miércoles, 24 de diciembre de 2008

Discurso de Navidad del Rey


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¡Buenas noches!

Mucho me alegra empezar mis palabras expresando, de corazón, mis mejores deseos y más afectuosa felicitación a todos los españoles en estas fechas navideñas.

Al término de este año, quiero - como es tradicional- compartir un conjunto de reflexiones y de sentimientos sobre nuestro desarrollo como pueblo y como Nación.

Un año 2008 intenso en acontecimientos, del que quisiera detenerme en tres asuntos de especial relieve, como son el Treinta Aniversario de la Constitución; la lucha contra el terrorismo; y la crisis financiera y económica generalizada que atravesamos.

Gracias a nuestra Constitución, España ha vivido por primera vez treinta años de democracia plena, que coinciden con los de mayor progreso y modernización en nuestra Historia.

Por eso, estos treinta años de Constitución deben servirnos, no sólo para felicitarnos por lo mucho conseguido, sino sobre todo para llenarnos de energía y de confianza en nuestra capacidad de presente y de futuro para seguir avanzando como gran Nación.

Capacidad para resolver problemas y alcanzar nuevos objetivos con sentido de Estado. Para engrandecer y rejuvenecer día a día nuestra vida colectiva, llenando el corazón de nuevas esperanzas a todos los españoles, mediante planteamientos integradores y solidarios.

Para lograrlo, debemos promover una cultura política de ilusión, unidad y responsabilidad, que despierte en todos, jóvenes y mayores, un renovado interés por los asuntos públicos, favoreciendo el mejor conocimiento de lo que nuestra Constitución representa para nuestra convivencia y nuestras vidas.

Una Constitución que, construida sobre la concordia y el consenso, el respeto mutuo y la tolerancia, recoge las mejores conquistas de toda democracia avanzada, articula nuestra diversidad territorial, y asegura nuestra estabilidad y progreso.

Sus reglas, valores y principios, son hoy nuestra principal fuente de fortaleza como Nación moderna, unida, solidaria y diversa, pues a todos nos guían y amparan para seguir avanzando en paz hacia nuevas metas.

Una Constitución que, por todo ello, nos reafirma en la legítima convicción y determinación de que el terrorismo no puede tener cabida en una sociedad democrática, libre y plural como la española, que de forma masiva rechaza su existencia y condena sus actos.

Vienen especialmente a mi memoria en estas fechas navideñas los nombres de todas y cada una de las víctimas del terrorismo, cuyos familiares están marcados por un dolor que en estas horas siempre rebrota con profundidad e indignación.

Me siento muy cerca de sus corazones en el respeto y apoyo que bien merecen, así como en el permanente y emocionado homenaje a sus seres queridos.

Nuestros derechos y libertades, empezando por la vida, no pueden ser violados y amenazados por profesionales del terror, por lo que debemos seguir luchando para derrotar al terrorismo.

Un objetivo inaplazable que, desde la debida unidad entre todos los demócratas, requiere seguir aplicando todos los instrumentos del Estado de Derecho y una eficiente cooperación internacional.

En este sentido, dirijo mi especial felicitación a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, a nuestras autoridades policiales y judiciales, así como a las de Francia, por los importantes éxitos alcanzados este año que tanto nos estimulan.

Estoy convencido de que, con unidad, voluntad y determinación, el final del terrorismo estará cada vez más cerca.

Como decía al principio, este año concluye asimismo marcado por los efectos de la seria crisis que estamos viviendo. Más allá de la frialdad de las cifras, me preocupan muy especialmente las numerosas personas que en nuestro país han perdido su empleo. Me preocupan sus familiares y tantos jóvenes que no encuentran trabajo. También cuantos ven amenazados o truncados sus proyectos y aspiraciones.

Una crisis que explica los esfuerzos de nuestras autoridades nacionales, europeas e internacionales por corregir desajustes y adoptar medidas que, con el diálogo y la colaboración de nuestros agentes económicos y sociales, deben centrarse en recuperar la confianza, en respaldar la actividad diaria de nuestro tejido productivo, y llegar a nuestras familias y ciudadanos.

Unos objetivos que requieren del concurso y del empeño del conjunto de nuestras fuerzas políticas, económicas y sociales.

Juntos podremos vencer problemas y dificultades, si actuamos con realismo, rigor, ética y mucho esfuerzo, anteponiendo siempre el interés general sobre el particular, buscando acuerdos y soluciones con generosidad, responsabilidad y amplitud de miras.

Despleguemos con inteligencia y tesón nuestra bien probada capacidad de superación, tirando del carro en la misma dirección, aportando cada uno su grano de arena.

Se trata de volver, tan pronto como sea posible, a la senda del crecimiento económico y de la creación de empleo; de abrir una perspectiva de pronta recuperación y un horizonte de adecuada seguridad a nuestros operadores económicos, trabajadores y consumidores.

Se trata, junto a ello, de disponer de reglas internacionales más eficaces para reforzar la estabilidad, supervisión y transparencia del sector financiero en un nuevo entorno globalizado.

Sigamos otorgando carácter prioritario a la lucha contra el desempleo, siendo solidarios con los más desfavorecidos y vulnerables, atendiendo a las necesidades sociales y asistenciales, así como a las derivadas de la conciliación laboral y familiar.

No hay recetas mágicas. Para volver a crecer de forma sostenible, necesitamos más eficiencia y competitividad, más innovación tecnológica, y elevar la educación y preparación de nuestros jóvenes, cuyo compromiso con la sociedad es un activo insustituible.

Son ellos quienes más apoyo necesitan para abrirse un digno futuro laboral y profesional.

Por otro lado, la actual crisis económica demuestra hasta qué punto dependemos cada vez más del exterior y tenemos que saber gestionar hábilmente la defensa de nuestros intereses en el mundo.

Por eso, hoy más que nunca, importa el papel internacional de España, de nuestras instituciones, empresas y profesionales, para asegurar nuestro crecimiento, bienestar y seguridad.

Una acción exterior que debe ser lo más consensuada y coordinada posible, dirigida a fortalecer posiciones en la Europa a la que pertenecemos, preparando desde ahora la Presidencia española de la Unión Europea en 2010.

Para ello, también debemos dar un nuevo impulso a nuestras relaciones con los Estados Unidos, intensificar nuestros sólidos vínculos con Iberoamérica y con el Mediterráneo, y mantener nuestra proyección en África y Asia, junto a nuestra cooperación con los países menos favorecidos.

Es hora además de reforzar la cooperación multilateral frente a los grandes desafíos, desde el terrorismo internacional que condenamos con firmeza y que, de modo tan brutal, se ha manifestado en Bombay, hasta la crisis financiera y económica internacional, el hambre y la pobreza, o la protección del medio ambiente.

Quiero, en este marco, expresar mi reconocimiento a quienes sirven a España en el mundo, subrayando que se cumplen veinte años, tanto de la participación de nuestro país en misiones internacionales de paz, como de la incorporación de la mujer a nuestros Ejércitos.

Dirijo un emocionado recuerdo a los miembros de nuestras Fuerzas Armadas que este año perdieron trágicamente la vida en el exterior, reiterando todo mi afecto a sus familias.

Por otro lado, no olvidemos, que junto a los progresos que vamos acumulando, se plantean situaciones y problemas sensibles que a todos nos incumben y requieren de la dedicación y coordinación de autoridades, instituciones y sociedad civil.

Cada año recuerdo algunos de ellos, como la discapacidad, las graves enfermedades, la drogadicción, la violencia de género o los accidentes de tráfico.

Son temas serios y acuciantes, por lo que reitero mi llamamiento para que no dejemos de dedicarles los mayores desvelos. Aseguremos asimismo los derechos humanos, la dignidad y la igualdad de las personas, sin discriminación por razón de ideología, raza, creencias, o sexo.

No es tiempo para el desánimo. Hemos logrado salir adelante con fuerza de otros periodos complejos y reemprender el camino aún con mayor dinamismo.

Tenemos pues sobradas razones para creer en nosotros mismos, para sentirnos satisfechos de lo que somos, de nuestros esfuerzos, de muchas realizaciones y nuevos éxitos, incluidos los deportivos tan abundantes en este 2008.

En definitiva, son muchos los motivos para sentirnos orgullosos de España, para alimentar la necesaria confianza y esperanza en el futuro, con el aval de tres décadas de progreso y modernización en torno a nuestra Constitución.

Un período felizmente marcado por una impresionante y muy valiosa incorporación de la mujer a todos los ámbitos.

Confianza en la labor y solidez de nuestras instituciones, en la capacidad de nuestros empresarios, profesionales y trabajadores, así como en la indudable mayor preparación y empuje de nuestros jóvenes.

Confianza en la fuerza creativa de nuestra cultura rica y diversa, en la capacidad de nuestros centros docentes y de investigación, o en el creciente peso del español en el mundo como segunda lengua de comunicación internacional.

Confianza, en suma, en todos y cada uno de los hombres y mujeres que, día a día, desde los distintos rincones de España, la hacen crecer y mejorar con su honrado trabajo y admirable empeño.

En esa tarea, contáis como siempre con todas mis energías y con mi más firme compromiso de seguir sirviendo con la mayor ilusión y dedicación a España. De servir a todos nuestros ciudadanos, alentando todo lo que nos une y nos permita progresar juntos.

Un compromiso y unos sentimientos que el Príncipe de Asturias comparte plenamente conmigo y que tienen en él la mejor garantía de porvenir.

En esta Nochebuena y en vísperas del Año Nuevo, la Reina y toda mi Familia se unen a mí para expresar a todos los españoles nuestro mayor afecto y mejores deseos, que dedicamos asimismo a cuantos extranjeros viven con nosotros.

¡De corazón, para todos, muy feliz 2009, y muy buenas noches!


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