martes, 30 de abril de 2013

Guillermo Alejandro ya es Rey de los Países Bajos

Guillermo Alejandro ya es Rey de los Países Bajos

ABC

Después de la lectura del acta oficial por parte del jefe de Gabinete de la Reina en el salón Moises, Beatriz de los Países Bajos acaba de firmar, poco después de las diez de la mañana, el documento que ratifica suabdicación y que convierte a su hijo Guillermo Alejandro en nuevo monarca del país. Miles de personas concentradas en el exterior del palacio Real de Ámsterdam han aplaudido con entusiasmo el momento histórico, al que asistían a través de pantallas gigantes de televisión.

La Reina Beatriz se ha emocionado visiblemente y ha apretado la mano de su hijo, que ya es el Rey más joven de Europa, con 46 años, y este ha repetido el gesto, hacia la ya Reina Máxima.

La ceremonia histórica ha durado menos de 15 minutos y a ella han asistido las primeras autoridades del país y las tres hijas de la nueva pareja real. Cerca de un millón de personas han venido a Ámsterdam para asistir a el relevo en la monarquía de la casa Orange-Nassau, representado con el izado del nuevo estandarte de Guillermo Alejandro. Cientos de miles de personas se han vestido con prendas o elementos de color naranja, emblema de la Casa Real de los Paises Bajos.

Después de la firma del acta de abdicación, la ya Princesa Beatriz salió al balcón del Palacio Real donde fue aclamada por la multitud, a la que presentó a su hijo, ya el Rey Guillermo Alejandro. Este también agradeció a su madre las tres décadas de fructífero reinado que han significado un progreso formidable para este país . En el momento de sonar el himno nacional, la Reina saliente apenas podía contener la emoción. Después de que Beatriz se retirase, la nueva Pareja Real ha hecho salir a sus tres hijas, entre ellas la nueva heredera, la princesa Cataliana Amalia.

Crónica de la jornada

lunes, 29 de abril de 2013

Crónica social de la cena de gala de Coronación

[foto de la noticia]

El Mundo

Tenía el listón tan alto Máxima Zorreguieta que erró, quizás por la presión de la expectación mundial, en la noche más importante de su vida, la previa a la ceremonia de entronización. Por primera vez, la princesa holandesa fue desbancada por la princesa de Asturias, muy acertada con su elección de vestido, joyas y peinado. [VEA LAS IMÁGENES DE LA CENA]

espera de lo que suceda este martes, cuando Guillermo Alejandro sea investido rey y su esposa se convierta en reina consorte, Letizia parece por ahora la 'ganadora'. Pero que no se preocupe Holanda, ya que su nueva reina puede enmendar su traspié estilístico durante la jornada de investidura, ya que en realidad es el día que importa, el día D.

Un color vino 'cabaret' sauvignon que no le favorecía junto a un vestido un tanto 'demodé', de volantes plisados y palabra de honor, no hacían justicia a la heredera consorte más querida de Europa y la más lucida, ya que es una percha excepcional dado su porte con generosas curvas, altura de modelo y sonrisa lucero.

La elección de las joyas, al menos, fue espectacular: esa es siempre la baza de los Orange. Brillantes con sobrepeso al cuello, a las orejas, a la cabeza en forma de tiara y a la muñeca. Máxima atención, mínimo acierto.

El peinado años 40 tampoco reseña su belleza gaucha. Un tanto impostado ese exceso de laca; a la argentina le queda mejor un buen recogido que una melena con onda al agua a lo Veronica Lake, por no decir Kim Basinger en la alfombra roja de L.A. Confidential.

Pero démosle una tregua a Máxima, pues equivocarse la humaniza más y la acerca aún más si cabe a su pueblo europeo y americano. Hartos estamos de la perfección anatómica y estilística de muchas otras aspirantes al trono, obsesionadas con la delgadez y los cortes poco arriesgados. Máxima, te queremos igual, incluso más que antes porque eres una mujer real en el sentido literal y figurado del término.

Letizia acierta

Zapatos de Magrit, tiara de Doña Sofía, clutch de Varela. | Agencias

Zapatos de Magrit, tiara de Doña Sofía, clutch de Varela. | Agencias

Por su parte, Letizia Ortiz va muy elegante y propia para una cita como esta. Ha acertado con un modelo de seda y encaje chantilly negro con bordados de flores azabache en el pecho firmado, como siempre, por el otro Felipe de su vida: Varela.

[foto de la noticia]

A sus pies, unas sandalias de su zapatero prodigioso, Pepe Amat, que ha diseñado para ella un bonito par de ante de Magrit. El clutch también es de Varela, de cristal negro y la tiara, la ya mítica floral de la reina Sofía, que se puso la princesa en la boda de Nicolás y Tatiana de Grecia y que llevó la infanta Cristina en su propia boda.

Las demás

La reina Beatriz optó por el malva, ese tono de dama de honor americana. El color no es lo más elegante, pero el brocado escogido se ve suntuoso, muy propio de una reina que cede el armiño a su primogénito y se enfunda tan bien en una capa con borde de zorro como incrusta la tiara en su permanente 'thatcheriana'.

En cuanto a las demás princesas, Mary de Dinamarca no defraudó con un vestido con falda de satén y cuerpo empedrado, Mette-Marit de Noruega parecía haberse enrollado la cortina de la ducha de palacio y tanto Matilde de Bélgica como Victoria de Suecia fueron fieles a su sosería habitual.

Entre las grandes ausentes, las consortes del soberano monegasco, Alberto II (Charlotte Winstock), y del heredero nipón, Naruhito. La asistencia de la princesa Masako a Ámsterdam se esperaba con gran expectación, pues suponía su primer viaje oficial al extranjero en 11 años.

Álbum de fotos en ABC

Curiosidades de la Coronación


La última cena de la reina Beatriz

Beatriz de Holanda deja paso a su hijo Guillermo Alejandro

Beatriz de Holanda deja paso a su hijo Guillermo Alejandro

La Vanguardia

La reina Beatriz de Holanda se despedirá mañana del trono en la cima de su popularidad. No es algo que haya buscado a lo largo de sus 33 años de reinado, más bien al contrario; es algo que le ha llegado al final de su carrera como reina.

Y es que su obsesión siempre ha sido ejercer la jefatura de Estado como una profesión más y con la mayor eficacia posible. Definida como adicta al trabajo, puntillosa y tozuda, Beatriz de Holanda marcó distancias enseguida con la informalidad con que su madre, la reina Juliana, había llevado la corona y dejado por ejemplo que los líos extramatrimoniales de su padre, el príncipe Bernardo, saltaran a la luz pública.

Holanda no ha conocido la ley sálica y, como su madre Juliana y su abuela Guillermina, Beatriz estaba destinada a reinar desde el día de su nacimiento, el 31 de enero de 1938. Diplomada en Derecho por la Universidad de Leiden, en 1965 la princesa heredera anunció por radio su compromiso con un príncipe alemán, diplomático de profesión, Claus von Amsberg. Tras superar los reparos de la sociedad holandesa a su pasaporte, se casaron y tuvieron tres hijos: Guillermo Alejandro, Friso y Constantino.

Beatriz fue investida reina en 1980 y desde el primer día imprimió su propio estilo a la tarea. Se hizo llamar "Su Majestad" -y no simplemente "Señora", como prefería Juliana- y se aferró a la pompa y el protocolo como una forma de marcar distancias con sus compatriotas.

Trasladó su residencia a La Haya, sede del Gobierno, y se implicó a fondo en las tareas que la Constitución reconoce al jefe de Estado, como entrevistarse una vez a la semana con el primer ministro, además de firmar leyes y decretos. El expremier Dries van Agt confesó que cada vez que se reunía con la reina se sentía como si tuviera que pasar un examen.

La profesionalidad de Beatriz en la promoción exterior del país y sus empresas explica que en ocasiones se haya descrito su trabajo como el de "consejera delegada de Holanda SA". "Ella quería ser es una gestora eficaz", resume su biógrafo Cees Fasseur, y "no una persona normal y cercana" como deseaba ser su madre. "En sus últimos años, Juliana era muy parecida a muchas mujeres de su generación, a nuestras madres, ¡todos hemos tenido una tía que se parecía a ella!".

"Juliana llevaba muy mal no poder ser una persona ordinaria. Cuando se iba de vacaciones a Austria y en la estación de tren la esperaban con una orquesta, se contrariaba mucho. Esto a Beatriz nunca le ha preocupado, al contrario. La idea de ser ordinario era muy de Juliana y eso entonces la hizo muy popular; eran otros tiempos, claro", explica.

Aunque muy respetada, nunca ha sido el miembro más querido de la casa real ni ha alcanzado la popularidad que tenía su madre. a la que se recuerda en bici por Amsterdam o en la cita anual de los escritores holandeses tomándose una cerveza. Actualmente la más popular es la princesa Máxima y antes lo fue el príncipe Claus, a pesar del rechazo social inicial.

Los intentos de Beatriz de lavar los trapos sucios en casa y mantener su vida privada lejos de los focos fracasaron con el cambio de siglo. En el 2003, su hijo Friso acabó renunciando a sus derechos al trono para poder casarse con Mabel, después de que la pareja ocultara información al Parlamento sobre la relación que su prometida tuvo con un conocido narcotraficante. El escándalo se produjo poco después de que el heredero al trono, Guillermo Alejandro, tuviera que vencer la oposición de algunos parlamentarios a su boda con una argentina plebeya hija de un secretario de Estado de la dictadura de Videla.

Poco después, a la muerte de su padre en diciembre del 2004, la reina se topó en el diario De Volkskrant con una inesperada entrevista póstuma. En ella, el príncipe Bernardo explicaba su relación con Juliana, aclaraba que tuvo dos hijas fuera del matrimonio (no tres ni cuatro, precisó, ni ningún varón, como se decía) y admitía haber recibido un millón de dólares de la firma Lockheed a cambio de influir en el gobierno para que comprara aviones a esta empresa estadounidense.

El subidón de popularidad que finalmente supuso la llegada de Máxima a la Casa de los Orange disipó la atención negativa hacia la monarquía. Beatriz se mantuvo firme a pesar de los contratiempos y nunca dejó de emplear la potestad que tienen los monarcas holandeses de lanzar advertencias a sus compatriotas. En su discurso de Navidad, por ejemplo, la reina ha arremetido en varias ocasiones contra el populismo que ha desestabilizado al país en la última década.

Desde que Wim Kok presentó su dimisión en el 2002, ningún gobierno ha terminado su legislatura. Este clima de inestabilidad política ha reforzado la imagen de la reina como factor de unidad en el país. Los años y las desgracias que ha sufrido recientemente la monarca la han hecho más humana a ojos de los holandeses: la muerte de su esposo después de años enfermo, su cálida reacción tras el atentado contra el desfile real en el 2009, el accidente de esquí que dejó en coma a su hijo Friso... Nunca su popularidad ha sido tan alta como ahora.

"En los últimos años, la mujer, la madre y la viuda se han puesto por delante de la corona. Las penas y la pérdida la habían hecho menos glacial. Más cariñosa, menos profesional casi", afirma el escritor belga Hugo Camps. Por su falta de "talento como florero", no cree que Beatriz hubiera podido adaptarse a la reforma que ha iniciado el Parlamento para limitar los poderes del monarca.

Mientras se seca la tinta de su firma en el acta de abdicación, Beatriz saldrá mañana al balcón del Palacio Real con su hijo Guillermo y su nuera Máxima. Habrá dejado de ser reina para convertirse en Su Alteza Real de los Países Bajos. "La responsabilidad de nuestro país debe estar ahora en manos de una nueva generación", dijo en enero al anunciar su renuncia al trono.

sábado, 27 de abril de 2013

Audiencia Abierta - 27/04/13

martes, 23 de abril de 2013

Don Felipe alaba la «palabra libre» y la lucidez creadora de Caballero Bonald

Don Felipe alaba la «palabra libre» y la lucidez creadora de Caballero Bonald

ABC

El Príncipe de Asturias ha ensalzado hoy la "palabra libre" del poeta José Manuel Caballero Bonald, tras entregarle el Premio Cervantes en la Universidad de Alcalá, y ha alabado su "integridad extrema" y su "lucidez y valentía", considerándole un "referente del rigor literiario".

Acompañado de doña Letizia y en presencia del jefe del Gobierno, Mariano Rajoy, en el histórico Paraninfo de la Universidad, don Felipe ha definido a Caballero Bonald como "un navegante solitario, resistente a las modas y las actitudes gregarias, frente a las cuales ha mantenido un constante desafío de infractor".

"Solo una palabra libre puede sacudir letargos y remover conciencias", ha subrayado en un discurso no solo dedicado a la poderosa vertiente literaria del galardonado, sino también a su compromiso vital porque, ha dicho, "la inquietud, a veces interpretada como disconformidad, ha sido un elemento clave en su trayectoria vital y literaria".

El autor gaditano, ha proseguido el Príncipe, "reclama lectores decididos a salir de sí mismos y a compartir la aventura de buscar con esa palabra nuevos espacios de vida individual y social".

El Rey, sobre su recuperación: "Todavía falta un poco"

El Rey, sobre su recuperación:

El Rey ha recibido hoy en su despacho del Palacio de la Zarzuela al primer ministro eslovaco, Robert Fico, una audiencia durante la que han examinado las perspectivas económicas de la UE y que constituye la segunda actividad pública del Monarca desde su operación de hernia discal, hace mes y medio.

"Todavía falta un poco", ha comentado el Rey sonriente, en alusión a su recuperación, con un expresivo gesto de los brazos que simulaba el que se hace al caminar, antes de saludar al embajador eslovaco en España, Jan Skoda, que acompañaba a su primer ministro en esta visita a la Zarzuela.

Don Juan Carlos esperaba a Fico de pie, sin muletas, junto a la mesa del despacho en torno a la que celebra sus reuniones de trabajo y ha dado la bienvenida al jefe del Gobierno eslovaco con un cordial apretón de manos, mientras se disculpaba, en inglés, por no recibirle en la entrada.

Antes de tomar asiento, el Monarca ha saludado al secretario de Estado para la UE, Íñigo Méndez de Vigo, al embajador Skoda y al representante diplomático español en Bratislava, Félix Valdés, asistentes todos ellos a una reunión que el Rey, animado y con buen aspecto, ha abierto con unos primeros comentarios distendidos dirigidos al primer ministro eslovaco.

Fico, fundador del partido socialdemócrata SMER, se encuentra en España en una visita de trabajo, la primera que realiza a este país desde que accedió hace poco más de un año por segunda vez a la jefatura del Ejecutivo eslovaco, y a primera hora de la tarde tiene previsto entrevistarse en el Palacio de la Moncloa con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

Al igual que en su reunión con el Rey, el primer ministro eslovaco tiene previsto analizar la crisis europea y el futuro de la zona euro en su encuentro con Rajoy, que tiene lugar unos días antes de que el Gobierno español apruebe un nuevo programa de reformas con un horizonte económico que prevé una caída del PIB durante 2013 del 1 al 1,5 por ciento, frente al 0,5 por ciento calculado hasta ahora.

Tras su regreso al poder en Eslovaquia, Fico ha subido el impuesto de sociedades, así como el de la renta de las personas físicas para quienes ganan más de 3.300 euros al mes, y promueve una reforma para simplificar la administración pública eslovaca con la que pretende ahorrar 700 millones de euros hasta 2016.

La audiencia concedida hoy por el Rey al primer ministro eslovaco es la segunda actividad oficial pública de don Juan Carlos tras la intervención quirúrgica a la que se sometió el 3 de marzo por una doble hernia discal, después de reaparecer ayer ante las cámaras para recibir, acompañado por la Reina, al escritor jerezano José Manuel Caballero Bonald, galardonado con el Premio Cervantes.

El proceso intensivo de rehabilitación que sigue el Monarca para completar su recuperación ha aconsejado que no reanude aún sus actividades fuera de la Zarzuela, por lo que son los Príncipes de Asturias y no los Reyes quienes presiden hoy la ceremonia de entrega del Premio Cervantes a Caballero Bonald en la Universidad de Alcalá.

La Casa del Rey prevé que don Juan Carlos pueda acudir a la final de la Copa del Rey de fútbol que disputarán el Real Madrid y el Atlético de Madrid el 17 de mayo en el estadio Santiago Bernabéu y trabaja con el escenario de que también asista a algún acto organizado por el Ministerio de Defensa el fin de semana del 1 y 2 de junio, con motivo del Día de las Fuerzas Armadas.

domingo, 21 de abril de 2013

Isabel II cumple 87 años


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Efe. 
Londres.

La reina Isabel II de Inglaterra, que el próximo mes de junio conmemorará el sexagésimo aniversario de su coronación, celebra hoy en privado su 87 cumpleaños, según informó el Palacio de Buckingham, residencia de la familia real.

Como todos los años, los festejos oficiales del cumpleaños de la soberana británica serán el próximo junio con el tradicional desfile de la Guardia Real por la avenida Mall.

En la jornada de hoy, los medios señalan que Isabel II y su marido, el duque de Edimburgo, se quedarán en el castillo de Windsor, a las afueras de Londres.

Como su cumpleaños ha caído en domingo, el tradicional saludo con cañonazos de la Artillería Montada a Caballo del Rey se hará mañana al mediodía en Green Park, ante el Palacio de Buckingham.

La reina celebró el año pasado por todo lo alto el sexagésimo aniversario de su llegada al trono, en 1952, y el próximo junio conmemorará los sesenta años de su coronación, que tuvo lugar el 2 de junio de 1953.

Desde entonces, Isabel II ha cumplido con unos 30.000 compromisos oficiales, unos 500 por año, entre los que ha realizado en el Reino Unido y sus visitas oficiales al extranjero.

La reina fue vista en público el pasado miércoles en el funeral de la ex primera ministra británica conservadora Margaret Thatcher, celebrado en la catedral de San Pablo.


Álbum de fotos publicado en ABC con motivo del cumpleaños de la Reina Isabel II.

sábado, 20 de abril de 2013

Audiencia Abierta - 20/04/13

sábado, 13 de abril de 2013

Audiencia Abierta - 13/04/13

El Rey no gobierna, pero debe reinar

Manuel Jiménez de Parga
El Mundo

El año 1966, en pleno franquismo, publiqué un libro con el siguiente título: Las Monarquías europeas en el horizonte español. Las tesis allí expuestas no gustaron nada a los poderosos de la época. Yo defendí para el futuro de España una Monarquía parlamentaria, justamente la forma de Estado que establece la Constitución de 1978. En ese sistema político, el Rey no gobierna, pero reina. Y recordar este principio fundamental es muy oportuno y conveniente ahora, cuando estamos rematando una etapa de nuestra historia. Reinar es advertir, aconsejar, alentar. En la Monarquía parlamentaria no tiene sitio un rey que permanezca impasible cuando el ambiente se ennegrece. El Rey ha de advertir y aconsejar a quienes deben acabar con la corrupción, el desempleo agobiante, el descarrilamiento de las comunidades autónomas y los otros males que nos agobian. Se lanzan a la opinión pública diversos remedios posibles. Lo que yo vengo sosteniendo es que el proceso de reformas se integra con medidas encadenadas, unas condicionando a las siguientes. Además, no debemos irnos por las ramas, sino buscar las raíces del árbol dañado. A mi juicio, lo primero que tenemos que afrontar es el establecimiento de otra ley electoral. Como consecuencia de la nueva regulación, los partidos dejarán de ser unas agrupaciones de empleados -que es lo que en este momento son-; deberán ser partidos de ciudadanos libres capaces de hacer funcionar el régimen de Monarquía parlamentaria. Se propone, a veces, que las listas sean abiertas. Pero este remedio no resulta eficaz en los países donde se implantó. Pocos son los votantes que modifican las listas ofrecidas por los partidos. El mejor sistema electoral aplicable ahora en España es el vigente en Alemania. Allí cada lector, con dos votos, se pronuncia, con el primero de ellos, por candidatos que conoce y valora, en una decisión personalizada, y con el segundo voto apoya la lista de su partido. Esta solución produce en Alemania buen resultado. Insisto en lo dicho: los elegidos en España son unos empleados de los partidos. Se ha defendido, con acierto, que sería conveniente demostrar unos ciertos conocimientos antes de dedicarse a la política activa. Ahora se efectúa el reclutamiento entre quienes militan en un partido, sin tener en cuenta la formación intelectual de los aspirantes. Resulta lamentable el panorama que ofrecen las instituciones representativas. Suele decirse que la política es un arte, pero las ideas de los aficionados, sin la conveniente preparación, generan con frecuencia daños irreparables. La política es, sin duda, un oficio, dándose el contrasentido de que para ejercer las profesiones importantes tengan que superarse los ejercicios de una oposición, o de unas pruebas semejantes, mientras que el cargo político se desempeña sin la previa acreditación de los conocimientos mínimos. Habría que reflexionar sobre esta anomalía. Una vez establecida una nueva ley electoral, los partidos de ciudadanos estarán en condiciones de afrontar la renovación y reorientación del Estado de las Autonomías, la reducción de las administraciones municipales, provinciales, comunitarias y estatales. Y será posible afrontar con éxito cuestiones pendientes, entre ellas la despolitización de la Justicia, así como el establecimiento de una Monarquía parlamentaria, anunciada en el texto constitucional (art. 3.1 CE). En definitiva, una nueva etapa histórica nos espera y no hemos de sentir temores excesivos. Los españoles tenemos la garantía de la continuidad monárquica. En la presente situación política es el Rey quien puede convocar a los principales dirigentes políticos y, con autoridad, instarles a que retomen el camino de la conquista democrática, negociando una nueva ley electoral. Además, parece que la Providencia Divina nos tutela, y a la renuncia de la reina de Holanda, se ha añadido la del Papa Benedicto XVI. Cualquier decisión de Don Juan Carlos en este sentido no asombraría a nadie. Pero el actual Rey, que tanto bueno ha hecho por España y al que tanto debemos, no ha de terminar su jefatura sin intentar resolver la terrible crisis que nos abruma. La futura etapa histórica será la Monarquía de Don Felipe. Sin embargo, en este momento final de una etapa, el Rey Don Juan Carlos no ha de permanecer impasible. Afortunadamente sabemos lo que nos pasa y podemos poner en circulación los remedios oportunos. (Como contraste, la advertencia de Ortega y Gasset en la primera mitad del siglo XX: «No sabemos lo que nos pasa, y esto es lo que nos pasa»). La falta de actuación en esta coyuntura sería una grave falta de ciudadanía. Y no hay que alarmarse por el cambio del sistema político; una sucesión que debe ser ordenada, pacífica. Deberíamos estar satisfechos con un régimen que es formalmente democrático. Nos costó mucho salir de la dictadura y en 1978 conseguimos poner en marcha un régimen de libertades públicas y participación ciudadana. Sin embargo, todas las ilusiones de aquellos días fundacionales no se han realizado. Se percibe en el ambiente un desánimo generalizado. Predomina la tristeza. Y como escribía un clásico francés «no hay peor enemigo que la tristeza, melancolía tenaz que invade el alma como una bruma que oculta la luz del día». Nuestra luz constituyente se halla efectivamente tapada por la tristeza. El presupuesto inexcusable para el buen funcionamiento del sistema y para la defensa y garantía de la normatividad de la Constitución pasa por el decidido compromiso de actuar sus previsiones sobre la base del principio de lealtad constitucional. Si se prescinde de esa lealtad, no habrá ni Constitución ni modelo alguno que puedan aportar soluciones para el gran problema de la organización territorial de España, cuya solución depende de una verdadera voluntad de concordia. La vertebración del Estado supone poner fin a tantos excesos cometidos en los últimos años. Últimamente se están sugiriendo nuevas normas que tengan como efecto recortar los gastos en las distintas administraciones públicas. Pero si no se cambia antes a los actuales partidos políticos, no se conseguirá el deseado abaratamiento efectivo del funcionamiento de las instituciones, sean municipales, provinciales, de las comunidades autónomas o del Estado. Ya he dicho -y repito ahora- que es un proceso de cambio, que empieza por la ley electoral.

Manuel Jiménez de Parga
es catedrático de Derecho Político y ex presidente del Tribunal Constitucional.

La transición de la Monarquía

Antoni Gutiérrez-Rubí

El País

¿Pueden ser el peso de la historia, la legalidad constitucional o el agradecimiento ciudadano argumentos suficientes para garantizar la vitalidad de la institución monárquica en la sociedad española hoy? Es obvio que, en la redacción actual de la Constitución Española, la Corona tiene claramente asignadas unas funciones y un rol institucional incuestionable: nada más y nada menos, que el de la Jefatura del Estado. Pero desde hace tiempo –­y en medio de otras extendidas reflexiones sobre la necesidad de iniciar una segunda Transición, o reiniciar nuestro sistema institucional que pudiera incluir una reforma de la Constitución– la sociedad española se pregunta por sus instituciones, sus símbolos y sus funciones.

Al deterioro de la política y del conjunto de nuestra arquitectura institucional, hay que añadir el particular y acusado desgaste de la Corona, en términos de opinión pública y de confianza. Los casos de presunta corrupción que han afectado a un miembro de la familia real, así como los recientes errores y desaciertos del Rey, han acelerado este proceso. Incluso hay quien considera que ha llegado el momento de que esta posible nueva etapa suponga, también, cambiar nuestra configuración del modelo de Monarquía parlamentaria por otra de forma política republicana.

¿Es, pues, la legalidad actual de su estatus el único argumento de peso para justificar la permanencia y la continuidad de esta institución? ¿Es, en definitiva, su pasado –sus méritos, sus contribuciones y sus éxitos-, el argumento para minimizar sus deficiencias y obviar los debates? La respuesta es no. Rotundamente no. La única justificación política para que la Monarquía permanezca (con abdicación o sin ella) en nuestra sociedad es que sea realmente útil a esta. Lo que justifica la excepcionalidad de su figura y su función es que su utilidad, su ejemplaridad y su funcionamiento sean los nutrientes de una renovada legitimidad. Imprescindible e inaplazable.

El consenso constitucional sobre la Corona resultó de la síntesis y del pacto constituyente. Síntesis que se expresa en la forma de la Monarquía parlamentaria, en la que su poder efectivo, potestas, es mínimo a cambio de realzar su auctoritas. En este contexto, es indiscutible que las funciones de representación simbólica y de moderación arbitral, que le asigna la Constitución, exigen prácticas y comportamientos de excelencia democrática y ética para poder, precisamente, seguir cumpliendo con su alta misión, como un factor de estabilidad y continuidad del sistema constitucional y de imparcialidad y neutralidad políticas.

Es precisamente este el punto clave, a mi juicio, del debate para reconstruir el futuro: qué cambios (qué transición) debe llevar a cabo la Corona para poder ejercer útilmente su papel en la sociedad española actual. Su relegitimación pasa por reforzar la estrecha vinculación entre Monarquía y democracia, en un momento en que la regeneración democrática de nuestro sistema político se ha convertido en una exigencia clamorosa.

Tres deberían ser los pilares de este reajuste institucional: una Monarquía cívica (republicana, podríamos decir), útil (reformada) e integradora (plural). Se trataría de un proceso urgente de adecuación de la excepcionalidad de aquel momento histórico a la normalidad democrática y a la secularización cívica del momento actual. El marco jurídico y el impulso político de este reajuste podrían encajarse con diversas iniciativas legales. Pero, sobre todo, con una decidida voluntad de la Corona y de la familia real de renunciar, voluntariamente, a cualquier privilegio e impulsar un campo de reformas que les relegitimen desde la perspectiva de un nuevo contrato de servicio público con la sociedad española.

1. Una Monarquía transparente. No hay razón alguna para que la Corona y la Casa Real no estén sometidas, como institución que recibe recursos públicos, a toda la legislación que favorezca la transparencia y combata las zonas grises, como pretende la futura Ley de Transparencia. Necesitamos una Monarquía que haga de la ejemplaridad cívica su norma de conducta. Esto incluye que los miembros de la familia real hagan públicas sus rentas y patrimonios, así como someterse al control por parte del Tribunal de Cuentas («supremo órgano fiscalizador de las cuentas y la gestión económica del Estado»). Saber dónde invierten sus patrimonios, qué donaciones personales hacen o qué rendimientos obtienen es necesario y conveniente, más que nunca. Se trata, además, de que sus miembros tengan dedicación exclusiva a su misión institucional. La Monarquía y los negocios privados son incompatibles.

2. Una Monarquía simple y eficaz. Una readecuación de sus estructuras y servicios. Hay que hacer más con menos. La descripción de competencias y servicios de todos los funcionarios y profesionales que trabajan para la institución debe ser pública. Necesitamos una reingeniería de su organigrama, con una mejor orientación a las funciones de servicio público. Todo más sencillo, simple y próximo. Junto con una delimitación exacta y clara de la configuración y atribuciones de los miembros de la familia real.

3. Una Monarquía modesta. Los salarios públicos que se asignen al Rey y al Príncipe no pueden ser superiores a los del presidente de Gobierno. No hay razón alguna para que el Jefe del Estado, con todos los gastos pagados, cobre casi cuatro veces más que nuestro presidente. No se comprende lo que no se entiende. Y lo que no parece razonable nunca llega a ser justo, ni a estar justificado. Además, la Casa Real solo paga, de la asignación pública que recibe, a 18 de los 500 funcionarios y empleados que son soportados por las cuentas públicas del Estado.

4. Una Monarquía «civil». El jefe de la Casa del Rey debe ser elegido por el Parlamento español y el proceso de selección, evaluación y nombramiento debe ser público y transparente. Se debe reforzar su función ejecutiva y directiva. La Casa del Rey no está al servicio de la familia real sino del Estado, a quien debe corresponder a través de las Cortes supervisar su funcionamiento, no solo financiar su existencia. Un cambio de óptica radical se impone si queremos erradicar la percepción y la realidad de excepcionalidad, más propia de antiguas pleitesías sometidas que de una moderna cultura democrática.

5. Una Monarquía útil y funcional. La Corona debe tener un estatuto que defina su misión pública de manera ordenada, transparente y valorable. Hay que establecer una fuerte vinculación entre el Parlamento y la Casa Real para el desempeño institucional de la Corona, con planes de actuación claros y precisos que puedan ser debatidos e incluso aprobados en las Cortes. Una rendición de cuentas por objetivos, así como una agenda pública, claramente asociada a los mismos, debería configurar esta dinámica de renovado servicio público.

Un estatuto que permita abordar, con normalizada previsión también, el relevo institucional del jefe del Estado, y que evite la traumática sucesión por razones biológicas. Cuando una institución solo puede cambiar por defunción es una institución extraña, cuando menos. La limitación de edad que tienen otros servidores públicos en nuestro ordenamiento legal bien podría ser una referencia a tener muy en cuenta.

6. Una Monarquía integradora. Finalmente, además de estos cambios instrumentales, la Monarquía debe simbolizar, especialmente, la pluralidad. También de los ciudadanos que preferirían otra forma de Estado, así como otra España. Que la Monarquía parlamentaria esté recogida por la Constitución no significa que solo pueda representar a los ciudadanos que hoy la ratificarían sin reformas, ni cambios, por ejemplo. La institución como tal debe reconocer y acoger todas las sensibilidades, incluso las más refractarias, si quiere encajar su utilidad y su aceptación con la pluralidad y la diversidad de España. Es esta vía, precisamente, la que mejor garantiza la continuidad de nuestro proyecto común: que sea diverso, no uniforme. La defensa de los valores y la cultura democrática es su principal servicio.

En definitiva, estas reformas, y esta renovada misión, pueden contribuir e inspirar otros cambios institucionales que España necesita. El reajuste político debería empezar con una Monarquía de valores, prácticas y funciones más republicanas y cívicas. No es un contrasentido, todo lo contrario: es, quizá, el único sentido posible para esta institución en la sociedad española de hoy.


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jueves, 11 de abril de 2013

El emocionante gesto de la Reina con la hermana Elisa

El emocionante gesto de la Reina con la hermana Elisa

Almudena Martínez-Fornés
ABC


La hermana Elisa Verdú, nacida en Alcoy hace 71 años, se quedó sin palabras: «No puedo hablar». Minutos antes nos pedía ayuda en Maputo a los periodistas españoles que acompañamos a la Reina en su viaje de cooperación a Mozambique. La monja, hija de la Caridad de San Vicente de Paúl, explicaba que en las últimas inundaciones -el agua les llegaba a la cintura- habían sufrido muchos daños, pero que lo que necesitaban con más urgencia era reparar el generador del hospital de Carmelo en Chokwe. Este centro está dedicado a enfermos de tuberculosis y sida, muchos de ellos graves y terminales, pero durante las inundaciones acabaron a atendiendo a todo el mundo. Su hospital llegó a asistir a mil pacientes cada día, con la ayuda de voluntarios. «Llegaban personas con diarrea, heridos, enfermos, hambrientos y gente con sed...». En aquel momento, gracias a un cargamento de arroz que llegó de España, se pudo alimentar a muchísimas personas.

Relataba que, cada vez que se les va la luz, se quedan a oscuras y tienen que aplicar los tratamientos con velas y se les estropean los reactivos y las muestras que tienen que estar refrigerados. Su idea inicial era que lo contáramos en España y, entre todos, reuniéramos los 20.000 euros necesarios para reparar el generador. No quería uno nuevo, pues sería mucho más caro. «Yo sé que España está en crisis, pero nunca llegará a lo de aquí».

Mientras la hermana exponía la situación ante los medios de comunicación, un colaborador de la Reina se acercó y le dijo: «La Reina le va a dar una noticia». Doña Sofía, muy prudente, se lo dijo casi al oído: la Fundación Reina Sofía abonará la reparación. «Dios te lo pagará», fue la respuesta inmediata de la monja, que a partir de ese momento no pudo añadir nada más. «No puedo hablar», dijo, embargada por la emoción. La Reina rompió el silencio: «Se lo vamos a dar. Es fundamental, si se le va la luz y eso... Son las mejores monjas del mundo. Los españoles, los mejores».

domingo, 7 de abril de 2013

La Corona, garantía para España

ABC

Los acontecimientos de los últimos meses relacionados con la Familia
Real han puesto a la Corona en una situación inédita ante la opinión
pública, sometida a una tensión entre el reconocimiento a la histórica
labor de Don Juan Carlos y la conciencia de que es necesario que la
Casa del Rey encare el futuro de la institución con nuevos impulsos.
Con motivo de estos acontecimientos se han vertido muchas críticas,
análisis y demandas de respuestas. La mayoría ha sido hecha con
profundos sentimientos de respeto y lealtad a la Corona y a su
titular. Otras, en cambio, renunciando a cualquier propósito
constructivo en beneficio de la nación, se afanan en destruirla, como
condición previa para desmontar el gran pacto constitucional de 1978.
Es, por tanto, el momento de promover en la sociedad española una
reflexión sincera y crítica, que encauce el visceralismo de esta
campaña de insidias contra la Corona hacia un debate sobre la
viabilidad de alternativas al régimen de la Monarquía parlamentaria
acordado por los españoles en la Constitución.

Esta reflexión no puede obviar la idiosincrasia de España y,
especialmente, su actual situación política y social. Por desgracia,
vivimos en un país sin los consensos básicos necesarios para
estabilizar las grandes cuestiones de Estado al margen de los
resultados electorales. El enconamiento de la clase política, el
revisionismo impulsado en la izquierda, con sus dosis de
enfrentamiento social, la hostilidad entre ideologías y la continua
deslealtad de los nacionalismos, son condiciones que excluyen la
posibilidad de confiar la Jefatura del Estado a quien fuera elegido
por los partidos políticos en sede parlamentaria, o por medio de
cualquier otro procedimiento que implique la identificación ideológica
del candidato. Si cada renovación del Consejo General del Poder
Judicial, del Tribunal Constitucional o del Consejo de Administración
de Radiotelevisión Española se convierte en un campo de batalla
sectario, mejor no imaginar cómo podría ser la elección del presidente
de la República. No más optimista es el resultado de contemplar el
estado actual de la Justicia, la Cultura y la Universidad, de las que
cabría esperar un mejor comportamiento como nichos de liderazgos
sociales y autoridades morales. La Corona es, en España, el elemento
esencial de la unidad y la estabilidad. Es decir, la Corona entendida
no como un patrimonio personal, sino como la institución a la que se
confía la responsabilidad de servir a España por encima de las
contingencias y las divisiones. Por eso, la configuración
constitucional de la Corona va más allá de los afectos personales y la
emplaza al cumplimiento de estrictas responsabilidades, como las que
Don Juan Carlos ha sabido cumplir con una ejemplaridad sin precedentes
en la conducción de la Transición, el respaldo al consenso
constitucional de 1978, la defensa del sistema democrático en 1982 y
su constante vinculación con las mejores aspiraciones de España.
También por esto mismo, se espera que la alta misión de la Corona esté
siempre reflejada en conductas personales intachables por parte de
todos los miembros de la Familia Real.

Ignorar las consecuencias perjudiciales que provocan en la imagen de
la Monarquía la investigación judicial sobre Iñaki Urdangarín y la
reciente imputación de la Infanta Doña Cristina, sería infantil y
extremadamente peligroso. Seguiría siéndolo, incluso, aunque se diera
por seguro que va a prosperar el contundente recurso de apelación
presentado por el Ministerio Fiscal contra el auto de imputación de la
Infanta, dictado por el juez Castro. Pero si cerrar los ojos a la
realidad de ciertas conductas personales es un error, el
aprovechamiento de la ocasión para atacar la institución de la Corona
es un desprecio a la Historia reciente de España, a las lecciones de
sus enfrentamientos civiles, a la traumática experiencia de la II
República y a la ingente aportación que ha hecho Don Juan Carlos para
que nuestro país disfrute de la convivencia pacífica más larga y
estable que jamás ha conocido. El Príncipe de Asturias, Don Felipe de
Borbón, asegura el fiel cumplimiento de la obligación de conservar
este legado de su padre.

La preservación de la unidad y la continuidad del Estado en la
institución de la Corona, acotando la alternancia en el Gobierno y
demás poderes políticos, garantiza a España esa vertebración nacional
que durante décadas -y podría decirse que siglos- venían reclamando
los mejores exponentes de nuestras clases política e intelectual.
Arruinar un modelo de Jefatura de Estado apolítico, nacional y
trascendente a la polémica electoral, legitimado por la soberanía
constituyente, supondría embarcar a España en los mismos riesgos
históricos cuya conjura agrupó a los españoles, en 1978, en torno a la
Monarquía parlamentaria.

sábado, 6 de abril de 2013

Audiencia Abierta - 06/04/13

jueves, 4 de abril de 2013

Señora, por la Corona

RAMÓN PÉREZ-MAURA
ABC

La imputación de la Infanta Cristina por el juez Castro hace que
recaiga directamente sobre sus hombros la responsabilidad de
desagraviar a la Corona. Ella ya tenía una obligación anterior porque,
como expresé en su momento en estas páginas (ABC, 02-02-13), Doña
Cristina pertenece a la primera generación de la Familia Real que fue
plenamente libre de escoger con quién casarse. Y al hacerlo tenía que
rendir cuentas –antes de esta imputación– de cómo la persona que ella
escogía sin cortapisas introducir en el seno de la Familia Real –por
algo algunos nos hemos empeñado tanto en mantener la diferenciación
entre Familia Real y Familia del Rey– había dañado tan seriamente a la
Corona. Si tú eres responsable de acercar a la Corona a quien la daña
tan gravemente, tú tienes una responsabilidad a la hora de buscar la
forma de desagraviar a la institución.

Con justicia o probablemente sin ella, la estrategia de Diego Torres,
socio de Iñaki Urdangarín, de inculpar a la Infanta para así intentar
beneficiarse de una hipotética matización de las acusaciones y las
posibles penas ha dado un primer resultado. Doña Cristina está por
ahora imputada. Y aunque el auto pueda tener puntos muy débiles, ella
puede tener que responder ante el juez. Es cierto que eso no querría
decir ni que sea acusada, pero la aproxima muy peligrosamente a ser
procesada por un delito. Desde que Iñaki Urdangarín fue imputado el 29
de diciembre de 2011, ella ha tenido tiempo para asumir sus
responsabilidades libremente. No lo ha hecho. Ahora se encuentra mucho
más forzada porque el daño que está haciendo a la institución es
mayor. Pero todavía está a tiempo de hacer un gesto que pueda rebajar
esa penalidad para la Corona –aunque, desgraciadamente, ya no será
posible evitar muy serios daños.

Cada día que pasa, el daño que el caso Nóos perpetra a la Corona es
mayor. Y Doña Cristina, Infanta de España, tiene el deber de demostrar
que fue educada en el servicio a la Corona, que es la forma más
efectiva de servir a España. Señora, por la Corona.

Con la Justicia, con la Monarquía

Editorial ABC

Ante la imputación de la Infanta Doña Cristina, es necesario recordar
la declaración de principios que pronunció Su Majestad el Rey en el
mensaje de la Navidad de 2011. Dijo entonces Don Juan Carlos que
«todos, sobre todo las personas con responsabilidades públicas,
tenemos el deber de observar un comportamiento adecuado, un
comportamiento ejemplar». Y terminó asegurando que «la justicia es
igual para todos». La citación de Doña Cristina de Borbón como
imputada, el próximo día 27, debe valorarse desde esta perspectiva de
la ejemplaridad pública y la igualdad ante la ley, pero sin
transformar ambos principios en una circunstancia que, aplicada a la
hija del Rey, acabe perjudicando sus legítimos derechos a la defensa y
a la presunción de inocencia. Más aún cuando el auto de imputación del
juez Castro, en medio de una sucesión de conjeturas, especulaciones y
presunciones, concluye que los indicios contra la Infanta Cristina no
acreditan que «interviniera activa y decididamente en la gestión
cotidiana de la Asociación Instituto Nóos de Investigación Aplicada y
entidad mercantil Aizoon, S. L.».

Para el juez Castro, la imputación de la Infanta se produce no por lo
que hizo, sino por lo que dejó hacer a otros; en concreto, prestar «su
consentimiento a que su parentesco con S. M. el Rey fuera utilizado
por su marido y don Diego Torres, a sabiendas de que lo era para
propiciar un trato generoso por parte de empresas privadas y tan
pródigo como privilegiado de las Administraciones Públicas (…)». Para
que esta afirmación del juez Castro no pase de audaz a temeraria
tendrán que ser contundentes los nuevos indicios que aparezcan contra
la Infanta. Si todo lo que hay contra Doña Cristina es lo que aparece
en el auto, esta imputación es muy endeble.

Todo parece indicar que el juez Castro se ha dejado llevar por la
presión mediática y de las redes sociales, donde tanto se ha repetido
que había una discriminación positiva hacia la Infanta por no estar
imputada como la mujer de Diego Torres. Cuando la realidad es que las
funciones de ambas mujeres en la empresa eran diametralmente opuestas.
Y con esta imputación se está igualando lo que es a todas luces
diferente. Al mismo tiempo, se está dando tratamiento de ciudadano del
común a una Infanta de España en un país en el que hasta los
centenares de diputados autonómicos que hay gozan de un aforamiento.

Queda claro que la Infanta Cristina no intervino personalmente en
ninguno de los hechos delictivos que se imputan a su esposo; por eso
sólo tiene imputada la condición de cooperadora o cómplice, que es la
que le atribuye el auto del juez Castro sin concretar en qué fechas,
en qué delitos y con qué comportamientos, más allá del pasivo de
prestar supuestamente su condición de hija del Rey para que Urdangarín
y su socio captaran negocios. Por otro lado, nada se dice en el auto
de la posible prescripción de la responsabilidad de la Infanta, que,
aun cuando no sea el argumento más deseable para su exoneración, es un
dato que debe analizarse. Y lo que es más relevante, la actuación
coordinada hasta la fecha entre juez y Fiscalía se ha quebrado. El
fiscal va a recurrir la imputación, y ello puede llevar a que Doña
Cristina no tenga que comparecer finalmente.

Este es un caso que está generando un gran daño a la Corona y que
requiere ser visto en su justa proporción. Si un miembro de la familia
del Rey tiene que ser juzgado, que lo sea. Pero no se puede poner en
tela de juicio el valor de la institución que cimienta la unidad de la
nación española y su proyección internacional. Como cualquier
institución que hunde sus raíces en 1.200 años de historia, la Corona
ha podido pasar por momentos de dificultad, pero una de sus grandes
virtudes está en que su valor no puede ser medido por una foto de un
instante, sino por el sufragio de los siglos. Y la Corona es tan
valiosa, imprescindible y trascendental para España hoy como lo ha
sido a lo largo de nuestra Historia. La Corona es España.

En todo caso, la trascendencia judicial de la imputación de Doña
Cristina implica inevitables consecuencias institucionales, y la
Infanta ha de ser consciente de esta circunstancia. Por esto, es
conveniente que la Infanta realice gestos explícitos e inequívocos
para asumir la gravedad de la situación y contribuir a que la Corona,
en aras de poder cumplir con autoridad moral con su función, no sufra
más cargas que las ya impuestas por la conducta, al menos irregular e
inadecuada, de su esposo, Iñaki Urdangarín.

El Príncipe subraya que la Justicia es la institución clave en «tiempos convulsos»

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ABC

La Justicia es la "clave de bóveda" del mantenimiento del Estado social y democrático de derecho en "momentos complejos". Este es el principal mensaje que Su Alteza Real el Príncipe de Asturias ha dirigido durante la entrega de los despachos judiciales a la nueva promoción de jueces.

En la capital catalana, sede de la escuela judicial, y un día después de que se conociese la imputación de la Infanta Doña Cristina, Don Felipe ha señalado a los nuevos jueces que "el ejercicio de la función jurisdiccional cobra aún mayor trascendencia en momentos complejos como los actuales, que exigen a todos afrontar con valentía retos y desafíos, y que demandan eficacia, seguridad y confianza".

En esta línea, el Príncipe de Asturias ha considerado que "un adecuado funcionamiento del sistema judicial contribuye a la mejora del marco de seguridad jurídica, en beneficio del conjunto de la sociedad y de la mayor cohesión social".

Junto al presidente de la Generalitat, Artur Mas, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáez de Santamaría, y las máxima autoridades judiciales del país, Don Felipe ha querido remarcar que los miembros de la carrera judicial "sois merecedores de la mayor confianza", una confianza fundamentada en lo que es la base constitucional de la administración de la justicia: "Independencia, imparcialidad y pleno respeto a las leyes". Dirigiéndose a los nuevos jueces, les instó a desarrollar su labor con prudencia y fortaleza.

Además del Príncipe, ha intervenido en la entrega de despachos Gonzalo Moliner, presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Gran Poder Judicial, que se ha digirido a los nueves jueces, que se incorporan la carrera, ha precisado, "en un tiempo en el que se demanda por los ciudadanos, confianza en las instituciones y transparencia y seguridad".

Siguiendo la tendencia de los últimos años, la nueva hornada de jueces está formada por una mayoría de mujeres, el 63%, y una mujer es también la primera de la promoción de este año: Paloma Martín Mesa, que desempeñará sus funciones en Úbeda (Jaén).

El juez imputa a la Infanta Cristina para «despejar cualquier duda» sobre Nóos

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ABC

La Infanta Cristina ha sido citada a declarar como imputada en el marco del «caso Nóos» el próximo día 27, a las diez de la mañana, en un auto hecho público por el titular del Juzgado de Instrucción numero 3 de Palma, José Castro.

En dicho auto, Castro considera «inevitable» que Doña Cristina preste declaración para que «se despeje cualquier duda» sobre la intervención que haya podido tener en la causa, que se encuentra ya «en la resta final de la instrucción».

El magistrado señala que es consciente de que cada uno de los indicios que señala en el auto, «en sí mismo y aisladamente considerados, carece de peso suficiente para sustentar una imputación». No obstante, Castro considera que esos «indicios» hacen «inevitable» que la esposa del Duque de Palma, Iñaki Urdangarín, preste declaración para despejar «cualquier duda» sobre su intervención en el Instituto Nóos y en la empresa Aizoon S.L., el manejo y destino de los fondos derivados de la misma y «las cuestiones que razonablemente se desprendan».

«Hallándonos en la recta final de la instrucción, no parece procedente que ésta se ultime gravitando la más mínima sombra de sospecha sobre la intervención que haya podido tener y si fuere otra la valoración que su versión arrojara, se depuren las responsabilidades que procedan», indica el magistrado.

Contra el criterio del fiscal

La decisión del juez Castro se ha producido en contra del criterio del fiscal Anticorrupción Pedro Horrach, quien ha llevado todo el peso de la investigación. Como era de esperar, la Fiscalía Anticorrupción ha anunciado que recurrirá la imputación de la Infanta, por no ser los indicios de «entidad suficiente».

Ello supone que la citación de la esposa de Iñaki Urdangarín en la investigación de las presuntas irregularidades en las actividades del Instituto Nóos, que presidía el Duque, no es firme y podría aplazarse, suspenderse o revocarse.