domingo, 28 de marzo de 2010

Centenario de la Gran Vía de Madrid



Con motivo del 100 aniversario del inicio de las obras de la Gran Vía de Madrid, el 4 de abril, diversos medios dedican reportajes a explicar la historia de esta importante avenida que modernizó la Villa y Corte.

En El Mundo se puede discurrir la historia de la Gran Vía a través de fotografías que van de ayer a hoy así como testimonios que viven su día a día en esta calle.

Por su parte, en El País se puede contemplar un mapa interactivo seleccionando cada uno de los puntos emblemáticos de la Gran Vía.

Las páginas Monumentos Conmemorativos y Memoria de Madrid publicarán, a partir de abril, secciones especiales sobre la efeméride.

Los periódicos de hoy nos explican la evolución de los últimos cien años con avanzados sistemas interactivos. Pero, ¿cómo contaron el inicio de las obras cuando era el tiempo presente?

Gracias a las hemerotecas podemos contemplar como se vivió en la época lo que significó una auténtica revolución.

ABC recopila una serie de portadas protagonizadas por la Gran Vía,desde la subasta de las obras en 1908, fotos de los edificios ayer y hoy y las joyas arquitectónicas de la calle.

Desde Barcelona también se presta especial atención al acontecimiento. Esta es la crónica que publicó el corresponsal de La Vanguardia:

Madrid está de enhorabuena. Los gallardetes que flameaban al viento en la calle de Alcalá, son una manifestación externa del júbilo que embarga al vecindario al ver como va pasando a trocarse en realidad una aspiración unánime de mejoramiento urbano.

La piqueta, con la cual se simbolizaba la destrucción, ha venido a ser en este caso, puesta en regias manos, signo de vida, que al derribar lo arcaico creará soberbias concepciones, amplias vías, magníficas viviendas, cual corresponde á la capital de una nación europea.

Quédese para los poetas y cronistas de la ciudad el cantar los recuerdos, las historias, las virtudes y los vicios que cabe los viejos muros llamados á desaparecer encuentre su erudición ó forje su fantasía. Los hombres del día, los que nos resistimos á dar por buena la atávica teoría de que «cualquier tiempo pasado fue mejor», debemos entonar un himno al progreso y al trabajo, fuente y ley de vida de los pueblos.

¡La Gran vía!

Estas dos palabras, enunciado de una obra que al fin llega á ser tangible, son las que más hondamente han preocupado a la generación de los madrileños desde hace un cuarto de siglo.

En ellas pensaba constantemente, y a ellas se refería en sus conversaciones y proyectos. Cuando se haga la Gran vía...

La actual generación ha presenciado la solemnidad inaugural, a la que los Reyes con su presencia han querido contribuir a dar mayor realce, y el acto fue premiado con calurosos aplausos.

Queremos creer que aun no siendo muy larga nuestra vida, veremos terminada la obra que hoy empieza, porque afortunadamente no se hace por administración, sino por contrata, y el interés del concesionario está en darle cima cuanto antes.

Muchos obreros, hoy forzosamente parados, encontrarán ocupación, y algunas familias medios para atender á su subsistencia. Aunque no diera otro resultado positivo la tarea comenzada, habría que bendecirla, pensando en las lágrimas y miserias que podrá atenuar, ya que no servir de completo lenitivo.

Pronto ese Madrid raquítico, estrecho y sucio, enclavado en el centro de la urbe, dejará el paso franco al confort y a la higiene. Hasta en actos de la grandiosidad del hoy verificado, viene desgraciadamente a mezclarse la política con sus pequeñeces y repugnantes apasionamientos.

Varios de nuestros ediles republicanos, queriendo probablemente dar muestra de antimonarquismo, han incurrido en una de esas faltas de cortesía y corrección que son verdaderamente indisculpables.

Mientras una inmensa muchedumbre, descubierta, presenciaba la ceremonia, en pie las señoras de la familia real, unos cuantos individuos, ocupantes de las primeras filas de una de las tribunas, permanecieron luciendo sobre sus cabezas los sombreros con que las cubrían.

¡Respetables son las ideas, pero no menos respeto merece la educación, y así como censuraríamos, sin clemencia, a cualquier monárquico que ante la señora de un jefe de Estado republicano permaneciese con el chambergo calado, así también lamentamos este deplorable espectáculo, dado por unos cuantos desaprensivos e indiferentes a la hidalguía española por un mal entendido sectarismo.

Cualquier hombre que no sea un grosero o mal educado, ante una mujer, ya pertenezca a la más humilde o más alta clase social, está obligado a mostrarse cortés, y quienes ocupan cargos o representaciones deben ser los primeros en dar el ejemplo, porque, perteneciendo a los llamados elementos directores, la más elemental de sus deberes es la difusión de la cultura.

En el alegre cuadro de un vecindario clamoroso de entusiasmo no puede tener importancia ese acto de una insignificante minoría, puesto que no llegó a turbar la alegría natural, pero de todos modos hay que recoger el hecho para protestar de él como caballeros y ciudadanos.

Los discursos del alcalde y del jefe del gobierno, aunque sellados con carácter oficial, fueron acogidos con aplausos, porque representaban el esfuerzo realizado por cuantos les precedieron, para llegar a tan hermoso final.

Apenas el monarca, cumplidas ciertas formalidades preliminares, dio con la piqueta de plata en la casa señalada al efecto, una nube de obreros, coronando las alturas de los próximos edificios, comenzó el ansiado derribo.

Cada golpe de azada, resonando en el hierro, la piedra o madera, traía ecos de nueva vida y resurgimiento nacional de prosperidad.

La multitud reunida en aquellos alrededores, parecía regocijarse recibiendo el polvo, porque veía iba a realizarse un sueño de hadas que empieza a cumplirse.

La villa del oso y del madroño del tiempo de los chisperos y manolas, con sus estrechas callejuelas, va a desaparecer para dejar paso a una urbe nueva. Su demolición no causa espanto, porque el carácter de aquellos hombres no ha quedado encerrado en los estrechos límites de una, época, sino que va transmitiéndose de generación en generación.

A los acordes del himno «Dos de Mayo», con que ha sido amenizado el espectáculo, ha sido cumplida la primera parte de las aspiraciones del pueblo de Madrid.

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