sábado, 1 de noviembre de 2008

Doña Sofía: "Es obvio que el Rey y yo no somos iguales"

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Mariángel Alcázar
La Vanguardia

La Reina Sofía cumple mañana 70 años. Durante mucho tiempo, sus opiniones, incluso su voz, se han mantenido en un plano aún más discreto que su propia vida. Muy pocos sabían lo que piensa y menos aún lo que habla. Estos días, ha aparecido un libro en que se atribuyen a doña Sofía opiniones sobre diversos temas en torno a cuestiones morales objeto de debate público que han generado una notable polémica.

Pero hay otra doña Sofía, valorada y admirada simplemente por su saber estar, que confesaba a La Vanguardia que "además de estar, hay que hacer".

Es difícil encontrar un hueco para hablar con la Reina. Finalmente y, como un puzzle, hemos podido armar una especie de entrevista uniendo los espacios de confesiones que nos ha regalado a lo largo de sus viajes de cooperación.

El último y más duradero tuvo lugar el pasado mes de febrero en Siem Reap al finalizar un viaje de cooperación a Camboya. Doña Sofía que pudo comprobar como su presencia ponía foco y atención a problemas tan graves como la prostitución infantil y las minas antipersona, acepta hablar de su "trabajo". "Representar a un país es importante pero eso no es todo. También se puede contribuir activamente. Eso es lo que hago, a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional y de la Fundación Reina Sofía".

La Reina ha viajado por todo el mundo y se ha movido entre los representantes del poder. No parece impresionada. Desde hace más de 20 años empezó a llevar a la práctica su deseo de ser útil.

Una de las personas que ha marcado la última etapa de su vida ha sido Muhammad Yunnus, el economista de Blangladesh que llevó a la practica el sistema de microcréditos. "Lo conocí en una Cumbre de Mujeres Rurales y le pedí que me mandara documentación sobre sus proyectos". Yunnus le dijo que mejor le fuera a ver in situ y eso hizo. "Comprobé como, de verdad, los microcréditos cambian la vida de los más pobres, les ofrecen autoestima y, además, no es caridad".

La Reina considera que "lo principal en la vida, es el otro" y eso es un valor para todas las familias y, también para la monarquía. En este punto, la Reina reflexiona en torno al papel de la Corona, recordando que, según marca la Constitución, "la monarquía da estabilidad a la política".

La Reina ve su papel público como una clara opción de servicio. "Si con mi presencia puedo contribuir, bendita sea" y añade "siento que estoy obligada a dar esperanza a quien no tiene nada."

La Reina no le da mucha importancia a la edad. Cuando el pasado mes de enero, el Rey y el Príncipe cumplieron años, (70 y 40, respectivamente), la Reina pensaba "nadie se acordará del mío. Pero veo que sí se han acordado". Doña Sofía se considera una mujer afortunada: "Lo importante no es cumplir muchos años, sino tener salud y estoy agradecida porque no tengo ningún problema, ninguno".

Doña Sofía no es amiga de la nostalgia. Recuerda el día que cumplió 9 años porque "dije me tengo que acordar toda la vida de este día y eso he hecho". También el día que cumplió 40, en el que el Rey le organizó una fiesta sorpresa con todos sus amigos y familia en casa de doña Pilar, "fue muy emocionante".

Mañana, la Reina reunirá en una cena a su familia y algunos de sus amigos más cercanos y, antes, asistirá a un concierto dirigido por Zubin Mehta.

Para la Reina los momentos más tristes de la vida tienen que ver con la pérdida de los seres queridos: "Las muertes de don Juan y de doña María, y de mis padres, claro. Pero, no hay que olvidar que también ganas a las personas que llegan, los hijos y los nietos".

La Reina dice: "Tengo muchas ilusiones de seguir adelante, tengo una actitud positiva. No entiendo a los que no disfrutan de la vida. Hay tanto que aprender, tanto que leer, tanto que escuchar".

A la hora de hacer balance, Doña Sofía dice: "Pienso que he tenido una vida muy movida. Nos hemos movido mucho a lo largo de la vida, y eso es una bendición, te da apertura de mente, amplía tu base cultural, y todas las experiencias enriquecen".

Pero, la Reina no es mujer de mirar al pasado y continúa diciendo: "Tengas la edad que tengas, no hay que perder las ilusiones. Seguir con salud y poder contribuir como hago, hasta que no pueda. Aunque tenga la edad de jubilarme, uno nunca se jubila de la actitud."

Curiosa siempre, Doña Sofía tiene aficiones, pasiones y obsesiones. De su interés por las fotos dan fe las 30.000 imágenes que tiene guardadas, la mayoría de ellas de los últimos años desde que descubrió la tecnología digital. Esa afición le ha dado algún disgustillo y ahora se atreve a confesar ser la autora del fotomontaje que los Reyes utilizaron como felicitación para las navidades del 2006. "Estaba orgullosísima, lo hice yo sola con el photoshop. Lo criticó todo el mundo pero yo estaba encantada de haber colocado a todos mis nietos en una sola foto".

Doña Sofía esta encantada con su papel de abuela. Asegura que "lo más gratificante de mi vida es mi familia" y se desborda al hablar de sus nietos. "No tengo ningún preferido y, aunque quiero ser una abuela cariñosa, no los consiento". La Reina confiesa que "me gusta tenerlos conmigo y, cuando puedo, voy a Barcelona a ver a los de Cristina". También le gusta que estén juntos, "para que sigan unidos cuando sean mayores".

"A mis nietos -continúa la Reina-, les digo que miren, que aprendan a conocerse, que sean felices y que, sobre todo, piensen en los otros".

Como otros abuelos, la Reina piensa que los niños de hoy en día "tienen de todo, demasiados regalos, el consumo no es bueno para la educación de los niños."

La Reina vivió su infancia y juventud en los años 40, en una Europa azotada por los conflictos: "Soy de una generación que creció en un tiempo de guerras y conflictos. Los hijos han tenido una vida mejor, pero también hay que educarles en la responsabilidad, no pueden tener todo hecho. Mi infancia pasó durante la guerra, pero no me acuerdo de nada. Salimos de Grecia, fuimos a Sudáfrica y en un año cambiamos once veces de casa. Para mis padres debió ser muy duro", recuerda.

Tuvo una juventud feliz en Grecia, junto a sus padres y hermanos, y los 23 años dejó su país natal para casarse con don Juan Carlos, un príncipe español de futuro incierto. Junto a él ha pasado 46 años. Sofía de Grecia, según consta en su carné de identidad, se siente totalmente española: "Mi comida preferida es el gazpacho, la tortilla de patatas y la paella", alimentos que le permiten seguir su dieta ovoláctovegetariana. La Reina nunca come carne, "no considero necesario matar animales, los adoro, qué vamos a hacer". Tengo varios perros y me cuesta no adoptar a los gatos callejeros que consiguen colarse en la Zarzuela. Tengo también un loro gris y tortugas de tierra", cuenta Doña Sofía.

En el recinto de la Zarzuela hay un cementerio de perros y sobre cada tumba figura una lápida con la foto del animal. La Reina los recuerda a todos. Cuando está en casa, tiene con ella a Tipsy y Topsy, sus dos yorkshire.

Doña Sofía no da importancia a lo que hace y mucho menos a sí misma. No se considera una mujer especial, ni cree haber hecho en la vida más que cumplir su deber. "He conocido a mujeres muy valerosas y solo algunas eran conocidas", recuerda Doña Sofía. La madre Teresa de Calculta le impresionó vivamente y recuerda que en su entierro pensó que a ella, tan humilde, no le hubiera gustado un funeral tan ostentoso.

Respecto al papel de la mujer, la Reina cree que es imprescindible para el desarrollo. "Lo veo cuando visito comunidades en las que las mujeres reciben los microcréditos y hacen avanzar a sus familias con sus talleres, sus cultivos, sus animales, sus puestos en los mercados. En las sociedades occidentales está muy bien todo eso de las cuotas, aunque sin ser estrictos. Pienso que no habrá igualdad hasta que no exista un 'Ministerio del Hombre'", dice.

Pero además de a los desheredados, la Reina también presta su balsámico cobijo a quien está llamada a ser su sucesora. Asegura orgullosa que la princesa Leticia "es muy inteligente y muy trabajadora y nos apoyamos mutuamente". Hasta Jaime de Marichalar, separado de doña Elena, recibe palabras de afecto de la abuela de sus hijos.

La Reina consigue acabar todas las conversación sin alterarse, por eso ha sorprendido tanto verla retratada, en los últimos días, a través de un objetivo desenfocado.
"Para mí la libertad, es hacer lo que siento"

"El Rey y yo no somos iguales, eso es obvio, pero nos complementamos", asegura la Reina. Los Reyes tienen una agenda común que supone, más o menos, la mitad de sus actividades. El resto de su tiempo lo dedican a los actos que tienen programados por separado.

Doña Sofía explica que el Rey se dedica a "cosas más políticas, mas institucionales y yo, más a cuestiones culturales o sociales. Pueden parecer temas menores - reflexiona- pero son igualmente necesarios y a mi me gustan".

La Reina recuerda muy claramente sus primeros años en España. "Yo me hice española por amor, estaba muy enamorada y todo me parecía fácil". Doña Sofía explica que no le costó nada adaptarse. "El carácter de los españoles es muy parecido al de los griegos. Además -recuerda- mi marido me ayudó mucho. Me explicó muchas cosas de España en nuestro viaje de novios que duró tres meses. Lo pasamos muy bien y tengo que decir que el Rey, acostumbrado a las academias militares y a vivir solo, era el que hacía las maletas, las suyas y las mías".

Durante sus primeros años de casada, "cuando no éramos nadie", como los define doña Sofía, a la entonces princesa le hubiera gustado ayudar en hospitales, con niños, con enfermos, ser útil. "Pero no me dejaron y lo único que pude hacer es ponerme a estudiar". En 1973, la entonces princesa empezó unos cursos de Humanidades, en la Universidad Autónoma de Madrid, que se daban los sábados.

El 22 de noviembre de 1975, día de la proclamación de don Juan Carlos como Rey, obviamente se suspenieron las clases pero el sábado siguiente doña Sofía, ya reina, quiso volver a la universidad. "Estábamos en pleno curso y, de un día para otro ya era reina. Pensé si no vuelves en seguida ya no podrás hacerlo. Así que el día 29 de noviembre de 1975, después de todo, volví a clase. Una de mis compañeras me dió unas flores, se rompió el hielo y todo siguió igual. En aquella época la universidad no era fácil, pero encajé bien". "Eso es para mí la libertad", concluye, "hacer lo que siento".

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