europeísta», apuntó el Rey tras mostrar su esperanza por la «nueva etapa» de la UE que se abre con el Tratado de Lisboa, que se firmará el próximo día 13 de diciembre en la capital portuguesa.
En cuanto al premio otorgado por la Fundación Conde de Barcelona, creada en honor a su padre, Don Juan Carlos resalto «el acierto» del jurado en la elección del presidente de la Comisón Europea con motivo del 50 aniversario de Tratado de Roma. Para el Monarca, el premio a Durao Barroso es un reconocimiento a la institución europea que preside y, por ello, recoge «el sentir mayoritario de la sociedad catalana y del resto de España» y su «anhelo compartido por una Europa cada vez más unida, que actúe como factor de desarrollo, de igualdad y de solidaridad». Después de recibir el galardón de manos de Don Juan Carlos, el presidente de la Comisión Europea alabó la vocación europeísta del Rey de España y recordó que su «empeño personal en el proyecto europeo, lo convirtió en un proyecto nacional». Tras reiterar su admiración por «la apuesta inequívoca de la Monarquía española por Europa», Durao Barroso explicó que el Tratado de Lisboa aportará «más eficacia en a la hora de tomar decisiones, más coherencia en términos de política exterior y más democracia» a la UE.
Unas horas antes de recibir el III premio internacional Conde de Barcelona, el dirigente portugués dijo que entendía la actitud del Rey y del presidente del Gobierno, José Luis Rodriguez Zapatero, ante el presidente de Venezuela, aunque mostró su esperanza en que el incidente «no contamine las relaciones» con Amércia Latina. «Si hugo Chávez quiere respeto, tiene que respetar a los otros y no tiene por qué descalificar a los otros. Eso no es correcto», dijo Durao Barroso.
Maragall y Rato, entre otros
Al acto, organizado por el patronato de la Fundación Conde de Barcelona, acudieron numerosas personalidades, como el ex presidente catalán Pasqual Maragall, el dirigente del PP y ex presidente del FMI Rodrigo Rato, el ex presidente del COI Juan Antonio Samaranch, el histórico dirigente de CiU e ilustre abogado Miquel Roca o el ex presidente del PPC y recién nombrado presidente de Vueling, Josep Piqué.
Artur Mas y Josep Duran Lleida encabezaron la nutrida representación de CiU, mientras que Rafael Luna y Alberto Fernández lo hicieron en nombre del PP catalán. Entre el público destacaba también la presencia de financieros y empresarios como Ricard Fornesa, Josep Oliu, José Manuel Lara o Leopoldo Rodés, el arquitecto Ricard Bofill, el escritor Baltasar Porcel o el periodista Luis del Olmo, entre otros.

El juez recuerda a «El Jueves»: «No existe el derecho al insulto»

N. VILLANUEVA. MADRID.
ABC
 
Los dibujantes de la revista «El Jueves» traspasaron la «delgada línea» que separa la sátira para situarse en el «puro insulto y el vilipendio innecesario». Así se pronuncia la sentencia del juez central de lo Penal de la Audiencia Nacional que condena a Guillermo Torres y Manel Fontdevila a una multa de 3.000 euros por un delito de injurias al Heredero de la Corona, un fallo que ya fue anunciado «in voce» por el juez José María Vázquez Honrubia al finalizar el juicio celebrado contra los dos humoristas el pasado martes.
En una consideración poco habitual en una sentencia, el juez concluye los Fundamentos de Derecho con el mensaje de que «mantiene la esperanza de que una atenta lectura de esta resolución por parte de los acusados les permita discernir entre la sátira, hasta la más dura, y la pura injuria (...), que no podrá ampararse en derechos constitucionales, pues no existe el derecho al insulto».
Vázquez Honrubia sostiene que en la caricatura en la que Don Felipe y Doña Letizia realizan el acto sexual, «no estamos exclusivamente ante un ataque al honor o imagen del Príncipe Heredero -en el que los derechos fundamentales como ciudadano podrían ponderarse con la libertad de expresión-, sino que la cuestión hay que enfocarla en la especial protección que el Poder Legislativo ha considerado necesario para preservar a la Corona de ataques como los enjuiciados (...)». En este sentido, el juez sostiene que es una «falacia que el Estado Constitucional deba permanecer impasible e inerme porque se considere gratuitamente que el ejercicio de los derechos fundamentales tiene un carácter absoluto e ilimitado».
Torres y Fontdevila, «de común acuerdo», se excedieron en el ejercicio de la libertad de expresión, y no es creíble que, como alegaron, su intención no fuera la de injuriar al Heredero de la Corona. «Carece de toda lógica, común y jurídica, que se diga criticar o satirizar la promesa gubernamental del subsidio de natalidad (los 2.500 euros anunciados por Zapatero) y se utilice para ello» a Don Felipe «en la situación y con el texto que consta («esto es lo más parecido a trabajar que he hecho nunca»)».
Para el juez, existe un «ánimo palmario de escarnio y desprecio» para una persona, además, «que forma parte de aquéllas especialmente protegidas por el legislador».
Asimismo, Vázquez Honrubia diferencia esta caricatura de las aportadas por la defensa como prueba de descargo en «Tocando los Borbones», pues, a su juicio, las de aquel libro sí se pueden enmarcar en la sátira, no en el insulto.

La visita de los Príncipes a China

ABC
 
NO es necesario recordar las dimensiones de un país como China para comprender que el gigante asiático se está convirtiéndose en uno de los actores políticos, económicos y culturales más determinantes del mundo actual. Con España, las relaciones comerciales no sólo son escasas si se tienen en cuenta posibilidades que aún no se han explorado, sino que están claramente desequilibradas a favor de Pekín. La visita que ayer concluyeron los Príncipes de Asturias a China es el mejor ejemplo de cómo la institución que representan, la Monarquía, puede jugar un papel valiosísimo para la promoción de nuestra economía, la lengua, la cultura y los productos comerciales españoles en un mundo moderno y globalizado; y específicamente los Príncipes, como representantes de la parte más joven, dinámica y moderna de la sociedad española.
Ante el mundo, la sociedad china es prácticamente un papel en blanco, dispuesto a recibir la influencia de las distintas sociedades y culturas que luchan para alcanzar mayores niveles de influencia. En el caso del idioma inglés, ya sabemos que se convertirá en una lengua muy familiar para los chinos, pero también parece evidente que -igual que sucede con su presencia en Estados Unidos- la penetración del español en aquel país habrá de ser también una palanca para multiplicar su importancia en el mundo, con todo lo que ello representa de retornos económicos y políticos. ¿Qué otro estamento podría ayudar a difundir mejor nuestra cultura en una sociedad tan compleja?
De cara a la celebración en Pekín de los Juegos Olímpicos de 2008, España necesita promover su imagen de país dinámico, moderno y democrático. Los empresarios que han acompañado a los Príncipes en este viaje saben mejor que nadie que contar con esa presencia puede contribuir de forma determinante a difundir sus productos, a abrir puertas o a suscitar el interés por el turismo hacia España. Muchos recordarán el caso anecdótico del jamón como un producto específico que a su vez se ha convertido en uno de los símbolos de la gastronomía española. El esfuerzo de los empresarios del sector debe encontrar su recompensa, pero cuando a un producto se le asocia la imagen de todo un país, siempre hay muchos otros sectores productivos a los que arrastra, tarde o temprano.
España tiene algunos símbolos que son reconocidos universalmente, y muchos otros que son mal conocidos o incluso desconocidos. Hay países como Francia o Italia que nos llevan décadas de diferencia, a pesar de que no tengan méritos mayores que España para ello. Nosotros contamos con importantes herramientas para competir en un mundo globalizado y es necesario ponerlas al servicio del progreso de nuestro país. El trabajo de los Príncipes de Asturias puede que no haya sido muy vistoso desde España, pero resulta vital para nuestro futuro.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Y el Rey dijo basta

PEDRO GONZÁLEZ TREVIJANO.
LA contundente intervención del Rey de España al caudillista autócrata venezolano en la sesión de clausura de la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno en Santiago de Chile, «¿por qué no te callas?», así como su abandono temporal del plenario, ante las bravatas intimidantes contra las empresas españolas en América del segundón nicaragüense, permiten al menos dos reflexiones. La primera, la habilitación constitucional y la pertinencia política de tal expresión y conducta por el Monarca. Y, la segunda, la dimensión de nuestra política exterior.
En cuanto a la acción del Jefe del Estado, ésta se encuentra justificada por razones constitucionales y políticas. Las constitucionales, ya que, aunque es al Gobierno a quien se asigna en una Monarquía parlamentaria la «dirección de la política exterior» (artículo 97), tampoco se puede desconocer la previsión establecida explícitamente en la Constitución a favor del Monarca. Un precepto que atribuye al Rey una competencia relevante en la esfera de las relaciones internacionales. En este sentido, el artículo 56.1 de nuestra Carta Magna señala que «El Rey es el Jefe del Estado... asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica». Una competencia, por lo demás, que forma parte del tradicional acervo de facultades vinculadas en el Derecho Internacional a las funciones de un Jefe de Estado. Lo que explica que la Constitución recoja expresamente también su habilitación para acreditar a los embajadores y otros representantes diplomáticos (ius legationis), el consentimiento del Estado para obligarse mediante la suscripción de tratados internacionales y su participación, tras la previa autorización de las Cortes Generales, para declarar la guerra y hacer la paz (artículo 63).
Y algo, por cierto, muy destacado. En una Monarquía parlamentaria, todos y cada uno de los actos del Monarca tienen que estar refrendados, esto es, alguien tiene que asumir necesariamente la responsabilidad política de sus declaraciones y conductas. La Constitución lo afirma con claridad, toda vez que -dice el artículo 56.3- «La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad». Una responsabilidad que se articula -siguiendo lo dispuesto en el artículo 64- a través de lo que se denomina el refrendo tácito; un refrendo asumido en esta ocasión por el presidente del Gobierno, en tanto que cabeza del Poder Ejecutivo en la mentada Cumbre. En resumidas cuentas, la acción del Jefe de Estado disfruta de cobertura constitucional, al tiempo que se haya respaldada, a los efectos de su responsabilidad política, por la presencia del presidente del Gobierno y del ministro de Asuntos Exteriores.
Pero además, el proceder del Rey de España viene justificado, y aquí abandonamos ya las argumentaciones más constitucionales, es decir, las de perfil propiamente jurídico, por razones políticas. Dicho de otra forma, la conducta del Monarca viene amparada por consideraciones de pertinencia. Aquí hay, de nuevo, una apoyatura de carácter constitucional. Nos referimos al citado artículo 56.1 de la Constitución, que prescribe que «El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia...». Siendo esta naturaleza, de orden precisamente simbólica, como elemento aglutinante e integrador de la Nación y del Estado y portador de significaciones materiales e inmateriales, la que acredita su hacer en defensa de los intereses nacionales. Un papel que la Corona despliega con eficacia y solvencia incuestionables.
Podría argumentarse, es cierto, que no suscitándose dudas sobre su justificación constitucional y política, sin embargo su reacción hubiera sido desafortunada en la práctica. Algo que podría suceder por dos causas. En primer lugar, por no haberse respetado los parámetros de la corrección que han de presidir las relaciones internacionales. Y, en segundo término, por no haberse constado a posteriori la sintonía entre las expresiones y la acción del Jefe del Estado y las expectativas de la ciudadanía. Pues bien, no hay tampoco dudas sobre la satisfacción de ambas exigencias.
De un lado -nadie lo discute- la reacción del Rey no es la cotidiana en las relaciones entre mandatarios, y al Rey le habrá pesado; pero tampoco lo es, y es la causa provocadora, la perorata amenazante y reiterada de alguien que estaría siempre mejor callado. Ordenar callar, y además hacerlo sin exabruptos, a quien no tiene nada que decir o lo hace insultando impenitentemente a un ex presidente del Gobierno de España, no quebranta las reglas de la correttezza costituzionale. ¡Faltaría más! Como tampoco es tan excepcional -les invito a revisar las reuniones internacionales desde la Paz de Westfalia de 1648- abandonar temporalmente las sesiones, cuando se vierten juicios denigratorios contra los intereses nacionales. Y, de otro lado, la espontánea y mayoritaria adhesión por parte del pueblo español no admite dudas. Como acredita una encuesta realizada al efecto, entre el 80 y el 90 por ciento de la ciudadanía respalda lo dicho y hecho. Don Fernando Álvarez de Toledo, el Gran Duque de Alba -les recomiendo la lectura del reeditado libro de William. S. Maltby sobre el personaje- criticaba el desafecto real y la distancia del Rey Felipe II con su pueblo en los siguientes términos: «Los reyes no tienen los sentimientos y la ternura en el lugar donde nosotros los tenemos». Pues bien, si tales palabras podrían predicarse quizás del Rey Prudente, no lo son, desde luego, del actual Rey de España. En pocas ocasiones, un Rey habrá asumido con mayor sintonía, y habrá representado mejor los sentimientos del suyo.
Afirmado esto, deseo hacer también ciertas reflexiones, en cambio menos positivas, sobre nuestra política internacional. Una política endeble que no se encuentra a la altura de este país. No puedo ocultarles la envidia cuando observo la acción exterior de otros Estados con los que me gustaría homologarme. Países, como Reino Unido o Francia, que disfrutan de una acción exterior con mayúsculas. Una política que se fija a largo plazo en defensa de sus intereses nacionales, y que no está sometida a los quebrantos caprichosos de cada gobierno de uno u otro signo. Aquí, en cambio, no existe una política de Estado. La situación vivida expresa, sin paliativos, por no hablar del suceso reciente en Marruecos o el Chad, su debilidad y escaso peso. ¿Se imaginan ustedes a la Queen Elizabeth de Inglaterra escuchando semejantes ofensas en el ámbito de su querida Commonwealth? ¿Creen qué es posible asistir a una reprimenda parecida al Président Sarkozy por parte de sus antiguas colonias en África? Yo, sinceramente, no. ¿Saben por qué? Porque disfrutan de una seria política de Estado y porque, en consecuencia, sus déspotas iletrados, que también los tienen, no se hubieran atrevido.
Y dos cosas más. Primera, hay que saber diferenciar quiénes tienen que ser nuestros aliados fiables y de referencia, y por tanto a quiénes han de llegar los generosísimos fondos de la cooperación internacional española. Hay que mirar a los principios, pero no se pueden ignorar nuestros intereses. Y, segunda, las referenciadas Cumbres no son hoy el mejor foro para la defensa de nuestros intereses. O sea que, de mantenerlas, ha de procederse a una reestructuración en profundidad, y en todo caso a una mejor preparación. Ya lo decía el juicio inmisericorde de Charles Maurras: «Una política se juzga por sus resultados». Y éstos están, desgraciadamente, a la vista. Así que, por favor, a ver si entre todos, partidos de un espectro y de otro, ¡definimos de una vez! una política exterior consensuada a la altura del país. Sus ciudadanos lo reclamamos.
Mientras tanto, el Rey sigue siendo, como apunté una vez, el mejor Embajador de España. Y ello, porque como esgrimiera Bismarck, «la Política no es una ciencia, como muchos señores profesores se imaginan, sino un arte». A las pruebas reales me remito.
 

De la felicidad de las princesas

Màrius Carol
La Vanguardia
 
El Rey siempre se ha mostrado especialmente protector con la infanta Elena, porque sabía que, tras su carácter informal y divertido, había una persona frágil y sensible. Basta recordar la indignación del Monarca cuando vio el vídeo del programa Persones humanes de TV3, que presentaba Miquel Calzada, Mikimoto,donde se hacían bromas poco afortunadas de Elena de Borbón. Cuentan que el Rey lanzó con rabia por una de las ventanas de la Zarzuela la cinta, a modo de objeto volante. Por eso, el día de su boda en Sevilla con Jaime de Marichalar, mientras entraba por la puerta de Campanillas de la catedral de Sevilla, acompañando a su primogénita, se le veía especialmente emocionado. Luego, durante el banquete, agradecería los desvelos de las Reina con sus hijos ante los invitados de los Reales Alcázares. Él sabía que Elena había requerido más atención por su carácter, y viéndola enamorada y feliz, se le humedecieron los ojos y se le atragantó la voz.

 

En este sentido, es fácil imaginarse que cuando la Infanta ha comunicado a sus progenitores la decisión de separarse de su esposo, el Rey, que venía de unos días cargados de emociones públicas (la visita a Ceuta y Melilla o el incidente con Chávez), habrá experimentado una sincera tristeza a modo de sensación privada. En cualquier caso, el distanciamiento de la pareja era la crónica de un final anunciado, tras meses de rumores y de vidas independientes. Ahora, la preocupación de la familia real es cómo afectará a la infanta Elena la insoportable levedad de la prensa rosa y la creciente crueldad de la televisión amarilla. Una persona como ella deberá pasar un calvario que pondrá a prueba su personalidad. La única suerte es que la Zarzuela resulta un entorno protegido de los paparazzi, pues alejarse del país no es garantía de nada cuando las indiscreciones tienen precio y las traiciones cotizan al alza. Ella debe acordarse de que en su viaje de luna de miel, tras una desaparición propia de Hudini (al parecer salieron del recinto de los Reales Alcázares en una furgoneta del catering que les dejó a pie de avión jordano que les sacó del país con destino a Oriente), fueron localizados en una insignificante isla del Pacífico, donde iban acompañados de dos escoltas. Uno de ellos confesó en privado que no daba crédito a cómo podían haberlos encontrado y aún le parecía más desconcertante cómo les habían fotografiado en traje de baño sin apercibirse de ello en un paraje deshabitado.

 

Los motivos de la separación pertenecen al ámbito de la intimidad de la pareja, aunque no faltarán las especulaciones. En cualquier caso, hay un antes y un después del 21 de diciembre del 2001, un sábado en que Jaime de Marichalar sufrió un infarto cerebral que le dejaría secuelas en su movilidad de la parte derecha. Aquel hombre de casi dos metros, que presumía de personaje elegante sin importarle lucir en ocasiones atuendos un tanto extravagantes, se veía a sí mismo como una persona que sufría por la crueldad de las cámaras al enfocarle. Le cambió el carácter, buscó refugio en amigos de la farándula y no siguió el proceso de recuperación asignado. El Rey habló con el médico Valentí Fuster, prestigioso especialista de corazón del Mount Sinai, quien le propuso que expertos en fisioterapia de este hospital le trataran. Don Juan Carlos sugirió a los duques de Lugo que pasaran una temporada en Nueva York. De esta manera, alejaba a su yerno de un entorno poco favorable, mantenía la familia unida y facilitaba su recuperación, a pesar de que se habían perdido unos meses preciosos.

 

Pero no ha podido ser y al final la realidad se ha impuesto. Los fundamentalistas de la institución clamarán desde sus tribunas bien remuneradas que los miembros de las familias reales no se divorcian. Pero hace tiempo que las monarquías europeas han hecho acopio de realismo para afrontar situaciones nuevas en un mundo cambiante. De hecho, otro viejo principio no escrito que establecía que debían casarse entre ellos (algo que la genética desaconseja) no ha sido tenido en cuenta por ninguno de los herederos. La expresión sangre azul se refiere a las venas que transparentaban las epidermias blancas de la realeza antigua en contraposición a las pieles castigadas por el sol y el trabajo de la plebe. Hoy, los monarcas saben que su legitimidad es constitucional y que la soberanía reside en el pueblo.

 

Un diario de Madrid tituló Princesa de cuento de hadas la biografía de Elena de Borbón, con ocasión de su boda en Sevilla. Es evidente que no son momentos de cuentos de hadas, sino tiempos complejos, donde a las princesas les cuesta ser felices casi tanto como a cualquiera de nosotros.

La función del Rey

Erosionar la Corona significa debilitar el Estado

JUAN-JOSÉ López Burniol

Es cierto que, en los últimos meses, la familia real --y, en concreto, el Rey-- aparecen excesivamente en los medios de comunicación como protagonistas de noticias conflictivas o inhabituales: fotografías quemadas, secuestro de publicaciones, visitas contestadas por nuestro vecino del sur, interpelaciones fuertes de tono, etcétera. La espuma mediática ha subido rápidamente. En esta sociedad hiperinformada, los medios de comunicación se retroalimentan y crean ambientes que pueden pasar por reales, cuando no lo son de hecho. Así sucede en este supuesto. De hacer caso a periódicos, televisiones y radios, podría pensarse que la Monarquía ha entrado en una senda peligrosa que puede conducirla fácilmente al despeñadero. Pero nada de esto es cierto. La Monarquía --encarnada hoy en la figura del Rey-- está profundamente arraigada en la sociedad española, por lo menos en lo que Dionisio Ridruejo denominaba el macizo del país o --no recuerdo bien-- el macizo de la raza.
La razón de esta adhesión es compleja. El Rey contribuyó al éxito de la transición --que, dígase lo que se diga, fue un logro excepcional--; hizo posible la neutralización del golpe del 23 de febrero; ha dotado a España de una representación internacional homologable y más que digna, y ha observado, juntamente con su familia, un comportamiento sustancialmente discreto, que --¡no seamos hipócritas!-- en nada desmerece del tono medio de las familias españolas de estatus equiparable.
Pero, sobre todo, la institución monárquica encarna mejor que ninguna otra, en esta compleja hora de España, la unidad del Estado. De ahí que el rol de la Monarquía sea hoy insustituible; y de ahí también que se haya convertido en objeto predilecto de erosión y escarnio por parte de aquellos que consideran --y aciertan al pensar así-- que todo cuanto hagan en descrédito del Rey acentúa la debilidad del Estado. Afirmar esto no implica admitir que el Rey tenga patente de corso y deba quedar exento de crítica. Critíquesele cuanto se quiera; pero que quede también constancia de que muchas de estas críticas tiran por elevación. Si alguien lo duda, que pierda un momento en comprobar cómo estas interesadas descalificaciones van por zonas. En unas abundan más y en otras, menos. Queda para el discreto lector la elaboración del censo.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

La quinta ruptura matrimonial en la historia de la Familia Real española

L D (EFE) El primer caso de ruptura de un matrimonio real tuvo lugar en 1900, cuando la infanta Eulalia, hija de Isabel II y de Francisco de Asís, se divorció de su primo hermano Antonio María de Orleans, hijo de los Duques de Montpensier, causando un escándalo para la época.

Ya en 1933, el primogénito de Alfonso XIII, Don Alfonso de Borbón y Battemberg, se divorció de Doña Edelmira Sampedro-Ocejo y Robato, a pesar de que el matrimonio le había supuesto apartarse de la línea sucesoria.

Ese mismo año Don Alfonso de Borbón y Battemberg contrajo un nuevo matrimonio, esta vez con Doña Marta Rocarfor, y Altazarra, pero se volvió a divorciar poco antes de su muerte, en 1938.

Por último, en 1939 el Infante Jaime, hermano del Conde de Barcelona, Don Juan de Borbón, padre del Rey, se separó de su esposa, Emmanuela Dampierre.

Desde entonces la Familia Real española no se había visto envuelta en ninguna otra ruptura matrimonial hasta hoy, cuando los Duques de Lugo han anunciado una "separación temporal" tras doce años de vida en común. En las monarquías europeas tampoco son novedosas las separaciones de los matrimonios reales.

La más sonada fue el divorcio de la princesa Diana del príncipe de Gales, aunque también los dos hermanos de Carlos de Inglaterra, Andrés y Ana, y los príncipes de Dinamarca, Joaquín y Alexandra, hicieron públicas sus desavenencias conyugales

Un año intenso para la Familia Real

La Familia Real este verano en el Palacio de Miravent. (Foto: Bernardo Paz)

  • Las muchas noticias hicieron que el Gobierno mostrara su apoyo a la Corona
  • El Rey recordó que 'la Monarquía parlamentaria sustenta nuestra Constitución'
  • El 69% de los españoles cree que la Monarquía parlamentaria es el sistema ideal
 
CARMEN TABAR (EFE)

MADRID.- La Familia Real ha vivido un año en el que las buenas noticias, como el nacimiento de la segunda hija de los Príncipes de Asturias, la Infanta Sofía, y las no tan agradables, como la quema de fotos del Monarca, la han convertido, más que nunca, en protagonista de la actualidad.

El 29 de abril nació la pequeña Sofía, con la que la sucesión a la Corona quedaba doblemente asegurada. Una buena noticia que suavizaba en cierta manera el dolor de su madre, la Princesa de Asturias, que dos meses y medio antes había perdido a su hermana menor Érika.

Cuando el 14 de junio los Reyes presidieron en las Cortes el XXX aniversario de las primeras elecciones democráticas, nada hacía presagiar que apenas un mes después la Familia Real se convertiría en el centro de todas las miradas .

En pleno verano el juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo ordenó el secuestro de la revista 'El Jueves' por incluir en su portada una viñeta vejatoria de los Príncipes de Asturias.

Pero entonces aparecieron unas fotos de la Reina en bañador y la Princesa en bikini tomando el sol y charlando las dos en el yate Fortuna, que distendieron el ambiente.

El senador del PNV Iñaki Anasagasti no desaprovechó el momento y se sumó a los más críticos para tachar a la Familia Real en su blog de "pandilla de vagos", unas palabras que el PSOE y el PP le instaron a rectificar al tiempo que elogiaron el trabajo de la institución.

Llegó septiembre y con él un viaje del Rey a Girona, para presidir la Noche del Empresario, visita que una 300 independentistas aprovecharon para quemar fotos del Monarca, lo que fue considerado como injurias al Jefe del Estado. La Audiencia Nacional encausó a algunos implicados, lo que provocó que las protestas se sucedieran durante algún tiempo.

Mientras tanto, desde un medio de comunicación, la cadena Cope y en concreto desde el programa matinal que presenta el locutor Federico Jiménez Losantos, se pedía la abdicación del Rey .

En favor de la Corona

Esta sucesión de noticias en torno a la Familia Real hicieron que desde el Gobierno y los principales partidos e instituciones se hicieran declaraciones públicas en favor de la Corona y sus miembros.

En la apertura del curso universitario en Oviedo, el 1 de octubre, el Rey recordó que "la Monarquía parlamentaria que sustenta nuestra Constitución" ha determinado "el más largo periodo de estabilidad y prosperidad en democracia vividos por España", gracias a valores como la convivencia, el entendimiento y el respeto mutuos, la tolerancia y la libertad.

Ese mismo mes, una encuesta realizada por Metroscopia para la Fundación Toledo mostraba que el 69% de los españoles cree que la monarquía parlamentaria es el sistema político ideal para España, frente a un 22% que preferiría una república y que la Corona es la institución más valorada en todos los tramos de edad y en todas las clases sociales, con una nota media para su actuación de 6,5.

La recepción que los Reyes ofrecieron en el Palacio Real el 12 de octubre, con motivo de la Fiesta Nacional, se convirtió en cierta manera en un acto de desagravio, con mayor asistencia de invitados que en años anteriores y sobre todo con algunas bastante inusuales como la de presidente de la Comisión Constitucional del Congreso, Alfonso Guerra.

Los Reyes se resarcieron de todo lo que había pasado hasta entonces con el increíble y multitudinario recibimiento que tuvieron cuando los pasados 5 y 6 de noviembre visitaron, por primera vez en los 32 años de reinado, las ciudades españolas en el norte de África, Ceuta y Melilla .

A la semana siguiente el Rey volvió a ser noticia con cinco palabras que han dado la vuelta al mundo: "¿Por qué no te callas?" , que dirigió al presidente venezolano, Hugo Chávez, en el último plenario de la XVII Cumbre Iberoamericana, el sábado pasado.

La mayor parte de la población española se ha puesto de parte de Don Juan Carlos, que adoptó un gesto sin precedentes, después de que el líder bolivariano insultara reiteradamente al ex-presidente José María Aznar e interrumpiera permanentemente al actual jefe del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero.

Hoy, la Casa del Rey ha admitido que los Duques de Lugo, la Infanta Elena y Jaime de Marichalar, han dejado de vivir juntos temporalmente , constatación de un rumor que corría desde hace meses por todas las redacciones.

martes, 13 de noviembre de 2007

Los Duques de Lugo se separan

Los Duques de Lugo. (Foto: Kike Para)
 


ELMUNDO.ES

MADRID.- La Casa Real ha anunciado que los Duques de Lugo, la Infanta Elena de Borbón y Jaime de Marichalar, se separan 12 años después de contraer matrimonio. La pareja tiene dos hijos en común, Felipe Juan Froilán, de nueve años, y Victoria Federica, de seis.

Fuentes del Palacio de la Zarzuela explicaron a Efe que ambos han convenido el "cese temporal de su convivencia matrimonial".

El 18 de marzo de 1995 se celebró en la Catedral de Sevilla el enlace matrimonial de la Infanta Elena, primogénita de los Reyes de España, con Don Jaime de Marichalar, hijo de los Condes de Ripalda, un acontecimiento que despertó gran interés en España, al ser la primera boda real en mucho tiempo. Tras el enlace, Don Juan Carlos concedió a la pareja el título de Duques de Lugo.

Aunque en los últimos tiempos la atención de los medios sobre ellos era menor, los Duques de Lugo han sido objeto predilecto de la prensa rosa. Los rumores de separación de la pareja han sido abundantes desde que se casaron, sobre todo en 2002, cuando la pareja decidió irse a vivir a Nueva York durante una temporada.

La salud de Jaime de Marichalar ha pasado por momentos delicados desde que el 22 de diciembre de 2001 sufriera una isquemia cerebral mientras practicaba deporte con la bicicleta estática en su casa. Seis meses después de ese incidente tuvo que volver a ser ingresado en un hospital de Madrid tras sufrir una nueva crisis y durante mucho tiempo padeció graves problemas de movilidad en su cuerpo, de los cuales se ha ido recuperando poco a poco.

Nada más casarse, la pareja instaló inicialmente su residencia en París, pero poco después se trasladó a España. En la actualidad tenían fijada su residencia en el centro de Madrid, en un dúplex alquilado de 250 metros cuadrados, en el distinguido barrio de Salamanca.

Palabra de Rey

Pilar Cambra
Expansión

Acepto plenamente su imprescindible necesidad y admiro las virtudes humanas -en ciertas circunstancias, virtudes que rayan en el heroísmo- de quienes la tienen por noble oficio y como tal lo practican... En suma: a la Diplomacia y a los diplomáticos debemos que innumerable sangre no haya llegado a muchos ríos y que, con los paños calientes de sus habilidades, hayan curado los forúnculos de la violencia, los conflictos armados, las disputas enconadas y los enfrentamientos seculares. La Diplomacia y los diplomáticos han salvados muchas, muchas, muchas vidas humanas.

Pero -de carácter impulsivo y apasionado como soy-, a veces no me basta la Diplomacia... Me parece meliflua, flemática, linfática y modorra... Especialmente cuando lo está en juego es el honor... "Honor": ¡qué mohosa antigualla para muchos!, ¡qué concepto tan vacío y tan inútil para tantos!, ¡qué modo tan reprobable de retroceder hasta tiempos oscuros felizmente superados!...

Y, sin embargo, ayer, yo sentí que el Rey de España, don Juan Carlos de Borbón, me entregaba algo tan imaterial como necesario, tan precioso como injustamente despreciado: una porción del honor que, como persona, ciudadana y española, me estaba arrebatando la cháchara faltona, insultante y pomposa del caudillo venezonalo Hugo Chávez...

Cuando, ayer, en la Cumbre Iberoamericana que se celebraba en Chile, el Rey de España asomó la cabeza entre el Presidente de Gobierno, el señor Rodríguez Zapatero -que intentaba, inútilmente, poner freno a la venenosa verborrea del señor Chávez- y nuestro Ministro de Asuntos Exteriores, el señor Moratinos -que callaba- y le lanzó a don Hugo ese "¿Por qué no te callas?" justa y justificadamente indignado, me sentí bien, excelentemente bien...

¿Una intervención "poco diplomática", la del Rey?, ¿inoportuna?, ¿extemporánea?... Una intervención que le salió a Don Juan Carlos del corazón... Y, por lo tanto, una intervención sincera. Alejada, si se quiere, de las florituras y las "mentiras piadosas" de la Diplomacia, pero una intervención sincera... El Rey estuvo "calderoniano": defendió el honor de su Reino y de todos sus súbditos con un borbónico arranque digno de los héroes de don Pedro Calderón de la Barca... Aquellos hombres de un Siglo tan "pasado", tan antiguo, tan poco correcto... Un Siglo de Oro.

El Rey está 'triste pero seguro de que hizo lo debido porque se estaba atacando a España'

Zapatero y Don Juan Carlos, momentos antes del rifirrafe con Chávez en la cumbre. (Foto: REUTERS) Vea más fotos y vídeos
 
MARISA CRUZ
El Mundo

MADRID.- "El Rey saltó porque creyó que se estaba atacando a España y a sus representantes", afirman fuentes autorizadas de la Casa Real, que reconocen que Don Juan Carlos está "triste" por lo sucedido en la Cumbre Iberoamericana, pero también "convencido de que hizo lo que debía". El Monarca español es el decano de los asistentes a estos encuentros.

El Rey es el único que ha estado presente en las 17 ediciones de las cumbres iberoamericanas, primero junto a Felipe González, después con José María Aznar y ahora con José Luis Rodríguez Zapatero; conoce a todos los mandatarios latinoamericanos y, hasta la fecha, su figura siempre ha sido objeto del máximo respeto. Para él, señalan desde su Casa, el encontronazo que mantuvo junto al presidente del Gobierno con el líder venezolano, Hugo Chávez, ha supuesto un disgusto.

El Monarca español conoce bien la región, sabe de sus peculiaridades y siempre ha demostrado su destreza incluso frente a los mandatarios más levantiscos y ello da la medida del grado de enojo que le produjo la actitud del presidente de Venezuela.

Las mismas fuentes también explican que el Monarca se "hartó" de la actitud de Chávez cuando éste intentó reiteradamente interrumpir al presidente Zapatero, en el uso de la palabra. Para Don Juan Carlos, la insistencia del mandatario venezolano se dirigía no contra la persona del jefe del Gobierno, sino contra lo que representa. Por eso, añaden, el Rey intentó poner orden y lo hizo "espontáneamente y con indignación".

El gesto del Monarca habría quedado ahí y ya era más que explícito; sin embargo, cuando tomó la palabra el presidente nicaragüense, Daniel Ortega, y abundó en los ataques a España, haciendo referencias directas "a sus empresarios y a sus embajadores", Don Juan Carlos optó por dar un nuevo paso.

"Tú sigue aquí, pero yo me voy para que se note que protestamos", le dijo al presidente del Gobierno, según altos funcionarios presentes en el acto. Y abandonó el salón plenario ante la atribulada mirada de la presidenta chilena, Michelle Bachelet.
 
Reconducir la crisis

El lunes, desde el Ministerio de Exteriores se intentaba reconducir la crisis con Venezuela y, sobre todo, se trataba de "seguir las instrucciones" que el Rey dio con su ejemplo, aseguran portavoces autorizados del Palacio de Santa Cruz.

En definitiva, lo que se pretende es, a través de las gestiones del nuevo embajador de España en Caracas, Dámaso de Larios, que Chávez "guarde silencio" y no eche más leña al fuego porque, de lo contrario, advierten, "el Gobierno responderá en defensa del Rey".

Don Juan Carlos está al corriente de todos los detalles de la estrategia española. En la tarde del lunes, el jefe del Estado recibió al presidente del Gobierno en audiencia en el Palacio de La Zarzuela. Se trataba de la habitual entrevista que mantienen ambos semanalmente y que, de ordinario, suele celebrarse los martes. En esta ocasión, la cita se ha adelantado un día porque este martes, a media tarde, el presidente asiste a la presentación de un libro del que es protagonista.
Se descarta llamar a consultas al embajador

En cualquier caso, en el encuentro ambos abordaron la situación que se generó en la Cumbre Iberoamericana y la respuesta que debe dar la diplomacia española. Moncloa y Zarzuela coinciden en que lo apropiado es intentar rebajar la tensión y que las aguas vuelvan a su cauce.

En consecuencia, Exteriores, "por el momento", descarta dar el paso de llamar a consultas al embajador español. Sin embargo, la medida diplomática de protesta podría llegar a producirse si en Caracas no entienden que la mejor manera de preservar los intereses comunes es "callar", como apuntó Don Juan Carlos.

Por ahora, uno de los mensajes que se ha trasladado con claridad meridiana al presidente venezolano es el de que en el sistema constitucional español el Rey no dirige la política exterior. Con ello se pretende hacer entender a Chávez que sus acusaciones sobre la connivencia del Monarca en el presunto apoyo al intento de golpe que se produjo en Venezuela en 2002 son "inadmisibles".

En el Ministerio están convencidos de que el presidente venezolano comprenderá lo que Madrid dice porque, aseguran, él es consciente de que los intereses bilaterales en juego son demasiado importantes. Entre tanto, insisten en que, una vez más, apostarán, frente a las exigencias del Partido Popular, por ejercer "la diplomacia callada".

domingo, 11 de noviembre de 2007

El Rey en su sitio

IGNACIO CAMACHO
ABC
 
HAY momentos de la vida española en los que, cuando todos se ausentan, cuando nadie está en su sitio, cuando lo que debería funcionar no funciona, aparece el Rey. Con su autoridad moral y su jerarquía histórica manda, templa y para. Para un cuartelazo de unos militares sonacas, templa el desconsuelo de las víctimas del terrorismo o el diapasón crispado de una política fratricida, y manda callar a un gorila botarate que está insultando a un expresidente de España. Cuando el Gobierno se pierde o se achica en un mundo que su inepcia vuelve cada vez más ancho y ajeno, allí está el Rey. Cuando se necesita una mediación silenciosa o un arbitraje discreto que acolche un conflicto institucional, allí está el Rey. Cuando urge una gestión para que se ponga al teléfono alguien que no se lo descuelga a Zapatero, allí está el Rey. Cuando el Estado necesita una figura de prestigio que le otorgue la solvencia perdida en una política de vuelo pequeño y triste, allí surge el Rey como «ultima ratio» para sostener el respeto, el honor y la autoestima de una nación zarandeada.
Pero por más orgullo que esto produzca, por más serenidad que el quite real aporte a una mermada acción de Estado, por más ascendiente que la Corona se gane entre una ciudadanía que la valora muy por encima de la clase dirigente, las cosas no deberían ser así. La defensa de los intereses de España corresponde al Gobierno de España. La protección de la dignidad de los españoles es una responsabilidad del Gobierno que los españoles hemos elegido. Y si un golpista bananero insulta a una personalidad española, o si un grupito de dictadorzuelos mal reciclados descargan su matonismo chantajista sobre los intereses de las empresas españolas en América, o si un racimo de demagogos populistas se ciscan en el nombre de España para granjearse las simpatías de una chusma exaltada, el que tiene que poner pie en pared es el Gobierno de España. El que tiene que mandarlos callar es el presidente del Gobierno de España, al que se le llena la boca hablando del Gobierno de España, pero que se pone estupendo con el talante y las buenas maneras y los rodeos balbucientes de tolerancia, diálogo y buen rollito cuando se trata de defender al anterior presidente del Gobierno de España.
Y claro, pues queda el Rey. Para levantar el dedo y decir «tú te callas». Para irse de una mesa en la que un puñado de fantoches con guerrera, a los que nuestra diplomacia acostumbra a tratar con una humillante deferencia, ofende la honorabilidad de una nación democrática, de sus empresarios y de sus dirigentes públicos. Para erigirse en referencia de respeto. Para poner al país, con un par, en el sitio en el que no lo sabe situar su Gobierno.
Y ahora que vengan los tiquismiquis ventajistas o los fanáticos victimistas a sugerir que no pinta nada, a prenderle fuego a su retrato o a protestar de que no lo hemos elegido. Que sí lo elegimos: fue refrendado en la Constitución vigente. Ése no es el problema. El problema consiste en que a los que de verdad hemos votado para representarnos no saben estar a la altura que les corresponde.

martes, 6 de noviembre de 2007

El Rey Juan Carlos alaba 'los sentimientos de lealtad a la Corona' de los melillenses

Los Reyes trasladan su afecto a los melillenses y la ciudad se vuelca con los monarcas

MELILLA.- Tras un multitudinario recibimiento, el Rey Juan Carlos ha alabado "los sentimientos de lealtad a la Corona" de los melillenses y su espíritu "de integración y convivencia".

En su segundo día de visita oficial a las ciudades autónomas, los Reyes fueron recibidos por miles de melillenses enfervorizados al grito de: "Viva España".

Durante su discurso, el Rey ha mostrado su agradecimiento por "este muy caluroso e inolvidable recibimiento" y ha declarado que tenía contraído el "compromiso" de visitar Melilla como jefe del Estado, a lo que se unía un "profundo deseo".

En su primera visita a la Ciudad Autónoma desde que accedió al trono hace 32 años, Don Juan Carlos reconoció que "no podía dejar más tiempo" sin visitar Melilla, a la que calificó como "ciudad moderna y que mira al futuro".

Por ello, trasladó a los melillenses su afecto y "mayor cercanía" y subrayó "con satisfacción" cómo "la inconfundible personalidad histórica y la riqueza cultural" de la ciudad "se ha sabido enriquecer con un armónico espíritu de integración y convivencia".

El presidente de la ciudad autónoma, Juan José Imbroda, hiló un discurso en el que reivindicó la españolidad de Melilla "que se incorporó a la Corona de Castilla antes de que lo hiciera Navarra".

Imbroda también lanzó reproches hacia el país vecino por sus protestas ante la visita de los Reyes y afirmó "sentirse dolido por las incomprensiones o las sinrazones interesadas que nos llegan de las orillas amigas". Por este motivo, el presidente autonómico pidió "respeto mutuo" y que se "entierren los viejos tópicos".

Melilla ha estado paralizada durante varias horas y la ciudad se ha vestido por completo de rojo y gualda para recibir a los Reyes en la que es la primera visita real en los últimos 80 años.

Miles de melillenses se han echado a la calle y se han dado cita en una plaza de España, donde han ondeado más de 20.000 banderas al paso de Don Juan Carlos y Doña Sofía.

La ciudad ha estrechado sus apenas 14 kilómetros cuadrados y sus habitantes, musulmanes, cristianos, judíos o hindúes, se han unido para gritar al unísono "Viva España, Vivan los Reyes".

Desde primera hora de la mañana, las inmediaciones del Palacio de la Asamblea, donde se ha desarrollado el acto central de la visita, se han convertido en un ir y venir de personas, entre ellas María del Carmen Pons, una ciudadana que lleva a gala haber sido "la primera" en llegar y colocarse debajo del balcón desde donde los Reyes han saludado a la ciudadanía.

Esta joven melillense, que ha acudido a la cita con los reyes vestida con una camiseta roja y amarilla, asegura que no ha dormido en toda la noche y que da las 05:30 horas salió a la calle para participar en "un acontecimiento sin precedentes".
Un antes y un después

La alegría también se ha reflejado en la cara de otro melillense, Abdelkader Al-Lal, de 32 años, los mismos que el Rey ha cumplido de reinado, y que comentaba que para él la visita va a suponer "un antes y un después" para la tierra que le ha visto nacer.

Pasadas las doce y diez de la mañana, la Plaza de España se ha convertido en un clamor, justo en el momento en el que han entrado los coches oficiales, pero el mayor estruendo ha sido cuando los ciudadanos allí congregados han visto por fin a los Reyes.

Dos pantallas gigantes han servido para que los ciudadanos hayan podido seguir al detalle todo lo que ha ido ocurriendo en el interior del Palacio de la Asamblea, en cuyo balcón lucen los estandartes con los escudos de España y de Melilla.

Ante una gran presencia policial, que ha sido reforzada de manera considerable, los melillenses expresaban de una y mil maneras lo que sentían en ese momento.

"Melilla os quiere, Melilla os adora, que sepa todo el mundo que Melilla es española", gritaba Ana Hernández, famosa cantaora de flamenco de la ciudad, mientras de cerca, otros cientos de ciudadanos la seguían con frases como "Sí, sí, sí, los Reyes están aquí".

Colegios, comercios, bancos y mercados, hoy todo el mundo ha cerrado las puertas de sus negocios, incluidas también las Administraciones autonómica y central, en definitiva, una ciudad paralizada que se ha vestido con los colores de la bandera de España.

lunes, 5 de noviembre de 2007

El Rey expresa su 'gran emoción y alegría' al cumplir 'un compromiso pendiente'

 
EFE

CEUTA.- Miles de personas, 30.000 de las 70.000 que tiene Ceuta, con la bandera española en sus manos y coreando vítores a los Reyes y frases tales como "Ceuta es España" recibieron a las 12.00 horas de la mañana en la Plaza de África a Don Juan Carlos y Doña Sofía en su primera visita a la ciudad autónoma en sus 32 años de reinado.

Juan Carlos I ha expresado su "gran emoción y alegría" al visitar la "luminosa" ciudad de Ceuta, y ha señalado que este viaje se trataba de "un compromiso pendiente". "No quería dejar pasar más tiempo sin venir para expresar nuestro afecto", ha subrayado el monarca.

El Rey no ha querido comentar las críticas de Marruecos a la visita, aunque en su discurso destacó la "sincera amistad" que une a España "con sus vecinos".

Antes, ante la sede de la Comandancia General, desde la que se divisan las aguas del Estrecho, el presidente del Gobierno de Ceuta, Juan Jesús Vivas; el delegado del Gobierno, Jenaro García-Arreciado, y el comandante general de la plaza, general de división Enrique Vidal del Oño, han dado la bienvenida oficial a los Reyes, que han llegado acompañados por la ministra de Administraciones Públicas, Elena Salgado.

Nada más poner pie en tierras ceutíes, Don Juan Carlos y Doña Sofía escucharon los acordes del Himno Nacional y seguidamente el Rey pasÓ revista a una compañía de honores, formada por una sección de Regulares, de la Legión y de Caballería, mientras se escuchaba la marcha 'El viejo almirante' y desde el muelle de España cinco piezas de artillería disparaban las 21 salvas de ordenanza.

Nunca como hoy la plaza de África había reunido a tantos ciudadanos y con tan distinto colorido. Españoles, mujeres que se cubrían la cabeza con el velo islámico y subsaharianos que han entrado irregularmente en España en los últimos meses y que, a la espera de entrar en la Península, no dudaban en hacer ondear con sus manos la bandera de España.

Tras el baño de multitudes, los monarcas han entrado al Palacio de la Asamblea y han saludado desde el balcón. En la plaza de África se ha instalado una pantalla gigante para que todo el mundo pueda seguir el encuentro. Después han comenzado los discursos.
El presidente de Ceuta, agradecido

El primero en hablar ha sido el presidente de la comunidad autonóma de Ceuta, Juan Jesús Vivas, quien ha agradecido la visita de los Reyes, calificándola de un "acontecimiento histórico que los ceutíes nunca vamos a olvidar". Una visita que para Vivas ha sido capaz de "unir y hacer más fuerte" a los ciudadanos.

Vivas también ha querido mostrar el sentimiento de orgullo y afecto que tanto él "como todos los ceutíes" sienten por sus majestades, y ha calificado al Rey como "Un Jefe de Estado, modelo de equilibrio y cercanía. La figura más importante de España.

En cuanto a la polémica generada con Marruecos ante el histórico viaje, Vivas ha restado importancia y ha afirmado que "los Reyes han cruzado el Estrecho pero no han salido de España". También ha hecho hincapié en la entrega del bastón de mando de la comunidad a su majestad don Juan Carlos. "Es el mejor alcalde que podíamos tener", destacó.

Los Reyes inician hoy su visita a Ceuta y Melilla entre fuertes críticas de Marruecos

AGENCIAS

CEUTA | MELILLA.- Los Reyes, que viajan hoy por primera vez a Ceuta y mañana a Melilla, completan con estas visitas el mapa de España, cuando están a punto de cumplirse sus 32 años de reinado.

La polémica les acompañará durante la travesía, ya que el viaje ha sido tildado de "provocación inadmisible" por Rabat, que en respuesta ha llamado a consultas -paso previo a la ruptura de relaciones diplomáticas- a su embajador en España, Omar Azziman, y ha suspendido la convocatoria de reuniones bilaterales de alto nivel.

A pesar de la reacción del reino alauí, el Gobierno sigue confiado en que la visita de Don Juan Carlos y Doña Sofía no altere las "muy buenas" relaciones que existen con Marruecos. El ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, ha afirmado que esta sintonía permitirá superar las "sensibilidades" que ha despertado la visita.

Varios cientos de personas se han manifestado en víspera del viaje de los monarcas en las inmediaciones deel consulado de España en Tetuán. Además, parlamentarios marroquíes han convocado otra protesta frente a la Embajada española en Rabat, coincidiendo con el inicio de la visita.

José Luis Rodríguez Zapatero fue el primer jefe de Gobierno desde la etapa de Adolfo Suárez que viajó a las ciudades autónomas en enero de 2006, desplazamiento que también provocó el enfado de Rabat, pero en menor intensidad que en el momento actual.

Aniversario de la 'Marcha Verde'

Marruecos ha criticado que la visita de los Reyes a Melilla el día 6 coincida con el aniversario de la Marcha Verde sobre el Sáhara Occidental, con la que el reino alauí presionó hace 32 años a España para anexionarse ese territorio.

Rabat también ha mostrado su desacuerdo con que el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón se declarara la semana pasada competente para investigar el genocidio de cientos de saharauis que pudieron cometer altos cargos de Marruecos durante los años 70, 80 y 90.

Por su parte, los presidentes de Ceuta, Juan Jesús Vivas, y de Melilla, Juan José Imbroda, ambos del PP, han resaltado públicamente la importancia que tiene para sus ciudades la visita real, calificada de "histórica", y que cuenta también con el respaldo de la oposición. La ministra de Administraciones Públicas, Elena Salgado, acompañará a los Reyes en este viaje que comenzará en ambas ciudades a las 12.00 de la mañana.

Seis horas en cada ciudad

Las dos principales plazas de esas ciudades españolas, la de África en Ceuta y la de España en Melilla, serán el centro neurálgico de la estancia de los Reyes en esas ciudades, engalanadas para la ocasión. El Rey recibirá las llaves de oro de la ciudad, en dos solemnes actos que se celebrarán en sus respectivas Asambleas, ante las que Don Juan Carlos hablará.

Pero antes los Reyes serán recibidos con los máximos honores, en dos ciudades que se integraron en el Reino de España hace más de cuatro siglos, y casi cinco antes de que naciera el estado de Marruecos como país independiente, en 1956.

Durante las seis horas que, aproximadamente, estarán Don Juan Carlos y Doña Sofía en cada una de esas dos ciudades españolas tendrán tiempo suficiente para palpar el sentir de sus gentes. Primero en la calle y después en los respectivos almuerzos que compartirán con los distintos sectores sociales de cada localidad.

Los ministros de Asuntos Exteriores de España y Marruecos, Taieb Fassi Fihri, coincidirán en la conferencia Euromediterránea, que se celebra este lunes en Lisboa. Fuentes diplomáticas españolas consultadas por Efe eludieron precisar si se va a intentar promover un encuentro entre ambos jefes de la diplomacia.

Don Juan Carlos y Doña Sofía estuvieron en Ceuta y Melilla hace 37 años, en 1970, cuando eran Príncipes, para presidir el 50º aniversario de la creación de la Legión, y cuando el futuro de la Corona española era aún incierto.