domingo, 21 de junio de 2009

El último adiós al inspector


Último adiós al héroe asesinado, quien se dejó la vida salvando a la de otros. El funeral por Puelles fue presidido por los Príncipes de Asturias en la iglesia de San José, donde el «No a ETA» se convirtió en silente estruendo de una sociedad harta.

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En la foto, el Príncipe Felipe trata de consolar al hijo de Eduardo Puelles, que porta la gorra de su padre.

Hubo aplausos hasta en el interior del templo. Los restos mortales del inspector de Policía Eduardo Puelles fueron despedidos ayer en Bilbao con el calor que faltó a las familias de otros miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado asesinados en los años más duros del terrorismo etarra. Ni siquiera la presencia de los Príncipes de Asturias restó protagonismo a la última víctima mortal de los pistoleros etarras, a su viuda y a sus hijos, que transmitían la dignidad que les proporcionaba el orgullo por la gran labor profesional de Eduardo Puelles en la lucha contra ETA.

Don Felipe y doña Letizia, que habían estado en Bilbao sólo dos días antes para inaugurar un congreso de centros tecnológicos, llegaron a la iglesia de San José quince minutos antes de que se iniciara el funeral, y saludaron al resto de autoridades a la espera de la llegada del féretro.

Todos con la familia

La iglesia se llenó de familiares y amigos de Puelles, que quisieron acompañar en el dolor a su mujer, Paqui, y sus hijos, Rubén y Asier. Además de mucha gente joven, miembros de la Policía Nacional, Ertzaintza y Guardia Civil acudieron a dar el último adiós al compañero asesinado. Fueron tantos los ciudadanos que quisieron despedir a Puelles que muchos tuvieron que quedarse en la calle entre excepcionales medidas de seguridad por la presencia de los Príncipes de Asturias.
Con el sonido de la marcha fúnebre interpretada por la banda del Cuerpo Nacional de Policía y los aplausos de cientos de personas, los restos mortales del inspector fueron trasladados desde la subdelegación del Gobierno -donde había estado instalada la capilla ardiente- hasta la iglesia de San José por ocho agentes de la Policía Nacional, la Guardia Civil, la Ertzaintza y la Policía Municipal de Bilbao. Antes de que el féretro fuera introducido en el templo, la banda tocó el himno nacional, que fue escuchado con un respetuoso silencio interrumpido únicamente por aplausos y gritos de «¡viva España!».

En el interior de la iglesia, el obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, transmitió un saludo a la viuda y a los hijos de la última víctima mortal de ETA y señaló que «la sociedad debe continuar con paso firme el camino que conduzca a la desaparición de ETA». Monseñor Blázquez mostró también su «apoyo y gratitud» a todos los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado por trabajar «por la libertad de los demás».

Deslegitimar el terrorismo

«Cada víctima mortal del terrorismo es un clamor que exige, con la fuerza de la sangre injustamente vertida, respeto a la vida y libertad para todos», dijo. Porque «la memoria de las víctimas es un recordatorio permanente para que la sociedad continúe rechazando enérgicamente la violencia y desenmascarando sus propósitos».
Blázquez aseguró, además, que «deslegitimar en todos los aspectos el terrorismo es un ejercicio de clarificación que contribuye de manera eficaz a que la luz de la verdad venza las tinieblas de los pretextos y engaños».
A la salida del templo, la viuda, escoltada por sus dos hijos, sostenía la bandera española con la que se había cubierto el féretro de su marido. Uno de los momentos más emotivos fue cuando los familiares dieron el último adiós a Eduardo Puelles y cuando los Príncipes de Asturias y los representantes de las instituciones intentaron consolar a esta nueva viuda y sus hijos. El calor de los aplausos rompía el silencio que dejaba la ausencia de las palabras oportunas que nadie parecía encontrar ante un crimen que recuerda a los vascos que el horror sigue.

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