domingo, 28 de febrero de 2010

El Príncipe de Asturias vuelve a jurar la bandera 25 años después

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El Príncipe de Asturias volvió a jurar hoy la bandera 25 años después de su salida de la Academia General Militar (AGM) de Zaragoza. Lo hizo en el acto de conmemoración de las bodas de plata de la jura de bandera de la XLIV promoción, a la que pertenece Don Felipe de Borbón.

En una ceremonia protocolaria celebrada en el Patio de Armas de la AGM y presidida por el Príncipe de Asturias, que estuvo acompañado por Doña Letizia, los 216 componentes de la XLIV promoción volvieron a jurar la bandera 25 años después de abandonar la Academia.

El acto comenzó en torno a las 12. 15 horas con la entrada a formación de la bandera española. A continuación, se rindieron honores a Don Felipe de Borbón, quien pasó revista acompañado del director de la AGM, Francisco José Gan Pampols.
Seguidamente, los miembros de la promoción que hoy cumplía sus 'bodas de plata' pasaron a besar la bandera. El primero en hacerlo fue el Príncipe de Asturias y tras él pasaron los restantes componentes. También juraron bandera varios familiares de militares de la XLIV promoción fallecidos, concretamente dos viudas y los padres de uno de ellos.

Una vez realizado el acto protocolario, el número uno de la promoción, el teniente coronel Eduardo Diz, pronunció una emotiva alocución dirigida a todos los presentes, aunque especialmente a sus compañeros.

Por ello, hizo referencia al Príncipe Felipe, que "compartió con nosotros un año intenso y duro de formación en esta Academia y que hoy también renueva su juramento de fidelidad".

Así, destacó que en estos 25 años "hemos sufrido cambios, reestructuraciones e integraciones en ocasiones muy dolorosas, pero hoy volvemos a comprometernos otra vez aquí". Manifestó que desde que en el año 1989 se iniciaron las operaciones en el exterior, "podemos decir que no habido ninguna en la que no haya servido alguno de los componentes de la XLIV".

"Hemos tenido que realizar esfuerzos no pequeños para amoldarnos a las nuevas exigencias de estas misiones, con el sacrificio en muchas ocasiones de nuestra vida personal y familiar, pero siempre lo hemos hecho con alegría", señaló.

Además, se mostró orgulloso de poder "renovar el compromiso de servicio a España delante de los futuros oficiales", ya que esto "constituye un reto y una gran responsabilidad".
Firmeza y lealtad
Por su parte, el director de la Academia, el general de brigada Francisco José Gan Pampols, resaltó que la ceremonia de hoy "habla de firmeza, lealtad y perseverancia en el compromiso adquirido por todos los componentes de la XLIV promoción y de los cuerpos comunes de la Defensa que decidieron hacer del servicio a España su norma de vida".

También subrayó su "admiración y respeto" por los militares de la XLIV, ya que "sé que vuestro desempeño profesional no ha sido un fácil discurrir".

Después de los discursos, el teniente coronel Eduardo Diz entregó un obsequio --una figura de un abanderado--, en nombre de la XLIV promoción, al número uno de la actual promoción, la LXIX, el cadete Francisco Javier Lozano.

Finalmente, se realizó el tradicional acto de homenaje a los que dieron su vida por España, dedicado, en esta ocasión, a los tres componentes de la XLIV promoción fallecidos: Pedro Romero, fallecido en accidente; Ramiro Minguela, que murió a causa de una enfermedad; e Isidoro Turrión, que fue víctima de un asesinato. El acto concluyó con la interpretación del himno de la Academia General Militar y el desfile de los actuales cadetes.

Acto de Rejura

S. A. R. el Príncipe de Asturias ingresó en la AGM el 1 de septiembre de 1985 y juró bandera el 20 de octubre de ese mismo año, mientras que el resto de sus compañeros de promoción lo hicieron el 20 de diciembre.

La 'rejura' es un acto militar en el que forman los alumnos de la Academia junto a los oficiales de la promoción que conmemora el aniversario de su jura de bandera, que se celebra a los 25, a los 40 y a los 50 años.

Doña Letizia viaja a Berlín en su primera visita sola al exterior como Princesa

Madrid, 28 feb (EFE).- Doña Letizia viajará mañana a Berlín como invitada de honor para la ceremonia de entrega de un premio de investigación sobre enfermedades raras, en la que será su primera visita sola al extranjero como Princesa de Asturias.
Invitada por Eva Köhler, esposa del presidente alemán, Horst Köhler, la Princesa de Asturias participará en el acto de entrega del tercer premio Eva Luise Köhler de Investigación sobre Enfermedades Raras, donde pronunciará unas palabras, según han informado fuentes de la Casa del Rey.

Doña Letizia estará acompañada en Berlín por la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, así como por el embajador de España en Alemania, Rafael Dezcállar, y personal de la legación diplomática y de la Casa Real.

La agenda de la princesa comenzará con un encuentro con el alcalde de Berlín, Klaus Wowereit, quien en octubre de 2009 recibió en Oviedo de manos de Don Felipe, al igual que los otros dos alcaldes del Berlín unificado, el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia.

El premio fue concedido a la capital alemana en el vigésimo aniversario de la caída del muro por ser símbolo de "entendimiento, convivencia, justicia, paz y libertad en el mundo".

Después, Doña Letizia se trasladará al palacio presidencial de Bellevue invitada por la esposa del presidente alemán y asistirá a un almuerzo ofrecido por la "Fundación Eva Luise y Horst Köhler", la institución que promueve los citados premios de investigación.
Posteriormente mantendrá un encuentro con el presidente Horst Köhler, los premiados y otros asistentes al almuerzo.

La Princesa de Asturias participará a continuación en la ceremonia de entrega del tercer premio Eva Louise Köhler de Investigación sobre Enfermedades Raras, un acto que tendrá lugar un día después del Día Internacional de estas patologías, que se celebra hoy.

viernes, 26 de febrero de 2010

La reina Isabel II, una usuaria más del metro londinense

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La inmensa sonrisa de la reina Isabel lo decía todo: la idea de una parada de metro en ‘Buckingham Palace’ le hacía tilín. Así de contenta se puso la soberana inglesa cuando recibió como regalo una placa de la parada ficticia durante su visita esta semana a la estación ‘Aldgate’. La Reina viajó en el metro de Londres, y como una usuaria más pasó con su billete por los torniquetes de entrada, para acercarse hasta esta estación que el 7 de julio de 2005 sufrió una serie de ataques terroristas en los que fallecieron 52 personas. Pero no es el único viaje que hace en metro, pues ya había viajado en este transporte en anteriores ocasiones.

Curiosamente, el mismo día de la visita el Bentley oficial de la Reina se estropeó e Isabel II continuó su jornada de trabajo en un Range Rover de la policía. El Daily Telegraph titulaba al día siguiente que era más fiable el metro que el lujoso coche de la Reina.

miércoles, 24 de febrero de 2010

El Rey y el líder del PP se reunieron el pasado lunes

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C. DE LA HOZ
ABC

Su Majestad el Rey y el presidente del PP, Mariano Rajoy, mantuvieron un encuentro el pasado lunes en el que analizaron la situación económica, dentro de los contactos habituales que mantienen con carácter mensual, según ha podido saber ABC de fuentes conocedoras de esta reunión. La cita se produce apenas tres días antes de la primera convocatoria de la comisión negociadora nombrada por el Gobierno -formada por Elena Salgado, José Blanco y Miguel Sebastián- con los representantes de los Grupos Parlamentarios.
También tiene lugar poco después de que Don Juan Carlos preconizara que es la «hora de grandes esfuerzos y de amplios acuerdos», lo que le llevó a intensificar sus contactos con representantes del mundo económico, financiero, empresarial y laboral. No obstante, los mismos medios consultados insistieron en que se trataba del despacho habitual.
Por Zarzuela ya han pasado los líderes de UGT y Comisiones Obreras, Cándido Méndez e Ignacio González Toxo, respectivamente; la vicepresidenta Económica, Elena Salgado, o el nuevo presidente de Caja Madrid, Rodrigo Rato, aunque, en general, este tipo de encuentros se celebran con gran discreción.

martes, 23 de febrero de 2010

Aniversario del 23-F



Se conmemora un nuevo aniversario del intento de golpe de Estado del 23-F.

En aquella ocasión el Rey demostró el valor de la Monarquía como garante de la Constitución y de la democracia en España. Bueno es recordarlo para que las nuevas generaciones lo tengan presente.

En la página web de Televisión Española se pueden ver diversos vídeos del acontecimiento.

Merece especial mención la miniseria “23-F, el día más difícil del Rey” en el que se narran las horas de tensión vividas en el Palacio de La Zarzuela, probablemente con bastante realismo y fidelidad a los hechos.

lunes, 22 de febrero de 2010

Una foto muy real

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Màrius Carol
La Vanguardia

Diego de Velázquez, en su calidad de pintor de la corte, no tuvo ningún inconveniente en pintar al príncipe Baltasar Carlos, primogénito de Felipe IV, con menos de dos años, enarbolando el bastón de mando y luciendo la banda roja de capitán general, mientras montaba un enorme caballo con las patas delanteras levantadas. Es un retrato poco creíble, pero una imagen tan rotunda pretendía manifestar públicamente la continuidad dinástica y el poder de la Corona. En nuestros días, los reyes no necesitan de grandes cuadros que hagan su alegoría, pero a veces una fotografía vale más que mil palabras, como esa imagen de don Juan Carlos almorzando en un salón privado de la Casa Blanca con Barack Obama, apenas dos semanas después de que el presidente José Luis Rodríguez Zapatero fuera invitado por el presidente estadounidense al desayuno de oración nacional en Washington, sin que el mandatario estadounidense tuviera tiempo de compartir un café antes del acto.

La política internacional son gestos y estos hay que saber interpretarlos. A nadie escapa que la figura del rey de España en Estados Unidos goza de un indiscutible prestigio. Se pueden contar con los dedos de una mano los españoles que han sido portada en publicaciones como la revista Time,y el monarca figura entre ellos. Su biografía ofrece pocas dudas de esta relación. Don Juan Carlos no tuvo dudas de iniciar su viaje de bodas con una visita al presidente John Kennedy en la residencia presidencial, cuando The New York Times filtró unas declaraciones de don Juan Carlos nunca desmentidas que no gustaron al entorno de Franco. Tampoco pasó desapercibido que, cuando el príncipe Felipe tuvo que estudiar el master de Relaciones Internacionales, eligiera la universidad de Georgetown. Igualmente ha sido el Rey quien, en los momentos más difíciles de las relaciones entre Zapatero y George Bush, se convirtió en interlocutor para limar tensiones.

La fotografía de la comida muestra al Rey dirigiéndose a Obama, que sonríe divertido, igual que Hillary Clinton, por un comentario ocurrente. En la mesa, con manteles individuales y un discreto centro floral, se sientan otras tres personas, el consejero de Seguridad, James Jones; el ministro Miguel Ángel Moratinos y el jefe de la Casa, Alberto Aza. La imagen muestra un ambiente de comida de trabajo, pero refleja un clima de cordialidad fuera de toda duda y un entendimiento personal que es casi una metáfora de las relaciones entre ambos países.

Esta monarquía sigue siendo un activo para la política, aunque no siempre desde el poder se entienda. Los reyes no borran a los políticos de los óleos como le ocurrió al conde duque de Olivares, que desapareció de un cuadro del referido príncipe Baltasar Carlos, tras su cese. Al contrario, la Corona puede ayudar a que los políticos aparezcan en las fotos.

El Rey almuerza en Barcelona con notorios empresarios catalanes para hablar del Pacto

El Rey Juan Carlos no se ha limitado a abrir las puertas de la  Zarzuela a miembros del Gobierno, empresarios y sindicatos para hablar de un eventual Pacto entre todas las fuerzas políticas destinado a sacar al país cuanto antes de la crisis, sino que se ha movilizado personalmente viajando lejos de Palacio para pulsar otras opiniones. El Monarca, en efecto, mantuvo el pasado sábado 13 de febrero, en plena fiebre pactista, un almuerzo reservado con un grupo de notables empresarios catalanes, al objeto de pulsar su estado de ánimo respecto a ese gran acuerdo político para superar la crisis.

Jesús Cacho
El Confidencial

El anfitrión y catalizador del encuentro fue el empresario Josep Cusí (76 años, cuatro más que el Rey), íntimo amigo del Monarca desde hace décadas, cuando ambos comenzaron compitiendo juntos en las regatas de vela en Palma de Mallorca, para terminar convirtiéndose en armador del Bribón. Junto al Rey y Cusí se sentaron Artur Carulla, presidente de Agrolimen; Javier Godó, fundador del grupo editorial del mismo nombre; Marian Puig, ex presidente del grupo Puig; Luis Conde, fundador y socio de  Seeliger & Conde, y Pedro Mir, amigo del Rey de toda la vida y compañero de aficiones náuticas.

El almuerzo se celebró en el restaurante L'Indret de Semon, en la plaza San Gregorio Taumaturgo esquina con Ganduxer, parte elegante de Barcelona. Se trata de un pequeño local de apenas una decena de mesas muy del gusto del Monarca (su padre, el Conde de Barcelona, era muy amigo de los dueños de Semon), que fue cerrado para la ocasión. Al evento había sido invitado algún otro empresario más, caso de Isaac Andic, fundador y principal accionista del grupo de moda Mango, que no pudo acudir por hallarse en la nieve. Ni asistieron ni estaban invitados representantes del mundo financiero catalán, tal que La Caixa o el Banco de Sabadell.

"Se trata de personas muy ligadas a la empresa familiar  y por tanto responsables en primer grado de sus respectivos negocios, un perfil que interesaba al Rey para su intercambio de opiniones", ha manifestado a este diario una persona perfecta conocedora del encuentro. "Don Juan Carlos quería escuchar lo que conviene hacer en un momento como el actual, y tras un intercambio franco y cordial de puntos de vista, todos sin excepción le felicitaron por su acierto a la hora de involucrarse en la idea de un gran pacto político para acometer las reformas pertinentes y le pidieron que no cejara y siguiera impulsando el acuerdo entre Gobierno y oposición".

Sorprende, hasta llamar poderosamente la atención, que en medio del tráfago desplegado por el Monarca a favor del Pacto no haya encontrado ocasión para sentarse o al menos hablar por teléfono con el líder del Partido Popular, partido que, como ocurre con el PSOE en la izquierda, contabiliza gran parte del voto de la derecha española. A menos que en los últimos días se haya producido esa llamada o encuentro entre el Rey y Mariano Rajoy, la situación de ninguneo a que Zarzuela ha sometido al primer partido de la oposición ha causado algo más que malestar en la calle Génova.     

El anfitrión del almuerzo, Josep Cusí Ferret, nació en Barcelona en 1934, estudió Ingeniería Electrónica en la Escuela de Ingenieros de Tarrasa e hizo un máster en Toulouse. Se trata de un deportista nato, un hombre extrovertido y alegre de excelente carácter, muy al gusto de los amigos del Monarca. Empezó a participar en regatas en el año 72, compitiendo con Don Juan Carlos en barcos rivales, para pasar pronto a aunar esfuerzos compitiendo en el mismo barco: el Rey como patrón y Cusí de armador y tripulante. Desde hace más de 30 años es la sombra del Rey. Su mejor amigo. Está a su lado en regatas, viajes privados, cacerías, eventos sociales, e incluso cuando acude a Barcelona de incógnito para pasar sus revisiones médicas.

domingo, 21 de febrero de 2010

El señorío viene de nacimiento

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Hoy se celebraba en Bilbao la final de la Copa del Rey de básquet. Sabiendo que Vascongadas es territorio hostil pero igualmente parte del Reino de España, Don Juan Carlos ha decidido asistir a la final de Copa por primera vez en la historia (la primera fue cuando se instauró la competición) acompañado por la Reina.

Resulta evidente que es un gesto que trasciende al deporte y que simboliza que el Rey quiere estar presente a pesar de ser consciente del abucheo que recibiría por parte de los radicales de siempre que ahora, más que nunca, ladrán de rabia porque ven cercano el final de las prebendas que durante tantos años se les ha tolerado.

Que todo el mundo sepa que el Rey de todos los españoles está presente.

El Rey hace pública su agenda

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MÁBEL GALAZ
El País

El Rey de España va a hacer público su trabajo de despacho. A partir de ahora la Casa del Rey informará de las reuniones que don Juan Carlos mantenga dentro de su actividad diaria en el palacio de La Zarzuela. Se podrá saber a quién recibe y de qué hablan. Era algo imposible hasta ahora, puesto que la gran mayoría de las reuniones del Rey eran secretas.

La Casa Real no informará del contenido de todas las audiencias, pero sí de la mayoría -alguna, por razones de Estado, se mantendrá en secreto- y la nota oficial que emita el gabinete de prensa de palacio sobre la cita estará consensuada con la otra parte. Éstos son algunos de los cambios que, por orden de don Juan Carlos, ha decidido introducir el nuevo responsable de Comunicación de la Casa del Rey, Ramón Iribarren.

"Don Juan Carlos quiere que todos los españoles sepan en qué trabaja", explica Iribarren. De esta forma, la Casa Real podrá mejorar su imagen con un conocimiento más detallado por parte de los ciudadanos de la actividad profesional del monarca en España.

Así, en lo que va de mes, se ha informado de la visita al Rey del presidente de la Fundación COTEC para la Innovación Tecnológica, José Ángel Sánchez Asiaín. De la reunión de trabajo con la vicepresidenta segunda del Gobierno, Elena Salgado, quien informó a don Juan Carlos sobre las medidas tomadas para superar la crisis económica. De la presencia en palacio del nuevo presidente de Caja Madrid, Rodrigo Rato. Y, la que más expectación creó, la de los secretarios generales de UGT, Cándido Méndez, y de Comisiones Obreras, Ignacio Fernández Toxo. Ese día la Casa del Rey anunciaba que don Juan Carlos había intensificado sus contactos en los últimos meses con agentes políticos y sociales "dadas las graves consecuencias de la crisis económica en nuestro país, especialmente en términos de destrucción de empleo".

Y es que hasta ahora no se informaba de las actividades de despacho de ningún miembro de la familia real, sólo había referencias a las audiencias públicas, de las que se ofrecía una foto y una breve referencia. Pero lo cierto es que no era un secreto que don Juan Carlos recibía a políticos, empresarios, economistas, científicos y representantes de la vida social española de manera regular. En muchas ocasiones había alguna filtración y en esos casos incluso Zarzuela se negaba a aportar datos.

Ahora corren nuevos tiempos en la Casa de Rey. Don Juan Carlos quiere que la política informativa sobre su trabajo y el del resto de integrantes de la familia real sea más ágil y abierta. El anterior equipo de comunicación de palacio, dirigido por Juan González Cebrián -que se marchó oficialmente por "motivos personales"-, ha dado paso a un profesional del periodismo experto en el mundo de la comunicación y la diplomacia. Iribarren ha sido asesor para las relaciones con los medios de comunicación en el CNI, consejero de prensa de la Embajada de España en Marruecos y en Argentina, y fue consejero del portavoz del Gobierno bajo el mandato de Felipe González.

El relevo ha sido bien visto en el palacio de la Moncloa, donde desde hace tiempo estaban preocupados por la política informativa de la Casa del Rey. En los dos últimos años, desde el palacio de La Zarzuela se han tenido que enfrentar con las consecuencias del libro de Pilar Urbano sobre la Reina, el "¿por qué no te callas?" de don Juan Carlos al presidente Hugo Chávez, el divorcio de la infanta Elena y Jaime de Marichalar y la exposición diaria de la familia real en la llamada prensa rosa.

Don Juan Carlos también ha pedido especial apoyo al trabajo de los príncipes de Asturias, que cada vez tendrán más protagonismo, mientras que las infantas lo irán perdiendo, ya que pasarán de ser hijas del Rey a hermanas del futuro monarca.

Para hacer más visible el trabajo de la familia real, don Juan Carlos ha pedido al jefe de la Casa, Alberto Aza, que estudie la difusión de sus actividades en las redes sociales, además de que se mejore la página web. Todo con el mismo objetivo: mejorar la imagen de la monarquía.

El primer embajador de España

MIGUEL GONZÁLEZ
El Mundo

Dentro de la diplomacia hay dos campos en los que el Rey es particularmente activo: las relaciones con los países latinoamericanos y la promoción de las empresas españolas. Lo primero es de dominio público, ya que don Juan Carlos asiste a las cumbres iberoamericanas -y a veces, más allá de su voluntad, las protagoniza, como la de Santiago de Chile de 2007, donde pronunció el famoso "¿por qué no te callas?"- y su hijo, don Felipe, es un fijo de las tomas de posesión de los presidentes latinoamericanos (con la excepción de la del hondureño Porfirio Lobo, contaminada, a juicio del Gobierno, por el golpe contra Zelaya).

La promoción de empresas es un aspecto menos conocido, pero, frente al pudor de algún presidente español, reacio a aparecer como agente comercial, el Rey no ha tenido inconveniente en viajar acompañado por un séquito de empresarios, como hizo durante una gira por las monarquías petroleras del Golfo en mayo de 2008, y utilizar sus contactos para abrir puertas a los productos españoles.

Que el Rey es un gran diplomático se vio en la visita del pasado miércoles a Washington. No constituye una excepción que don Juan Carlos haya estado en la Casa Blanca, al contrario. Lo anormal es que haya transcurrido más de un año desde que Obama se convirtió en presidente de Estados Unidos hasta su primer encuentro con el Rey de España, por más que Exteriores insistiera esta semana en que don Juan Carlos ha sido el primer jefe de Estado europeo invitado a la Casa Blanca por su nuevo inquilino. Desde que, en 1962, los entonces Príncipes fueran recibidos por John F. Kennedy en su viaje de novios, don Juan Carlos y doña Sofía han cultivado la relación con los sucesivos presidentes de EE UU y este vínculo ha servido para amortiguar otros desencuentros, como el que protagonizaron Bush y Zapatero tras la retirada de las tropas españolas de Irak en abril de 2004.

Celos Moncloa-Zarzuela

Por eso, Gobiernos de distinto signo han alentado el papel del Rey como "primer embajador de España", no sin que en ocasiones aflorasen los celos. Por ejemplo, Moncloa y Zarzuela mantuvieron una pugna sorda por ver quién sería recibido antes por Obama, Zapatero o el Monarca. Finalmente fue el presidente; pero el 12 de octubre, víspera de la primera visita de Zapatero a la Casa Blanca, el Rey en persona anunció que él iría en diciembre. No pudo ser y hubo que esperar a febrero.

Este viaje del Rey -solo, sin la Reina- se ha definido como una "visita de trabajo". Teniendo en cuenta que don Juan Carlos carece de funciones ejecutivas, no se sabe bien lo que significa ese término. Desde luego no es un encuentro privado y tampoco una visita de Estado. El objetivo, según fuentes diplomáticas, es crear un "vínculo de confianza" con mandatarios de países que son importantes para España. Don Juan Carlos, por ejemplo, acudió a cenar al Kremlin en junio de 2008, pocas semanas después de que Dimitri Medvédev relevara a Valdimir Putin. Aunque no siempre el Gobierno está dispuesto a utilizar este recurso, como demostró durante la huelga de hambre de la activista saharaui Aminetu Haidar.

sábado, 20 de febrero de 2010

El pacto


El revuelo político y mediático provocado por la petición del Rey a las fuerzas políticas y sociales para que logren un acuerdo amplio que sirva para sacar a España de la grave situación económica en que está inmersa sigue estando de actualidad. No es la primera vez que el Rey hace ese llamamiento, y tampoco ha sido el único que lo ha pedido. Pero los políticos llevan años haciendo oídos sordos a estas peticiones, pues prefieren continuar sus habituales disputas, con discursos vacíos de contenido programático concreto pero envueltos en las técnicas de «comunicación».

La opinión pública española valora muy negativamente la situación económica nacional y personal presente y futura, la actuación del Gobierno y la de los partidos políticos y los políticos, pero no renuncia sino todo lo contrario, al sistema democrático. Lo que está en discusión son las políticas, no el sistema democrático, eso debe quedar muy claro. La valoración de los líderes de los dos partidos, PSOE y PP, están en los niveles más bajos desde 1986. Y la intención de voto demuestra un incremento continuado de la abstención, el voto en blanco y el voto testimonial a partidos pequeños e incluso no parlamentarios. La imagen del Gobierno en la UE y en el mundo están en su peor momento, y ello afecta a los intereses económicos de España, no sólo al Gobierno.

En esta situación, pedir un acuerdo amplio, lo pida el Rey o lo pidan los ciudadanos, no solo no es un despropósito, sino algo totalmente sensato. Quienes dicen que el Rey se ha extralimitado parecen desconocer que, mas bien al contrario, la pregunta que muchos ciudadanos estarían haciendo es la de por qué el Rey no hacía o decía nada. Y parecen también desconocer que no ha intervenido en la gestión política en absoluto, pues no ha pedido dimisiones, ni elecciones anticipadas, ni siquiera un acuerdo PSOE-PP, sólo ha pedido un gran acuerdo de las fuerzas políticas y sociales.

Lamentablemente la reacción de los partidos ha sido la esperada, escudarse en pretextos para no hacer lo que piden la ciudadanía y el Jefe del Estado. Porque la ciudadanía sufre la crisis económica de manera mucho más diaria y directa que la clase política. El PP ha creído ver en esta petición real un apoyo al Gobierno del PSOE. Craso error. El Gobierno ha creído ver, a su vez, una intromisión en sus competencias. Otro error. El Rey ha dado muestras evidentes de someterse a la Constitución, cosa que no hacen algunos políticos, que ignoran haber jurado o prometido cumplirla y hacerla cumplir. No sólo ha aceptado, como debía, el Gobierno que las urnas y el Congreso de los Diputados han decidido en cada momento, sino que ha mostrado siempre su buena disposición hacia todos los líderes, incluso hacia aquellos que muy directamente le han dicho que están trabajando para establecer la III República Española.

Los españoles quieren soluciones ya para la crisis económica, porque eso no puede esperar. Quieren solucionar algunos problemas políticos antes de que se conviertan en una crisis política (sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña, competencias territoriales, derecho a la lengua, deterioro de imagen de las instituciones, etc.) Y quieren evitar que la no-solución inmediata de los problemas económicos y políticos derive en una crisis social. Por ello piden que los dos principales partidos lleguen a un acuerdo. Pero el PSOE ha eludido otra vez la cuestión en el Debate sobre el Estado de la Nación haciendo lo de siempre: pedir un acuerdo de todos los partidos, para ningunear al PP como principal partido de la oposición, con un respaldo electoral similar al suyo. Y el PP elude la cuestión haciendo lo mismo desde las elecciones del 2004, la crítica total a la labor de Gobierno, y más recientemente, esperar tranquilamente a que el Gobierno «se cueza en su propios errores». Los dos demuestran que España les importa menos que el mantenerse en sus posiciones privilegiadas, en el Gobierno o en la oposición, pues en ambas se está «muy calentito».

Las alternativas actuales son: 1) un gobierno de coalición (como hace poco en Alemania); 2) un pacto de legislatura (como el del País Vasco entre PSOE y PP); 3) un pacto sobre algunas cuestiones importantes de Estado (ampliando a otras cuestiones lo que ya se hace en la lucha contra el terrorismo).

No se sugieren sin embargo ni la convocatoria de elecciones anticipadas ni un cambio de gobierno. En las circunstancias actuales (vigentes desde las elecciones de 1993 excepto en el 2000), PSOE y PP tienen el respaldo de proporciones similares del electorado, de manera que unas elecciones probablemente producirían la victoria de uno u otro sin mayoría absoluta, por lo que habría que negociar otra vez acuerdos muy caros con partidos muy pequeños. El cambio de gobierno tampoco resolvería nada, ya que Rodríguez Zapatero dirige directamente varios ministerios. Y no se espera mucho de la Comisión anunciada en el Debate, salvo que retrasará nuevamente la adopción de las medidas necesarias.

El problema, sin embargo, no parece ser el acuerdo en sí, pues hay sectores en el PSOE y en el PP que respaldarían cualquier tipo de acuerdo de los indicados. El problema real son los personalismos, una característica tradicional de la política española. El problema arranca de haber denominado al Jefe de Gobierno como Presidente en la Constitución de 1978. El sistema constitucional español no es una República Presidencialista, sino una Monarquía Parlamentaria (respaldada por dos tercios del electorado, frente a menos de un 20% que preferirían una república presidencialista o parlamentaria), con un Monarca que, a diferencia de todos los demás monarcas europeos (y a semejanza de la Reina de Inglaterra) no tiene ningún poder reconocido en la Constitución, salvo la función arbitral y moderadora, que es una función y no un poder explícito. El problema real es que parece que Rodríguez Zapatero nunca pactará con Rajoy, y que Rajoy nunca pactará con Rodríguez Zapatero. Pero podría haber otras personas en cada uno de esos dos partidos capaces de entenderse entre sí. Al no tener un sistema presidencialista, tanto el Gobierno como la oposición podrían facilitar el entendimiento buscando personas capaces de entenderse entre sí y que fueran suficientemente aceptables para el otro, si de verdad hubiera voluntad de llegar a un acuerdo. Sería deseable lo más pronto posible ese acuerdo hasta las elecciones de 2012, para intentar solidariamente solucionar los problemas económicos, políticos y sociales con los que se enfrenta España.

El Rey no ha ido, ni posiblemente pueda ni deba ir, tan lejos como aquí sugerimos. Se ha limitado a pedir un acuerdo amplio. Los ciudadanos, sin embargo, sí podemos pedir a la clase política una mayor generosidad y responsabilidad, como la tuvieron todos los líderes políticos al inicio de la transición, anteponiendo los intereses colectivos a los intereses partidistas. La solución a los problemas actuales pasa por un acuerdo PSOE-PP, pero parece que ambos partidos siguen apostando por pactar con pequeños partidos nacionalistas, pactos que siempre han tenido un alto coste, por lo que ambos partidos serán responsables ante la opinión pública española de no haber asumido su responsabilidad histórica. España no puede esperar hasta 2012.

viernes, 19 de febrero de 2010

El Rey tiene que pegar un puñetazo en la mesa

Leopoldo Abadía
El Confidencial

Nos hemos pasado la semana hablando del Rey. Parece que está preocupado y que ha decidido intervenir, dentro de sus posibilidades, que no son muchas.

He oído de todo: que por qué se mete, que por qué no se mete, que no es verdad que se esté metiendo, que con lo que cobra se tiene que meter, etc.

Pues a mí me parece que sí, que el Rey tiene que pegar un puñetazo en la mesa. Un puñetazo virtual, pero fuerte. Muy fuerte. Supongo que la Constitución -sigo sin leérmela- autoriza lo del puñetazo.

El puñetazo debe ir acompañado de bronca. Porque el pueblo español, que nunca he sabido lo que era hasta este año último, empieza a estar harto de fantochadas y de estupideces.

Digo que no sabía qué era el pueblo español, hasta que lo he visto, en muchos sitios, cuando he dado conferencias y cuando, en los coloquios y fuera, he hablado con la gente. Con mucha gente, que tienen pinta de ser el pueblo español.

Y he visto a la gente preocupada por los que "estos" están haciendo y por lo que "esos" (o sea, los que no son "estos") no están haciendo o lo están haciendo peor, que ya tiene mérito.

A mí me gustaría que el Rey convocase a la Zarzuela a los siguientes señores:

D. José Luis Rodríguez Zapatero

D. Mariano Rajoy

D. Emilio Botín

D. Francisco González

D. Isidro Fainé

D. Rodrigo Rato

D. Gerardo Díaz Ferrán

D. Cándido Méndez

D. Ignacio Fernández Toxo


Todos, con corbata. Y si D. Cándido no tiene, que se la compre.

Todos, puntuales.

No se admiten excusas.

Al entrar, se les dará una libreta pequeña y un boli.

Una vez que estén en la sala -no hace falta que sea muy grande- el Rey entrará y todos se pondrán de pie, porque ha entrado el pueblo español y los empleados se ponen de pie cuando el Jefe entra.

El Jefe, digo el Rey, sacará un papel y lo leerá. El papel dirá algo así como:

1. Estoy hasta las narices del comportamiento de todos ustedes.

2. De usted. D. José Luis, porque no tiene ni idea de cómo hay que dirigir España.

3. De usted, D. Mariano, porque tampoco.

4. De usted. D. Emilio porque no le veo entusiasmado con eso de animar a las empresas a que salgan adelante y porque ha ganado mucho dinero, pero he visto que una parte muy importante de ese dinero son comisiones que me cobran (soy el pueblo español) hasta por respirar.

5. De usted, D. Francisco, por lo mismo.

6. De usted, D. Isidro, por lo mismo.

7. De usted, D. Rodrigo, por lo mismo y porque, además, dice que tiene muchos euros y muchas oficinas y que esos ratios le han permitido hacer muchas cosas buenas. Y al pueblo español le parece que el volumen de activos no es un ratio y que el número de oficinas tampoco, porque al pueblo español, cuando estudiaba latín, le enseñaron que ratio es una relación entre dos cosas y que aquí, de relación, nada.

8. De usted, D. Gerardo, porque, entre unas cosas y otras, le veo distraído.

9. De usted, D. Cándido, porque mucho 4º vicepresidente, pero nada.

10. De usted. D. Ignacio, porque nada, y además, no es usted ni 5º Vicepresidente.

11. De todos ustedes, porque no están haciendo nada para que las 4.326.500 personas que están sin trabajo encuentren algo.

Y continuaré el Rey -o sea, el pueblo español-:

12. Así es que les pido (y subrayará "pido" para que se oiga "ordeno", aunque constitucionalmente no lo pueda decir) que:

a. Se reúnan inmediatamente. Por ejemplo, ahora, y que empiecen a trabajar y que me den por escrito lo que van a hacer.

b. Que ya me he cansado de lo del Pacto de Estado.

c. Que lo que me hace falta es un pacto de todos ustedes, para conseguir:

i. Que fuera de España nos respete alguien, aunque sea la Península de Jutlandia

ii. Que demos por primera vez en muchos años una imagen (por lo menos, la imagen) de que somos un país serio

iii. Que el pueblo español piense que, por primera vez en la historia reciente, hay un grupo de gente que quiere pensar en España y no en su pueblo y/o en su bolsillo

Y terminará el Rey -o sea, el pueblo español-:

13. Les espero aquí el jueves de la próxima semana. Traerán ustedes un primer borrador, que me presentarán y me lo dejarán para que yo me lo estudie durante otra semana.

14. Y en cuanto yo -el pueblo español- les diga que adelante, ustedes a cumplir con lo escrito, previo paso por la tele, para leer al pueblo español lo que van a hacer.

Y el Rey se irá, se meterá en la capilla de la Zarzuela y rezará para que Dios haga pronto el milagro de que todos estos señores discurran y vean qué pueden hacer juntos para salvar España.

Porque, mis queridos amigos, a España hay que salvarla.

Los Príncipes en Vanity Fair

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Libertad Digital

La noticia de los Príncipes iban a ser portada de revista saltó hace unos días. Primero se especuló con que aparecerían en Yo Dona. Después, se conoció que Vanity Fair iba a ser la publicación que los llevaría a su portada. Comenzó a especularse con la posibilidad de que se tratara de una entrevista a doña Letizia y de que hubieran abierto las puertas de su casa a la revista para un reportaje fotográfico. Desde Zarzuela, recalcaron este lunes, un día antes de la publicación, que se trataba de un reportaje y que "no se ha concedido ninguna entrevista". Según explicaron a LD, los periodistas se dedicaron a seguir durante unos meses a los Príncipes en sus actos oficiales y pidieron "datos conocidos" de su actividad.

Sea como fuere, la revista ya está en los kioskos y no se habla de "exclusivas" ni hay entrecomillados de los Príncipes aunque se insinúe que sí hubo entrevista. Entre otras cosas, en el reportaje se cuenta que cuando Leonor le pregunta a su mamá en qué trabaja, Letizia le responde: "Por España, hija, para tratar de mejorar mi país". Dice Vanity Fair que es una princesa "insólita" porque "minimiza al extremo su papel". "No soy nadie, no soy nadie. El importante aquí es Felipe". La califica de mujer "fuerte y agresiva", de las que "intimidan a los hombres". Vehemente, curiosa, enérgica y lista.

Dice Vanity que Letizia es "el último flotador de la monarquía española. "La verdad es que gracias a ella todos los actos aparecen en la prensa, aunque sea de forma secundaria: hablan de sus zapatos o de su bolso, pero se reseñan. La Princesa se ha convertido en el último objeto de deseo, no cabe duda de que aporta algo que hace que todo el mundo se interese por el Príncipe, por la Casa Real", reconocen en Zarzuela.

No pretende ser fashion, ni chic, ni elegante, sólo aparecer adecuada y correcta. "En este tiempo lo que de verdad le ha molestado es leer y oír cosas que no se ajustan a la verdad, o la invasión de la vida privada de su familia o de la gente a la que quiere", cuenta una amiga muy cercana. "Sabe lo que cuesta un billete de metro, el kilo de merluza, la mensualidad de los colegios concertados, una hipoteca, o cómo reclamar un recibo del agua al Canal de Isabel II. Entiende lo que le interesa a la gente joven, los problemas de adaptación del sistema universitario español con el Plan Bolonia. Conoce cuáles son las diferentes sensibilidades de los territorios históricos de nuestro país, el número de parados, el pulso de la vida. Y junto con su marido forman un gran equipo. Están en el mismo barco".

Y además, le enseña al Príncipe, que era "pachorro y parsimonioso, flojo en sus estudios, sobre todo en matemáticas y física, impuntual, perezoso, y le costaba levantarse por las mañanas".

Según la revista, los Príncipes tratan de dar la imagen de que llevan una vida normal, como cualquier español. Con la diferencia de que viven en un palacete de 1.090 metros cuadrados, en El Pardo y que la vivienda costó 4,2 millones de euros al erario público.

Fue a la vuelta de Felipe de EEUU cuando se planteó qué papel le correspondía. Empezó a trabajar con el Rey, como un becario. "A estas alturas ningún asunto le es ajeno al Príncipe", dicen en Zarzuela. Y se zanjó el asunto de abdicación. Además, al Rey se le considera superior porque nació en el exilio. "La escuela de la calle es algo que Juan Carlos no ha podido transmitirle a su hijo porque no pasó sus penurias".

El reportaje también aborda la polémica de los gastos de la Casa Real. "El Rey informaría de cómo utiliza el dinero público, pero es algo que no le pide la Constitución. Si informase, estaría violando la ley, de la cual es garante. Cuando los diputados se pongan de acuerdo y la modifiquen, Su Majestad presentará sus informes encantado de la vida". Pero no parece que eso vaya a pasar.

Sobre sus relaciones con los medios, explican que "si nos sentáramos a hablar con alguien entonces todo el mundo querría lo mismo. Y en esta Casa se está para trabajar. Ni el Rey, ni la Reina, ni el Príncipe, ni la Princesa tienen que revalidarse ante unos electores, por lo tanto, no tienen necesidad de aparecer en los periódicos o las revistas".

miércoles, 17 de febrero de 2010

El Rey es recibido por Obama en la Casa Blanca

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Su Majestad el Rey se ha convertido este miércoles en el primer jefe de Estado europeo recibido por Barack Obama en la Casa Blanca. Don Juan Carlos aprovechó el encuentro de aproximadamente una hora y media para insistir en que el presidente de Estados Unidos realice una visita oficial a España, más allá de la cancelada cumbre con la Unión Europea que debería haber tenido lugar esta primavera.

La reunión ha consistido en un afectuoso primer saludo y un almuerzo servido en el comedor adjunto al despacho oval. Comida a la que también asistieron el consejero de seguridad nacional, James Jones, y la secretaria de Estado, Hillary Clinton, que mantiene una entrañable relación con la monarquía española desde sus tiempos de primera dama. Por parte española, estuvieron presentes el ministro Moratinos y el jefe de la Casa Real, Alberto Aza.

La conversación habría girado en torno a las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y España, mejoradas tras superarse las tensiones acumuladas entre el gobierno socialista y la Administración Bush. Con gestos especialmente valorados por Washington como la oferta confirmada esta semana de acoger a cinco presos de Guantánamo. Además de abordarse múltiples problemas internacionales, sobre todo relacionados con Oriente Medio, Iberoamérica y en particular Cuba.

Posteriormente, el ministro Moratinos indicó que Obama sin concretar fechas había expresado su deseo de volver a visitar a España, recordando que ya había estado en Barcelona y Córdoba. Según el presidente de Estados Unidos, una de las mejoras noticias de su primer año de mandato habría sido la normalización de unas excelentes relaciones con España.

Según ha informado la Zarzuela, Don Juan Carlos obsequió a su anfitrión con una copia personalizada de la traducción al español del "best-seller" de Obama "Sueños de mi padre". Libro encuadernado en piel y con una reproducción del escudo presidencial a cargo del premiado artesano madrileño Luis Mínguez. Parte del menú servido en la comida habría sido realizado por el cocinero español José Andrés.

La cita en Washington ha tenido lugar entre crecientes desencuentros trasatlánticos de Estados Unidos con la Unión Europea. Y a tan sólo quince días después de que el presidente del Gobierno español participase en el Desayuno Nacional de Oración. Aunque en aquel foro de Washington, Zapatero y Obama no tuvieron apenas tiempo ocasión de conversar.

Los contactos del Rey con la Casa Blanca se remontan a los tiempos de la Administración Kennedy. Hasta el punto de que desde 1962, el monarca español ha tenido ocasión de reunirse con ocho presidentes de Estados Unidos. Además de periódicas conversaciones telefónicas con el despacho oval, ganándose un considerable respeto tanto en círculos del Partido Republicano como del Partido Demócrata.

En sus detallados diarios publicados en el 2007, Ronald Reagan reflexionaba sobre la sencillez de la Familia Real y con terminología marinera destacó: "La Monarquía, como ancla a barlovento, es un factor importante para mantener a España en una senda democrática y el Rey está dedicado a ese propósito. Él y yo tenemos una relación sólida y su amistad hacia Estados Unidos es sincera y duradera".

Especial ABC sobre la visita

Al Rey

Cristina López Schlichting
COPE

Señor ¡cuidado! Cuidado, Señor. La Monarquía española es un tesoro. En un país tristemente cainita, pertinazmente "guerracivilesco", una instancia como la Corona es oro puro. Tener un Rey de todos, donde todos tendemos a enfrentarnos de manera ibéricamente exagerada, es un regalo. Combinar la flexibilidad de la democracia y los parlamentos cambiantes con la estabilidad de una dinastía es muy práctico. Porque los partidos dan pluralidad, pero también enfrentan, y es su papel. Y el Senado y el Congreso cambian cada cuatro años, y es lo suyo. Pero en este rebullir que somos los españoles, en este caos peninsular, una institución estable y universal es un lujo. Cuidemos ese lujo, mimemos ese regalo, gocemos al menos de esa estabilidad. Señor, cuidado. Que hay quien incluso hace predio y cortijo de lo que es de todos. Quien usa para lo suyo hasta la Monarquía. Cuidado, Señor.

El Rey

Alfonso Ussía
La Razón

La verdad –y eso lo tiene que reconocer hasta Federico Jiménez Losantos–, que ser Rey de España no es fácil. Si no hace, porque no hace, si lo hace, porque lo hace, si calla, porque calla, si habla porque habla, si recomienda por recomendar, y si no recomienda, por faltar a su deber. El Rey, y en el caso de Don Juan Carlos conseguida a pulso, tiene la «auctoritas» pero no la «potestas». Ahora pide un gran pacto de Estado entre los partidos para ayudar a España a salir de la crisis. Se le critica la oportunidad. Que si lo hace por ayudar al Gobierno de Zapatero, que si lo ha hecho excesivamente tarde, que ya era hora de que lo hiciera, o que carece de responsabilidad para hacerlo. El Rey no ha hecho otra cosa que dar voz e intención a lo que piensan y desean millones de españoles. En el PSOE, Zapatero se niega al pacto por razones ideológicas –es un doctrinario del carajo de la vela–, y María Teresa Fernández de la Vega le dedica una regañina al Rey recordándole que la búsqueda de acuerdos es función gubernativa y no soberana. En el PP, se respeta algo más la recomendación del Rey, pero se duda de su beneficio.

Por su parte, el Rey ya se ha reunido con los representantes sindicales y la ministra de Economía. Piensa hacerlo con otros agentes sociales, pero me temo que las primeras reacciones de partidos y analistas políticos pueden hacer mella en su entusiasmo. Muchos comentaristas, analistas y columnistas coinciden en afirmar que los políticos hacen y deshacen a espaldas de la ciudadanía, a la que sólo respetan en los períodos electorales. Me atrevo a decir que también son muchos los comentaristas, analistas y columnistas que viven fuera de la realidad. Una crítica positiva es menos rentable –incluso en publicidad–, que una valoración negativa. Arrearle al Rey es facilísimo. Mucho más fácil que a Isidoro Álvarez, Emilio Botín, Juan Abelló o José Manuel Entrecanales. La del Rey es una autoridad sin defensa, y su papel de moderador siempre levanta ampollas o resquemores. Lo que ahora pide es unión, pero el egoísmo y los intereses de los partidos no van por ahí. Después vienen las encuestas populares y la Corona está en lo más alto de la consideración social y los partidos políticos suspenden. Pero no les importa. Zapatero, el doctrinario bobo, el que parece cada vez que acude a una reunión de dirigentes europeos que se cuela en el guateque, no puede pactar con el Partido Popular por diferencias ideológicas. Cicatero empecinamiento en pos de la ruina de España. Y el Partido Popular no quiere pactar con Zapatero porque Zapatero no puede hacerlo con los populares, y además, porque no quieren intervenir en un proceso de destrucción de empleo y de rigor que nada convendría a sus razonables expectativas electorales. Los populares sospechan que el Rey les está echando una mano a los socialistas, y los socialistas insinúan que el Rey se está entrometiendo en responsabilidades que no le corresponden. Pescadilla que se muerde la cola, que es la pescadilla nacional. No sólo que se muerde la cola, sino que se la muerde y se la come, porque el español es un depredador de sí mismo, un zapatero más, dominado por la doctrina, el dogma y en muchos casos, por el resentimiento.

Para mí, que el Rey ha hecho lo que debía y en su momento oportuno. No por mejorar la imagen de la Corona, ayudar al nefasto Gobierno que padecemos o incordiar al Partido Popular. Lo ha hecho para, desde su autoridad moral, detener la caída en picado de este saco vacío de inteligencia y sensatez que responde al nombre de España.

Artículo crítico de Federico Jiménez Losantos contestando a Alfonso Ussía

Lo mejor enemigo de lo bueno

Carmen Gurruchaga
La Razón

El Rey es el jefe del Estado Español y el artículo 56 de la Constitución le insta a moderar y a terciar cuando la situación lo requiera y, probablemente, Don Juan Carlos haya considerado que la debacle económica por la que atraviesa el país es una buena ocasión para ejercitar el papel que le otorga la Carta Magna. Por eso resulta difícil de entender que el Ejecutivo se haya molestado por la intervención de Su Majestad. Es más, tanta crítica desafortunada e inoportuna da que pensar. Quizás el Gobierno no creyera que la actuación mediadora del monarca le fuera a dejar con el trasero al aire, sino que pensara que tras la acción del Rey sería el PP el que aparecería ante la ciudadanía con el paso cambiado. Pero ha sucedió exactamente lo contrario y de ahí su indisimulado mosqueo.
En cualquier caso, el Rey, como el resto de sus súbditos, lleva casi tres años observando las (no) medidas adoptadas por el Ejecutivo Zapatero para paliar el tsunami económico que se nos ha venido encima y viendo cómo su país se está quedando a la cola de entre los de su entorno. Como todos los españoles ha comprobado que el desánimo ha cundido en la ciudadanía pues cada vez nos hallamos en una sima más profunda, desde la que ya ni siquiera se ve la luz. En estas circunstancias, quién mejor que Don Juan Carlos, una personalidad cercana al pueblo, para tratar de infundir esperanza. Y es lo que ha hecho proponiendo un consenso entre todos para que el Gobierno deje de transitar como «El llanero solitario», sin contar con nadie, excepto con los consejos que le proporciona el secretario general de la UGT. Obviamente, un sindicalista propone al presidente que se ocupe de los más desfavorecidos y que se olvide de ayudar a los grandes, pequeños y medianos empresarios, que son los que generan empleo en este país. La vieja máxima de quitar dinero a los ricos para dar de comer a los pobres, pero los tiempos de Robin Hood ya pasaron. Ahora cada vez hay menos ricos a los que esquilmar. Vivimos una situación complicada para unos y otros: el país no consume, tampoco produce, se cierran las empresas y nos encontramos donde estamos. Con un déficit de casi el 12%, una deuda pública que se ha doblado en los últimos años, más de cuatro millones de personas sin empleo y cayendo.
Los datos siguen empecinados en demostrar que la situación económica disparó la cantidad de familias y empresas en situación de quiebra. Según el INE, las familias que se declararon en concurso de acreedores se duplicaron al incrementarse un 132,2% respecto a 2008, mientras que las empresas que se declararon en quiebra se multiplicaron por más de cinco, al aumentar un 466,4%. El 74,9% del total de empresas declaradas en concurso en 2009 tenía como actividad principal la construcción, la industria, las inmobiliarias y el comercio. Es decir, todos los sectores. Y el Colegio de Economistas prevé que esta cifra se mantenga en 2010, dado que estamos aún muy lejos de la concursalidad de países de nuestro entorno. Le corresponde a la Administración tomar medidas que faciliten la supervivencia de las empresas. Entre estas, una modificación de las normas sobre cotizaciones sociales que en la práctica, supone un impuesto muy gravoso para la creación de empleo; más del 30% para la empresa.

El Rey, el pueblo, la moderación, los partidos

Luis María Ansón
El Mundo

TRAS la guerra incivil española, el Ejército vencedor secuestró la soberanía nacional que reside en el pueblo. Juan III, hijo de Alfonso XIII, desde su exilio en Suiza, primero, desde Estoril, después, lo tuvo siempre muy claro. El papel histórico de la Monarquía consistía en devolver la soberanía nacional al pueblo español. En docenas de mani-fiestos, documentos, discursos y declaraciones reiteró esta cuestión sustancial.

En 1978, a través de la voluntad general libremente expresada, el pueblo español, en ejercicio ya de la soberanía nacional, despojó a Juan Carlos I de los poderes que había recibido de la dictadura y redujo sus funciones a las propias de las Monarquías parlamentarias europeas. Lo que el pueblo manda al Rey se resume en el artículo 56 del Título II de la Constitución: «El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes».

Juan Carlos I, como Jefe de Estado, ha representado con dignidad a España en centenares de viajes internacionales y nacionales y en millares de actos de la más diversa consideración. Además ha ejercido el arbitraje y la moderación de forma muy eficaz y siempre discreta. Su actividad moderadora, lógicamente, es menos conocida por la opinión pública, aunque alguna vez haya trascendido, sobre todo, cuando bien apoyado por Pascual Sala, que tuvo una actuación impecable, contribuyó a evitar la colisión pública entre el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo.

Conforme a su deber constitucional de arbitrar entre instituciones, el Rey está esforzándose por limar aristas entre los grandes partidos con el fin de que se llegue a un pacto de Estado que permita combatir más eficazmente la crisis económica, tan bien sintetizada en el impresionante, en el magnífico artículo publicado ayer por Manuel Lagares en EL MUNDO. Es lo que desea el pueblo español y el Rey, que está a su servicio, se esfuerza por moderar la crispación entre los partidos políticos. Lo está haciendo dentro del marco constitucional. Gaspar Llamazares tiene toda la razón al afirmar que «el Rey puede moderar, no gestionar un pacto». Como ha explicado muy bien Pedro González-Trevijano, en 35 años de reinado Juan Carlos I no se ha apartado un milímetro del estricto cumplimiento de la Constitución. Estoy seguro de que no cometerá nunca el error de Alfonso XIII, tal y como siempre le alertó su padre Juan III.

Algunos opinan que el Rey debe hacer más de lo que hace. Pues no. Alberto Aza, que es hombre de vasta experiencia, sabe lo contraproducente que resultaría la extralimitación del Monarca en sus funciones constitucionales por popular que de forma ocasional resultara. Eso es lo que perdió a su abuelo. Varios comentaristas creen que el Gobierno ha pedido al Rey el ejercicio de sus funciones moderadoras. ¿Y qué si fuera así? El Gobierno, emanado del Parlamento que encarna la soberanía nacional, puede solicitar del Rey lo que la Constitución permite o exige. En ésta ocasión no parece fácil que el Monarca alcance el éxito. Zapatero negó la crisis porque quería ganar las elecciones del año 2008. Rajoy se margina de la crisis porque quiere ganar las elecciones del 2012. Los partidos políticos, que son imprescindibles en la democracia pluralista, colocan en ocasiones el interés partidista por encima del interés general. Por eso un número creciente de ciudadanos desprecia a los partidos y a sus líderes y se indigna con aquellos que han convertido la política en un negocio.

Mi admirado Raúl del Pozo pedía ayer al Rey que se retirara de la mediación y que se fuera a cazar. Yo no. Yo creo que debe cumplir con sus obligaciones constitucionales de arbitraje y moderación atendiendo así el mandato del pueblo español porque el Rey está para el pueblo no el pueblo para el Rey, «que el reinar -escribió Quevedo- es tarea, que los cetros piden más sudor que los arados, y sudor teñido de las venas; que la Corona es el peso molesto que fatiga los hombros del alma primero que las fuerzas del cuerpo; que los palacios para el príncipe ocioso son sepulcros de una vida muerta, y para el que atiende son patíbulos de una muerte viva; lo afirman las gloriosas memorias de aquellos esclarecidos príncipes que no mancharon sus recordaciones contando entre su edad coronada alguna hora sin trabajo».

El artículo 56 también existe

Adolfo Suárez Illana
El Mundo

LA CEGUERA tiene muchas causas, también en la vida política. En unos casos la ambición, en otros la ofuscación y, casi siempre, la enorme distancia que mantienen los políticos con la sociedad, esa sociedad a la que unos llaman pueblo y otros ciudadanos.

La evolución de los partidos en estos últimos treinta años ha distorsionado tanto la vida política que, cualquier cosa que no nazca y muera en ellos, sea vista -por ellos mismos- como poco más o menos que una herejía, como una propuesta ilegítima, como una intromisión intolerable.

Para cualquier persona con inquietudes políticas y un mínimo espíritu crítico, es francamente curiosa la reacción que han provocado las palabras del Rey llamando a todos a «grandes esfuerzos y amplios acuerdos para superar juntos, cuanto antes y con la debida determinación, las graves consecuencias de la crisis». Porque esto es, exactamente, lo que el Rey ha dicho; y esto es, exactamente, lo que el Rey puede y debe hacer.

Según lo que dice el artículo 56.1 de nuestra Constitución de la Concordia de 1978, «el Rey... arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones... y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes». Ese arbitraje y esa moderación consisten, precisamente, en tener visión de largo plazo, ausencia de interés político partidista directo, olfato para identificar los intereses comunes de los españoles y capacidad para trasladarlos tanto a la opinión pública, como a las instituciones competentes. Con mayor o menor discreción, según requieran las circunstancias y el asunto.

Las palabras que les acabo de transcribir son casi idénticas a las pronunciadas por el mismo Rey durante su mensaje de navidad el pasado diciembre "... sumar voluntades en torno a los grandes temas de Estado, reforzando nuestra cohesión interna y proyección internacional..." y, si no me equivoco, trasladan lo que la inmensa mayoría de los españoles pensamos: que ya es hora de ver a nuestros políticos unidos en torno a los grandes temas de Estado. Hoy, muy especialmente, la crisis que asola nuestra economía.

No es competencia del Rey entrar en quien tiene o no razón en un asunto, ni tampoco señalar culpables de una determinada situación. Ni siquiera es competencia suya el proponer soluciones concretas, ni lo ha hecho. Como prueba de ello, baste recordar las desacertadísimas palabras de la vicepresidenta del Gobierno señalando la exclusiva competencia del Gobierno para proponer pactos de Estado -cosa increíble- o, las no menos desatinadas reflexiones que nos han sido trasladadas desde los «aledaños mediáticos» de mi partido -que nadie se ofenda, pero no encuentro manera más delicada e indirecta de decirlo-, señalando al Rey, casi, como un correveidile del Ejecutivo.

Yo tengo claro que la responsabilidad -que no competencia- de llegar o no a acuerdos reside siempre en el Gobierno; por eso y para eso es Gobierno. Por ello mismo, será responsable del éxito, si es que se produce. Tengo también claro que es responsabilidad de la oposición, no solo poner de relieve las carencias del Ejecutivo, sino también proponer soluciones alternativas y comprometidas -incluidos pactos de Estado-, muy especialmente en tiempos de crisis como el actual.

No hace tanto tiempo, quien es hoy Presidente del Gobierno, se afanaba en repetirle a quien entonces lo era, José María Aznar, la necesidad de un pacto de Estado para luchar contra ETA. Tras una inicial reticencia del Gobierno de entonces, ese pacto se firmó y se convirtió en una de las más poderosas armas con las que ha contado nunca la actual democracia española para luchar contra esa pandilla de asesinos. Desgraciadamente, por un interés partidista y una visión egocéntrica, el mismo personaje que propuso el pacto, Zapatero, se lo cargó cuando llegó a la presidencia pensando que con su sola presencia en La Moncloa se ablandarían los terroristas. Cometió un error que le acompañará siempre.

No quiero abundar más en ese asunto, salvo para decir que quien propuso el pacto fue la oposición, no el Gobierno, y que fue el Gobierno quien acabó haciéndolo suyo. Todos salimos ganando hasta que, una vez más, el Ejecutivo de Zapatero -esta vez otro- decidió acabar con él.

Por otro lado, no deja de ser curioso que las críticas recibidas por el Rey coincidan, también, con la publicación de encuestas que nos dicen que, al margen de las consabidas posibilidades de uno u otro de formar gobierno, ambos líderes nacionales, los dos únicos capaces de gobernar, están, los dos, valorados por debajo de sus respectivos partidos. Si yo fuera uno de ellos dedicaría un buen rato a reflexionar sobre este asunto.

Las palabras del Rey no favorecen a ninguno de los partidos, ni tampoco castigan a nadie; simplemente recogen el sentimiento de toda la sociedad española, le dan cuerpo y lo ponen encima de la mesa a través de su más alto representante. Eso no es algo que pueda hacer el Rey, es algo que debe hacer el Rey.

Hace ya años que renuncié a la representación política en las instituciones, pero no creo que nadie dude de mi compromiso con el Partido Popular, ni de mi derecho a opinar. Desde ese compromiso que es patente y mantengo firme, y desde esa libertad, felicito las palabras del Rey y me atrevo a decir que nadie debería, ante ellas, ponerse a señalar culpables o manifestar ofensas.

En estos momentos, lo único que caber es poner soluciones encima de la mesa, cada uno las suyas y de la forma más amable y constructiva posible. No hay mejor manera de poner de manifiesto las carencias del adversario que mostrando la más absoluta voluntad de llegar a acuerdos y aportando propuestas razonables ante problemas que exceden, con mucho, la lucha partidista.

Quizá sea bueno recordar que poco antes de aprobar la Constitución ya fuimos capaces de hacerlo y salió bien. Quizá sea bueno recordar, para sosegar los ánimos, que el artículo 56 de la Constitución también existe.

martes, 16 de febrero de 2010

¿Los pactos de la Zarzuela?

Enric Juliana
La Vanguardia

Los reiterados gestos del Rey en favor de un amplio acuerdo contra la crisis económica han levantado cierta marejada en Madrid. Nada nuevo en una ciudad que se excita muy fácilmente. El activismo del Monarca no ha acabado de sentar bien al Gobierno y ha provocado molestias de diferente intensidad en el vasto campo de la oposición: irritación en el zócalo duro de la derecha y una soportable incomodidad en Mariano Rajoy, el imperturbable.

Don Juan Carlos no ha hecho otra cosa que autorizar a Ramón Iribarren, nuevo jefe de prensa de la Casa Real, a dar publicidad a los contactos que viene manteniendo con distintos protagonistas de la vida económica del país. Agenda pública, más una apelación al pacto en un discurso pronunciado el pasado miércoles en un discreto acto institucional. Nada más que eso. El globo del pacto de Estado se ha hinchado solo, porque hay mucho helio acumulado en el centro de la política española. El centro español –la centralidad, que decimos los catalanes con tono italianizante– está hueco. Apenas hay nada en su interior. Sólo gas. Gas y desconcierto.

Ese mismo gas también ha inflado el pacto ofertado hace una semana por Josep Antoni Duran Lleida. El asunto apenas fue tratado en la comisión ejecutiva de Convergència i Unió. Duran efectuó una declaración casi de trámite y el mensaje se agrandó de inmediato. Y de qué manera. En CiU aún están sorprendidos de la facilidad con la que han robado la cartera al atribulado PSC. "Temps difícils, gent seriosa".

Es muy sencillo: el Rey ha dicho lo que la gente sensata –que en España aún sigue siendo mayoría– quiere oír. El centro está vacío y el jefe del Estado lo ha sobrevolado.

No servirá de nada, sostienen los más pesimistas. Falso. El gesto tendrá recorrido. En ajedrez, los movimientos del rey siempre acarrean consecuencias: frenan, inducen, condicionan, bloquean. El movimiento de don Juan Carlos ha recordado a los españoles que la monarquía no se ha ausentado, en una época en la que las élites tienden a huir de los problemas de la gente. Y ha dejado en cueros a la política politizada. Hoy en España no es el rey el que va desnudo.

PSOE y PP no desean el pacto. Es evidente. Ambos quieren ganar tiempo. El Gobierno aún cree que podrá recuperar la iniciativa cuando comiencen a registrarse datos positivos en la estadística económica. Y la oposición espera a que la crisis, que pronto se verá acentuada por algunas noticias muy poco agradables sobre la verdadera salud de algunas cajas de ahorro, desangre al presidente de la ceja partida.

Zapatero y Rajoy, lastrados ambos por unos índices de desconfianza ciudadana (entre el 71 y el 76%) que dan vértigo, tendrán menos margen a partir de junio, cuando finalice el semestre europeo. La tenaza se va cerrando: o cogestión de la crisis, o electoralismo desenfrenado. El movimiento del Rey intercepta la gestión abusiva del tiempo por parte de la política y plantea cierta dificultad al electoralismo. Obliga a los dos grandes partidos a concretar. A ceñirse. Algo de eso veremos mañana en el debate de política económica en el Congreso, casi a la misma hora en la que el Rey será recibido por Barack Obama en la Casa Blanca.

lunes, 15 de febrero de 2010

El Rey y la sombra de la sospecha

S. McCoy
El Confidencial

Dice la Constitución Española en su artículo 56 que el Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia. Estas trece palabras se encuentran en el arranque del Título II, el referido a la Corona, y, atendiendo a la prelación conceptual que normalmente encierran las leyes, sea de la categoría que sean, deberían servir como recordatorio del papel esencial que el monarca ha de jugar en la todavía joven democracia española: servir de punto de referencia para el conjunto de los ciudadanos como garante constitucional que es tanto de la integridad de España como de la salvaguarda de los principios comunes que la configuran y aseguran su supervivencia en el tiempo. Al menos, así debería ser.

Sin embargo, no es el caso. Frente al estelar papel jugado en los primeros años de la Transición, reforzados por su condición de referencia para el pueblo, ventajista o no, en el intento de golpe de estado de 1981, la figura del Rey se ha ido diluyendo, quedando relegado su papel al cumplimiento formal de las tareas que la Carta Magna de 1978 específicamente le atribuye, hasta el punto de mostrar un enorme distanciamiento respecto a la realidad política, económica o social española sólo salvado, durante ejercicios enteros, por un discurso navideño preñado de buenas palabras y mejores intenciones. El Rey reina pero no gobierna. Y de qué manera. Ninguno de los grandes temas de la opinión pública, incluso aquellos que podían afectar a esa unidad y permanencia del Estado bajo su custodia, parecían exigir una acción, aún simbólica, por su parte.

De ahí la enorme sorpresa que su frenética actividad de la última semana ha causado a propios y extraños. Una dinámica sorprendente que ha puesto de manifiesto una realidad innegable: el principio del fin del cualquier Poder, como ya ocurriera con el formal de la Justicia o el “informal” de los Medios de Comunicación, se produce cuando el juicio sobre el mismo sobrepasa las acciones para centrarse en sus intenciones, cuando se olvidan los actos y priman las motivaciones. Es decir, cuando se pone en tela de juicio que verdaderamente persiga el fin para el cual existe y que le justifica por servir a alguna suerte de espurio interés. A la Corona debería preocuparle la reacción colectiva a su propuesta de Pacto de Estado y el hecho de que sea interpretado como un alineamiento de parte, una respuesta a la presión internacional o un seguro para evitar su anticipada jubilación, especulaciones todas ellas que se han podido leer a lo largo del fin de semana.

Pocos creen que haya sido un gesto gratis et amore, resultado de una honda preocupación por los acontecimientos recientes que afectan a nuestra nación, por usar un lenguaje lo más monárquico posible. De lo cual se deriva una consecuencia inevitable: la imperiosa necesidad de una renovación interna de la institución en una doble dirección. Por una parte, cumplimiento del pacto constitucional y ejercicio de la responsabilidad derivada del mismo. La Corona, un accidente democrático de consenso, ha de jugar un papel activo en la vida pública española. Aparecer de forma esporádica conduce al recelo. Hay que convertir la excepción en cotidianeidad y hacer de lo extraordinario norma corriente de actuación. De lo contrario, la Familia Real será noticiable, como hasta ahora, por la anécdota y no por un papel esencial que pocos perciben. Y el distanciamiento de los ciudadanos respecto a la misma seguirá in crescendo. La decisión de quién debe jugar esa renovada función corresponde, en un ejercicio de sinceridad indelegable, a don Juan Carlos.

Es momento, en segundo término, de que la Monarquía acometa un inevitable ejercicio de transparencia antes de que otros se decidan a abrir ese melón. No hay que olvidar que, de momento, la Monarquía sigue siendo una suerte de sagrario inviolable en este país, algo que se justificaba por el bien que la misma había hecho y hacía a España. Olvidada la condición, muere la justificación. No es de recibo la sombra de la sospecha que recurrentemente pesa tanto sobre la agenda privada del Rey como sobre sus finanzas personales. Ya no. No debe caber atisbo alguno de que su único objetivo es servir a la patria y no servirse de ella para compensar tiempos pasados de penurias económicas. Y eso sólo se puede lograr cortando de raíz cualquier asomo de incertidumbre. Un ejercicio no ya de responsabilidad con los que le sostienen en el cargo, que también, sino de acercamiento de su figura a la ciudadanía, proceso imprescindible de desmitificación.

Los años que esperan a España por delante justifican más que nunca la asunción por parte del Monarca de un rol institucional especialmente activo, sobre todo si tenemos en cuenta el descrédito de una clase política a la que sólo parece importarle la permanencia en el poder. Como elemento aglutinador, como fuente de iniciativas, como árbitro y moderador, como generador de esperanza, como embajador de lo mejor de la patria. Añadan ustedes las atribuciones adicionales que quieran. Sin embargo, para que su papel sea creíble, para que pueda romper la brecha que en los últimos años ha abierto respecto a los ciudadanos, necesita convertirse en Monarquía 2.0, símbolo de la unidad y permanencia de nuestro país no sólo de pensamiento, palabra u omisión, sino por la vía de las obras, desde la cercanía, la cotidianeidad y la ausencia de potenciales reproches. Sigue siendo uno de nuestros mejores activos y no estamos para desaprovecharlo. Otra cosa es que quiera… o le dejen. Buena semana a todos.

El Rey vuelve a la Casa Blanca nueve años después de la última visita

ADN

El Rey mantendrá un primer encuentro con el presidente de Estados Unidos, Barak Obama, el próximo miércoles, 17 de febrero, en la Casa Blanca, en donde Don Juan Carlos estuvo por última vez en 2001 con el entonces mandatario, George W. Bush.

Desde que en 1976 los Reyes realizaron su primera visita de Estado a Estados Unidos -en su primer viaje al exterior después de que Don Juan Carlos asumiera la jefatura del Estado- el Monarca se ha reunido con todos los presidentes estadounidenses que se han sucedido en el poder durante su reinado.

A todos ellos el Rey les ha visto en Estados Unidos, a algunos de ellos en más de una ocasión como Bill Clinton, con la excepción de Jimmy Carter, con quien se reunió en Madrid en 1980 en la visita que éste hizo a España.

Así, de alguna manera, se llevará a cabo una tradición no escrita de que el Rey sea cumplimentado por los mandatarios estadounidenses, con los que siempre han existido unas relaciones fluidas y cordiales, desde que aún siendo Príncipe y durante su viaje de novios fue recibido junto a Doña Sofía por John F. Kennedy en agosto de 1962 en la Casa Blanca.

Fue también George W. Bush el último mandatario con el que el Monarca se entrevistó en el país americano, aunque en aquella ocasión el lugar elegido no fue la capital, Washington, sino el rancho Crawford que el ex presidente tiene en su tierra natal, Texas.

Ese viaje de los Reyes incluyó una visita a Seatle, en donde se reunieron con el fundador de Microsoft, Bill Gates.

Además de los viajes de Estado - 1976 (Ford), 1987 (Reagan) y 1993 (Clinton)- Don Juan Carlos y Doña Sofía han visitado oficialmente en numerosas ocasiones distintos Estados de la Unión.

Hace un año estuvieron oficialmente por última vez en Estados Unidos, con motivo de cumplirse el 450 aniversario de Pensacola (Florida), la primera ciudad que fundaron los españoles en el territorio de lo que hoy es Estados Unidos.

Don Juan Carlos ha sido distinguido como doctor "honoris causa" por varios centros estadounidenses, como las universidades de Nueva York (1983) o Harward, un año más tarde,

Además, han habido otros motivos que han llevado a Don Juan Carlos, unas veces solo y otras junto a la Reina, a Estados Unidos, como cuando en 1981 se trasladaron a Nueva York para entrevistarse con Kurt Waldheim, secretario general de Naciones Unidas.

Don Juan Carlos intervino cinco años después ante la Asamblea General de ese organismo, en la que pidió una mayor colaboración internacional contra el terrorismo y la reintegración del Peñón de Gibraltar a territorio español.

En principio, el encuentro de Don Juan Carlos y Barak Obama se programó para la primera quincena de diciembre del año pasado, pero los viajes del presidente estadounidense a Oslo para recibir el Premio Nobel de la Paz y a Copenhague para participar en la Cumbre de a ONU sobre el cambio climático hizo que se pospusiera la reunión.

Barak Obama, que tomó posesión de la presidencia de EEUU en enero de 2009, recibió el pasado 13 de octubre al jefe del ejecutivo español, José Luis Rodríguez Zapatero, en la Casa Blanca y ambos mandatarios volvieron a encontrarse el último 4 de febrero en el tradicional "desayuno de oración", celebrado en Washington.

Se había previsto que Obama, por su parte, viajara a España el próximo mes de mayo para asistir a la Cumbre anual Estados Unidos-UE, que se celebrará en Madrid por ostentar España este primer semestre de 2010 la presidencia de la Unión, pero su departamento excusó recientemente su presencia en la reunión.

Los Príncipes de Asturias, en «Vanity Fair»

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BEATRIZ CORTÁZAR
ABC

Será el próximo número, en el del mes de marzo, cuando la revista «Vanity Fair» publique uno de los reportajes que más polémica va a traer en el resto de medios: un especial con los Príncipes de Asturias como protagonistas de su portada y páginas interiores.

Desde que esta cabecera internacional del grupo Conde Nast recaló en España uno de sus principales objetivos –al igual que el resto de cabeceras españolas – fue conseguir una entrevista con los Príncipes de Asturias y en particular con Doña Letizia, la novedad de la familia real y la más mediática en el «couché».

Su primer recurso fue situar a la Princesa entre las más elegantes. Encantada con su estilo y volcada en su cuidado físico (los retoques no sólo nasales han sido pasto de titulares y ahí están las hemerotecas y las fotografías actuales para ver cómo ha cambiado en estos años) Letizia es ya una portada clásica y recurrente no sólo para las revistas del corazón sino también para las femeninas y dominicales que saben del tirón que tiene.

Por eso que sea «Vanity fair» la que se lleve el gato al agua ha levantado ampollas que empiezan a escocer por lo que podría ser un trato privilegiado y que tiene como antecedente el posado que los Príncipes hicieron para «El País Semanal» dando una exclusiva periodística cuando su política de comunicación durante todos estos años ha sido la de no conceder ni una sola entrevista.

Sobra decir que desde el día que Letizia Ortiz se convirtió en la prometida del Príncipe no hay medio de comunicación en este país ni autor de biografías que no haya solicitado una entrevista o un encuentro con la Princesa. La respuesta siempre ha sido la misma: No. Por eso insisto en que el reportaje de «Vanity Fair» va a indignar a cuantos consideren que de nuevo se ha hecho un trato especial con un medio.

Ayer fuentes de Palacio me negaron que se tratara de una exclusiva y sí de un reportaje centrado en los Príncipes. A la espera de ver el resultado otras fuentes extraoficiales me aseguran que se iban a hacer unas fotos especiales al igual que una entrevista pero que después de la polémica mediática que estos días ha circulado por algunos foros con la posibilidad de que Letizia hubiera dado una entrevista para «Yo Donna» hubo llamada de Palacio exigiendo que en la portada de «Vanity Fair» no figurara la palabra exclusiva y que se usara una imagen de una recepción oficial de los Príncipes para evitar susceptibilidades. Tanto pique y tanto celo para evitarlo sólo es fruto de la falta de costumbre que en este país tenemos de ver a los Príncipes protagonizando reportajes en prensa o medios audiovisuales.

Mientras otros príncipes europeos abren sus dependencias o despachos para posar y hablar sobre los asuntos que preocupan de la actualidad en España o solamente para ofrecer una visión más humana de cómo viven con sus hijos aquí nos tenemos que conformar con los discursos y comunicados oficiales. Lo normal en pleno siglo XXI sería que tuvieran un calendario de apariciones en los medios y así a nadie le extrañaría que hablaran o pasaran para una cabecera internacional dedicada a las «celebrity».

Palabras de Rey

Esclarecedor artículo sobre las funciones del Rey a la luz de sus declaraciones abogando por un acuerdo nacional para afrontar la crisis económica que padece España.

PEDRO GONZÁLEZ-TREVIJANO
Rector de la Universidad Rey Juan Carlos
ABC

La realidad desborda la ficción. Al menos en estos parajes nacionales. Inmersos en una severísima crisis económica, con una inasumible tasa de desempleo, una profunda recesión que dura demasiado tiempo y sin visos inmediatos de salida, con una imparable pérdida de competitividad y con unos mercados financieros que desconfían abiertamente de las medidas adoptadas, nos ponemos ahora a debatir, sesuda y hasta farisaicamente, sobre la habilitación constitucional y la pertinencia política de las recientes actuaciones y palabras de Don Juan Carlos en pro de una ineludible política económica común, de un consensuado acuerdo político y de un eficaz compromiso por parte de nuestras formaciones políticas y agentes sociales. Cuando lo que nuestra clase política, tanto la del Gobierno como la de la Oposición, la nacional y la autonómica, así como empresarios y sindicatos, deberían haber tenido es la competencia y generosidad para haber suscrito entre todos, hace meses, un amplio acuerdo de Estado en materia económica y social. Esto es lo que los ciudadanos, desencantados de tanta farfolla electoralista y aburridos del corto placismo político, tienen derecho a exigir de sus representantes. Pero no, aquí en lugar de gobernar, de dar respuesta eficazmente a las cuestiones que preocupan, nos adentramos en abstrusas disquisiciones jurídicas y politológicas sobre el sentido, la naturaleza y la competencia del Rey para hacer una llamada al inexcusable acuerdo, al inevitable consenso, al acuciante pacto, que nos permita salir, pronto y en buenas condiciones, de tan complejo atolladero económico.

Poner en duda la habilitación de Don Juan Carlos es desconocer la Constitución, el Derecho Constitucional comparado y la práctica política de estos años de régimen constitucional. Nadie pone en entredicho que en una Monarquía parlamentaria las competencias ejecutivas se encuentran en exclusividad en manos del poder del Ejecutivo -«El Gobierno dirige la política interior y exterior del Estado...» (artículo 97 CE)-, mientras que únicamente las Cortes Generales despliegan la función legislativa y fiscalizan al Ejecutivo -«Las Cortes Generales... ejercen la potestad legislativa del Estado... controlan la acción del Gobierno» (artículo 66.1 y 2)-. De aquí que se afirme que en una Monarquía parlamentaria el Rey reina, pero no gobierna, o expresado en términos académicos, que carece de potestas, pero goza de auctoritas. Mas no es esto de lo que estamos hablando. Aclarados tales perfiles constitucionales -frente a los que recelan de tales atribuciones, se encuentran también, por el contrario, los que añoran rancias potestades-, el Rey dispone por mandato constitucional explícito de sus propias competencias. Unas atribuciones que no pueden verse además sólo desde la perspectiva de su «derecho de ejercicio», sino de una «paralela obligación de cumplir» con lo previsto en la Carta Magna de 1978. Así que ni la Jefatura del Estado es una mera figura inerte y vacía, ni un decidido y activo agente de la vida política. Don Juan Carlos actúa, pues, de acuerdo con la Constitución. Su artículo 61.1 así lo permite argumentar: el Rey prestará juramento de «desempeñar fielmente sus funciones». ¡Si éstas se han de desempeñar fielmente, será porque se dispone previamente de ellas!

En efecto, el artículo 56.1 de la Constitución -precisamente el que abre su Título II dedicado a la Corona-, preceptúa que «El Rey... arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones... y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes». Es decir, el Monarca se halla al margen, en tanto que poder neutral -en la senda esgrimida por Benjamin Constant- y poder residual -en la clásica concepción de Dicey-, de la refriega política -situado pues au dessus de la melée-, y conformado como aquel poder moderador que Walter Bagehot concretaba en las potestades de advertir, animar y ser consultado. Unas potestades que se expresan en unas competencias de arbitraje y moderación. Dicho de otra manera, reinar no es exclusivamente, como nos recuerda gráficamente el profesor Jiménez de Parga, «contemplar el espectáculo desde el palco principal, recreándose en el juego de los autores, los agentes y los actores», sino que se interviene «arbitrando y moderando el funcionamiento de las instituciones». Obvio es recordarlo, dentro de las competencias concretas -no hay cabida para las viejas prerrogativas del Antiguo Régimen- que le son asignadas al Rey específicamente en la Constitución y las leyes. Es, por lo demás, lo que el Monarca lleva haciendo escrupulosamente durante todo su reinado: arbitrar y moderar. Nada, por tanto, novedoso. Nada fuera de sus tasadas y debidas competencias. Don Juan Carlos adecua sus acciones al marco constitucional. Frecuentemente tales competencias de impulso, estimulo y advertencia, se realizan -como apunta Jorge de Esteban- de manera confidencial o reservada; otras, como ahora, de forma más institucionalizada y notoria. Nunca ha habido en el hacer del Rey arrogación de competencias, ni se ha quebrantado ningún poder de decisión del Gobierno. Se ha circunscrito a cumplir lo que la Constitución le encomienda y reclama. No se añora, en suma, ningún poder de imposición, ni apoderamientos extra constitucionales, ni poderes implícitos, ni prerrogativas de reserva, sino la constitucional y contrastada capacidad de influir por parte de una Magistratura de autoridad.

Aclarada, pues, su habilitación constitucional, menos dudas plantea aún su conveniencia política. Nadie, salvo que se mueva por espúreos intereses meramente partidistas, puede minusvalorar la intensidad de la crisis. Una realidad, que según el último Informe del Centro de Investigaciones Sociológicas, angustia literalmente a los españoles. Háganse, les pido por ello, la pregunta al revés. Ante este estado de cosas, ¿es qué nada tendría que hacer, ni decir, el Jefe del Estado? ¿Es qué un Monarca parlamentario es inmóvil, ciego y mudo? ¿Debería el Rey situarse en «el palco para recrearse en el juego de la Política»? Desde luego que no. Y es que los mismos que se extrañan ahora en oír su voz, le espetarían acto seguido su silencio. Ya tuvimos ocasión de escuchar las palabras de Don Juan Carlos en el Mensaje de Navidad de 2009 -«... sumar voluntades en torno a los grandes temas de Estado, reforzando nuestra cohesión interna y proyección internacional...»-, y ahora en la entrega de los Premios Nacionales de Investigación: «Es hora de grandes esfuerzos y amplios acuerdos para superar juntos, cuanto antes y con la debida determinación, las graves consecuencias de la crisis...». Esto es lo que el Rey puede hacer. Esto es lo que el Rey ha hecho. Esto es lo que el Rey ha dicho. Esto es lo que le demanda la Constitución. Y esto es lo que los españoles hemos presenciado y escuchado. Nada por tanto de conflictos entre poderes políticos o diferencias institucionales. Esto es, el Rey ha cumplido una vez más, acomodándose a la Constitución, con su deber.

domingo, 14 de febrero de 2010

Galdós entrevista a Isabel II



Leyendo la prensa de hoy he encontrado una cita del diálogo entre Benito Pérez Galdós y la reina Isabel II en el exilio.

He buscado por internet y he encontrado el texto completo en el libro Memorandas. En este enlace se puede leer parcialmente (a partir de la página 17).

Aquí un breve fragmento sobre el cese del gobierno Narváez:

Cierto que aquel cambio de Ministerio fué una equivocación; pero al siguiente día quedó todo arreglado... Yo tenía entonces diez y nueve años... Este me aconsejaba una cosa, aquél otra, y luego venía un tercero que me decía: ni aquello ni esto debes hacer, sino lo de más allá... Pónganse ustedes en mi caso. Diez y nueve años y metida en un laberinto, por el cual tenía que andar palpando las paredes, pues no había luz que me guiara. Si alguno me encendía una luz, venía otro y me la apagaba..." Gustosa de tratar este tema, no se recató para decirnos cuán difíciles fueron para ella los comienzos de su reinado, expuesta á mil tropiezos por no tener á nadie que desinteresadamente le diera consejo y guía. "Los que podían hacerlo no sabían una palabra de arte de gobierno constitucional: eran cortesanos que sólo entendían de etiqueta, y como se tratara de política, no había quien les sacara del absolutismo. Los que eran ilustrados y sabían de constituciones y de todas estas cosas, no me aleccionaban sino en los casos que pudieran serles favorables, dejándome á obscuras si se trataba de algo que en mi buen conocimiento pudiera favorecer al contrario. ¿Qué había de hacer yo, jovencilla, reina á los catorce años, sin ningún freno en mi voluntad, con todo el dinero á mano para mis antojos y para darme el gusto de favorecer á los necesitados, no viendo al lado mío más que personas que se doblaban como cañas, ni oyendo más que voces de adulación que me aturdían? ¿Qué había de hacer yo?... Pónganse en mi caso..."

Puestos en su caso con el pensamiento, fácilmente llegábamos á la conclusión de que sólo siendo doña Isabel criatura sobrenatural, habría triunfado de tales obstáculos. Si yo hubiera tenido confianza y autoridad, habríame quizás atrevido á decirle: "¿Verdad, señora, que en la mente de Vuestra Majestad no entró jamás la idea del Estado? Entró, sí, la realeza, idea fácilmente adquirida en la propia cuna; pero el Estado, el invisible sér político de la Nación, expresado con formas de lenguaje antes que por pomposas galas que hablan exclusivamente á los ojos, rondaba el entendimiento de Vuestra Majestad, sin decidirse á entrar en él.
En este artículo de Jorge Vilches se explica ese cambio de gobierno visto desde una perspectiva actual.

sábado, 13 de febrero de 2010

El Rey reina

Ayer se reunieron en La Zarzuela los líderes de los dos principales sindicatos como parte de una ronda de contactos que ha promovido el Rey con los principales sectores de la economía española para encontrar una salida a la crisis que está causando graves consecuencias en España. Así lo señala la nota de prensa publicada en la web de la Casa Real.

El Gobierno ha dejado entrever su malestar porque el Rey haya tomado la iniciativa ante esta cuestión y se ponga de manifiesto la total incompetencia del Gobierno para llegar a acuerdos de Estado que permitan poner en práctica políticas para revitalizar la economía española. También desde la oposición se ha expresado cierta contrariedad por la actitud del monarca insistiendo en que es hora de “amplios acuerdos”.

Dándole la vuelta al clásico aforismo, “el Rey no gobierna, pero reina” y Don Juan Carlos sencillamente cumple con la misión que le ha encomendado la Constitución. Concretamente, en el artículo 56 se dice, que como Jefe del Estado, el Rey “arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones”. Dadas las graves circunstancias a las que hemos llegado, cabe estar de enhorabuena porque el Rey ha dado un paso al frente y ha salido de su habitual discreción para mostrar que está al mando de la sala de máquinas y, como señala Fernando Ónega en un artículo de La Vanguardia, “vuelve el motor del cambio”, como hiciera en la Transición facilitando que personas antagónicas llegaran a acuerdos para consolidar la democracia.

También recomiendo leer el artículo que ha escrito Marc Carrillo, profesor de Derecho Constitucional, comentando las funciones del Rey. Señala que el rey “ha de disponer del derecho a ser oído y, sobre todo, del derecho a ser informado”.

Por otra parte, José Antonio Zarzalejos, en un artículo titulado “Patriótica dimisión” recuerda la decisión de Adolfo Suárez de dejar el poder en 1981, en un estado de parálisis económica, porque no se consideraba capacitado para mejorar la situación. Por otros motivos muy diferentes pero también para dejar paso a otras personas con nuevas ideas, José María Aznar fijó su mandato en dos legislaturas improrrogables.

En los momentos difíciles es cuando se conoce la talla de los líderes. José Luis Rodríguez Zapatero ha demostrado ser incapaz de afrontar la actual crisis económica y no dispone de ideas para superarla. Es hora de que renuncie, por patriotismo, y deje lugar a otras personas mejor preparadas. Si no lo hace voluntariamente, su partido debería tomar decisiones drásticas como plantear una moción de censura en el Congreso. Únicamente son necesarios los votos de 35 diputados ¿podemos encontrar a 35 socialistas honestos en el Congreso? y con el voto favorable del Partido Popular sustituir al actual Gobierno por un equipo de tecnócratas elegidos por ambos partidos. Una vez superada la crisis, ya volverán los intereses electorales de cada grupo. Ahora ha llegado el momento de salvar España antes de que sea demasiado tarde.

viernes, 12 de febrero de 2010

El Rey emprende una discreta ronda de contactos para superar la crisis

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PILAR SANTOS / BRUSELAS
GEMMA ROBLES / MADRID

EL PERIÓDICO

El Rey instó ayer a los partidos a alcanzar «grandes acuerdos» para «superar juntos, cuanto antes y con la debida determinación, las graves consecuencias de la crisis». No es la primera vez que el Monarca sale en defensa de pactos de Estado para superar las adversidades, pero lo ha hecho en una semana en la que, por vez primera, se ha puesto sobre la mesa la posibilidad de una alianza política que consiga reconducir la economía española. Su propuesta no es un brindis al sol. El jefe del Estado ha iniciado ya una ronda de contactos con varios economistas, los sindicatos y los representantes económicos del Ejecutivo para hacer su propia radiografía de la situación. Hoy mismo, según fuentes conocedoras de la reunión, recibirá a los dirigentes de los sindicatos UGT y CCOO.

D. Juan Carlos se reunió el martes con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en su habitual encuentro semanal. Ayer, recibió información de primera mano sobre el intento de lavar la imagen de la economía española por parte de la vicepresidenta Elena Salgado, con quien mantuvo un encuentro. Y hoy podrá conocer la opinión de los sindicatos sobre las últimas propuestas de su Gabinete en materia de reforma laboral y pensiones.

El Monarca, en tiempos de crisis, también ha recabado el parecer de reputados economistas. Es el caso de José Ángel Sánchez Asiaín (Barakaldo, 1929), académico y expresidente del Banco de Bilbao y del Banco Bilbao Vizcaya, entre otras entidades.

CONVERSACIONES HABITUALES / Fuentes de la Casa del Rey no quisieron informar sobre si habrá o no una cita con el líder de la oposición, Mariano Rajoy, en el contexto de esta ronda de entrevistas. «El invitado puede anunciar la audiencia, pero la Casa del Rey siempre lo comunicaría a posteriori», explicaron las citadas fuentes. Tampoco los populares confirmaron que su jefe tenga previsto, en breve, una visita al palacio de la Zarzuela. Eso sí, puntualizaron que Rajoy mantiene «contacto habitual» con el Monarca y que ambos intercambian, «de vez en cuando», puntos de vista sobre cuestiones de Estado y de actualidad, a pesar de que no se haga público por deseo expreso de los protagonistas. Está pues por aclarar si el Rey incluirá, o no, a dirigentes políticos como Rajoy en este turno de convocatorias con carácter marcadamente económico.

En todo caso, no sería la primera vez que el jefe del Estado asumiera un papel moderador y reuniera al presidente y el líder de la oposición. Lo hizo a principios del 2005 cuando el primer plan Ibarretxe convulsionó la política española. ¿Volverá a hacerlo ahora que él mismo aboga por un pacto de Estado? Un portavoz de la Casa del Rey evitó ayer comentar la activa –y discreta–agenda que se ha impuesto D. Juan Carlos y dijo que este tipo de audiencias son «habituales» en el día a día de la Zarzuela. «Además, en este caso, es especialmente sensible a la situación de los españoles», afirmó.

«NUEVOS ESPACIOS DE ACUERDO» / Estas entrevistas del Rey no sorprendieron, aparentemente, en la Moncloa y un portavoz de Zapatero comentó que el Monarca es informado constantemente de las actividades del Ejecutivo, sobre todo cuando se viven «tiempos difíciles» por la crisis.

El presidente, que ayer estaba en Bruselas en la cumbre informal de la UE, no comentó la petición de D. Juan Carlos de alcanzar «grandes acuerdos», pero sí recalcó que su Gobierno siempre se ha mostrado partidario de «abrir espacios de acuerdo» en materia económica. De hecho, el grupo socialista en el Congreso iniciará la próxima semana una ronda de contactos con el resto de los partidos para sondear su posible apoyo al paquete de reformas del Ejecutivo, así como a la ley de economía sostenible, informa Albert Ollés.

Esta iniciativa fue anunciada por el portavoz del PSOE en la Cámara baja, José Antonio Alonso, apenas una hora después de que el Rey hiciera el llamamiento a la unidad en el acto de entrega de los Premios Nacionales de Investigación 2009. Por la tarde, le respondió Rajoy que él ha ofertado hasta tres pactos y que es Zapatero quien, por «motivos ideológicos», los ha rechazado.