jueves, 21 de agosto de 2008

La Familia Real mostró «su enorme consternación, horror y dolor»

ABC

MADRID. Los Reyes y los Príncipes de Asturias se mostraron ayer consternados por la magnitud de la catástrofe aérea ocurrida en Barajas y, desde el primer momento de la tragedia, estuvieron en contacto permanente con las autoridades, que les fueron informando a medida que se iban conociendo los detalles del accidente y el aumento del número de víctimas mortales.

Como es habitual cuando ocurren catástrofes de esta magnitud, es más que previsible que la Familia Real interrumpa su descanso y se traslade a Madrid para transmitir su afecto y solidaridad a los familiares de los fallecidos y heridos. Se produce la circunstancia de que la Reina tenía previsto regresar hoy mismo a España desde Pekín, a donde viajó para animar y apoyar a los deportistas españoles que participan en los Juegos Olímpicos.

La Familia Real conoció los primeros datos de la catástrofe a través del ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, y del Alcalde de Madrid. También el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, informó puntualmente al Rey en cuanto se desplazó desde Doñana a la capital española. A lo largo de la tarde de ayer, Don Juan Carlos y Don Felipe estuvieron en contacto con la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez; los responsables de la Comunidad de Madrid y Alberto Ruiz-Gallardón, quienes les facilitaron un informe detallado de la tragedia.
Todos los miembros de la Familia Real mostraron ayer su enorme horror, consternación y pesar por las vidas perdidas en el trágico accidente de aviación.

Pesadilla de fuego y muerte en el aeropuerto de Barajas

La ciudad de Madrid tardará en olvidar el 20 de agosto de 2008. Una tarde calurosa en la que el destino se mostró implacable con el vuelo JKK 5022 de Spanair con destino a Las Palmas de Gran Canaria; un vuelo que ya había tenido problemas en su primer intento de despegue y que en la segunda ocasión sí se elevó unos metros pero para caer a plomo sobre el suelo de Barajas y convertirse en una bola de fuego con 166 pasajeros -dos de ellos bebés- y nueve tripulantes en su interior. Desde 1983, cuando 93 personas perecían también en Barajas en la colisión de dos aviones, no se vivía en nuestro país una tragedia similar y las imágenes del espectacular dispositivo de emergencias activado recordó los peores momentos sufridos por la capital de España. Aún es pronto para hablar de causas, incluso con los datos conocidos del primer retraso por motivos técnicos o del incendio de uno de sus motores. Y lo es porque la tragedia -al menos 152 muertos y 19 heridos- puede haberse debido a un error mecánico, o humano, o no tener absolutamente ninguna relación con el indicador de la temperatura que motivó la anulación del primer despegue. El tremendo dolor en el que están envueltos los familiares no merece ser aumentado con especulaciones gratuitas que en nada ayudan. La investigación de un accidente de aviación es un proceso largo y complejo y ahora es el momento de aliviar, si es que se puede, ese desgarro que se abre sin medida en el interior de los que quedaron en tierra esperando para siempre a sus seres queridos.

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