lunes, 31 de marzo de 2014

«La concordia fue posible con Suárez ¿por qué no ha de serlo también ahora?»

«La concordia fue posible con Suárez ¿por qué no ha de serlo también ahora?»

ABC

Hacía mucho tiempo que la España institucional, política y social no se reunía al completo. Ni la celebración de la Fiesta Nacional ni el aniversario de la Constitución ni ningún otro acontecimiento había tenido el efecto unificador del recuerdo a Adolfo Suárez. Los Reyes y los Príncipes de Asturias, el Gobierno y la oposición, políticos de izquierdas y de derechas, defensores de la unidad de España y nacionalistas, mandatarios extranjeros, altas autoridades, artistas, cantantes, toreros y ciudadanos anónimos... Todos se dieron cita en la tarde de este lunes en la catedral de La Almudena, de Madrid, para rendir el último homenaje al primer presidente de la democracia.

Compartían banco sus sucesores en el cargo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero. Las 17 Comunidades y las dos ciudades autónomas estuvieron representadas por sus presidentes. El de la Generalitat, Artur Mas, estuvo sentado durante la ceremonia con el de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. Al otro lado, tenía un pasillo.

Tres décadas después de que los españoles decidieran prescindir del artífice de la Transición en las urnas, esos mismos españoles y otros de las nuevas generaciones se unieron para reconocer en un funeral de Estado la obra y la persona de Adolfo Suárez, fallecido ocho días antes después de una penosa enfermedad que le había borrado los recuerdos.

Minutos antes de las siete de la tarde, los Reyes y los Príncipes llegaron a la catedral, en cuyas puertas les aguardaban el arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela; el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, con su esposa, Elvira Fernández, y uno de los cinco hijos del primer presidente de la democracia, Adolfo Suárez Illana, que se fundió en un largo abrazo con Don Juan Carlos y en otro, más corto, con Don Felipe. Acompañaba a Suárez hijo su esposa, Isabel Flores, mientras el resto de la familia del político esperaba en el interior del templo: sus otros hijos, Sonsoles, Javier y Laura, los dos primeros con sus parejas; sus hermanos, Hipólito, Ricardo y María del Carmen, y sus nietos, entre ellos Alejandra Romero, futura duquesa de Suárez.

La Infanta Doña Elena no pudo asistir a la ceremonia porque a la misma hora se celebraba el funeral por la que fue su suegra, la condesa viuda de Ripalda, madre de Jaime de Marichalar.

Nada más entrar en la catedral, los Reyes y los Príncipes con Rajoy y Suárez hijo pasaron al atrio, donde recibieron –fuera de cámara– el saludo, una por una, de las autoridades internacionacionales que asistieron al funeral. Entre ellos, el presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang; el viceprimer ministro del Reino Unido, Nick Clegg; el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso; el primer ministro de Marruecos, Abdelilah Benkirán; el vicepresidente de Argentina, Amado Boudou, y el expresidente de Colombia Álvaro Uribe.

Minutos después, el Himno Nacional anunció la llegada de la Familia Real, de luto riguroso. Don Juan Carlos y Don Felipe llevaban en la solapa las insignias del Toisón de Oro para despedir a otro caballero de la ilustre orden. La Reina saludó a los asistentes con la mano, la Princesa se santiguó y empezó la ceremonia. El tercer nieto del presidente fallecido, Adolfo Suárez Flores, leyó la primera lectura, la Carta a los Corintios, y monseñor Rouco pronunció su homilía.

«La concordia fue posible con él», afirmó el arzobispo de Madrid. «¿Por qué no ha de serlo también ahora y siempre en la vida de los españoles, de sus familias y de sus comunidades históricas?», preguntó. Suárez, agregó, «buscó y practicó tenaz y generosamente la reconciliación en los ámbitos más delicados de la vida política y social de aquella España que, con sus jóvenes, quería superar para siempre la guerra civil: los hechos y las actitudes que la causaron y que la pueden causar».

Añadió Rouco que la vida del expresidente al servicio de España «nos resulta inexplicable sin la fuerza inspiradora y motivadora del amor cristiano». «Su plegaria es hoy nuestra plegaria. ¡Es la plegaria de España!», afirmó. El arzobispo de Madrid también recordó la entrega de Suárez «al cuidado tierno y sacrificado» de su esposa e hijos.

Volvió a escucharse el Himno Nacional durante la consagración y, después en el momento de la paz hubo gestos que llamaron la atención entre los políticos. José María Aznar estrechó la mano de José Luis Rodríguez Zapatero y José Manuel García-MargalloMargallo dio la paz a Artur Mas. «Por supuesto, si no me llevo mal con él», comentó el ministro de Exteriores después a la salida. Mientras tanto, los Reyes se estrecharon la mano, y los Príncipes se dieron un beso,

Una vez terminada la ceremonia religiosa, la Familia Real y el presidente del Gobierno dieron el pésame al resto de los hijos, hermanos y nietos de Adolfo Suárez., que recibieron también las condolecencias de los mandatarios extranjeros, mientras las autoridades españolas abandonaron rápidamente el templo. En ese momento, se pudo ver cómo Aznar, con toda evidencia, y Soraya Sáenz de Santamaría, con más discreción, eludían saludar al presidente de la Generalitat.

Fuera, a la salida, cientos de ciudadanos aguardaban tras las vallas que terminara el funeral y en algunos balcones se podían ver banderas de España con un crespón negro.

lunes, 24 de marzo de 2014

La gratitud del Rey hacia Adolfo Suárez



ABC

La enfermedad, un proceso degenerativo neuronal, había robado a Adolfo Suárez la capacidad de hablar y de recordar, pero no pudo con el mundo de los afectos y eso fue lo que quedó, al final, entre el Rey y el presidente del Gobierno al que -muy probablemente- más ha querido. Don Juan Carlos también congenió con otros, más allá de la impecable relación institucional que ha mantenido con todos, pero con Suárez era especial. Fue el único presidente del Gobierno al que el Rey pudo escoger -de la terna que le presentó Torcuato Fernández-Miranda- y, aunque en aquel momento a algunos les pareció una decisión arriesgada y a otros «un inmenso error», 38 años después se considera como uno de los grandes aciertos de aquella época.

Al mes de la dimisión

Juntos compartieron la enorme responsabilidad histórica de construir una España democrática y afrontaron los años duros y difíciles de la Transición. El Rey nunca ha podido ocultar la gratitud que siente hacia Suárez. No había pasado un mes desde su dimisión como presidente del Gobierno cuando Don Juan Carlos le concedió el título de duque de Suárez con Grandeza de España, que ahora ha heredado su nieta Alejandra Romero Suárez, hija mayor de Mariam, la primogénita del expresidente.

Pocas veces el Boletín Oficial del Estado ha publicado un reconocimiento tan rotundo como las palabras con las que el Monarca explicaba la concesión de ese título: «Para premiar la lealtad, el espíritu de servicio, el patriotismo y la muestra de sacrificio» de Suárez «en las misiones que le fueron encomendadas, en especial como presidente del Gobierno durante el periodo histórico de la transición política que dirigió con abnegación, tacto y prudencia, al servicio de la reconciliación de todos los españoles en la libertad y bajo la Corona».

En abril de 2002 tuvo lugar el último acto público al que asistió el expresidente del Gobierno antes de que la enfermedad empezara a dar la cara. En ese acto, Don Juan Carlos le entregó el premio Vocento a los valores humanos. Nunca se habían visto antes ni se vieron después tantas muestras de afecto y simpatía en público entre el Rey y un político. Suárez estaba emocionado con los gestos, pero también con las palabras que el Monarca le dirigió: «Creo que el mejor homenaje que puede rendirse hoy al duque de Suárez es el de reconocer que sin su esfuerzo, su abnegación, su lealtad y, lo recalco, su lealtad y su patriotismo, España no habría volado tan alto ni tan deprisa».

Seguramente que en los últimos años al Rey le habría gustado haber podido llamar a Suárez para conocer su opinión sobre España, sobre la crisis, sobre Cataluña y el País Vasco o sobre las dificultades que tienen los políticos de ahora para llegar a acuerdos. Pero Suárez llevaba ya más de diez años enfermo. En su última intervención pública, un mitin en Albacete en mayo de 2003, perdió el hilo y llegó a leer varias veces el mismo folio del discurso que había escrito para apoyar a su hijo mayor, que se presentaba como candidato del PP a las elecciones de Castilla-La Mancha. Ese fue el primer síntoma en público de su enfermedad. En 2005 ya no se acordaba ni de que había sido presidente del Gobierno. En 2008 no reconocía al Rey.

Durante la enfermedad, Don Juan Carlos mantuvo contacto con él y le visitó en varias ocasiones en privado en su residencia de la urbanización madrileña de La Florida. En 2007, cuando se cumplieron treinta años de las primeras elecciones democráticas, le rindió el mayor homenaje que puede brindar el Rey: le concedió el Collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro, que es la máxima distinción que otorga la Casa Real española. Y un año después acudió con la Reina al chalé del expresidente para entregarle personalmente las insignias del Toisón.

No les reconoció

Adolfo Suárez no les reconoció, pero en pocos minutos los Reyes volvieron a ganarse al presidente de la Transición. Incapaces de establecer una comunicación real, Don Juan Carlos y Doña Sofía se volcaron con el lenguaje de miradas y de cariño que Suárez seguía comprendiendo y, «en tres minutos», se metieron «el uno al otro en el bolsillo», relató Adolfo Suárez Illana, testigo del encuentro. Conocedora de su fama de presumido, en un momento de la visita la Reina le llamó «guapo» y Suárez «pegó un brinco» de alegría. Los dos amigos pasearon por el jardín de la casa. El Rey le pasó el brazo por encima del hombro y Adolfo (hijo) aprovechó para tomar unas imágenes con su cámara de fotos para inmortalizar aquel momento.

También el Príncipe ha sido siempre extremadamente cariñoso con Suárez y un gran admirador de su obra política, cuyos valores trata de rescatar contra viento y marea ante la nueva generación de españoles. En 1996, cuando le entregó el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, Don Felipe destacó que Suárez «hizo posible lo que muchos tratadistas políticos habían considerado imposible. Logró aunar voluntades que parecían contrapuestas, dirigió sin violencia las energías latentes de una sociedad hacia la tolerancia y el diálogo, cerró distancias y cicatrices y, en fin, realizó desde su Gobierno la gran misión de devolver España a los españoles mediante el establecimiento de la democracia, la forma de gobierno que Goethe consideraba la mejor, "aquella que nos enseña a gobernarnos nosotros mismos"».

«Los españoles que vivimos la libertad recobrada -agregó entonces- podemos decir de aquella generación que gracias a su ayer existe para nosotros un presente en paz y también un mañana pleno de esperanza».

domingo, 23 de marzo de 2014

Homenaje del Rey al Duque de Suárez



Su Majestad el Rey ha manifestado la «consternación y pena» que siente en estos momentos, tras conocer el fallecimiento del expresidente del Gobierno, Adolfo Suárez.

En un mensaje a la Nación, Don Juan Carlos ha destacado de la figura de Suárez que fue un «colaborador excepcional», que tuvo la «lealtad al Rey y a la Corona» como pauta de comportamiento durante toda su trayectoria política en «defensa de la democracia y de la unidad de España».

En su alocución, el Rey ha destacado de Suárez que representa la «muestra» de que «juntos» los españoles son capaces de superar las «grandes dificultades» y alcanzar «con unidad y solidaridad» el «mejor futuro colectivo para todos».

A Don Juan Carlos el fallecimiento del duque de Suárez le ha llenado de «consternación y pena», ya que fue «un amigo leal» y un «colaborador excepcional» que «en todo momento» tuvo como guía de su actuación su «lealtad a la Corona» y a lo que ésta representa, «la defensa de la democracia, el Estado de Derecho y la unidad y diversidad de España».

El Rey reconoció que su gratitud a Suárez es «honda y permanente, y que su dolor por su pérdida es «grande». Una pena que no puede ser «obstáculo» para recordar «uno de los capítulos más brillantes» de la historia de España que, «protagonizada por el pueblo español», el Rey y Suárez impulsaron junto con «un excepcional grupo de personas de diferentes ideologías, unidos por una gran generosidad y un alto sentido del patriotismo».

Consenso

Esta etapa histórica dio paso al periodo de «mayor progreso económico, social y político» de España. El Rey considera a Suárez un «hombre de Estado» que «puso por delante de intereses personales y de partido» el «interés del conjunto de la nación española». A su juicio, vio con «clarividencia y gran generosidad» que el «mejor porvenir de todos pasaba por el consenso» sabiendo «ceder en lo accesorio, si ello era necesario» para lograr «grandes acuerdos en lo fundamental»

Don Juan Carlos ha señalado en su mensaje a la Nación que «la superación de la fractura política y social que vivió la sociedad española en el siglo XX fue su objetivo prioritario, como lo fue también el mío» y que en ese empeño «Adolfo Suárez dio lo mejor de sí mismo» y «trabajó sin descanso para lograr la mejor articulación de la diversidad de España, y la recuperación de la legítima posición de nuestro país en el escenario internacional».

El Rey finalizó sus palabras con un «emocionado recuerdo» a Suárez enviando «en estos tristes momentos» todo su «cariño» a sus hijos y a toda su familia.

sábado, 22 de marzo de 2014

Adolfo Suárez, el político de las cuatro palabras

Fernando Ónega

La Vanguardia

Fue el hombre oportuno para el momento más necesario. Fue el hombre adecuado para la inmensa aventura de conducir un país desde un sistema dictatorial a una democracia plena. Fue una genial intuición del rey Juan Carlos, que, cuando decidió designarlo presidente, se jugó literalmente la Corona. Pero lo conocía muy bien. Sabía que era bastante del régimen franquista como para no soliviantar al búnker de la resistencia. Sabía que era lo bastante abierto como para legalizar al Partido Comunista. Sabía que era bastante seductor como para encabezar una gigantesca operación de consenso. Sabía que era bastante leal como para dejar la piel en consolidar la monarquía. Y sabía que era lo bastante osado como para ponerse al día siguiente a desmontar el franquismo y toda su poderosa estructura de poder. Os estoy hablando de Adolfo Suárez González, al que suelo definir como el último héroe nacional.

Aquel chusquero de la política, como le gustaba calificarse, era un personaje mediano cuando llegó a la presidencia del gobierno. No tenía la talla intelectual de un Fraga, ni el atractivo ideológico de un Felipe González, ni la prestancia exterior de un Areilza. Se consideraba a sí mismo un desclasado, porque no estaba en la lista de ninguna élite, ni económica, ni intelectual, ni procedía de una familia de abolengo. Era pura clase media, de extracción provinciana, formación religiosa, casado con la chica bien de la comarca y con recursos tan escasos que tuvo ganar el pan como porteador de maletas en una estación de tren. Pero había mamado la política. La llevaba en la sangre. No valía para otra cosa ni vivía para otra cosa. La política no fue su vocación; fue su pasión.

Su ejecutoria se puede resumir en cuatro palabras: valentía, diálogo, dignidad y generosidad. Sobre esas cuatro palabras construyó todo lo que hoy tenemos en la España política, desde la Constitución al Estado de las autonomías, o desde la reforma fiscal a la ley del divorcio. Todo lo hizo él en unos años trepidantes y en las peores condiciones: en medio de una crisis económica agobiante; cercado por todos los terrorismos; amenazado por los movimientos militares, aquel sórdido ruido de sables que desembocó en el 23-F; con el apoyo de un partido político de puros personalismos; con una oposición dura en la parte final de su mandato, y con una opinión pública que le abandonó (o le acompañó) en su caída en el desencanto.

Digo la palabra valentía y quizá sería más exacto hablar de osadía y más elegante hablar de audacia. Fue osado para enfrentarse a los militares hasta el punto de decirle al general De Santiago: "Le recuerdo que la pena de muerte sigue vigente en el Código de Justicia Militar". Fue audaz en acciones históricas como la legalización del Partido Comunista, que afrontó en soledad, haciendo que el gran motor, el rey Juan Carlos, no apareciese detrás de aquel enorme desafío. Fue un atrevido en la operación Tarradellas. Y fue un valiente en el desmontaje del viejo régimen, a veces con acciones propias de un comando, como cuando decretó la extinción del Movimiento Nacional o cuando ordenó retirar el inmenso yugo y flechas que cubría la fachada de Alcalá 44. Era tan audaz, tan valiente y tan osado que le empezaron a llamar el Chuletón de Ávila.

Escribo la palabra diálogo, porque fue el político que más lo practicó en la historia reciente de España. De las 24 horas del día, 20 las dedicaba a hablar. Habló con todo el mundo, incluso de forma clandestina y ocultándose de la policía, todavía franquista. Buscó el acuerdo con todos los partidos políticos. Entendió la transición como una operación de seducción y así logró consensos nunca vistos y nunca repetidos: la Constitución, los pactos de La Moncloa, la aceptación del registro de partidos, la sumisión de los republicanos históricos a la monarquía...

Logró la complicidad absoluta con Santiago Carrillo, que llegó a convertir en confidente y ayudante en momentos delicados. Juntos adquirieron compromisos que salvaguardaron la paz civil en momentos dramáticos. Con Felipe González fue una relación más desconfiada, porque era el combate entre el dueño del poder y el aspirante y hubo que llegar a situaciones de amenaza, por ejemplo con la posibilidad de crear otro partido socialista desde el gobierno. Con la derecha clásica, sencillamente, nunca se entendió bien. Al principio, porque Fraga lo menospreciaba. Después, porque el mismo Fraga fue utilizado por Felipe González para desprestigiar el liderazgo de Suárez con aquello de "a usted le cabe el Estado en la cabeza".

Recuerdo su dignidad, dignidad de Estado, demostrada cuando se preparó para que lo mataran si lo secuestraba ETA, porque no soportaba la idea de que un presidente de gobierno pudiera ser objeto de chantaje terrorista. Y también cuando se quedó sentado en su escaño en el golpe de Estado, porque prefería morir de un disparo que humillarse en el suelo ante un golpista. "El Estado no podía tirarse al suelo", repetiría años después.

Y desprendía generosidad, pero compartida. La transición fue un éxito porque hubo un ejercicio colectivo de generosidad: de los exiliados que a su vuelta no tuvieron una palabra de revancha; de los encarcelados que salieron a la calle dispuestos a olvidar y colaborar; de los demás líderes políticos, que estuvieron dispuestos a renunciar a algo para que aquello saliera bien. Es fácil suponer que, si el presidente del gobierno no diese el primer ejemplo de renuncia y de capacidad de ceder, no hubieran sido posibles los pactos ni el clima general de concordia. El resto lo aportó el miedo: el miedo a repetir la historia, que fue un compañero incómodo, pero compañero, de la transición.

¿En qué falló Suárez? En varias cosas. La más tonta, en no tener madera de líder de partido, lo cual le condenó a una sensación de caos permanente en la UCD, debidamente ayudado. La más sorprendente, en su miedo escénico al Parlamento. Parece increíble que un hombre tan seductor, tan convincente y tan elocuente huyese de la tribuna como él huía, pero así fue. El gran deterioro de su liderazgo se produjo en su investidura de 1979: al negarse a defender su propio programa de gobierno y delegar en sus ministros resultó un desastre de imagen. Él mismo reconoció que había sido su gran error.

A partir de ahí, la decadencia y el cerco, la entrada en la pendiente de la soledad y la dimisión. Dimitió por todo: por cansancio, por el abandono de su partido, por la feroz oposición socialista, por la presión de los medios informativos, por un desamor que intuyó en el Rey y, sobre todo, para evitar el golpe militar, porque las reuniones de golpistas eran constantes y en algún momento agobiantes.

Su referencia al paréntesis en la vida de España no está escrita por casualidad: es una confesión de que veía el riesgo de un golpe, y era un golpe pensado única y exclusivamente contra él, porque era el traidor que había abierto las puertas a los derrotados en la guerra civil.

Su aventura posterior en el CDS tuvo, sobre todo, mala suerte: era un partido de centro-izquierda cuando la España de centro-izquierda había apostado por Felipe González. Hubiera tenido un futuro importante, a la vista de la necesidad de un partido-bisagra y la crisis de la socialdemocracia; pero no tenía capacidad de resistencia económica ante un futuro demasiado difuso y demasiado lejano. Pero sí sirvió para algo: para demostrar una vez más la generosidad de este hombre, que estuvo dispuesto a ayudar siempre al gobierno socialista, aunque los socialistas le habían asediado con crueldad. No es que les perdonase. Es que, por su experiencia personal, comprendía perfectamente las necesidades del gobernante.

Me han preguntado mucho si este país ha sido justo con él. En principio, no, y creo que por una razón: porque las necesidades diarias, nunca bien atendidas, impedían ver la dimensión histórica de su obra. Más tarde sí, pero no tuvo tiempo de comprobar la gratitud política ni social. Recibió reconocimientos notables como el premio Príncipe de Asturias a la Concordia, fue objeto de unos cuantos homenajes públicos, pero los más importantes testimonios tardaron demasiado en llegar.

Creo que el ejemplo de Alfonso Guerra es elocuente del cambio de opinión de este país: pasó de llamarle "tahúr" a ser el gran defensor de su obra. Guerra es un espejo de un arrepentimiento colectivo por las injusticias anteriores.

Al final de sus días, el Suárez al que habían negado el saludo en misa, al que despreciaba el empresariado por ser obrerista y menospreciaban los progres por ser conservador, estaba viviendo un nuevo esplendor: la justicia histórica hacia su obra, el reconocimiento de su trabajo, el ensalzamiento de su figura. Eso ocurrió cuando había suficiente distancia en el tiempo para apreciarlo, cuando se le podía comparar con quienes le sucedieron y también por un poco de compasión: la compasión hacia el hombre que al final vivió tragedias familiares y su propia tragedia. Él no pudo ver ese renacimiento del respeto a su figura.

El último testimonio suyo que conservo es una carta personal del año 1995. Terminaba así: "De la transición política, de la democracia española, no se puede hablar de vencedores ni vencidos. Esa es nuestra mayor gloria". Se trata de un fantástico resumen de aquella fantástica aventura de la transición que él gestionó y que fue la hermosa aventura de conquistar la libertad.

La Reina: «España hace todo lo que puede en la ayuda al desarrollo»

La Reina: «España hace todo lo que puede en la ayuda al desarrollo»

ABC

La Reina ha afirmado que «España está haciendo todo lo que puede en la ayuda al desarrollo» y ha calificado de «formidable» el trabajo de los cooperantes. Doña Sofía hizo estas afirmaciones en la ciudad de Antigua, tras constatar sobre el terreno durante cuatro días la labor que está realizando Cooperación Española en Guatemala y recibir un aluvión de agradecimientos por la ayuda prestada. Desde el presidente de la República hasta la Defensora de la Mujer Indígena, además de religiosos que trabajan con los más desfavorecidos, humildes autoridades locales y guatemaltecos anónimos han hecho llegar a la Reina su gratitud, tanto por su entrega personal como por la solidaridad española.

En una breve conversación con los periodistas que le acompañan en este viaje de cooperación, la Reina relató que conoce el trabajo realizado por los españoles en este país centroamericano desde hace 37 años, «cuando hicimos el primer viaje oficial el Rey y yo», y recordó que desde entonces ha realizado un segundo viaje oficial con Don Juan Carlos, en 2007, y cuatro de cooperación a Guatemala. «Desde la última vez que vinimos, hemos visto un gran avance. Realmente, Guatemala está avanzando en conjunto con España», añadió.

También elogió la labor que realizan los cooperantes y los religiosos españoles en este país: «Realmente, es un trabajo formidable, impresionante». Doña Sofía destacó la «buena sintonía» con la que trabaja la AECID en colaboración con el Gobierno de Guatemala «para avanzar en todo lo que es desarrollo».

«Quiero felicitar a la AECID por la labor que hace desde hace 25 años», manifestó. Entre los avances, resaltó especialmente los esfuerzos para acabar «con la violencia contra la mujer, que es impresionante», pero también destacó «la lucha contra la desnutrición de los niños» y los esfuerzos a favor «del desarrollo rural».

Doña Sofía, que esta noche emprende el regreso a Madrid tras permanecer cuatro días en Guatemala, también agradeció la «cariñosa» acogida que le han brindado el presidente del Gobierno de la República, Otto Pérez Molina, y su esposa, Rosa Leal. "Él y su mujer han estado muy afectuosos y encantadores y nos han ofrecido una cena muy simpática, con mucho cariño."

La Reina hizo estas declaraciones luciendo un chal guatemalteco ("perraje") que le acababa de regalar la Defensora de la Mujer Indígena, Gloria Laynez, en agradecimiento por el apoyo prestado por Doña Sofía, personalmente, y por «los españoles a través de sus impuestos».

«No habríamos subsistido sin España»

«Sin la ayuda de España, no hubiéramos podido subsistir», manifestó Laynez, quien destacó que la Reina «es amiga de las mujeres indígenas de Guatemala» y afirmó que, gracias a la ayuda española «se han defendido los derechos de las indígenas, especialmente vulnerables por ser mujeres, indígenas y víctimas de la extrema pobreza, y, además, a los indígenas se les ha atendido en sus propios idiomas». Laynez agradeció a la Reina «el aporte económico de Cooperación Española, que ha permitido atender a 38.000 mujeres desde 2008».

Durante su estancia en Antigua, la Reina también recibió un espectacular homenaje maya, dirigido por unos chamanes, que le brindaron un rito de purificación y agradecimiento mediante incienso de copal, siguiendo sus tradiciones.

Más información del viaje de la Reina a Guatemala

lunes, 17 de marzo de 2014

Sale a subasta el pasaporte del Conde de Barcelona

Sale a subasta el pasaporte del Conde de Barcelona

La casa de subastas barcelonesa Lamas Bolaño ha anunciado que entre el miércoles y jueves sacará a subasta el pasaporte del padre del Rey, Don Juan de Borbón, que fue Conde de Barcelona.

Según han informado fuentes de la casa a Europa Press, este pasaporte saldrá con un precio de salida de 900 euros, y fue expedido el 14 de diciembre de 1948, por lo que será «la pieza clave y exclusiva» de la subasta.

Sin embargo, la subasta contará con más de 1.600 lotes de joyas, relojes, porcelana, plata, bronces, marfil, muebles y arte oriental, que se pueden visitar del 10 al 18 de marzo.

martes, 11 de marzo de 2014

Los Reyes presiden el funeral de homenaje por las víctimas del 11-M

Rouco Varela, en el décimo aniversario del 11-M: «Hubo personas dispuestas a matar por oscuros objetivos de poder»

ABC

Los Reyes, la Princesa de Asturias y la Infanta Doña Elena, acompañados por las altas autoridades del Estado, los servicios de emergencia y las asociaciones de víctimas, han asistido en la mañana de este martes al funeral oficiado en la catedral de la Almudena en recuerdo de las 192 personas que perdieron la vida hace diez años en los peores atentados perpetrados en España.

Con el dolor ya sedimentado por el paso del tiempo, pero igual de intenso por la ausencia de los seres queridos; supervivientes, familias, autoridades, bomberos, policías y sanitarios recordaron aquel fatídico 11 de marzo que Madrid se tiñó de sangre. Y lo hicieron todos unidos en un acto único y unitario.

La ceremonia, de carácter ecuménica y con presencia de musulmanes, ortodoxos y budistas, estuvo oficiada por el arzobispo de Madrid, monseñor Antonio María Rouco Varela, acompañado por más de cuarenta obispos. En su homilía, Rouco llamó a hacer «examen de conciencia» diez años después de los atentados. «¿Qué consecuencias hemos sacado de la estremecedora experiencia de aquella terrible jornada en el orden de los valores éticos, morales y espirituales que debieron impregnar nuestra vida personal y colectiva?», preguntó.

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lunes, 10 de marzo de 2014

Los duques de Cambridge contratan a una 'nanny' española para el príncipe Jorge

Los duques de Cambridge contratan a una 'nanny' española para el príncipe Jorge

El príncipe Jorge de Inglaterra ya tiene niñera. Y española. Tras varias semanas buscando una candidata para el puesto, los padres del pequeño, Catalina y Guillermo, han escogido a una española de “treinta y tantos” años para cuidar a su bebé de casi 8 meses, según ha informado la revista del corazón Hello!.

A pesar que no se ha desvelado la identidad de la futura “nanny” del heredero al trono de la corona británica, la revista ha destacado que los duques han escogido a esta ayudante, que lleva más de 20 años estudiando y trabajando en el Reino Unido, porque es “muy profesional”.

La publicación también destaca las declaraciones de una amiga de la niñera española, en las que dice que "ha trabajado con otras prominentes familias de la alta sociedad en el pasado y fue en ese momento cuando los duques de Cambridge oyeron hablar de ella y la contrataron”. Esta persona cercana a la nueva cuidadora del príncipe Jorge también ha desvelado que la nueva niñera española está soltera y sin novio, ya que “su vida está totalmente dedicada a la familia con la que está trabajado”:

El anuncio de la nueva niñera española coincide con el viaje del matrimonio a las Islas Malvinas, tiempo en el que la abuela materna, Carole Middleton, se ha quedado a cargo del pequeño en el Reino Unido. Parece entonces que no será hasta la vuelta de las vacaciones de los duques que la nueva niñera empiece a ocuparse del pequeño.  El inicio de sus funciones se producirá días antes del viaje de tres semanas de la familia a Nueva Zelanda y Australia, en un viaje que se convertirá en el primero del príncipe Jorge al extranjero tras su nacimiento el pasado 22 de julio de 2013 en Londres.

Según varios medios, la pareja buscaba en un principio a alguien con experiencia y que conociera bien el funcionamiento de la casa real británica, aunque finalmente han optado por una persona experimentada y al mismo tiempo joven.

De "nanny" veterana a joven

La treintañera española sustituirá en el cargo a Jessie Webb, una mujer de 71 años que también fue cuidadora del príncipe Guillermo hace más de dos décadas, desde que el heredero tenía 7 años.

La cercanía de Webb con la familia real británica – asistió por ejemplo al enlace matrimonial de Guillermo y Catalina – hizo que desde el nacimiento del pequeño Jorge, sus padres recurrieran a ella de forma esporádica para el cuidado del bebé en los momentos en que sus apretadas agendas no les dejaban estar al cuidado de su hijo. El pasado mes de enero, y debido a su avanzada edad, Webb decidió abandonar el cargo y dejar paso a otra niñera.

A parte de esta cuidadora de profesión, desde el nacimiento del pequeño la pareja real ha dependido en gran medida de los padres de la duquesa Catalina en la ayuda y el cuidado del recién nacido.

El Palacio de Kensignton, residencia oficial de los duques, ya informó que la madre de Catalina no acompañaría a su hija y yerno al viaje que tienen previsto a Australia y que, por tanto, se necesitaría a alguien para cuidar al pequeño. Ese alguien será una niñera con sello español, que será la encargada a partir de ahora de asistir a los duques de Cambridge en el cuidado de su hijo Jorge.

domingo, 9 de marzo de 2014

Primer cuadro del Rey a caballo

La obra donde aparece el Rey Juan Carlos en la Academia Militar de...

El pintor Ferrer-Dalmau ha pintado el primer lienzo del Rey Don Juan Carlos a caballo. Es el retrato de un joven Juan Carlos vestido de cadete sobre un caballo alazán con un calcetín blanco en su pata trasera. El Monarca debe de tener dieciocho años en ese retrato. Lo ha dibujado en su etapa de la Academia General Militar de Zaragoza, con uniforme caqui, sombrero de plato y cordones rojos. Parece que el Rey surge de una polvareda de tonos ocre, tierra y siena. Un estilo muy 'british', según apunta el pintor catalán.

Junto a la firma, al pie de la obra, destaca la dedicatoria: «Con lealtad a España y la Corona».

Entrevista en El Mundo del prestigioso pintor de temática militar.

Regreso a Tatoi

Tatoi, paraíso perdido

Mariángel Alcázar

La Vanguardia

"Volver a Tatoi fue un golpe a todos mis recuerdos. Como si me hubieran acuchillado un sueño". Con esas palabras recordaba la reina Sofía el impacto que le produjo recorrer, en 1998, la finca en la que vivió su infancia y juventud, al volver a Grecia con motivo de la visita de Estado de los Reyes. Doña Sofía no había pisado Tatoi desde que en 1967 el rey Constantino abandonó el país, a excepción de una visita relámpago, casi clandestina, cuando el 12 de febrero del 1981, la familia real griega fue autorizada a volver por unas horas a Grecia para enterrar a la reina Federica.

El pasado jueves, doña Sofía regresó al cementerio de Tatoi para honrar la memoria de su padre, Pablo de Grecia, con motivo del 50.º aniversario de su muerte. En los últimos 15 años lo ha hecho en otras ocasiones con motivo de sus visitas privadas a Grecia, pero nunca olvidará aquel 25 de mayo del 1998, cuando, junto a don Juan Carlos, inició la visita oficial a su país natal con un acto privado, casi íntimo: visitar la tumba de sus padres y pisar de nuevo los bosques de pinos, robles y eucaliptos de Tatoi, el escenario de su pasado feliz. Pero lo que encontró fue una ruina que le hizo reaccionar. "Decidí desprenderme de mi pasado", dijo después, quizá para no morir de nostalgia. Desde entonces Tatoi es sólo eso, sólo puede ser el lugar donde reposan sus padres.

La historia de Tatoi, una finca de 4.100 hectáreas, situada a 20 kilómetros de Atenas, comienza en 1872, cuando la compró Jorge I, príncipe de Dinamarca, nombrado el primer rey de la dinastía griega. Su esposa, Olga, sobrina de Alejandro II, zar de Rusia, puso el dinero y impuso el estilo del palacete, casi idéntico, aunque en pequeño, a la residencia de su familia en San Petersburgo. Durante su largo reinado, Jorge I (1863-1913) convirtió Tatoi en palacio de verano y finca productiva, con viñedos, ganado y madera. Desde su muerte y hasta el inicio del reinado de su nieto Pablo, en 1947, la finca vivió las mismas vicisitudes que la familia real griega. Después del exilio, la Segunda Guerra Mundial y la guerra civil y ante el alto coste de adaptar el palacio real de Atenas, el rey Pablo convirtió Tatoi en la residencia familiar y le devolvió la vida. En la finca residían cincuenta familias que trabajaban en la explotación agrícola y ganadera y, en un pequeño bosque, al que se accede por un camino en cuesta, se ubicaba el cementerio real. Un espacio en el que, a diferencia de los panteones regios, los miembros de la dinastía griega recuperan su condición de simples mortales bajo austeras tumbas, a la sombra de los pinos.

Para Sofía, Tatoi, donde vivió su infancia y juventud, era el paraíso. Pero los recuerdos empezaron a romperse tras la muerte del rey Pablo y el inicio del errático reinado de su hijo, Constantino. Tres años, de 1964 a 1967, en los que vivió un golpe de Estado, un contragolpe fallido y el inicio del exilio. El día del golpe de los coroneles, el 21 de abril del 1967, la entonces princesa Sofía estaba en Atenas, en la residencia familiar de Psychikó, donde permaneció dos días hasta que se abrió el espacio aéreo y pudo regresar a Madrid. Poco después, el mes de junio del 1967, Sofía volvió a Atenas para asistir al bautizo de su sobrino, el príncipe Pablo. Fue la última vez que pudo pasear por las calles de la capital griega hasta su visita, como reina de España, treinta y un año después.

Con la salida de Constantino, Tatoi quedó cerrado y casi abandonado: sólo unos pocos empleados cuidaban de la inmensa finca, y el palacio fue sellado para evitar los saqueos. Todo cambió en 1974, cuando, tras la caída del régimen militar y el regreso de Constantino Karamanlis, que recuperó el poder civil, se convocó un referéndum en el que se abolió la monarquía. Las propiedades reales fueron confiscadas y, aunque en 1977 les fueron devueltas, la medida no tuvo efectos prácticos, ya que la familia real griega seguía sin poder entrar en el país y, por lo tanto, no podía disfrutar de su patrimonio.

Tatoi fue, durante años, el escenario de las batallas políticas y legales que enfrentaron a Constantino con los sucesivos gobiernos griegos. En 1991, Constantino logró, a través de un pacto secreto con el gobierno conservador de Mitsotakis, sacar varios contenedores del palacio de Tatoi, con algunos objetos de valor y obras de arte que posteriormente subastó en Londres. Eso provocó a la oposición y, cuando en 1994 el socialista Andreas Papandreu llegó al poder, nacionalizó sin miramientos las posesiones reales. Tras varios años de litigio, Constantino logró que el Tribunal de Estrasburgo obligará al gobierno griego a pagarle una indemnización por sus propiedades, que ascendió a algo más de 13 millones de euros. Desde el 2002, Tatoi y los bienes que aún se conservaban en el interior del palacio son propiedad estatal, pero las promesas de restaurar los edificios y convertir la finca en un espacio conservado han chocado con la brutal crisis griega. A finales del 2012, el gobierno de Atenas incluyó Tatoi, junto a varias islas griegas y otras propiedades estatales, en la lista de bienes a privatizar, pero nadie se ha interesado por la antigua finca real. Constantino pretendió que algunos de sus antiguos benefactores, todos viejos armadores multimillonarios, la compraran para albergar una fundación y su propia residencia. No lo logró, ya nadie quiere financiar los gastos del rey destronado. Sólo la asociación Elinki Etería, perteneciente a la organización Europa Nostra, que vela por el patrimonio europeo, tiene un plan para Tatoi. El pasado pasado jueves, coincidiendo con el homenaje al rey Pablo, propuso transformar la antigua finca real en un centro de memoria histórica y de actividades deportivas y de ocio, propiedad del Estado griego pero gestionado por la iniciativa privada. Tatoi espera cambiar su destino tras una historia convulsa en la que sólo parecen haber logrado encontrar la paz los muertos que alberga su idílico cementerio.

jueves, 6 de marzo de 2014

Homenaje al Rey Pablo de Grecia

La Familia Real griega, reunida en Atenas

ABC

En la mañana de este jueves ha tenido lugar en el cementerio de la finca real de Tatoi, a veinte kilómetros de Atenas, el responso por el Rey Pablo de Grecia al cumplirse los cincuenta años de su muerte. A la ceremonia, la Reina Doña Sofía asistió acompañada por los Príncipes de Asturias y las Infantas Doña Elena y Doña Cristina, todos de luto riguroso, junto con la Familia Real griega al completo presidida por los Reyes Constantino y Ana María.

Este acto, de carácter privado y familiar aunque abierto a los medios de comunicación, ha sido el segundo en el que la Infanta Doña Cristina ha acompañado al resto de la Familia Real desde que fue apartada de la actividad institucional, en noviembre de 2011. Desde entonces, la hija menor de los Reyes sólo ha asistido a la misa-homenaje a su abuelo paterno, Don Juan de Borbón, oficiada el pasado junio en la capilla del Palacio Real, y al responso de hoy por su abuelo materno, el Rey Pablo.

Sin embargo, los Príncipes sí han tenido oportunidad de ver a Doña Cristina en las últimas semanas, ya que la Infanta estuvo el pasado 8 de febrero en el Palacio de La Zarzuela, a donde acudió para explicar personalmente a los Reyes y a Don Felipe su comparecencia ante el juez que investiga el caso Nóos.

Aunque en la foto de familia, Doña Cristina se situó a la izquierda del grupo, alejada de la Reina, los Príncipes y Doña Elena, que se colocaron a la derecha, lo que pudo ser interpretado como un alejamiento; lo cierto es que la hija menor de los Reyes llegó a la finca de Tatoi con Doña Letizia y con Doña Elena. Las tres, sonrientes, compartieron el asiento de atrás del mismo vehículo.

En la ceremonia, los Reyes Constantino y Ana María estuvieron acompañados por sus hijos: Alexia, Pablo, que acudió con su mujer, Marie Chantal, y tres de sus hijos; Nicolás, con su esposa, Tatiana; Teodora y Filipos. También estuvieron presentes el Príncipe Alejandro de Serbia, el Rey Simeón de Bulgaria, el Margrave de Hesse, el Príncipe Michel de Grecia, la Princesa Tatiana Radziwill con su esposo el doctor Fruchaud y otros familiares pertenecientes a la realeza europea.

Es la primera vez que se reúnen en el cementerio real todos los descendientes directos del Rey Pablo, que a su muerte en 1964 había conocido solo a su nieta la Infanta Doña Elena.

El responso fue oficiado por cuatro obispos de la región de Ática pertenecientes a la Iglesia Ortodoxa Griega ante las tumbas del Rey Pablo y de la Reina Federica de Grecia. Minutos después y cuando empezaba la lluvia, los asistentes abandonaron la finca real para irse a tomar un café, ritual griego tras un servicio religioso funerario en el que el Rey Constantino y la Reina Ana María estuvieron acompañados por un grupo de antiguos colaboradores y personal de la Casa Real griega. Acudieron después a almorzar en privado en un club deportivo cercano.

En la tarde de ayer la Reina Sofía asistió con las Infantas Doña Elena y Doña Cristina, y con sus hermanos, el Rey Constantino y la Princesa Irene, a la proyección privada del documental histórico «Pablo, un Rey fuera de lo común», que fue recibido con interés y emoción por las 300 personas que fueron reunidas en la Biblioteca Yenádio de Atenas.

El documental, de dos horas de duración, mostraba gran numero de imágenes en blanco y negro y color sobre la vida del Rey Pablo, tanto pública como privada, y su azarosa trayectoria personal: desde que era Príncipe y cadete de la Marina griega pasando por el exilio, donde llegó a trabajar de mecánico en una fábrica de automóviles de lujo y motores de aviones, hasta su regreso como Príncipe Heredero y Rey a partir de 1947 hasta su fallecimiento.

Imágenes del homenaje

Galería histórica