viernes, 31 de diciembre de 2010

La reina Isabel II se convierte en bisabuela

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El Palacio de Buckingham ha confirmado que la reina Isabel II se ha convertido en bisabuela a los 84 años gracias al nacimiento de una niña, hija del nieto de la soberana británica, Peter Philipps y de su esposa Autumn.

"La Reina, el Duque de Edimburgo, la Princesa Anne, el capitán Mark Phillips y la familia de Autumn han sido informados y están encantados con la noticia. El nombre del bebé será confirmada en el momento oportuno", reza el comunicado.

La joven canadiense tuvo al bebé, que ocupa el duodécimo lugar en la línea sucesoria, este miércoles en el Gloucestershire Royal Hospital y Peter estuvo presente durante el parto.

El nacimiento de la pequeña biznieta de la reina Isabel II ha convertido en tía a Zara, la hermana de Peter Phillips, el único hijo de la Princesa Real, la princesa Ana, y su primer marido Mark Phillips.

Dos bodas reales en 2011

La semana pasada, Zara fue la protagonista de la Casa Real británico al hacerse público su compromiso con el jugador de rugby, Mike Tindall.

Será el segundo compromiso real que viva Gran Bretaña en 2011, ya que el príncipe Guillermo, el hijo mayor del heredero a la Corona, el príncipe Carlos, se casará con su novia Kate Middleton en abril.

Peter Phillips y Autumn, que fueron objeto de una gran polémica por la venta de los derechos de su boda a la revista Hello por casi 600.000 euros, viven en Hong Kong, donde Peter trabaja para el Royal Bank of Scotland.

martes, 28 de diciembre de 2010

Pasión de Rey

POR PEDRO GONZÁLEZ-TREVIJANO
ABC

Del discurso de Navidad de Don Juan Carlos, me quedo con la expresa, animosa y comprometida declaración de voluntad: «… asegurar que sigo y seguiré cumpliendo siempre con ilusión mis funciones constitucionales al servicio de España. Es sin duda mi deber, pero es también mi pasión». Una referencia que ha traído a mi memoria las bellísimas palabras de Bertrand Rusell, cuando manifestaba en su Autobiography: «Tres pasiones simples pero extremadamente poderosas han gobernado mi vida: el anhelo de amor, el deseo de saber y una compasión abrumadora ante el sufrimiento de la Humanidad». Unas razones, las del renombrado filósofo inglés, a las que el Monarca ha sumado, desde el específico carácter de la Corona y su particularísimo status, una consideración añadida: la pasión de Rey. Un rico, absorbente y vitalicio entusiasmo, encauzado por el saber hacer, la contrastada experiencia y el obligado marco constitucional. Un histórico officium regis construido sobre el exigente hacer y actuar diario. Rex eris, si recte facies; rey eres —decía la máxima política— si actúas rectamente. Un oficio regio que requiere para su desempeño, como todas las obras humanas que se precien, de pasión. Ya lo adelantaba Honoré de Balzac en La Comédie humaine: «La pasión constituye todo lo humano. Sin ella, la religión, la novela, el arte serían inútiles». Pasión, en el caso del Rey, ¡en la mejor gestión de la Res publica! Al tiempo que la persuasiva alocución navideña nos confirma nuevamente la lógica interna de toda monarquía: las abdicaciones y renuncias son excepcionales y anómalas, forman parte de las «patologías institucionales».

La monarquía parlamentaria supone en esta España constitucional tres cosas. Primera: la Monarquía resuelve, como ninguna forma de gobierno, la compleja cuestión de la transmisión del poder político, inevitablemente problemática al producirse en el vértice de la organización jurídico-política del Estado; esto es, aquella que se da entre órganos constitucionales situados —Rey, Congreso de los Diputados, Senado, Gobierno, Tribunal Constitucional y Consejo General del Poder Judicial— en relaciones de estricta paridad y coordinación jerárquicas. Por más que la Jefatura del Estado goce de una superior dignidad formal. Lo afirmaba Karl Friedrich en su obra Gobierno constitucional y democracia: «El constitucionalismo representa un complejo sistema para organizar adecuadamente la transmisión del poder supremo». Este es el último sentido de la distinguida mención del Monarca a don Felipe de Borbón. Una referencia que no es, pues viene realizándose intencionadamente desde hace años, improvisada ni secundaria: «He contado… con el afecto de los españoles y con el activo apoyo del Príncipe de Asturias». Don Juan Carlos ha explicitado, desde su condición de cabeza de la Corona y padre de Don Felipe, el mandato de la Constitución de 1978: «El Príncipe heredero, desde su nacimiento o desde que se produzca el hecho que origine el llamamiento, tendrá la dignidad de Príncipe de Asturias y los demás títulos… vinculados tradicionalmente al sucesor de la Corona» (artículo 57. 2).

Segunda: en una monarquía parlamentaria el Rey, y así lo ha refrendado Don Juan Carlos durante su reinado, disfruta de un Poder Moderador nacido de la Constitución. En esta halla aquel su principal legitimidad —la legitimidad racional normativa acuñada por Max Weber— y su legalidad de obrar. Nada de caducos principios monárquicos ni de ancestrales soberanías compartidas, incompatibles con los regímenes democráticos. Así se dispone sin ambages en el texto constitucional: «La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado» (artículo 2.2); «Los ciudadanos y los poderes públicos —incluido el Monarca— están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico» (artículo 9.1); y «El Rey… ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes» (artículo 56.1). Una realidad que Don Juan Carlos ha recordado asimismo, al invocar reflexivamente en su discurso el destacado papel de «nuestras instituciones en el marco de convivencia y estabilidad que asegura nuestra Constitución».

Y tercera: el Rey carece de Poderes Ejecutivos —encomendados al Gobierno («El Gobierno dirige —dice el artículo 97 CE— la política interior y exterior del Estado…»)—, Legislativos —asignados al Parlamento— («Las Cortes Generales representan —señala el artículo 66 1 y 2 CE— al pueblo español… ejercen la potestad legislativa, aprueban sus Presupuestos, controlan la acción del Gobierno…») y Judiciales («La Justicia emana del pueblo —se apunta en el artículo 116.1 CE— y se administra en nombre del Rey por Jueces y Magistrados integrantes del Poder Judicial, independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de la ley»)—. El Monarca disfruta así de auctoritas, pero carece de potestas; es decir, el Monarca «reina, pero no gobierna». Don Juan Carlos ejerce de esta suerte un Poder Moderador, un Pouvoir neutre —recordando a Benjamin Constant— tan pertinente en los sistemas constitucionales, en los que la Jefatura del Estado se encuentra audessus de la mêlée, al margen de la refriega política cotidiana entre partidos. Este es el significado de la Carta Magna de 1978, cuando prescribe: «El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones…» (artículo 56.1 CE).

Poderes, pues, sí, y además constitucionales por naturaleza, pero de arbitraje y moderación, mientras actúa como integrador símbolo de unidad y permanencia del Estado, de enorme relevancia hoy, dada la intensa descentralización del Estado de las Autonomías. Estos son sus títulos para su recurrente llamada a la unidad: «Y para crecer como necesitamos, debemos proseguir y abordar juntos las reformas necesarias… sabiendo que juntos llegaremos siempre más lejos.» Y la necesidad, apuntada acto seguido por el Rey, de rearmarnos moralmente en favor de una regeneración individual como ciudadanos y colectiva como pueblo: «Necesitamos unidad, responsabilidad y solidaridad. Estos son los mejores aliados para vencer dificultades y alimentar nuestras esperanzas. Es preciso fomentar el ejercicio de grandes valores y virtudes como la voluntad de superación, el rigor, el sacrificio y la honradez».
Tenía razón Roland Barthes, el semiólogo francés, al afirmar en sus Mythologies que «lo que el público reclama es la imagen de la pasión, no la pasión misma». Pasión de Rey, pasión por el trabajo bien hecho. Pero una pasión que no requiere de sobresaltos, azaramientos ni precipitaciones, sino todo lo contrario: equilibrio, sensatez y moderación. Un poco de pasión —decía bien Stendhal en Vida de Henri Brulard— aumenta el ingenio, mucho lo apaga». Don Juan Carlos, como antes el Premier británico, Benjamín Disraeli, atestigua pues que «el hombre es verdaderamente grande tan solo cuando actúa apasionadamente». A mí, Don Juan Carlos me ha persuadido. Quizá porque, como decía La Rochefoucauld en sus Maximes, «las pasiones son los únicos oradores que persuaden siempre». Sobre todo, diría yo, cuando la pasión se pone en la forja de una convivencia más libre, más justa y más solidaria. La pasión de todos, la pasión de una Nación. La pasión de su Rey.

PEDRO GONZÁLEZ-TREVIJANO, RECTOR DE LA UNIVERSIDAD REY JUAN CARLOS

Mensaje de Navidad de Su Majestad el Rey

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¡Buenas noches! Quiero que mis primeras palabras sean para transmitir de corazón a todos los españoles mis mejores deseos de paz, prosperidad y felicidad en estas Fiestas Navideñas y para el Año Nuevo 2011.

Llegamos al final de un año difícil y complejo, marcado por una crisis económica, en España y en otros países, más larga e intensa de lo esperado. En nuestro caso ha puesto de manifiesto desequilibrios y deficiencias estructurales que hemos de resolver juntos con eficacia y prontitud.

Lo más doloroso es que ha golpeado a tantos hombres y mujeres que han sufrido -en su propia carne o en sus familias- la pérdida de empleos. Los parados concentran nuestras preocupaciones; son una prioridad insoslayable. La sociedad española no puede dejar que, especialmente, tantos jóvenes carezcan por más tiempo de un trabajo.

Pienso asimismo en quienes han tenido que cerrar comercios, talleres o negocios. En todas las personas que han asumido grandes sacrificios y esfuerzos a lo largo de este año: trabajadores asalariados, autónomos, profesionales, empresarios, pensionistas o funcionarios. Todos ellos merecen nuestro más amplio respaldo. Sus múltiples desvelos diarios y los de millones de familias, cuentan con nuestra mayor gratitud pues contribuyen al bien de todos.

La crisis ha requerido la adopción de importantes decisiones por parte de nuestros poderes e instituciones públicas a todos los niveles. A escala europea ha exigido concertar nuevas iniciativas. Pese a ciertos signos alentadores, todavía no se ha logrado una plena estabilización y recuperación internacional.

Es preciso seguir adelante con empeño, ganar la batalla al paro con decisión, constancia y firmeza; mejorar en productividad y competitividad, en educación e innovación; y volver a situar a nuestra economía con visión de futuro en el pelotón de cabeza, manteniendo nuestra protección y cohesión social.

Sin un crecimiento adecuado no crearemos empleo. Y para crecer como necesitamos, debemos proseguir y abordar juntos las reformas necesarias, cumpliendo además nuestros compromisos en materia presupuestaria y de déficit. Se trata de modernizar nuestro modelo productivo y de generar mayor confianza para reactivar nuestra economía, proyectando al mundo nuevos ejemplos de vitalidad y de impulso como sociedad.

Pudimos salir con éxito de anteriores crisis económicas. Disponemos de las condiciones y de los instrumentos necesarios para lograrlo de nuevo.

Somos una gran Nación, orgullosa de su pluralidad y diversidad, integrada en la Unión Europea con la que estamos comprometidos y por la que siempre hemos apostado. Un país de personas laboriosas y creativas, con una juventud espléndida, un inmenso y variado patrimonio cultural, modernas infraestructuras y muchas empresas punteras a escala internacional. La misma España que ha sido capaz de progresar y de superar con éxito muchas pruebas.

No hemos llegado hasta aquí para dejarnos vencer por las dificultades, para renunciar a nuestras ambiciones de construir un país cada vez mejor.

Debemos desterrar el desánimo, levantar la cabeza, aunar esfuerzos y continuar la faena, conscientes de lo que somos, de lo que ya tenemos y de lo que podemos avanzar.

Los nuevos tiempos requieren grandes compromisos por parte de todos. Si queremos ganar el futuro, debemos mirar más allá, estimular ilusiones y fortalecer capacidades, sabiendo que juntos llegaremos siempre más lejos.

Por todo ello, para salir de la crisis y asegurar nuevos horizontes de prosperidad y de bienestar, necesitamos unidad, responsabilidad y solidaridad. Estos son los mejores aliados para vencer dificultades y alimentar nuestras esperanzas. Los mismos que han guiado a otros países.

Creo que la actual situación ha puesto de relieve lo evidente: de cómo le vaya a España depende cómo le vaya a cada uno de los españoles. Por eso, no caben actitudes individuales ni colectivas de indiferencia o de egoísmo, que a la postre nos dañan a todos.

Nada que valga la pena se consigue sin renuncias y sin entrega. Es preciso fomentar el ejercicio de grandes valores y virtudes como la voluntad de superación, el rigor, el sacrificio y la honradez. Valores y virtudes cuya ausencia no es ajena al origen de la crisis, y que son consustanciales a toda sociedad justa y equitativa.

En definitiva, debemos unir nuestras fuerzas para alcanzar nuevos logros colectivos, con confianza en nosotros mismos y en nuestro país, contando con la acción de nuestras instituciones en el marco de convivencia y estabilidad que asegura nuestra Constitución.

Todos, empezando por nuestros partidos políticos y agentes económicos y sociales, somos importantes para conjugar voluntades en esta dirección, con generosidad, sentido de Estado y pensando en el interés general.

Quiero reiterar esta noche que el terrorismo solo suscita condena y repudio en cuantos defendemos la libertad y la democracia. No nos debe faltar determinación para acabar con esta lacra. Honremos y arropemos con todo nuestro cariño y solidaridad a las víctimas de la violencia terrorista y a sus familias.

Por otro lado, continuemos prestando la máxima atención a los excluidos y marginados, trabajando por la igualdad de oportunidades y en apoyo de los discapacitados. Redoblemos asimismo esfuerzos para combatir las drogas y terminar con la inaceptable violencia de género. Y por supuesto, cuidemos más nuestro entorno natural.

Nos jugamos mucho a diario en el mundo complejo y competitivo en que vivimos. Por eso tenemos que defender el papel y los intereses de España en el plano internacional y mantener nuestros compromisos con la paz y el desarrollo de muchas naciones necesitadas. En este marco dirijo mi gratitud y afecto, a los miembros de nuestras Fuerzas Armadas y Cuerpos de Seguridad desplazados en otros países, que han sufrido la pérdida de compañeros que permanecen en nuestro recuerdo.

Pero el año 2010 nos deja también alegrías, realizaciones y esperanzas, incluidos numerosos triunfos inolvidables en la historia de nuestro deporte. ¡Estoy convencido de que 2011 nos aportará nuevos éxitos y avances en muchos campos!

He contado siempre, y muy especialmente este año, con el afecto de los españoles y con el activo apoyo del Príncipe de Asturias. Al expresar mi agradecimiento quiero, una vez más, asegurar que sigo y seguiré cumpliendo siempre con ilusión mis funciones constitucionales al servicio de España. Es sin duda mi deber, pero es también mi pasión.

Quiero terminar reiterando mi plena confianza en España y en nuestros ciudadanos. Confianza en nuestra capacidad y fortaleza para dejar a nuestros hijos y nietos un país cada vez mejor, con mayor prosperidad en cada pueblo, ciudad y Comunidad Autónoma. En suma, plena confianza en que seguiremos progresando.

¡Muy feliz Navidad y Año Nuevo 2011, en nombre propio y de mi Familia, a todos los españoles y a cuantos extranjeros viven con nosotros!

Buenas noches.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Los nietos de los Reyes, protagonistas de las felicitaciones navideñas

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Imagen de la felicitación de los Príncipes de Asturias. Casa de Su Majestad el Rey.

Don Juan Carlos y Doña Sofía han elegido una fotografía del Palacio Real para felicitar este año la Navidad, en tanto que los Príncipes de Asturias han preferido hacerlo con una fotografía de sus dos hijas, Sofía y Leonor.

La Infanta Elena ha optado por una imagen fotográfica en la que aparece junto con sus dos hijos en la Plaza del Obradoiro, en Santiago de Compostela, y con atuendo de peregrinos, mientras que la Infanta Cristina felicita las fiestas con una fotografía, tomada en verano, de sus cuatro hijos apoyados en el tronco de un árbol.

La Casa del Rey ha colgado esta mañana en su página web las cuatro felicitaciones, una vez que ya ha comenzado el envío de estas tarjetas a los representantes de los distintos sectores sociales, como es tradicional.

Una fotografía del Palacio Real de Madrid iluminado es la tarjeta elegida por los Reyes, que han optado por este emblemático edificio después de que otros años hayan felicitado las fiestas navideñas con alguna imagen del Palacio de la Zarzuela.

En el interior de la tarjeta, los Reyes firman debajo el texto impreso "Felices Pascuas y Año Nuevo", al que han añadido escrito a mano el año 2011.

Mientras, los Príncipes han querido desear unas felices fiestas con una fotografía de sus dos hijas, que han posado muy sonrientes.

Es la de los Príncipes la única tarjeta escrita totalmente a mano y en ella puede leerse, con letra de Don Felipe: "Con nuestros mejores deseos para una Feliz Navidad y que el Año Nuevo 2011 sea próspero y esperanzador para todos".

La tarjeta está firmada por ambos e incluye también los nombres de las Infantas Sofía y Leonor, escritos por su madre.

Peregrinos en Santiago

Ante la catedral de Santiago de Compostela posó la Infanta Elena con sus dos hijos durante las vacaciones de Semana Santa después de haber realizado un tramo del Camino de Santiago.

Un acompañante tomó la fotografía que ha elegido la Infanta para felicitar la Navidad y en la que los tres aparecen con los típicos signos de los peregrinos, entre ellos el bordón y la vieira.

Bajo la impresión "Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo", también escrito en francés e inglés, la Infanta desea unas felices fiestas "con todo nuestro afecto" y firma la tarjeta junto a las rúbricas de sus hijos.

Fue la propia Infanta Cristina la que este verano tomó en Palma de Mallorca la foto de sus cuatro hijos y con la que ha querido desear "con mucho afecto" unas "Felices Pascuas y Año Nuevo 2011" en español e inglés y con una tarjeta que firman de su puño y letra ella, su marido y sus vástagos: Irene, Miguel, Pablo y Juan.

El año pasado los Reyes escogieron las figuras centrales del "Belén del Príncipe", encargado por Carlos III para su hijo a finales del XVIII, mientras que los Príncipes felicitaron las fiestas navideñas con una fotografía en la que aparecían ambos junto con sus dos hijas.

Feliciones en la web de la Casa Real

domingo, 12 de diciembre de 2010

Se cumplen 50 años de la boda entre el rey Balduino y Fabiola de Mora y Aragón

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Beatriz Navarro
La Vanguardia

Hace casi 50 años nació una reina española: Fabiola de los belgas. Ocurrió a la una menos cuarto de la tarde del 15 de diciembre de 1960, jueves, cuando la joven Fabiola de Mora y Aragón (Madrid, 1928) casose en la catedral de San Miguel y Santa Gúdula de Bruselas con Balduino, rey de los belgas (1930-1993). Él era, hasta ese día, el más cotizado de los solteros europeos. Hizo falta que llegara ella, una piadosa aristócrata madrileña, para perder su otro sambenito, el de "rey triste".

Por expreso deseo de Fabiola, la casa real belga (que por segundo año consecutivo ha visto rebajado su presupuesto) no ha previsto ningún acto para recordar el 50.º aniversario de la boda y su coronación como reina de los belgas (no de Bélgica, según dice la Constitución), título que ha mantenido tras morir Balduino mientras veraneaba en Motril. Fabiola, la reina viuda, vive rodeada de recuerdos de sus años en común en el castillo de Stuyvenberg y quiere que sea un acontecimiento "estrictamente privado".

No obstante, es probable que el miércoles reciba muestras de cariño por parte de los belgas, ya que asistirá al concierto de Navidad que los reyes Alberto y Paola ofrecen cada año a las personas que han hecho posibles sus actos oficiales. Aunque sus actividades públicas se han reducido drásticamente en los últimos años, los belgas no la olvidan. Recibe miles de cartas al año (algunas, cierto, con amenazas de muerte). No sorprendió a los belgas que su nueva reina fuera extranjera (ninguna hasta ahora ha nacido en el país). A través del contacto con la gente y su pronto empeño por aprender neerlandés, Fabiola se fundió enseguida con su nuevo pueblo.

El más absoluto misterio sigue rodeando al momento en que la española conoció a Balduino, rey a su pesar desde los 20 años, debido al rechazo popular a la figura de su padre, Leopoldo III. "Es algo que algún día contaremos a nuestros hijos. Es nuestro secreto", dijo Balduino poco después de casarse. El enigma persiste, porque los hijos nunca llegaron. Se sabía –porque hubo anuncios oficiales– que Fabiola había estado cuatro veces encinta, pero hubo más. "Perdí cinco niños, pero he aprendido a vivir con ello. No me he convertido en una persona resentida", comentó hace unos años en una cena de gala.

En cuanto al momento en que la pareja real se conoció, muchos expertos belgas dan credibilidad a la versión del cardenal Joseph Suenens. En una obra publicada tras la muerte de Balduino, se arroga el papel de mediador y descubridor de Fabiola mediante un viaje iniciado por una monja irlandesa a partir de una revelación. Se apoya Suenens en cartas manuscritas del rey, pero estas no se refieren a las circunstancias concretas de su encuentro.

Fermín Urbiola, autor de la biografía Nacida para reina (Espasa), se inclina por creer que se produjo en una fiesta organizada en Lausana por la reina Victoria Eugenia, muy amiga de los matrimonios de conveniencia, con el objetivo de que la infanta Pilar conociera al rey belga. Fabiola acudió como acompañante, pero fue en ella, la amiga seria, en quien Balduino se fijó.

Al margen de cómo se gestara, la suya "fue una unión perfecta", ha dicho Wilfried Martens, primer ministro durante casi 12 años y probablemente el político que mejor conoció al rey. Él recibió su carta anunciando que no podría firmar la ley del aborto aprobada por el Parlamento. Los partidos dieron con una solución tan imaginativa como eficaz: Balduino abdicaría por unas horas y el Consejo de Ministros asumiría la regencia para sancionar la ley.

Mucho se ha hablado sobre la influencia de Fabiola en esta decisión, pero Martens la desmiente: tan fuertes eran los convencimientos morales y religiosos de uno como de otro. De los dos se pensó que acabarían en un convento o monasterio. Cuentan que la fe de Fabiola (se cree que se ha adherido a Renovación Carismática Católica, un movimiento laico vivencial, minoritario, avalado por Roma) la ha ayudado enormemente a superar su separación de Balduino. Y es que así vive su muerte: una separación temporal que encaró vestida de blanco durante un funeral convertido en ceremonia de gloria y resurrección.

Fabiola le prometió no abandonar el país aunque él muriera. Y así lo ha hecho, aunque sin olvidarse de España y sin descuidar la estrecha relación que mantiene con sus sobrinos. Hace poco se la vio en visita privada en Extremadura. Y en un cine de Bruselas, comentando con un acompañante en español la película De hombres y de dioses.

En los últimos años los belgas han conocido a una Fabiola distinta, más alegre y espontánea; en realidad, como sus conocidos dicen que siempre fue en privado. Sorprendió a todos hace unos años marcándose unos pasos de baile en una recepción. Y bailando a ritmo de rock durante un concierto en la fiesta del rey. Inolvidable también, su gesto durante la fiesta nacional belga del 2009, cuando se sacó una manzana del bolso. Era su manera de reírse del anónimo que amenaza con matarla con una ballesta (de ahí el guiño a Guillermo Tell).

Guillermo y Kate Middleton hacen públicas las fotos oficiales de su compromiso

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EFE

Clarence House, la residencia oficial del príncipe Carlos de Inglaterra, ha hecho hoy públicas las dos fotos oficiales del compromiso del príncipe Guillermo y Kate Middleton. Las imágenes son obra de Mario Testino, fotógrafo favorito de Diana de Gales y que ha sido elegido expresamente por la pareja para realizar este trabajo.

En un comunicado, Clarence House recuerda que Testino ya tomó las fotos oficiales de Guillermo cuando este cumplió 21 años. "El príncipe Guillermo ha trabajado con Mario Testino en muchas ocasiones antes y por eso la pareja decidió que él era la mejor elección para un retrato tan importante (el del compromiso)", asegura el comunicado.

Las dos fotografías muestran a Guillermo y Kate en actitudes diferentes, una más formal y la otra más distendida, y en ambas se puede apreciar lo que Testino vio cuando sacó las instantáneas, que "rebosan felicidad".

Posado informal

En la imagen más informal, la pareja aparece sonriendo. El príncipe rodea a Kate con sus brazos y esta pone su mano izquierda --en la que luce el anillo de compromiso-- sobre el pecho de él. Ambos llevan tejanos y camisa blanca. La foto, muy luminosa, se tomó junto a una ventana de la sala Cornualles del palacio de Saint James, en Londres.

En la foto más formal, Guillermo --segundo en la línea de sucesión al trono británico-- y su prometida aparecen de pie muy juntos, él con la mano suavemente posada en la cintura de ella y ella reposando la suya en el brazo de él, los dos sonriendo. Guillermo viste traje azul, camisa blanca y corbata morada y Kate lleva un sencillo y elegante vestido blanco y, en su mano izquierda, el anillo de compromiso. Esta fotografía, en plano americano, está tomada en la Cámara del Consejo del palacio.

Testino ha asegurado que la pareja estuvo muy contenta durante la sesión, que tuvo lugar el 25 de noviembre, más de una semana después de que anunciaran su boda en Londres en abril del 2011. "Estoy muy contento de que me pidieran cubrir este momento histórico que todo el mundo ha estado esperando", ha señalado el fotógrafo peruano.

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La princesa sensata

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Rafael Ramos
Magazine

Se conocieron en la universidad, empezaron a salir y vivieron un tiempo juntos. Tras una breve ruptura, decidieron volver, y acaban de comprometerse. Él es el príncipe Guillermo, hijo de Carlos y Diana. Ella, Kate Middleton, una chica que se muestra segura de sí misma y dispuesta a afrontar un futuro con poco espacio para la privacidad y constantes comparaciones con la figura de la malograda lady Di. Se casarán el próximo 29 de abril en Westminster.

Como la chica sensata que todo el mundo dice que es, Catherine Elizabeth Middleton –probablemente, la futura reina Catalina– debería colgar en la puerta del chaletito del norte de Gales donde pasará sus primeros años de casada un cartel que dijera: "Cualquier parecido con Diana es mera coincidencia". Porque en un país aficionado a los cuentos de hadas y con una poderosísima prensa del corazón, las comparaciones con la difunta reina de corazones ya han empezado. 

En realidad, Kate es en muchos sentidos la antítesis de Diana, aquella virgen ingenua encerrada en una torre de cristal a quien la reina Isabel II buscó para su primogénito en la década de los ochenta, y que no tenía la más remota idea de en qué lío –y en qué familia– se metía. Pero eran otros tiempos. Desde entonces han pasado muchas cosas, y la casa de los Windsor se ha modernizado como consecuencia de una sucesión de  escándalos que hicieron tambalear sus cimientos y sembraron dudas sobre su supervivencia. 

La monarca está incluso en Facebook. En realidad, lo más extraordinario de la relación entre Guillermo y Kate –ambos de 28 años, sólo se llevan cinco meses de diferencia– es lo normal que ha sido, como la de cualquier pareja de la clase media. Se conocieron en la universidad, empezaron a salir, vivieron juntos, él se resistía a comprometerse, ella dijo basta y cortó la relación, ambos se lo pasaron bien por su cuenta durante un par de meses, el novio exploró el mercado y al final decidió que no sólo de las juergas de soltero vive el hombre, y en el fondo difícilmente iba a encontrar una chica más apropiada. El mundo del amor está lleno de historias y compromisos similares.

Lo que en cambio sí resulta revolucionario –en un país alérgico a las revoluciones– es que una plebeya, típica hija de las clases medias británicas, se vaya a convertir en princesa seguro, y tal vez incluso en reina (una ecuación complicada con muchos factores, como cuánto vivirá su suegra, cuándo ascenderá Carlos al trono, o si acaso pasará directamente el relevo a Guillermo, un motivo de constante especulación). Dice la leyenda, divulgada por sus amigos del exclusivo colegio de Marlborough, que ya de adolescente Kate Middleton tenía en su dormitorio un póster de Guillermo en vez del de un actor de cine, un rockero o un futbolista, y que lo encontraba tan apuesto y con tanta clase que todos los demás muchachos languidecían en comparación y le parecían demasiado rudimentarios. 

El mito va más allá, y sugiere que su madre –una ex azafata de British Airways– la matriculó en la escocesa Universidad de Saint Andrews cuando se enteró que el príncipe iba a estudiar allí. Y a partir de entonces dejó que Cupido hiciera su trabajo. Una misión muy fácil, tratándose de una joven alta, delgada, de buena planta, piernas largas, ojos verdes grisáceos y muy inteligente, que participó en un desfile amateur de moda con una gasa que revelaba un elegante conjunto de ropa interior negra y, sobre todo, su muy bien proporcionada carne. En ese momento quedó echada la suerte no sólo de Big Willie –como Kate llama cariñosamente a su prometido–, sino también de la realeza británica y de sus súbditos.

A diferencia de Diana, todo apunta a que Kate –mucho más fría y calculadora y que ha jugado perfectamente sus cartas– sabe en lo que se ha metido, y no le importa. Y en lo que se ha metido es una familia compleja y disfuncional como tantas otras, y en una vida bajo el microscopio de la prensa mundial y de los paparazzi, sin apenas privacidad, con una agenda llena de actos sociales y galas caritativas, al lado de un marido que con un poco de suerte cumplirá los votos de fidelidad y no habrá heredado los genes adúlteros que tiene tanto por parte de su padre (que prosiguió su relación con Camilla Parker-Bowles estando casado) como de su madre (Diana, en consecuencia, tuvo una serie de affaires, y hay quienes sostienen que su segundo hijo, Enrique, guarda un sorprendente parecido con uno de sus amantes). 

Pero lo que sea, será en el futuro. De entrada, la flamante princesa –que mira con considerable recelo al cuarto poder y ya ha tenido algún encontronazo con los periodistas– va a gozar de una considerable protección, negociada directamente por su marido y por la reina con los directores de los grandes periódicos nacionales. La ubicación exacta del cottage (casita de campo) del norte de Gales donde va a instalarse con Guillermo, cerca de la base militar en la que sirve, es del más estricto secreto de sumario, y agentes de seguridad patrullarán las carreteras y los campos adyacentes para que nadie ose ni siquiera pensar en acercarse y sacar fotos (hasta a las ovejas que pincelan el pastoril paisaje se les va a exigir firmar una cláusula de confidencialidad, dicen las malas lenguas). Los dependientes de los establecimientos comerciales de Blaenau Festiniog, el pueblo más cercano a su casa y donde la feliz pareja irá a comprar la comida y los utensilios domésticos, han sido ya investigados por los servicios de inteligencia, y se han comprometido a no informar nunca de su presencia. 

Aunque se trata de un producto de las clases medias por antonomasia, Kate Middleton encaja perfectamente por carácter y educación en el mundo exclusivo de la nobleza. Viste de manera muy conservadora para su edad, hasta el punto de que algunos comentaristas han criticado su estilo (una combinación de prendas de establecimientos baratos como Topshop y otros más caros como Jigsaw) de "insípido". Su obsesión es no desentonar. Siempre aparece en las fotos perfectamente maquillada, lo mismo por la mañana temprano que a altas horas de la madrugada después de una noche de juerga y varias visitas a clubs nocturnos como Boujis, su favorito en South Kensington. Igual que ocurría con Diana, todo lo que toca ha empezado a convertirse en oro, como el vestido azulón que llevaba el día del anuncio del compromiso, que desapareció en cuestión de horas de los almacenes Harvey Nichols. El vestido valía quinientos euros.

La futura princesa Catherine, nacida el 9 de enero de 1982 en el Royal Hospital de Reading (condado de Berkshire), es una obsesa del control y de la imagen y ejerce una considerable autodisciplina, ya sea a la hora de los estudios (obtuvo notas bastante mejores que su prometido en la universidad, y le persuadió de que no arrojara la toalla el primer año) o de mantener una estricta dieta e ir regularmente al gimnasio para conservar su privilegiada figura. Con su hermana menor, Pippa, tiene en este sentido una relación de competencia, y sus amigas sugieren que ahora presume de estar ella más delgada. 

Aunque su madre ha sido criticada por algunas pequeñas vulneraciones de las formas y tener un lenguaje "poco refinado", Kate cayó con el pie derecho en la casa de los Windsor. No sólo robó el corazón de Guillermo, sino que conquistó la simpatía de la reina Isabel, mucho menos exigente con ella de lo que fue con Diana tras aprender las lecciones que condenaron el matrimonio al escándalo, el fracaso y finalmente la tragedia. 

Siempre le pareció una chica "muy correcta", apropiada para ser la esposa de su nieto y número dos en la línea de sucesión al trono, educada y que sabe comportarse. Isabel no dudó en prestar el castillo de Balmoral a los novios para que pasaran en solitario los fines de semana (con un montón de mayordomos y sirvientes, eso sí) cuando estudiaban en la cercana Universidad de Saint Andrews. Para no ser menos, Carlos y Camilla también les hicieron una copia de las llaves de su residencia londinense de Clarence House, donde cuentan desde hace tiempo con sus propios aposentos privados. 

Todo ello le pareció a la señorita Middleton demasiado maravilloso para dejarlo escapar, por muchas que sean las inconveniencias y la persecución de la prensa. Ya se le ha asignado su propio equipo de guardaespaldas, del que forman parte dos mujeres policía apodadas –por la vieja serie de televisión– Cagney and Lacey.

Kate no conoció lo que es el acoso de los medios, las veinticuatro horas del día y de la noche, hasta que abandonó junto con su futuro marido el campus de la universidad después de la graduación. Una foto de la pareja esquiando en una estación suiza en el 2005 fue un simple preludio de lo que se le venía encima cuando se trasladó a vivir a un piso de un millón de euros en la elitista Kings Road de Londres que le regalaron sus padres (ex empleados de aerolínea que descubrieron una mina de oro con una empresa de organización de fiestas infantiles, e hicieron suficiente fortuna como para enviar a su hija al exclusivo colegio de Marlborough). 

Sólo perdió los nervios en una ocasión, cuando se vio rodeada de un enjambre de paparazzi con motivo de su veinticinco cumpleaños, en medio de insistentes rumores sobre un anuncio de compromiso que todavía tardaría años en producirse. Es un tema muy sensible para Guillermo, que echa a los periodistas la culpa de la muerte de su madre en el Pont de l'Alma de París. La amenaza de querellas permitió a la casa real alcanzar un acuerdo con los diarios y las revistas para que dejaran de fotografiarla en la vida cotidiana. 

A partir de entonces, los paparazzi se conformaron con retratarla cuando acompañaba a su novio a las bodas de otros y, finalmente, junto a la propia Isabel II en diciembre del 2006, cuando Guillermo se graduó como oficial en la academia militar de Sandhurst y Kate acudió al acto con su madre. El esnobismo de cierta aristocracia se cebó con Carole Middleton y su supuesto "comportamiento inapropiado" en cuestiones de protocolo con la reina. Los críticos volvieron a la carga al poco tiempo, cuando la pareja rompió su relación, y el hijo mayor de Carlos y Diana descubrió las juergas y las alegrías de la soltería, y en una fiesta se le vio con los ojos vidriosos por el alcohol y tocando los pechos de una estudiante brasileña (que no perdió un segundo en contar la historia con todo lujo de detalles). Un conciliábulo de la familia real llamó al orden a Guillermo, y su propia abuela se convirtió en abogada de Kate, explicándole que estaba dejando escapar a la chica ideal para el papel de princesa y futura reina. 

La rápida reconciliación permitió a la señorita Middleton –un apellido que en inglés antiguo quiere decir "la granja de en medio"– atar muy corto a su futuro esposo, un valor añadido en la casa de los Windsor en vista de los antecedentes. También lo es que su perfil no responda al de una mujer moderna e independiente con aspiraciones profesionales, porque su vida de los últimos años ha consistido básicamente en permanecer en la antesala del compromiso real. Quizá no represente a las mujeres de su tiempo, pero se trata de una persona segura de sí misma, que siempre ha sabido lo que quiere y ha dado los pasos para conseguirlo. Los hechos hablan por sí solos.

sábado, 4 de diciembre de 2010

De la monarquía hispánica a las cortes de Cádiz

POR PEDRO GONZÁLEZ-TREVIJANO
ABC
 
La mejor forma de sobrellevar esta inmisericorde crisis económica es buscar el espíritu benefactor y hasta taumatúrgico del arte. El arte puede sanarnos un alma atribulada por la desazón y el temor. Nada mejor para escapar a las malhadadas noticias sobre la caída de los mercados financieros, el desmantelamiento del tejido empresarial, el galopante desempleo, la ausencia de competitividad, la reducción de las prestaciones sociales, la falta de productividad y la quiebra de algunas instituciones y administraciones públicas, que echarnos literalmente en los brazos salvadores del arte. Tenía razón Nietzsche cuando esgrimía, en El crepúsculo de los dioses, que «el arte es el gran estimulante para vivir». Y a tal efecto les recomiendo una de las excelentes exposiciones que pueden disfrutarse en la capital de España, y que me temo no está recibiendo la atención que se merece, más centrada —no lo voy a recriminar, pues son asimismo espléndidas— en las retrospectivas sobre Renoir y Rubens en el Museo del Prado, y en los fondos de la Duncan Phillips en la Fundación Mapfre. Me refiero a La Pintura de los Reinos, que puede verse también en el Museo del Prado y en el Palacio Real. Una ocasión para satisfacer dos necesidades. Una, académica, vinculada al conocimiento de la mejor Historia de España; de la Historia de España con mayúsculas y de verdad. La historia de la Corona y de los Virreinatos americanos. En palabras de su comisario, el hispanista Jonathan Brown, la Exposición es «un gran regalo para los españoles, que en general no son conscientes del inmenso potencial de creación cultural que tuvo España». Otra, estética, en aras del pertinente sosiego del alma y de un ponderado equilibrio de unos ánimos entristecidos; el arte como instrumento de atemperar las dificultades y las penas. Una pintura dominada por las ideas de la Contrarreforma y el Barroco católico. En resumidas cuentas, el arte como mejor marañonianaterapéutica.

En efecto, la Exposición La Pintura de los Reinos es una oportunidad para acercarnos al arte de la Monarquía hispánica. Aquella Monarquía que forjaba, durante el Imperio español de los siglos XVI y XVII, la representación artística más importante del mundo. Ahora que se habla tanto de la internacionalización, de la macluhiana aldea global, La Pintura de los Reinoses una ocasión para aproximarnos —al hilo de sus ciento veinticinco piezas— a la que podríamos calificar como la primera muestra de arte global de la Historia: el arte de la Monarquía hispánica. Del arte creado en la España peninsular, pero también del arte elaborado en la América española. De zambullirnos en el arte español, en su sentido más amplio, lo que era tanto como decir europeo y americano. Un arte hispánico por sus orígenes y fines, pero universal por su extensión y pretensiones. Un arte que iba de la peruana Cuzco a la flamenca Amberes, de las ibéricas Madrid y Sevilla hasta la azteca México y la filipina Manila. Estamos, pues, ante la primigenia exteriorización del arte universal. La lectura nacionalista de la historia del arte, de contornos impermeables y cerrados, no aparece en Europa hasta la derrota de las tropas de Napoleón y el Congreso de Viena. El nacionalismo político, que salvaguardaba la identidad propia, frente a las frustradas aspiraciones uniformadoras bonapartistas, requería de una pintura nacional. Una realidad que se consolida en Europa con la I Guerra Mundial. Unas expresiones artísticas globalizadas que se adelantaban ¡más de trescientos años! a la mundialización artística.

Los artistas de la Monarquía hispánica erigieron un arte universalizado antes del advenimiento cosmopolita de los pintores impresionistas, de los revolucionarios cubistas y del expresionismo abstracto. En suma, unos adelantados a su tiempo y a la modernidad. Un arte que se redefinía diariamente, matizaba a conveniencia, se reinterpretaba según el lugar, se transformaba con el tiempo y se acomodaba a las especificidades de cada territorio dentro del paraguas común de una Monarquía compuesta, diferenciada y plural. Lo que se constata, por ejemplo, en la visualización de la representación del poder: dominada mayoritariamente en la América peninsular por la omnipotente figura del Rey, en la América española —dada la limitación de los mandatos de los virreyes— exaltaba, por contra, la atemporal jerarquía eclesiástica. Una diversidad que alcanzaba, asimismo, a cada uno de los territorios. Poco tenía que ver el mantenimiento de la herencia precolombina en las ciudades del Perú, con la mayor europeización en el Nuevo Mundo. O las disimilitudes evidentes entre Manila y Potosí. Sirva como ejemplo la disparidad compositiva y de factura entre el majestuoso Retrato de Moctezuma de Antonio Rodríguez y la piadosa Comunión de santa Teresa de Juan Martín Cabezalero. Un acierto, por tanto, el ciclo de conferencias que ha organizado la Real Academia de la Historia y el reciente libro de Hugh Thomas con el título El Imperio español de Carlos V. Ya lo adelantaba Stevenson: «El arte es un juego, pero hay que jugar con la seriedad de un niño que juega».

Una Monarquía hispánica que disfrutaba —dependiendo de sus territorios en Nápoles, Flandes, Castilla y Aragón, Nueva España, Quito, Perú— de sus particulares ordenamientos, leyes e instituciones políticas, como de sus plurales artistas, motivos y significados. Una Monarquía compuesta y descentralizada en su ordenación político-territorial, y compuesta y descentralizada en sus manifestaciones artísticas según los Estados de aquí y de allí, según los gustos de unos y de otros. En una Monarquía donde conviven el centro y la periferia, los elementos centrípetos pero también las tensiones centrífugas, las herencias comunes y los legados desemejantes, la mayor internacionalización, pero asimismo la exaltación de lo particular. Donde hay identidades propias y dispares, pero simultáneamente compartidas y leales al Rey. Nadie escapa a esta liturgia homogénea, pero diversa: ni monarcas, ni nobles, ni validos, ni virreyes, ni clero, ni el pueblo. Una Monarquía hispánica forjada desde la mezcolanza, la yuxtaposición, el intercambio, la simbiosis. Una Monarquía, por tanto, globalizada, única y plural, donde conviven sincréticamente las Vírgenes sevillanas de Murillo y las Vírgenes mejicanas de Guadalupe, los ángeles pintados en Bruselas y en Manila, los retratos de los Virreyes de Perú y los gobernantes de Filipinas. La Exposición, permítanme una metáfora politológica, sería la prueba de un constitucionalismo flexible y elástico. Un constitucionalismo que se acomoda, sin sobresaltos, de forma sosegada y tranquila, a las singulares circunstancias de cada hecho, negocio o relación. Un constitucionalismo que bebería en las fuentes de Bryce en su obra Constituciones rígidas y flexiblesy en la noción de elasticidad constitucional. Así las cosas, hemos de ir aquí obligatoriamente más allá de Flaubert, cuando señalaba descreídamente que «la moral del arte consiste en su belleza misma».

Ya lo manifestaba la Constitución de Cádiz de 1812 en su artículo 1: «La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios». La Exposición reiterada es una buena manera de conocer nuestro pasado, el mejor arte de los siglos XVII y XVIII, y de conmemorar —tras la fragmentación de la Monarquía hispánica— los procesos de independencia americana. Nos permite refrendar —como decía el pintor Manuel Viola— que «el objetivo final del arte es mostrar los tejidos internos del alma». En este caso, de la Monarquía hispánica, de nuestra historia y de su mejor arte.